La ‘generación corona’ lamenta los momentos importantes perdidos y las oportunidades desaprovechadas

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Para Rebecca McKeon, una joven de 19 años que vive en la localidad irlandesa de Wexford, graduarse de su escuela secundaria fue una experiencia rápida y bastante anodina. A mediados de junio, su escuela organizó una transmisión en vivo en Facebook para reemplazar la ceremonia de graduación presencial que tendría que haberse celebrado de no haber sido por el coronavirus. Algunos profesores grabaron mensajes en vídeo con antelación, otros se conectaron en tiempo real para despedirse de sus alumnos y eso fue todo. Cuando acabó la transmisión por Facebook, McKeon se volvió hacia su madre y le informó: “creo que acabo de graduarme”.

“Fue demasiado brusco y sentí que no había sido algo tan importante como debería ser”, opina tras reflexionar sobre el evento. Aunque reconoce que entiende la razón por la que se canceló la ceremonia real y que su escuela lo hizo lo mejor que pudo dadas las circunstancias, también admite que cualquier ceremonia virtual no hubiera estado a la altura. “Es que no es lo mismo”.

Sin embargo, lo que más le duele a McKeon es que cabe la posibilidad de que no se celebre el baile de graduación, aunque se había fijado provisionalmente para finales de septiembre. ¿Por qué le preocupa? “Porque el baile de graduación es un acontecimiento mucho más importante que implica más parafernalia”, nos explica. “Ojalá podamos celebrarlo, pero en caso contrario va a ser una decepción aún mayor que la ceremonia de graduación. El baile es sin duda un rito de paso a la madurez más importante que la graduación en sí”.

Además de las oportunidades laborales y educativas que han perdido por la pandemia, a muchos jóvenes también les han arrebatado la posibilidad de conmemorar y celebrar los grandes hitos de sus jóvenes vidas: graduaciones escolares, bailes de graduación, ceremonias de graduación universitaria e incluso cumpleaños importantes.

No debemos subestimar la importancia de dichos ritos de paso a la madurez, advierte Heather Servaty-Seib, profesora de asesoramiento psicológico en la Facultad de Pedagogía de la Universidad Purdue en Indiana (Estados Unidos). “Constituyen un importante punto central, un punto de reflexión y comunidad relacionado con una experiencia que se están perdiendo”, explica para pasar a agregar que su importancia y significado pueden ser inconscientes para la mayoría de la gente. “Si estos momentos no se dan, un individuo que pase de un estado a otro o se traslade de un lugar a otro se perderá el sentido de comunidad y celebración colectiva”.

Sin embargo, Servaty-Seib insiste en que dicha pérdida no tiene por qué ser algo que afecte a los jóvenes en un futuro. Ella les recomienda que organicen su propia ceremonia: “¿Qué puedes hacer para conmemorar la importancia de este rito de paso a la madurez, incluso si la ceremonia tradicional, prevista o deseada no se pudo celebrar o no pudiste participar en la misma?”, se pregunta. “Quizá no puedas llevarla a cabo en una comunidad con mucha gente, pero podrías hacerla con pocas personas. O incluso tú solo y seguiría siendo presencial, simbólica y podría seguir teniendo un significado importante para ti”.

Enfrentarse a la tristeza, al aumento de la desigualdad y a un futuro incierto

Servaty-Seib aconseja a los jóvenes y a cualquier otra persona que esté lidiando con la pérdida de los ritos de iniciación tradicionales debido a la covid-19 que no “se desvinculen internamente” de dichos sentimientos, sino que los asuman como lo que son: tristeza. “Es muy importante que la gente sea abierta consigo misma sobre este sentimiento de tristeza que puede estar relacionada con haberse perdido dichos rituales. Está bien y es importante poder decir: ‘me siento triste por esto’ o ‘me siento muy confundido por esto otro’”.

Los jóvenes como McKeon también han sufrido el fuerte impacto económico de la pandemia, pues muchos de ellos trabajan temporalmente o a tiempo parcial y están empleados en la economía de los trabajos esporádicos. “Están trabajando en ámbitos y sectores de la economía que se han visto gravemente afectados por la crisis –restaurantes, hoteles y el sector de los trabajos esporádicos–”, explica Moritz Ader, un analista político de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) con sede en París. El 35% de los jóvenes están empleados en este tipo de trabajos precarios y mal pagados de media, explica, lo cual constituye un porcentaje considerablemente superior al de cualquier otro grupo de edad. La OCDE prevé que la cifra de jóvenes que ni trabajan, ni estudian, ni reciben formación aumente como resultado de la pandemia.

Según Ader, la crisis está acentuando dos tipos de desigualdad: la que existe entre los jóvenes y la desigualdad entre los jóvenes y otros grupos de edad.

Según afirma, en primer lugar, el cierre de las escuelas y campus universitarios en todo el mundo y el consiguiente cambio a la enseñanza virtual ha tenido un impacto mucho mayor en las personas de estratos socioeconómicos desfavorecidos. “Los jóvenes procedentes de estratos socioeconómicos más desfavorecidos se enfrentan a grandes retos, pues a menudo no tienen ordenador, ni un espacio tranquilo en casa para estudiar ni una conexión estable de internet”, argumenta Ader.

Asimismo, la pandemia ha agudizado las desigualdades entre los jóvenes y los grupos de edades más avanzadas que ya existían incluso antes de la pandemia. Por ejemplo, según destaca, los jóvenes actuales son los primeros en tener menos ingresos disponibles que las generaciones anteriores y son 2,5 veces más propensos a estar desempleados que las personas con edades comprendidas entre los 25 y los 64 años. Si a esto le sumamos el impacto de la pandemia, el panorama se vuelve aún más desolador: “Aunque las personas mayores pueden verse más afectadas en todo lo relacionado con los resultados directos para la salud, es posible que los jóvenes tengan que asumir las consecuencias sociales y económicas de un modo desproporcionado”, añade el analista de la OCDE.

Si los legisladores no quieren que los jóvenes actuales asuman las consecuencias de estas crisis en un futuro, tienen que tener en cuenta estas desigualdades cuando diseñen y apliquen sus programas de recuperación. Ader advierte que deben “asegurarse de que estos jóvenes no se conviertan en lo que algunos ya llaman ‘la generación corona’, una generación que tiene menos oportunidades laborales, profesionales, de ingresos… que las generaciones anteriores, tan solo porque nacieron en una época histórica equivocada, por así decirlo”.

Luchando para alcanzar el bienestar

Un pequeño estudio realizado por Eurodesk, una organización con sede en Bruselas que ofrece información a los jóvenes que quieren estudiar, trabajar o hacer voluntariado en el extranjero, revela que a los jóvenes encuestados lo que más les preocupa hoy en día son los estudios (el 60,6%) y el empleo (el 59,6%). De ahí que Eurodesk haya instado a los legisladores a que ofrezcan a los jóvenes “perspectivas y oportunidades concretas para superar el impacto negativo de la crisis”.

Los jóvenes ya están lidiando con cuestiones relacionadas con el bienestar como resultado de la pandemia, explica la presidenta de Eurodesk, Ingrida Jotkaitė, y dichas cuestiones se ven agravadas por su preocupación por un futuro incierto. “Sus carreras profesionales y también poder moverse y tener la libertad para viajar por estudios y asuntos de este tipo, eso es realmente importante para los jóvenes”.

Durante los últimos meses, los trabajadores de Eurodesk se han visto desbordados por las preguntas sobre el virus y sobre cómo la pandemia está afectando a sus familias. “Lo cual resulta interesante porque ofrecemos información sobre la movilidad”, explica Jotkaitė. “Esto revela que la gente está realmente preocupada por la situación en general”.

Aun así, Jotkaitė se siente optimista con respecto al futuro. En su opinión, esta generación es resiliente y rápida para adaptarse a las nuevas realidades.

Según explicó a Equal Times, como lituana sabe que los jóvenes de su país, por ejemplo, se han estado reeducando y apuntando a cursos para adquirir nuevos conocimientos informáticos con el objetivo de capacitarse para nuevas profesiones. “Esta generación más joven, en especial la que se enfrentó a la primera crisis [en 2008], ha cambiado un poco. Entienden cómo funciona el mundo”, asegura.

McKeon también está intentando ser optimista con respecto al futuro. En septiembre quiere empezar a estudiar psicología en Waterford, una población cercana situada a una hora de coche de Wexford. Si lo consigue o no, ya no depende de ella.

Como el Gobierno irlandés resolvió a principios de mayo cancelar los exámenes de fin de curso en los que se decide qué universidades y asignaturas podrán elegir los alumnos de sexto después de graduarse, los docentes evaluarán las notas finales de los estudiantes basándose en su rendimiento anterior durante el año académico.

Cuando se enteró de que los exámenes nacionales se cancelarían debido al coronavirus, McKeon se estresó muchísimo. “Realmente me afectó”, nos cuenta. Hoy en día ha adoptado una actitud más resignada. “Ahora mismo mi opinión sobre todo este asunto es que aunque la situación apesta, nada depende de mí. No puedo controlarlo. Obviamente, voy a hacerlo lo mejor que pueda. Pero si soy realista, ya he hecho todo lo que he podido durante el año para salir adelante”.