La encrucijada de los pescadores senegaleses: hambre o exilio

La encrucijada de los pescadores senegaleses: hambre o exilio
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[Este fotorreportaje fue publicado en Equal Times por primera vez en abril de 2017. La presente, es una versión actualizada.]

Si bien la mayoría de las migraciones africanas siguen siendo circulares, es decir intraafricanas, hay muchas personas que alimentan el deseo de llegar a Europa. Para hacerlo realidad, los migrantes se apiñan en frágiles embarcaciones, llegando a poner en peligro su vida. Según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), solo entre 2000 y 2014, más de 22.000 personas fallecieron intentando cruzar el Mediterráneo para alcanzar las costas europeas.

A esto hay que añadir las cerca de 9.000 víctimas de los dos años siguientes, que fueron particularmente mortíferos. En un lapso de cinco años, entre 2015 y marzo de 2020, 16.731 personas han perdido la vida.

A pesar de los peligros, miles de personas siguen intentando emprender cada año este arriesgado viaje. ¿Por qué?

Las guerras, el cambio climático y la pobreza se mencionan a menudo para explicar las causas de esta migración forzosa. Equal Times se ha desplazado hasta Senegal para ir al encuentro de los pescadores, que suelen formar parte de los candidatos al exilio, con el fin de entender el origen de su desamparo.

Para todo el continente africano, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura calculaba en 2017 hasta 6,1 millones el número de pescadores, una cifra a la que sumaba 50 millones como dependientes del sector. Tan solo en África Occidental hay más de tres millones de personas que dependen del sector pesquero –600.000 de los cuales en Senegal–, es decir más del 20% de la población.

Tras las sequías de los años 1980, Senegal sufrió una crisis del sector agrícola. Un gran número de personas migraron entonces hacia la costa con el fin de incorporarse al sector pesquero, lo que provocó un aumento considerable del número de pescadores y de cayucos en las aguas senegalesas. Al mismo tiempo, la especulación inmobiliaria y la expansión de la ciudad de Dakar han llevado a la expropiación de terrenos dedicados al cultivo de hortalizas, lo que a su vez ha acentuado la dependencia de las familias en los recursos pesqueros.

Pero el golpe de gracia asestado a los pescadores vino con las firmas de acuerdos de pesca con la Unión Europea –y con otros países, sobre todo asiáticos–, como consecuencia de los cuales la pesca se ha visto sometida a nuevas presiones (incluida la pesca ilegal) y ha terminado escaseando.

En virtud de los acuerdos firmados con diferentes Estados de África Occidental (Marruecos, Mauritania, Senegal), los buques europeos se aventuran por estas aguas con el objetivo de alimentar sus respectivos mercados y garantizar la redistribución de las flotas europeas, ya excesivamente presentes en el Atlántico Norte.

Además de los barcos de pesca europeos activos en aguas senegalesas, el 60% del pescado capturado y desembarcado en las costas senegalesas es enviado a Europa. La presencia de estos actores extranjeros en el mercado hace que el precio del pescado se dispare y que la diversidad de especies destinadas a los senegaleses disminuya. Con todo, el pescado es un alimento esencial que garantiza el aporte proteínico de una parte considerable de los habitantes del África Occidental.

Las historias de estos pescadores migrantes y repatriados, futuros candidatos al exilio y padres de migrantes, hacen eco de una situación que todavía perdura y respecto a la cual las medidas adoptadas por el Estado de Senegal y la Unión Europea no han hecho más que desplazar el problema.

 

Night trip out to sea in the Senegalese Exclusive Economic Zones (EEZ), off Dakar.

Photo: Pierre Vanneste

Ante la escasez de los recursos pesqueros, los pescadores pasan cada vez más tiempo en el mar. Por la noche los riesgos son mayores. Los pescadores, que se aventuran cada vez más lejos para tratar de encontrar pescado, se cruzan con los buques factoría europeos y asiáticos que vienen a pescar en su ZEE. Los accidentes son relativamente frecuentes. Muchas de las familias lebus (etnia tradicionalmente activa en la pesca) tienen un padre o algún amigo que ha muerto en una colisión entre un arrastrero y su cayuco.

 

Lamine, a fisherman from Dakar, has tried to reach Europe three times since 2006.

Photo: Pierre Vanneste

Entre 1994 y 2005, la cantidad de pescado que se desembarca en los puertos senegaleses ha disminuido de 95.000 a 45.000 toneladas.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la mayoría de las especies pesqueras están sobreexplotadas en esta región. Antes, los pescadores podían elegir qué pescado capturar, pero a día de hoy, en cuanto encuentran algo, tratan de capturar la máxima cantidad posible, lo cual está poniendo en peligro varias especies, como por ejemplo la sardinela.

“Lo que más me cansa es tener que hacer a veces tres o cuatro salidas y no conseguir capturar nada. En 2006 pasé por una situación delicada. Puede decirse que ya no quedaban peces en el mar. Estábamos muy cansados, pero yo tenía que alimentar a mi familia. Así que me marché para poder ganar dinero y enviárselo a los míos. Eso es lo que hizo que nos marcháramos a España”, cuenta Lamine.

 

Djibril, a security guard in Dakar, has tried to get to Europe twice.

Photo: Pierre Vanneste

Aunque se trata de una ruta inicialmente abierta por pescadores, muchas personas se han embarcado posteriormente en cayucos para intentar llegar a la costa española de las Islas Canarias huyendo de la pobreza, la falta de trabajo y la acumulación de deudas.

“Como ves, tengo una familia a la que dar de comer, y si me hubiera negado a emigrar me habrían tachado de cualquier cosa... Por eso me dije: bueno, voy a tener que irme, tengo que intentar marcharme como todos los demás. Pero al final la cosa salió mal y hemos regresado”, explica Djibril.

 

Elas, a fisherman from Thiaroyes-sur-Mer, has tried to get to Europe just once.

Photo: Pierre Vanneste

Antes de 2006, los primeros pescadores que querían llegar a Europa invertían por lo menos 800.000 francos CFA (1.217 USD) con el fin de garantizar las condiciones del viaje (motor nuevo, combustible, comida, agua, etc.). Pero muy pronto, viendo que los candidatos a la migración eran cada vez más numerosos, los cayucos se sobrecargaron y los precios se redujeron a 600.000 e incluso 400.000 francos CFA (973 y 648 USD). Los accidentes se volvieron entonces más frecuentes.

Muchos, como es el caso de Elas, fueron repatriados, y en ocasiones condenados a penas de cárcel. A su llegada a Senegal, Elas recibió 10.000 francos CFA (16 USD) y un bocadillo a modo de “compensación”.

“Yo vendí todo mi material para poder llegar a Mauritania. Allí pagué 450.000 francos CFA (730 USD) para llegar hasta las Canarias. Al llegar, después de haber pasado ocho días en el mar, me encerraron durante 45 días. El presidente de la República, Abdoulaye Wade, envió a su ministro del Interior para que firmara varios acuerdos y nos enviara de vuelta a nuestro país”, declara Elas.

 

Moustapha, a fisherman from Thiaroyes-sur-Mer, has also tried to get to Europe twice.

Photo: Pierre Vanneste

A la vuelta, el sentimiento es de abandono. Y el Estado no ha hecho nada por la mayoría de estos repatriados. El acceso a la movilidad no es igualitario. Y si bien se han invertido millones en “la lucha contra la emigración clandestina”, ha sido más para garantizar la seguridad de las fronteras que sobre el terreno, donde todo sigue igual.

“Lo primero que hay que decir es que aquí, en África, la situación es muy complicada. El Estado es el que tiene que invertir para ofrecer formaciones o bien para financiar proyectos. Pero el Estado no asume ese tipo de compromisos. Va a Europa, firma acuerdos de pesca con la Unión Europea o con países europeos, vende nuestras costas para conseguir dinero. Y eso es muy peligroso. Porque aquí es el mar el que da de comer a las familias”, señala Moustapha.

 

Mamadou, a fisherman from Yarakh, and father of migrant children.

Photo: Pierre Vanneste

A día de hoy, en muchos pueblos y barrios de todo Senegal, numerosos jóvenes están ausentes. Mamadou Sy tiene ocho hijos. Todos ellos emigraron “clandestinamente” en cayuco, hace ya 10 años de ello. Como muchos otros, se marcharon sin decir nada a su familia.

“De 2006 a 2009, era increíble: uno podía caminar por cualquier pueblo y no ver más que madres y personas mayores. No quedaban jóvenes”. Algunos han regresado. Otros han perdido la vida. “Es algo que ha marcado profundamente a todo el pueblo”, concluye Mamadou.

No hay indicios de que esta migración vaya a detenerse. Las orientaciones políticas no parecen ofrecer mejores perspectivas para los numerosos senegaleses que se siguen embarcando por la ruta del exilio.

This article has been translated from French.