La historia olvidada de los obreros brasileños exiliados durante la dictadura

La historia olvidada de los obreros brasileños exiliados durante la dictadura

The French-Brazilian author Mazé Torquato Chotil is the author of “Workers in exile – the saga of the Brazilians forced to leave (1964-1985)”.

(Bryan Carter)
Q&A

Publicado en 2015 en francés, y un año después en portugués en 2016, el libro L’exil ouvrier, la saga des Brésiliens contraints au départ (1964-1985)Trabajadores exiliados. La saga de los brasileños obligados a partir (1964-1985)– relata la suerte de los obreros y sindicalistas exiliados durante la dictadura brasileña en América del Sur y Europa.

Si bien el exilio político de artistas, intelectuales y estudiantes ya ha sido objeto de numerosas obras, esta investigación inédita, fruto de la labor de tesis de la historiadora, narra las modalidades y consecuencias del exilio para estos hombres y mujeres del pueblo, trabajadores de fábricas o campesinos, con actividades militantes o sindicales, en una época en la que las libertades individuales y políticas sufrieron duros ataques por parte de la junta que detentaba el poder.

Durante este periodo, aproximadamente 10.000 personas debieron abandonar Brasil, muchas veces por propia seguridad, pero también por el destierro al que fueron condenadas. Según la investigadora, sólo un 20% de estas personas pertenecía a la clase obrera. Su investigación incluye, asimismo, a los empleados no cualificados, militantes de base y algunos campesinos.

Desde el Chile de Salvador Allende al vibrante París posterior al mayo del 68, pasando por los campos de entrenamiento de Cuba, la autora se interesa por sus dificultades para sobrevivir en el extranjero, sin apenas recursos la mayoría de las veces, y por la adaptación cultural y lingüística de personas con muy pocos estudios.

Expone, además, que estos exiliados se nutrieron de las experiencias de sus camaradas extranjeros y de los hechos que observaron en el sindicalismo de Europa, entre otros lugares.

 

En la época de la dictadura, ¿cómo y por qué se ordenó el destierro de ciertos brasileños y cuáles fueron las consecuencias para estas personas?

Esta práctica comenzó tras las primeras tomas como rehenes de embajadores extranjeros, concebidas por militantes contrarios al régimen. Fue la solución que encontraron para conseguir la liberación de sus camaradas encarcelados. El primero fue el embajador americano Charles Burke Elbrick, secuestrado en Río de Janeiro en 1969.

A cambio de su liberación, el régimen excarceló a 15 militantes, entre ellos el sindicalista José Ibrahim, que encabezó la primera gran huelga en la etapa de la dictadura. Estos presos políticos fueron expulsados hacia México y después a Cuba.

Pero los militares recurrieron entonces a un antiguo decreto que había servido para desterrar a la familia real portuguesa en el siglo XIX. Se produjeron varias tomas de rehenes y se ordenó el destierro de 130 personas en total. Para ellas supuso la pérdida de la nacionalidad brasileña, es decir, se convirtieron en apátridas que no podían volver más a Brasil.

En mi estudio, que sólo se centra en las personas de clase obrera, casi la mitad sufrió el exilio después de ser desterrados (52 de un abanico de 127 exiliados). Tuvieron que esperar a 1979, con la ley de amnistía, para poder solicitar la recuperación de su nacionalidad.

 

La proclamación del decreto AI-5 (Ato institucional cinco) en 1968, ¿en qué medida marcó un giro de la dictadura y aceleró la ola de exilios?

El decreto del régimen militar suspendió las libertades políticas y sindicales y prohibió las reuniones y manifestaciones políticas.

Se suspendió la garantía del habeas corpus para los delitos políticos o que atentaran contra la seguridad del Estado. A partir de ese momento, la policía se otorgó todos los derechos y practicó la tortura y ejecuciones sumarísimas. Es el comienzo de los “años de plomo”.

Para los trabajadores y trabajadoras militantes y sindicalistas, debía resultar muy difícil permanecer en el país. Entre 1969 y 1972 se produjo el mayor número de exilios, tanto debido a los destierros por la toma de rehenes, como a las huidas forzosas por la amenaza de la policía.

 

¿Cómo logró encontrar el rastro de estos exiliados? ¿Cuál es la historia personal que le resultó más llamativa?

Estuve investigando durante cuatro años, porque no existían documentos escritos o habían sido destruidos. Brasil es un país de tradición oral, sobre todo entre el tipo de población en la que yo me interesé, que no tenía la costumbre de escribir.

Además, había documentos que podían resultar muy peligrosos en aquella época, si los descubría la policía. Por eso no tuve más remedio que buscar personalmente a estos expatriados. Algunos habían muerto ya, en el exilio o después de su retorno. Pero una buena parte era muy joven en aquella época (el 48% tenía menos de 30 años).

Aunque todas las trayectorias que relato son conmovedoras, suelen destacar las de las mujeres: las compañeras de militantes, obligadas a huir del país sin dinero y con niños pequeños; pero también las militantes, como Imaculada Conceição de Oliveira, del sindicato de la metalurgia de Contagem (Minas Gerais). Participó en una de las primeras grandes huelgas de 1968, en un momento significativo de la historia del sindicalismo, y fue encarcelada. Esta joven empezó a trabajar a los 14 años, no había podido ir a la escuela. Se exilió en Chile, donde siguió trabajando en las minas, y después estudió en Cuba.

Es un recorrido común a muchos exiliados obreros: debían trabajar en el exilio porque no tenían familia que pudiera enviarles dinero. Estudiaban si se les presentaba la ocasión, porque en Brasil no habían podido hacerlo, debido a su juventud o a la falta de dinero.

Muchos de ellos conocieron el exilio después del exilio, cuando se vieron obligados a cambiar de país de acogida. Me refiero, sobre todo, a los brasileños que se encontraban en Chile durante la época de Allende y se marcharon después del golpe de Estado. Para la mayoría, este período supuso un desgarro físico y psicológico, pero también un momento enriquecedor, de apertura al mundo, de aprendizaje y encuentros.

 

¿Cuáles fueron las influencias recíprocas entre los sindicatos europeos y los militantes sindicalistas brasileños exiliados en aquella época?

Había dos tipos de exiliados: los “antiguos” sindicalistas, de tradición comunista, que se dirigieron sobre todo hacia el Este (la URSS, China). Pero los más jóvenes eligieron América Latina primero, sobre todo Chile, y después Europa.

En París crearon lazos con la confederación sindical Confédération française démocratique du travail (CFDT). Primero por la solidaridad entre sindicalistas, pero también porque los franceses querían comprender lo que sucedía en Brasil, donde ya se habían instalado numerosas empresas europeas.

Los exiliados brasileños se formaron en las distintas centrales sindicales europeas.

Los lazos y contactos que nacieron en aquella época contribuyeron, por ejemplo, a la visita a Brasil del representante de la CFDT, después de la dictadura, cuando se establece la Central Unica dos Trabalhadores (CUT) o el Partido dos Trabalhadores (PT).

Después de los setenta, una parte de los exiliados volvió para participar en la efervescencia de la oposición sindical en la cuenca obrera de Sao Paulo y se implicó en la creación de las estructuras y en la formación de sus camaradas.

La relación de amistad entre el movimiento sindical brasileño y el sindicalismo europeo se mantiene aún. De ahí nacieron los comités de negociaciones internacionales en los fabricantes de automóviles franceses, alemanes, japoneses o suecos.

 

This article has been translated from French.