La dependencia de Montenegro de su única central de carbón frena la transición energética del país

La dependencia de Montenegro de su única central de carbón frena la transición energética del país

The lignite mine and coal power plant in Pljevlja (in the background), in northern Montenegro, provides many jobs and almost half of the country’s electricity. Despite the severe air pollution, opinion is divided over the plant’s prospective closure.

(Louis Seiller)

Como casi todas las mañanas, la niebla se disipa lentamente en el valle de Pljevlja. El otoño es particularmente suave este año, pero el penetrante olor a carbón ya envuelve esta pequeña ciudad enclavada en los densos bosques del noreste de Montenegro. A pocos pasos del centro de la ciudad, la mina funciona a pleno rendimiento.

Aquí trabaja el ingeniero Bogoljub Djondovic, natural del lugar. “Es sencillo: sin la central térmica y la mina de carbón, no hay Montenegro”, señala sin titubear el además presidente de la Organización Sindical de la Mina de Carbón de Pljevlja (Sindikalna organizacija Rudnik uglja Pljevlja, SORUP). “Nuestra economía no funcionaría, porque casi no nos queda industria. La política del Gobierno estuvo exclusivamente basada durante años en el turismo, y casi todas las empresas manufactureras han cerrado. La única industria que sigue en pie, y la que permite a Montenegro seguir adelante, es Pljevlja”.

La central de carbón de Pljevlja, que empezó a funcionar hace 40 años, es la única central térmica de Montenegro, con una capacidad de 230 MW. Según la época del año, proporciona entre el 40% y el 50% de la electricidad de este pequeño país de 620.000 habitantes, que se independizó de Serbia en 2006.

Para los 27.000 habitantes del municipio, el lignito sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos. “Gran parte de los puestos de trabajo de la región están vinculados a la central térmica y a la mina”, explica Velibor Tomcic, presidente del Sindicato de la Central de Pljevlja (Sindikat Termoelektrane Pljevlja, STP). “A pesar de la reducción de puestos de trabajo debido a la automatización, nuestras empresas siguen siendo las más grandes y las más importantes, no solo del municipio, sino de todo Montenegro”.

“Actualmente estamos celebrando los 40 años de funcionamiento de la planta. Y una generación se jubila, pero llegan otras nuevas. Como organización sindical, nos interesa que el mayor número posible de jóvenes puedan incorporarse a empresas tan esenciales como la central térmica y la mina de carbón”.

En julio de 2022, 1.045 personas trabajaban en Pljevlja para la empresa estatal Elektroprivreda Crne Gore (EPCG), principal proveedora de electricidad del país. Con un salario de más de 1.000 euros, superando el salario medio de 886 euros brutos en Montenegro, los puestos de trabajo en la central eléctrica siguen estando muy solicitados en la región.

Pero para que el país pueda cumplir sus compromisos en materia de emisiones de CO₂, la planta podría verse obligada a cerrar de aquí a diez años. En 2021, el entonces primer ministro Zdravko Krivokapić anunció que Montenegro abandonaría el carbón en 2035 a más tardar.

Al igual que sus homólogas construidas en la época de la Yugoslavia socialista (1945-1992), la central de lignito de Pljevlja es una de las más contaminantes de Europa. Sus emisiones de polvo y dióxido de azufre (SO₂) afectan gravemente a la salud de los habitantes de la región. “El futuro de Pljevlja es clave para los objetivos climáticos de Montenegro, ya que esta central térmica es la más contaminante del país: sus emisiones representan entre el 80% y el 90% del total de las emisiones de gases de efecto invernadero de Montenegro”, explica Natasa Kovacevic, responsable de la descarbonización del sector energético en la ONG Bankwatch.

“Según datos de 2016, la ciudad de Pljevlja registra 133 muertes prematuras al año. Se detectan numerosas enfermedades respiratorias, cánceres y otras enfermedades crónicas. La ciudad lleva sufriendo más de 40 años y eso se tiene que acabar”. Según datos de la Organización Mundial de la Salud, Pljevlja es una de las diez ciudades más contaminadas de Europa, y el 22% de las muertes se deben a la contaminación atmosférica.

Una transición que genera desconfianza

De cara al Acuerdo de París y al Pacto Verde Europeo, el país, candidato desde 2010 a la adhesión a la Unión Europea, parece mal encarrilado para cumplir sus compromisos en materia de normas medioambientales, sobre todo en lo que respecta a sus emisiones de CO₂.

La Secretaría de la Comunidad de la Energía inició en abril de 2021 un procedimiento de infracción contra el país después de que la central térmica de Pljevlja superara ya a finales de 2020 la cuota de 20.000 horas de funcionamiento que se le había asignado para el período 2018-2023. Según las ONG ecologistas, el actual funcionamiento ilegal de la planta ilustra la brecha existente entre el posicionamiento de las autoridades en materia climática en el escenario internacional y la realidad sobre el terreno.

“Oficialmente tenemos que preparar toda una serie de documentos que respondan a los compromisos que el país ha suscrito, pero todavía no se ha hecho nada”, lamenta Sanja Orlandic, secretaria general de la ONG Green Home.

“En primer lugar, tenemos que establecer nuestro Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), en el que habrá que definir concretamente la fecha de cierre prevista de la central térmica de Pljevlja. Aún no tenemos esa información, y de hecho no disponemos de un plan ni de una visión sobre lo que deberíamos hacer en los próximos años…”.

Montenegro se presenta a menudo como pionero por el hecho de haberse convertido en 1992 en un “Estado ecológico”, como proclama su Constitución. Sin embargo, el abandono de los combustibles fósiles es un tema muy delicado en el seno de una sociedad políticamente dividida. Las cuestiones de identidad desestabilizan con regularidad el país, relegando las cuestiones climáticas a un segundo plano.

La famosa “transición energética” reclamada por la Comisión Europea genera mucho recelo entre los trabajadores. “Tras la desintegración de Yugoslavia, hace 30 años, ya experimentamos una transición económica al pasar de una economía industrial a una economía centrada en los servicios, marcada por numerosos procesos de privatización”, recuerda Vladimir Krsmanovic, de la Confederación de Sindicatos de Montenegro (Saveza sindikata Crne Gore, SSCG). “Al final, el precio de esta transición lo pagaron los trabajadores con la pérdida de puestos de trabajo y los expedientes de regulación de empleo que acabaron cerrando las fábricas. Así que cuando oyen hablar de transición, los trabajadores responden ‘¡No, gracias!’, porque llevamos 30 años de transición”. Las fábricas en ruinas desperdigadas por la región de Pljelvlja dan testimonio de la dura crisis económica y social que han sufrido los trabajadores de la antigua Yugoslavia durante las últimas décadas.

Este pasivo de la transición hacia una economía de mercado sofoca los argumentos a favor de una nueva “transición verde” y de una descarbonización del sector energético. Halagados o señalados por los partidos políticos en período electoral, los trabajadores de Pljevlja no creen en el cambio de rumbo anunciado por determinados políticos. En julio de 2021 el primer ministro declaró que la central térmica cerraría probablemente en 2030 debido a las presiones europeas.

“No creo que Montenegro esté preparado para cerrar la central térmica en 2030”, afirma Bogoljub Djondovic de SORUP. “No es posible, sobre todo teniendo en cuenta la situación desde un punto de vista económico y a largo plazo”.

“La culpa viene principalmente de la falta de visión de nuestros políticos: actúan como directores nombrando a personas incompetentes para ocupar puestos de responsabilidad, simplemente para poder controlarlas fácilmente. La consecuencia es que, a día de hoy, nadie en Montenegro cree realmente en la posibilidad de que Pljevlja deje de funcionar”.

Lejos de ralentizar sus actividades, la central y las minas de Pljevlja están funcionando a pleno rendimiento. El invierno se anuncia complicado y, al parecer, el lignito montenegrino se está convirtiendo en un activo seguro en un contexto mundial marcado por la incertidumbre y crisis múltiples.

Este verano, los responsables de EPCG acordaron vender 300.000 toneladas de carbón a la vecina Serbia, y las exportaciones por camión hacia la frontera cercana están muy avanzadas. “Dada la actual crisis económica, estamos trabajando aún más duro de lo habitual para hacer frente a la escasez de electricidad en el mercado”, se congratula Velibor Tomcic de STP. “A escala local, la central térmica también tiene que compensar la baja producción de nuestras centrales hidroeléctricas, ya que este año el nivel de agua es bajo”. Mientras que la eficiencia de la energía hidráulica está cada vez más cuestionada a raíz de las recurrentes sequías, este país mediterráneo acaba de poner en marcha sus primeros proyectos de parques solares fotovoltaicos.

Crisis política y escepticismo climático

En Pljevlja todo el mundo conoce a alguien que padece la contaminación generada por la central eléctrica. Pero muy pocos se atreven a quejarse abiertamente, ya que el fin del carbón podría significar la agonía de una ciudad cuya población se ha reducido casi a la mitad en 50 años.

Tomcic considera que este sufrimiento es el precio a pagar por la independencia energética de Montenegro. “Somos muy conscientes de la contaminación provocada por la planta, pero la central da una seguridad energética enorme al país y a toda la sociedad, y eso nos enorgullece. Confiamos mucho en la reestructuración ecológica que se está llevando a cabo en la planta. Esperamos que permita reducir las diferentes contaminaciones, tanto en materia de aguas residuales como de emisiones de gases de efecto invernadero”.

Imposible predecir el impacto real de esta “reestructuración ecológica” de 60 millones de euros, puesto que el proyecto no destaca por su transparencia. La presencia en el seno del consorcio sino-montenegrino que ganó la licitación, de la empresa BB Solar, dirigida por Blazo Djukanovic, hijo del presidente Milo Djukanović, suscita numerosas críticas, así como inquietudes, respecto a la eficacia de las normas ecológicas.

Hace dos años, el Partido Democrático de los Socialistas (DPS) de Djukanovic perdió el poder tras 30 años de gobierno ininterrumpido. Tras las elecciones, Montenegro parece sumido en una interminable crisis política, sin gobierno ni mayoría parlamentaria. Una inestabilidad que impide al país avanzar en las cuestiones relacionadas con la emergencia climática.

“Según una reciente encuesta llevada a cabo por Ipsos, el 31% de los montenegrinos no cree en el cambio climático”, afirma desesperada Natasa Kovacevic, de la ONG Bankwatch.

“Sin embargo, los fenómenos meteorológicos extremos, como las sequías y las inundaciones, nos están afectando cada vez más. El reto es enorme, pero la ciudadanía todavía no entiende bien los problemas. El país necesita líderes con una visión clara de la transición energética y de la transición justa. De lo contrario estaremos condenados a reformas exprés, sin una aplicación adecuadamente controlada. Estas reformas serán difíciles y complejas de gestionar si se plantean a corto plazo”.

Mientras los sindicatos montenegrinos se enfrentan, al igual que otras regiones, a la individualización de las relaciones de empleo y a la atomización de la sociedad, sus dirigentes temen las consecuencias de un abandono precipitado del carbón. “El Estado debería plantear una estrategia de sustitución de puestos de trabajo, pero no cualesquiera: empleos de calidad en sectores con futuro”, argumenta Vladimir Krsmanovic de la SSCG. “Porque si resolvemos este problema simplemente cerrando la mina y jubilando a todos los trabajadores, Pljevlja morirá. Debemos asumir todos un papel más proactivo en el desarrollo de una estrategia sostenible que responda a las necesidades de una economía estable”.

En un contexto de crisis energética mundial, y con las repetidas sequías que ponen a prueba las centrales hidroeléctricas, la eliminación del carbón no está todavía en la agenda de Montenegro. Las autoridades están de hecho estudiando la posibilidad de abrir nuevas minas de lignito en la región de Pljevlja.

This article has been translated from French by Guiomar Pérez-Rendón

Este artículo se ha redactado con el apoyo del sindicato belga ACV-CSC y de la Confederación Europea de Sindicatos en el marco de una serie de artículos sobre la transición justa en Europa Central y Oriental.