La frustración de la ‘generación Dayton’ de Bosnia-Herzegovina: una diáspora anunciada

La frustración de la ‘generación Dayton' de Bosnia-Herzegovina: una diáspora anunciada

Una joven pareja contempla el horizonte de Sarajevo desde el Bastión Amarillo, uno de los paseos más populares de la ciudad. Aunque no hay una fuente de información definitiva sobre el tema, el "Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020" de la OIM señala que entre 2009 y 2019 Bosnia-Herzegovina experimentó la mayor disminución poblacional en Europa después de Lituania.

(Haris Čalkić)
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Amila Omanović nació un caluroso día de agosto de 1995 y ahora tiene 25 años. Entonces, la ciudad bosnia de Visoko donde residía su familia carecía de hospital de maternidad, por lo que su madre tuvo que ser trasladada a la ciudad de Zenica, a 40 kilómetros de distancia, para dar a luz. Por ese tiempo, su padre era soldado y luchaba en uno de los frentes durante la guerra de Bosnia, por lo que no conoció a su primogénita hasta pasado un mes.

En noviembre del mismo año, el Acuerdo Marco General de Paz de Dayton (o Acuerdos de Dayton) puso fin al derramamiento de sangre que en tres años y medio dejó un saldo de 100.000 muertos y 2,2 millones de personas desplazadas. El padre de Amila regresó a casa con su familia. Años más tarde, la ciudad de Visoko cuenta con su propio hospital de maternidad y Amila, entre tanto, se ha graduado como lingüista.

Los entonces representantes políticos de bosnios (musulmanes bosnios), croatas y serbios firmaron un acuerdo de paz que puso fin a la guerra, pero también impuso un complejo sistema político que hace la vida imposible a muchos de sus ciudadanos, entre ellos Amila, que planea marcharse a Italia. “¿He luchado [en la guerra] para que te vayas del país?”, cuenta Amila que su padre, veterano militar, le pregunta a veces. Rememorando sus palabras, añade: “Pero yo siento que me está pidiendo que haga un sacrificio por esa guerra, en lugar de buscar mejores oportunidades y una vida decente para mí”.

Las familias de numerosos jóvenes ciudadanos de Bosnia-Herzegovina (BIH) nacidos en 1995, la denominada “generación de Dayton”, desesperan de igual manera. Según diversos estudios, un gran número de jóvenes ya ha abandonado el país, o quiere hacerlo.

Aunque los datos a menudo varían según las diferentes fuentes y metodologías estadísticas utilizadas, varios indicios dan una idea de la dirección que toman los jóvenes bosnios. En 1991, el censo poblacional de Bosnia-Herzegovina indicaba una población de casi 4,4 millones de personas; en 2013, este número había disminuido a 3,5 millones. El Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) señala que entre 2009 y 2019 BIH experimentó la disminución poblacional más importante en Europa después de Lituania. El Instituto de Investigación sobre el Empleo alemán estima que Bosnia-Herzegovina perdió entre 1980 y 2010 un 43% de su población de más alto nivel educativo (de 25 años o más).

Las razones son muchas. En 2019, la tasa de desempleo juvenil (de 15 a 24 años) ascendió al 33,8%. Según el informe de la ONU Voices of Youth, la juventud de 15 a 30 años de BIH pasa un promedio de 20 meses buscando empleo después de titularse en la escuela o la universidad. Entre los participantes en la encuesta, solo el 13% había optado por la iniciativa empresarial debido a las complejidades burocráticas que implica la creación de una pequeña o mediana empresa en el país. El salario mensual neto asciende a 953 marcos bosnioherzegovinos (aproximadamente 490 euros), que corresponde más o menos a la mitad de una cesta de la compra. A título de comparación, en Alemania el salario mensual medio es cinco veces superior. Un estudio de 2014 realizado por la Friedrich Ebert Stiftung señaló que el 49,2% de los jóvenes deseaba abandonar el país, citando como motivos el estancamiento económico, la corrupción generalizada y la constante agitación política. Muchos de éstos son un corolario de los Acuerdos de Dayton.

Vivir en la BIH de Dayton es “complicado y frustrante”

El Acuerdo de Paz de Dayton se celebró el 21 de noviembre de 1995 en la ciudad estadounidense de Dayton, en Ohio, pero se firmó formalmente en París, el 14 de diciembre de 1995. El anexo 4 del Acuerdo definió la Constitución del país. Muchos ciudadanos llaman al sistema de posguerra la “BIH de Dayton” o la “BIH post-Dayton”.

La “BIH de Dayton” se divide en dos entidades: la Federación de Bosnia-Herzegovina, con una mayoría de bosnios y croatas, y la Republika Srpska, predominantemente serbia, así como el distrito multiétnico de Brčko en tanto que unidad autónoma. La Federación consta de 10 cantones, cada uno con su propia constitución, parlamento, gobierno y poder judicial. La Federación y los cantones comparten responsabilidades en materia de salud, medio ambiente, políticas de bienestar social, infraestructura de las comunicaciones, transporte, turismo, regulaciones relativas a la ciudadanía y uso de los recursos naturales. Estos ámbitos a menudo se superponen entre sí.

La intención de la Constitución nacional de otorgar a los tres grupos étnicos dominantes el poder de gobernarse a sí mismos ha debilitado la estructura del Gobierno central. La gestión de la pandemia de covid-19, por ejemplo, ha demostrado una vez más cuán descentralizado y complejo es el país (la sanidad y la protección civil están gobernadas por la Republika Srpska y los gobiernos cantonales en la Federación de Bosnia-Herzegovina, y han adoptado medidas contradictorias y a menudo incompatibles contra la pandemia). Algunos medios de comunicación han calificado el modelo de reparto del poder de Bosnia como “el sistema de gobierno más complicado del mundo”.

Debido a los problemas oculares que Amila padeció de niña, a menudo tuvo que recibir tratamiento fuera de su ciudad natal. Sin embargo, para poder acudir a las clínicas públicas en el cantón de Sarajevo, que eran las únicas que contaban con el equipo necesario, necesitaba reunir una enorme pila de documentos de varias instituciones sanitarias de su cantón (Zenica Doboj). “Sumamente complicado y frustrante”, asegura Amila.

Nermin Mameledžija, dentista titulado de 25 años, originario de la ciudad bosnia de Travnik, en el centro del país, comparte sentimientos similares. Nermin nació en Alemania justo antes de que la guerra llegara a su fin. Contaba tres años cuando su familia regresó a Bosnia-Herzegovina. En 1998, su padre consideraba con optimismo la idea de volver a su país natal con sus hijos, relata Nermin a Equal Times.

Ahora, sin embargo, ve la situación de manera muy diferente. “Los jóvenes tenemos que marcharnos al extranjero para tener una vida decente. Por eso mi padre me anima a salir pese a que la sola idea le rompe el corazón”, asegura.

Siendo estudiante de secundaria en Travnik, Nermin asistió a una de las denominadas “dos escuelas bajo un mismo techo” donde los estudiantes son divididos en clases monoétnicas y se enseñan diferentes planes de estudio en idiomas diferentes. La sección en la que estudiaba Nermin (donde se enseñaba el plan de estudios bosnio) estaba literalmente dividida por una valla que la separaba de la sección croata. Oficialmente, el uso de la valla se justificaba asegurando que era un medio para mantener a salvo a los estudiantes, pero la interpretación general es que se trata de una herramienta flagrantemente nacionalista para mantener separados a jóvenes bosnioherzegovinos de orígenes diferentes.

Existen 56 escuelas de este tipo en la Federación de Bosnia-Herzegovina (otras escuelas siguen el plan de estudios del grupo dominante). La Misión de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) señala que las divisiones en la educación pueden atribuirse en parte al Acuerdo de Dayton. “Contenía importante poder discrecional sobre los aspectos transitorios de la educación, sin normas mínimas ni medidas para impedir que la educación se convirtiera en una herramienta de división”, señala su informe de 2018 sobre el tema. Las políticas educativas suelen utilizarse “para dar forma o reforzar las divisiones sociales, la intolerancia y la desigualdad o eliminar espacios para que se desarrolle una ciudadanía crítica”, señala el informe de la OSCE.

Nermin y sus compañeros de la “sección croata” de la escuela podían ser divididos durante las clases, pero la política no les mantenía separados durante su tiempo libre. Los medios de comunicación locales narran ocasionalmente historias positivas de amor o amistad que florecen a pesar de estas divisiones forzadas, lo que refuerza el argumento de que estas separaciones solo obedecen a intereses políticos. Por ejemplo, en 2017, los estudiantes de enseñanza secundaria organizaron protestas contra un intento de crear otro establecimiento de “dos escuelas bajo un mismo techo” en la ciudad bosnia de Jajce, en el centro del país. Su iniciativa fue aplaudida por la sociedad civil local e internacional.

Futuro incierto en casa, nuevos horizontes en el extranjero

Lamentablemente, estas acciones puntuales no cambian el panorama general. “La incertidumbre de nuestro futuro hace que muchos jóvenes decidan marcharse. No se trata solamente de la imposibilidad de encontrar trabajo, sino también de nuestra incapacidad para imaginar un futuro con tantas tensiones políticas”, comenta Nermin. Cansado de la política fomentada por el nacionalismo planea buscar un empleo en Alemania, país que desde 2013 ha estado contratando trabajadores sanitarios procedentes de los Balcanes a ritmo acelerado.

Los países de destino más atractivos para los ciudadanos de Bosnia-Herzegovina son Alemania, que acoge a más de la mitad de los emigrantes de BIH (el 54%), Eslovenia (el 26%), Austria (9%), Suecia y los Estados Unidos (un 1,9% cada uno), según un informe de la Iniciativa para la Democracia de los Balcanes Occidentales de 2020. El mismo informe estima que Bosnia-Herzegovina pierde hasta 21.000 euros con cada persona que abandona el país.

“Voy a darle cinco años a Bosnia, voy a darle una oportunidad”, comenta Avdo Kurtović, un joven de 25 años recién graduado como médico originario de la ciudad nororiental de Gračanica. Avdo nació solo un par de días antes de que la cercana ciudad de Srebrenica fuera capturada por las fuerzas serbias de Bosnia (el 11 de julio de 1995) matando a más de 8.000 musulmanes bosnios cuando era una zona segura de la ONU. Este genocidio, la peor atrocidad cometida en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial, y el posterior bombardeo de la OTAN contra posiciones serbobosnias, actuaron como catalizador para las negociaciones de paz que dieron lugar al Acuerdo de Paz de Dayton.

“Primero quiero probar suerte en mi propio país para ver si es posible”, afirma Avdo, quien planea continuar sus estudios para especializarse como cardiólogo. Sin embargo, la idea de dejar Bosnia no le resulta ajena, ya que alrededor de un tercio de sus compañeros de la universidad ya se han ido o están a punto de irse. Calcula que otro tercio se iría si las cosas no les salen bien. El otro tercio de su encuesta informal ha manifestado sus intenciones de permanecer en Bosnia, concluye.

Cuando se firmaron, los Acuerdos de Dayton suscitaron la esperanza de un futuro más próspero entre los ciudadanos de Bosnia-Herzegovina. En cambio, la Constitución auspiciada por estos Acuerdos le ha puesto un freno al progreso del país. Hasta ahora, todos los intentos de introducir reformas constitucionales sustanciales han fracasado. Incluso las sentencias internacionales que impugnan el sistema actual (como el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre el carácter discriminatorio del sistema electoral de BIH han sido ignorados por los Gobiernos bosnioherzegovinos.

Los observadores señalan que la comunidad internacional no ha presionado lo suficiente para que se introduzcan reformas, dejando a las élites políticas del país beneficiarse del disfuncionamiento mientras tengan acceso al poder sin asumir responsabilidades.

Las demandas de la sociedad civil que exigían un cambio constitucional han terminado por acallarse, tal vez cansadas ante el infructuoso resultado de todos sus esfuerzos anteriores. Como consecuencia, los intentos para tratar de resolver el estancamiento político que vive Bosnia-Herzegovina desde hace 25 años han dejado de estar presentes en el debate nacional.

Mientras la crisis política y económica continúa, también lo hace la fuga de cerebros del país. “De continuar así, lo único que puede esperar Bosnia-Herzegovina es un creciente envejecimiento de la población, una escasez de mano de obra, la concentración de la población en ciudades más desarrolladas provocando el colapso de las comunidades rurales e incluso de los municipios menos desarrollados”, advierte Bojana Vukojević, socióloga de la Universidad de Banja Luka.

A menos que haya un cambio, el futuro no parece prometedor. “Aunque la violencia aún no ha estallado, la realidad es que podría hacerlo en cualquier momento, con el consiguiente peligro de que agentes malintencionados (Rusia y otras potencias extranjeras, los islamistas radicales, los vecinos irredentistas, etc.) la apoyen, la aprovechen o incluso la instiguen a favor de sus propios intereses”, escribía en 2018 Kurt Bassuener, del Democratization Policy Council, sosteniendo que “la vacilante estructura de Dayton debe ser demolida para luego ser reconstruida.”

Bosnia-Herzegovina solicitó formalmente la adhesión a la Unión Europea en febrero de 2016. Entre otros aspectos, esta adhesión estimularía la economía, ayudaría a dar estabilidad al país y permitiría la libre circulación de trabajadores y mercancías. Sin embargo, el complejo sistema político del país, con todas sus deficiencias, ha sido el principal obstáculo para la cristalización de esta ambición. Paradójicamente, mientras el camino de Bosnia-Herzegovina hacia Europa permanezca bloqueado, cada vez un mayor número de sus jóvenes más brillantes acabarán por convencerse de que su futuro está en Europa.

Este artículo ha sido traducido del inglés.