La difícil reconciliación con los pueblos indígenas en Canadá

La difícil reconciliación con los pueblos indígenas en Canadá

A young man taking part in the 12th edition of the traditional hand games in Behchoko, in the Northwest Territories, on 11 March 2017.

(Mélinda Trochu)

Yellowknife es una ciudad canadiense situada al Norte del 60º paralelo. Este sábado de noviembre, la NWT Wellness Society organiza el ejercicio de la manta: un taller práctico que explica la colonización y sus efectos.

Los participantes comienzan por el trueque, la manera ancestral de los indígenas de vivir en comunidad. Intercambian plantas medicinales, alimentos, bienes como cuchillos inuit, pieles, cestas de corteza de abedul... En una pantalla aparecen imágenes y fechas clave, como la Ley de asuntos indios, que fue adoptada en 1876 y todavía rige los modos de vida de los pueblos indígenas en Canadá. Poco a poco, los participantes son excluidos o desplazados simbólicamente, o fallecen. La emoción es evidente en sus rostros.

Maggie Mercredi pertenece a la nación Denesoline. Desde 2014, organiza talleres sobre la colonización y los internados para niños indígenas.

"Estos talleres revelan la realidad de los acontecimientos que no figuran en nuestros libros de texto de historia", explica. En más de un siglo, al menos 150.000 niños fueron arrebatados a sus padres en un intento de integración que ha provocado un trauma intergeneracional. Algunos sufrieron abusos físicos, sexuales y psicológicos.

En 2008, el primer ministro Stephen Harper pidió perdón en nombre de Canadá. Una comisión de la verdad y la reconciliación se encargó de dar a las personas afectadas directa o indirectamente por las secuelas de los internados para niños indígenas la oportunidad de relatar su experiencia.

En 2015, la comisión hizo 94 "llamamientos a la acción". Participar en el ejercicio de la manta es un ejemplo de las acciones posibles hacia la reconciliación. Permite a los ciudadanos participar en el esfuerzo nacional para la memoria y la comprensión.

"Los internados para niños indígenas no estaban para educar, sino más bien para eliminar ’el indígena’ de los niños e integrarlos", dice Maggie. Asegura que este ejercicio constituye "una herramienta para despertar la conciencia, enseñar la verdad y esperar que la gente utilice estos conocimientos".

Donald Prince, de la nación Nak’azdli, pasó tiempo en un internado para niños indígenas. Su padre también. "Los indígenas de Canadá hemos perdido nuestras lenguas, nuestro estilo de vida, nuestra cultura, la capacidad de educar a nuestros hijos..." Todo esto se ha acumulado durante 300-400 años.

Donald asegura que en su comunidad de Fort St. James, en Columbia Británica, probablemente la mitad de la población estuvo en un internado. "Los traumas se han transmitido de generación en generación", explica.

Se trata de un fenómeno que persiste hoy en día. Según datos de 2011, casi la mitad de los niños en familia de acogida en Canadá son indígenas, mientras que solo representan el 7% de los niños del país.

Racismo y pobreza

Entre la pérdida de los puntos de referencia y la pérdida de identidad, las personas indígenas se enfrentan a numerosos desafíos en Canadá, en particular al racismo "inmenso y sutil" según Maggie, que cuenta cómo no recibe la misma calidad de servicios en las tiendas de Yellowknife. "Me ocurre todo el tiempo porque mi apariencia física es de persona indígena", analiza. Una realidad que confirma Donald. "En el momento que entro en una tienda, me siguen; entonces hablo con ellos para decirles que no voy a robar nada..."

La situación social de las personas indígenas sigue siendo precaria. Cuatro de cada cinco comunidades indígenas registran ingresos medios por debajo del umbral de la pobreza, según los datos de 2015.

Donald conoce bien esta realidad. Como trabajador social, ayuda a las 33 comunidades de los Territorios del Noroeste a poner en marcha programas de curación a través del contacto con la tierra.

Cada día, escucha y ayuda a personas indígenas que tienen problemas de adicción o de salud mental. Intenta que reconecten con actividades culturales inherentes a sus culturas: curtido de pieles, caza con trampas, técnicas de supervivencia en el bosque... Una manera de superar los traumas enterrados a veces desde hace décadas.

Por otro lado, Maggie señala la invisibilidad de las mujeres indígenas. Durante los últimos 30 años, más de un millar de mujeres indígenas han desaparecido o han sido asesinadas. "Aquí, las mujeres indígenas no existen a los ojos de muchos. Somos desechables", afirma Maggie. "Todavía hoy, cuando voy por la calle, ciertas personas no indígenas evitan mirarme a los ojos".

Maggie no celebra la fiesta nacional ni mucho menos los 150 años de colonización en Canadá, que se conmemoraron en 2017.

Cuando viaja al extranjero, dice que es de "la Isla de la Tortuga", el nombre con el que los pueblos indígenas hacen referencia a América del Norte.

El futuro de la reconciliación

Actualmente, el Gobierno federal promueve una reconciliación nacional con los indígenas. Justin Trudeau ha prometido una inversión de 8.400 millones de dólares canadienses (6.800 millones de dólares estadounidenses) a lo largo de cinco años en educación e infraestructura. Su Gobierno también ha puesto en marcha una investigación sobre las muertes y las desapariciones de mujeres indígenas.

El primer ministro también ha nombrado a Jody Wilson-Rayboult, una mujer de la nación We Wai Kai, ministra de Justicia. Por último, en septiembre de 2017, Trudeau mencionó, ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, un "gran fracaso" en lo que concierne a los pueblos indígenas y aseguró que Canadá desea desmantelar sus "viejas estructuras coloniales obsoletas".

Sin embargo, la "reconciliación" significa algo diferente para cada persona. "No significa nada para mí", espeta Donald. "Quizá si nos devuelven la mitad de nuestras tierras, de nuestros hijos, entonces..."

Para Maggie, la reconciliación, significa sobre todo "iniciar conversaciones y entablar relaciones" entre las personas indígenas y las no indígenas, aunque, según ella, "el sueño canadiense se base en mentiras, guerras, discriminación, racismo…"

Una discriminación que genera rabia. "Antes era un hombre muy enfadado. Odiaba a todo el mundo", explica Donald. Si actualmente se ocupa de las personas abandonadas a su suerte es porque él mismo ha tenido un pasado difícil. "Me comportaba mal, pasé un tiempo en la calle en Vancouver y era adicto a la heroína y la cocaína". Donald ha estado varias veces en la cárcel. En las prisiones canadienses, el 25,4% de los detenidos son indígenas, mientras que representan menos del 5% de la población total del país.

Ahora, con 62 años, tiende la mano a las personas que lo necesitan y no duda en llevar a las personas sin hogar al bosque para devolverles la autoestima. "Todo lo que le puede pasar a alguien me ha pasado. He vagado por caminos oscuros. Me han apuñalado tres veces, me han disparado... Pero aquí sigo, mientras que todos mis amigos de la infancia han desaparecido".

Un consejero de la prisión logró calmar a Donald. "Me preguntó que me había pasado cuando era niño..." Pausa. Donald no dice nada más, todavía emocionado por este encuentro que le salvó la vida. Para muchos indígenas de Canadá, todavía quedan muchos traumas. Y muy a menudo silencios ensordecedores.

This article has been translated from French.