La crisis atroz de los refugiados vara en la agenda del G20

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El cuerpo sin vida del pequeño kurdo de nacionalidad siria varó en la costa turca, a apenas unos cientos de kilómetros del lugar donde se reunían los ministros de Trabajo y Finanzas del G20. Las imágenes conmocionaron al mundo.

Alan Kurdi, de tres años; su hermano mayor, Galip, de cinco años, y Rehan, su madre, fallecieron cuando intentaban llegar a un lugar seguro huyendo de la guerra en Siria. Su caso es más dramático si cabe, ya que tenían familiares en Canadá que podían acogerles.

Muchos países del G20 no reconocen que esta crisis mundial de los refugiados, la peor desde la Segunda Guerra Mundial, tiene un componente económico, que define el mandato de las 20 naciones que representan el 85 % de la economía mundial y dos tercios de la población del planeta.

Además de acoger este año al G20, Turquía ha recibido dos millones de refugiados sirios. Una ingente cantidad de personas están acogidas por familias y comunidades de todo el país y reciben agua, comida, ropa y trabajo.

La presidencia de Turquía ha enviado un cable diplomático a los Presidentes y Primeros Ministros de todo el mundo, reclamando medidas para paliar la crisis de los refugiados. No parece que le hayan escuchado.

No cabe duda de que las reuniones del G20 están teniendo lugar en un contexto desolador. Durante la primera mitad de este año, el comercio mundial sufrió su mayor descalabro desde 2009.

Las economías emergentes están destruyendo empleos y la inestabilidad social no deja de crecer, mientras en muchas economías desarrolladas el desempleo juvenil se está convirtiendo en estructural y hay indicios de fractura social.

El empleo informal no deja de crecer, al igual que las desigualdades.

La proporción de los salarios de millones de trabajadores no repunta desde que comenzó la crisis financiera mundial. Los salarios mínimos están estancados o en el punto de mira, al igual que la negociación colectiva, todo lo cual empuja a más familias por debajo de la línea de la pobreza.

La protección social también se encuentra contra las cuerdas, en el momento en el que más desesperadamente se la necesita. A la peor crisis de los refugiados desde la Segunda Guerra Mundial se une la creciente inestabilidad climática, mientras la libertad de asociación y el espacio democrático se encojen paulatinamente.

Nuestra interdependencia económica mundial hace imposible ignorar las amenazas de los conflictos y del cambio climático: ambas precisan compromisos económicos y políticos tendentes a elevar el nivel de vida y las condiciones laborales de cada país del planeta.

 

No olvidemos el factor humano: Recordemos a Alan

A pesar de la importancia crítica de estas cuestiones, da la impresión de que estas deliberaciones carecen de alma.

La humanidad precisa que se alcancen compromisos de acogida a los refugiados y que se conceda a los solicitantes de asilo el derecho a trabajar. Un trabajo en la economía formal, con una fuerza laboral asociada, derechos sociales, políticos y culturales, constituye la primera respuesta para la construcción de una economía equitativa y estable.

Instamos a los líderes del G20 a abordar esta cuestión y a no permanecer impasibles observando a los gobiernos ser cómplices de la pérdida de dignidad de nuestra gente y las muertes de refugiados.

Desde Canadá a Hungría, se cierran las fronteras y se amenaza a la humanidad. El cadáver de Alan y el testimonio de su padre, han logrado que pongamos un rostro real a los millones de personas desplazadas en todo el mundo.

Europa debe replantear el Acuerdo de Dublín sobre la gestión de los flujos migratorios. No se debe obligar a los refugiados a atravesar toda Europa para intentar llegar a países como Alemania y Suecia que les ofrecen una vida digna. Travesías como la que acabó la semana pasada con la vida de 71 personas de nacionalidad siria, hacinadas en un desvencijado camión para transportar gallinas.

Todos los países de la UE y las economías industrializadas deberían apoyar las medidas de protección social necesarias y aumentar sus cuotas de reasentamiento, para repartir de manera más equitativa a los refugiados. No olvidemos que el 80 % de los refugiados del mundo están acogidos en países en desarrollo.

En Islandia, la población está presionando a su gobierno para que acoja refugiados sirios ya que más de 11.000 islandeses se ofrecen a acoger en sus hogares a las personas que están huyendo del conflicto.

Y los gobiernos podrían hacer más para poner fin al conflicto en Siria y Libia. El 70 % de los refugiados llegados a Grecia el mes pasado eran de nacionalidad siria. Si no detenemos las bombas de barril y los ataques químicos, los refugiados no dejarán de huir, para salvar la vida.

Los líderes que se desmarcan de la población ponen en riesgo su propio futuro político, otra razón más para que el G20 adopte medidas concertadas y decisivas en una crisis estrechamente relacionada con la economía mundial.