La difícil supervivencia de los ‘trabajadores del clic’ en Estados Unidos

La difícil supervivencia de los ‘trabajadores del clic' en Estados Unidos

Kayla Franklin, "click worker", works on her computer, in a coffee bar in Los Angeles, California.

(Noémie Taylor-Rosner)

Evan Hutchinson vive conectado a su ordenador, tanto de día como de noche. Este joven licenciado en cine, que tiene 27 años y vive en Houston, es lo que se denomina un “trabajador del clic”: uno de esos centenares de miles de trabajadores digitales en situación precaria en todo el mundo que realizan cada día decenas de microtareas en Internet para empresas.

Transcripción de vídeos cortos, encuestas, identificación de objetos en fotos, moderación de contenidos, limpieza de bases de datos o generación de “me gusta” en los contenidos publicados en las redes sociales... Cada día, Evan Hutchinson acude en busca de tareas a una de las plataformas de crowdwork (plataformas de microtrabajos en un entorno digital) más populares del mercado: Mechanical Turk, un sitio creado en 2005 por el gigante del comercio electrónico Amazon, que conecta a los empleadores con cientos de miles de pequeñas manos invisibles.

Sentado delante del ordenador en su casa, con los ojos fijos en la pantalla, el joven texano echa un vistazo a cientos de ofertas en línea y después selecciona las que le interesan de entre la multitud de pequeños trabajos disponibles. Un estudio que se paga a 4 dólares USD por hora (3,50 euros), propone, por ejemplo, a los turkers (o trabajadores del clic) realizar una entrevista por webcam con un bot informático y responder a preguntas sobre su salud. Otro estudio pretende recopilar una serie de datos en la página web de un sitio comercial por un poco menos de 3 dólares por hora (2,50 euros).

Evan trabaja de media entre 6 y 8 horas al día y gana generalmente entre 50 y 100 dólares (de 45 a 90 euros). No tiene horarios fijos. Sus horarios varían en función de las ofertas que hay en línea. “Mi ordenador está encendido muy a menudo. A veces trabajo por la noche si una tarea es particularmente lucrativa y estoy despierto. Antes podía hacer microtareas sin interrupción durante horas para alcanzar una suma determinada. Ahora he aprendido a tomarme descansos”, explica.

Trabajadores jóvenes y con formación

La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha examinado por primera vez la suerte de estos trabajadores en la sombra. En otoño de 2018, la institución publicó un extenso estudio, en el que participaron 3.500 trabajadores del clic, que trabajaban en diversas plataformas (Amazon, CrowdFlower, Clickworker, Prolific...) en 75 países. En contra de ciertas ideas preconcebidas de que el crowdworking tiene una presencia predominante en los países emergentes, la OIT muestra que este tipo de trabajo se ha desarrollado considerablemente en Estados Unidos. Según el estudio, el 75% de los trabajadores contratados por la plataforma Mechanical Turk en 2015 y 2017 se encontraba en EEUU, frente al 18% en la India.

La popularidad del crowdworking (también denominado “trabajo colaborativo” o crowdsourcing) en Estados Unidos forma parte de un fenómeno más amplio: el del auge de la gig economy, la economía de los microtrabajos, a través de plataformas como Uber o Lyft. Según un informe de la Oficina de estadísticas laborales de Estados Unidos publicado en 2018, 16,5 millones de estadounidenses trabajan actualmente en este sector, en la mayoría de los casos en calidad de trabajador autónomo (lo que significa que el trabajador debe encargarse él mismo de pagar sus cotizaciones sociales).

Evan Hutchinson trabaja para Mechanical Turk desde hace unos 10 años. Se inscribió en la plataforma justo después de terminar el instituto, por curiosidad, y al principio solo la visitaba ocasionalmente. Cuando terminó sus estudios en la universidad, el joven tuvo dificultades para encontrar un empleo. Este trabajo de microtareas, que no exige competencias particulares –salvo un poco de lógica o el dominio básico del idioma–, se convirtió naturalmente en una fuente de ingresos temporales mientras trataba de encontrar algo mejor. “Al terminar mis estudios, soñaba con trabajar en el sector audiovisual, pero en Houston no hay muchas oportunidades en este campo, aunque tengas un diploma”, explica.

“Como a muchos estadounidenses de mi generación, me alentaron a contraer un importante préstamo estudiantil para financiar mis estudios que ahora debo devolver. Por el momento vivo en casa de mi madre porque con el dinero que gano en Mechanical Turk de Amazon todavía no puedo permitirme alquilar un apartamento”.

Aunque realizan cada día tareas repetitivas, poco cualificadas y mal remuneradas, la mayoría de los crowdworkers tienen, como Evan, un nivel educativo elevado. Según la OIT, en 2017, el 44% de los trabajadores del clic estadounidense que trabajaban en la plataforma de Amazon tenían, como mínimo, un título de licenciatura. Además, el turker estadounidense es joven: en 2017, la edad media era de 35 años. La mayoría de los microtrabajadores del mundo tenían entre 25 y 40 años.

Su trabajo cotidiano es sumamente útil para las empresas presentes en estas plataformas, que lo utilizan sobre todo para perfeccionar sus herramientas de inteligencia artificial. “Quieren saber cómo interaccionan los humanos, cómo se enfrentan a ciertas situaciones, en función del lugar del mundo donde se encuentran”, explica Evan Hutchinson. “La mayoría de las tareas que efectuamos [por ejemplo, la transcripción de discursos o la identificación de imágenes] todavía no pueden ser realizadas completamente por robots”. Amazon las llama “tareas de inteligencia humana” (Human Intelligence Tasks), habitualmente denominadas “HIT” por los turkers. Algunos hablan, de forma más trivial, de meatware, en referencia a los términos informáticos software o hardware, para recalcar de manera sarcástica su condición de robot humano, a saber, hecho de carne (meat).

En su estudio, la OIT intenta comprender los motivos que llevan hoy en día a cada vez más trabajadores cualificados a recurrir al crowdsourcing. La organización explica que si bien algunos lo hacen por necesidad (32%), durante un período de desempleo o para complementar sus ingresos, o porque “sus problemas de salud limitaban los tipos de trabajos remunerados que podían realizar” (10%), otros eligen esta opción para poder tener la flexibilidad de trabajar desde el hogar (22%), particularmente las mujeres.

Es el caso de Kayla Franklin, una madre soltera de tres niños originaria de Pensilvania que se mudó a Los Ángeles hace un año. Esta mujer joven trabaja de manera puntual para Appen, una empresa que emplea a microtrabajadores sobre todo para mejorar el rendimiento de los motores de búsqueda de algunos gigantes de Internet, como Facebook. “Principalmente opté por esta solución para poder quedarme en casa y ocuparme de mis hijos”, explica. “El coste de las guarderías es tan elevado en Estados Unidos, que a veces sale más rentable dedicarse al teletrabajo para poder ocuparse de la familia en casa. Antes de decidir trabajar para Appen, mis hijos estaban en una guardería y yo tenía dos empleos regulares, uno de ellos por la noche en un garaje, pero a pesar de ello no llegaba a fin de mes”.

Como numerosos mileniales estadounidenses que han optado por el microtrabajo, Kayla considera que, actualmente, ser asalariado de una empresa tiene pocas ventajas. “De todas maneras, muchos empleadores de Estados Unidos no ofrecen un seguro de enfermedad a sus empleados. Prefiero ser autónoma y poder administrar mi tiempo, mi familia y mis aficiones como yo quiera en lugar de formar parte de un sistema que me limita, pero no me aporta nada”, explica.

Herramientas para que los activistas defiendan los derechos de los microtrabajadores

CJ McNelley, un antiguo carpintero californiano que se mudó a Memphis hace tres años, escogió el microtrabajo por problemas de salud. Trabaja en casa con su mujer, también turker, a la cual conoció en uno de los numerosos foros de ayuda mutua creados por la comunidad de microtrabajadores. “Mi esposa y yo formamos parte de un grupo secreto en el que compartimos buenos consejos y garantizamos una especie de sistema de vigilancia: cuando aparecen ofertas interesantes en la plataforma avisamos al resto”.

CJ McNelley abrió su cuenta en MTurk hace siete años. “Al principio estaba perdido, como mucha gente. Tenía la impresión de que la mayoría de las tareas se pagaba tan solo a 2 dólares por hora. Después, poco a poco, comencé a familiarizarme con el sistema. Ahora gano entre 9 y 15 dólares por hora. Es más que el salario mínimo federal, que asciende a 7,25 dólares (6,5 euros). Sin embargo, no podría vivir con este salario en California o en otros estados de EEUU donde el coste de la vida ha aumentado enormemente en los últimos años”, explica.

“Me gustaría tener un futuro más estable, con menos incertidumbre. A veces me paso hasta 14 horas seguidas delante de la pantalla y trabajo por la noche para asegurarme de poder llegar a fin de mes”.

Según el estudio de la OIT, los trabajadores digitales de América del Norte ganaban, en 2017, de media 4,70 dólares (4,10 euros) por hora, es decir, más que en Europa o en Asia, pero bastante menos que el salario mínimo en Estados Unidos. Las medias de remuneración a menudo se ven arrastradas a la baja por los períodos de trabajo no remunerados (prueba de cualificación, búsqueda de clientes o trabajo acabado pero no aprobado por el cliente…).

Cuando surge una dificultad, como la negativa a un pago (una experiencia vivida por nueve de cada diez trabajadores, según el estudio de la OIT), las personas se encuentran a menudo sin demasiados recursos porque todavía no existe un sindicato para el sector del microtrabajo. Sin embargo, CJ McNelley se alegra de la aparición de algunas herramientas como Turkopticon o TurkerReview, creadas por turkers o por universitarios para intentar regular mejor las relaciones entre los empleadores y los trabajadores del clic. “Se trata de sitios o herramientas que revisan a los diferentes empleadores presente en la plataforma MTurk e indican, por ejemplo, el salario que pagan por hora o su reputación, en particular si son malos pagadores”. Porque, a día de hoy, si un empleador no está satisfecho con el trabajo realizado por un turker, tiene el derecho de decidir no pagarle, sin que el trabajador pueda impugnar dicha decisión.

La reglamentación del trabajo en estas plataformas, ya sea Mechanical Turk o Uber, es hoy uno de los grandes desafíos a los que hace frente el movimiento sindical. “Actualmente, los trabajadores de las plataformas digitales son considerados trabajadores autónomos y la representación de estos trabajadores es inexistente en todos los sectores debido a la falta de oportunidades de colaborar con sus pares en las plataformas, la dispersión en Internet y la enorme competencia entre los trabajadores o la reticencia a ejercer sus derechos colectivos, lo que podría llevarles a la exclusión de la plataforma (temor a las represalias)”, puede leerse en una resolución de la Confederación Europea de Sindicatos. En el estudio se dan muchas pistas en todo el mundo ; por ejemplo, la creación de una etiqueta “trabajo sostenible”, la mejora del marco jurídico y legislativo, el recurso judicial para sancionar los abusos o la creación de cooperativas y convenios colectivos.

This article has been translated from French.