La indiferencia gubernamental impide el desarrollo de energías verdes en Venezuela

La indiferencia gubernamental impide el desarrollo de energías verdes en Venezuela

A wind turbine at the Andrés Bello Catholic University in the Antímano community of west Caracas in Venezuela.

(María de los Ángeles Graterol)

[Este artículo se publicó por primera vez en Equal Times 29 de junio de 2022.]

Por años, Venezuela ha dependido de grandes centrales hidroeléctricas, petróleo y gas para satisfacer sus necesidades energéticas. Fue en América Latina y el mundo una potencia petrolera, pero esa época dorada ya llegó a su fin, y no solo por la crisis en la que está inmerso el sector petrolero, derivada, entre otros, de las malas gestiones gubernamentales. La huella climática causada por los combustibles fósiles ha obligado a muchos gobiernos a cambiar sus hábitos de consumo para empezar a apostar por el uso de energías renovables.

La región tiene capacidad para, con fuentes alternativas, cubrir 22 veces más la demanda eléctrica proyectada para 2050, gracias a los recursos naturales que posee, afirma el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). De hecho, en el marco de la agenda ONU 2030 de Desarrollo Sostenible, se espera que para ese año el continente aumente a un 85% su capacidad instalada de energías verdes para la generación de electricidad, siendo los surtidores solares y eólicos los más importantes.

La nación, sin embargo, no está encaminada hacia la transición verde y poco está aportando al cumplimiento de esa meta regional, pues ni siquiera produce un 1% en energías alternativas, según declaró a Equal Times Luis Ángel Ramírez, doctor en Ciencias y Energías Verdes y profesor de Energías Renovables de la Universidad Católica Andrés Bello –la primera en Venezuela en tener un techo verde con 30 paneles solares y una turbina eólica que en conjunto producen 8.000 vatios–. Y esto a pesar de que en el 20% del territorio nacional, mayormente en los estados andinos que están más cercanos al trópico, se tiene el nivel de radiación solar ideal para sacar provecho a modelos energéticos fotovoltaicos.

Actualmente el parque eléctrico venezolano genera 24.000 megavatios (MW), según cifras proporcionadas por la Corporación Eléctrica Nacional, la compañía estatal a cargo del despacho eléctrico. El 30% de esa carga eléctrica pudiera ser cubierta por energías solares y eólicas, pero la falta de inversión en transferencia tecnológica y la ausencia de políticas en esa materia lo han impedido, asegura Ramírez.

Desde 2006, con Hugo Chávez en el Gobierno, se inició en el país la construcción de parques eólicos, con inversiones que alcanzaron los 725 millones de dólares (673 millones de euros). No obstante, los dos principales –uno en Paraguaná y otro en La Guajira, ubicados en los estados Falcón y Zulia, respectivamente– con capacidad para generar 125 MW y cubrir las necesidades en electricidad de 45.000 viviendas, fueron desmantelados. En el primero, de los 54 aerogeneradores que tiene solo cinco están en funcionamiento. En el otro se instalaron 12 de los 36 previstos, pero ya ninguno surte energía.

La Asociación Venezolana de Energía Eólica estimaba en 2010, cuando estos parques estaban en pleno auge, que en 2025 Venezuela generaría 10.000 MW eólicos, que cubrirían el 10% de la demanda eléctrica nacional proyectada, con un crecimiento interanual de capacidad instalada de energía eólica de aproximadamente un 6%.

“Venezuela puede producir electricidad eólica y solar de inmediato, pero faltan dispositivos para capturar esa energía. No hay granjas solares. Por eso no tiene generación eléctrica con estas fuentes alternativas a nivel doméstico. Hay algunas empresas que tienen sus instalaciones, mas no se han masificado porque existen barreras. Una de ellas, y la más importante, es el precio del kilovatio hora (kWh), que hace que la recuperación de la inversión de dicha instalación sea cuesta arriba”, comentó el energista Nelson Hernández, quien también es miembro de la Academia Nacional de la Ingeniería y el Hábitat.

Su precio rondaba los 0,002 céntimos de dólar en 2020, de acuerdo con datos de la web Global Petro Prices, lo que lo posicionó como el país de la región con la tarifa de electricidad más baja, seguido de Cuba, cuyo valor del kWh llegaba a los 0,008 céntimos.

Por ello, las empresas extranjeras no ven a la nación como terreno fértil para invertir en materia de energías limpias y tampoco resulta rentable para los hogares venezolanos, ya que, además de que no existe financiamiento estatal para desarrollar estos sistemas fotovoltaicos o eólicos, les tomaría entre siete y 10 años ver el retorno de su inversión, según explicó el académico Hernández, especializado en la potencialidad de energías renovables.

“En un proyecto reciente se determinó que un edificio de 20 apartamentos necesitaría 60 kWh. En el caso de Venezuela equivaldría [la instalación de sistemas eléctricos alternativos] a 60.000 dólares. En otros países podría ser más barato. Varía dependiendo del subsidio que pueda dar el Estado, porque aquí ya no estamos hablando de 0,002 céntimos de dólar del kWh, sino de lo que cuesta la importación y nacionalización de equipos. En Colombia, esa instalación de 60.000 podría costar 45.000 y en China 25.000”, comentó el profesor Ramírez, que ha desarrollado investigaciones sobre sostenibilidad energética.

En Venezuela –donde el salario mínimo ronda los 0,96 centavos de dólar por día– tal y como lo reseña la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su estudio Desarrollo de indicadores de pobreza energética en América Latina y el Caribe, el cambio tecnológico hacia servicios energéticos de alta eficiencia y calidad “se ve dificultado por el alto costo que significan para los ingresos promedios de los hogares más desposeídos”.

Cuestión de costes y uso de combustibles para generar electricidad

El BID informó que en los últimos 40 años ha aumentado un 300% el consumo de luz en el continente, con gastos en facturas eléctricas que representan el 3,3% de los ingresos promedios de los hogares latinoamericanos. Venezuela, en 2016, fue el mayor consumidor de energía per cápita en Latinoamérica, según Corpoelec, quedando muy por encima de naciones como Brasil. Ante ese escenario, la tendencia regional ha sido optar por la combinación energética para lograr la descarbonización.

En diciembre de 2021 entró en discusión preliminar en el Parlamento venezolano –de mayoría chavista– un proyecto de Ley Orgánica de Energías Renovables no Convencionales. Ahí plantearon la incorporación de otras energías –además de la hidroeléctrica y termoeléctrica, las de mayor predominancia en el país– a la red eléctrica nacional. Pero, a medio año de haberse presentado, oficialmente no se ha informado que haya habido algún avance. Mientras, el país se sigue apagando, y cada vez con mayor regularidad: en el primer bimestre de 2022 las fallas eléctricas mantuvieron a oscuras al 58,5% de los hogares venezolanos por períodos de entre dos y seis horas, con frecuencias diarias de apagones que afectaron al 30% de la población, de acuerdo con registros del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos.

En algunas ciudades venezolanas decidieron no esperar a la adopción del proyecto de ley e implementaron soluciones a su medida.

En Maracaibo (estado Zulia) por ejemplo –uno de los más afectados por los apagones–, debatieron a nivel municipal la Ordenanza Energía Alternativa, Verde y Limpia, con la que planean obligar a las empresas constructoras de viviendas a contemplar la disposición de espacios para la colocación de equipos de energía fotovoltaica en sus diseños habitacionales. También esperan a mediano plazo despachar energía eléctrica a colegios y centros de salud diversificando sus fuentes energéticas, para convertirse en autónomos y reducir las fallas eléctricas (derivadas de la crisis económica). Los mismos concejales dijeron a mediados de mayo que, de admitirse, entraría en vigor en junio de este año y sería la primera de este tipo en aprobarse en la nación. Sin embargo, en el momento de publicarse este artículo, oficialmente no han anunciado ningún avance al respecto.

En esa misma ciudad, en el marco del plan “Maracaibo verde”, en plazas y calles más concurridas, instalaron postes que funcionan con energía solar. Más hacia el norte de esa localidad, en San Cristóbal, capital del estado fronterizo Táchira, pusieron paneles solares en 10 canchas deportivas. Pero, de nuevo, todas son acciones aisladas que no están recogidas en una estrategia o plan nacional.

“Las iniciativas han surgido porque se está buscando la forma de responder a la necesidad eléctrica imperiosa en el país, pero no han sido articuladas con todos los organismos respectivos, entiéndase ministerios, que conceden los permisos”, destacó el profesor Ramírez.

En contraparte, a raíz de los cortes eléctricos prolongados, muchos venezolanos han optado por la autogeneración con combustibles, que es más factible económicamente a los precios actuales a pesar de que la gasolina escasea por temporadas en el país.

Una planta de generación eléctrica a base de diésel, para mantenerse encendida ocho horas, requiere ocho litros diarios de hidrocarburo, que generaría un gasto de 24 dólares al día, tomando como referencia que el litro puede encontrarse en tres dólares en el mercado negro. Esta, sin embargo, no es una solución sostenible, aseguró al medio local Cinco 8 el ingeniero electricista Mahley Márquez, director general de Araf Energy, una empresa que presta servicios en el campo de la energía solar y eólica en el occidente venezolano.

¿Cómo incentivar las energías verdes para viviendas?

En Nigeria –otro país petrolero donde el 43% de los hogares queda fuera de la red eléctrica y los que están surtidos sufren apagones constantes– enfrentan el mismo problema. El gobierno se está dando la tarea de invertir en una macroplanta solar con capacidad de generación de 200 megavatios por hora, que será la más grande de África Occidental para cuando se culmine, en el año 2023. Incluso están en marcha otros proyectos sobre descarbonización, que darían empleo a 30.000 personas.

En ese país africano el debate ciudadano ha generado presión sobre las autoridades, que ahora están acelerando el proceso de diversificación de las fuentes.

La diferencia entre esa nación y la sudamericana, sin embargo, es que en esta última la población prioriza la adopción de soluciones a los cortes eléctricos sin importar qué tan ecoamigable puedan ser. La participación de los venezolanos en estos temas, clave para cambiar los modelos de producción y consumo de energía, ha sido baja, mayormente porque hay escasa información acerca de los beneficios directos que traería el uso de energías limpias, entre los que destacan la generación de puestos de trabajo, tres veces mayor que los generados por empresas del sector de combustibles fósiles.

Por otra parte, para que arranque por completo esa transición energética tienen que darse incentivos a nivel gubernamental.

En Chile, por ejemplo, el Ministerio de Energía, a través del programa Casa Solar, financia la compra de sistemas fotovoltaicos a vecinos de una misma comunidad, lo cual permite ahorrar por hogar hasta 363 dólares al año en facturas del servicio eléctrico, debido a que la energía que no es consumida por la residencia se inyecta a la red de electricidad nacional. Lo mismo ocurre en Uruguay y Colombia, donde las empresas eléctricas ofrecen subsidios transitorios y descuentos de hasta por un año a quienes instalen sistemas fotovoltaicos en sus hogares.

Esa es la senda hacia la que caminan la mayoría de los países en la región, donde actualmente el 52% de la energía producida proviene de recursos renovables. Que Venezuela pueda acoplarse dependerá de la voluntad política de su gobierno, que, según recomendaciones de la Cepal, debe hacer modificaciones legislativas y normar el uso de estas energías, estimular las asociaciones de compañías públicas y privadas que operen en ese sector y proporcionar financiamientos directos y rebajas para la instalación de emplazamientos verdes residenciales.

Finalmente, la invasión a Ucrania podría impactar positivamente esta transición, pues Estados Unidos autorizó a empresas europeas a cargar petróleo venezolano para compensar el veto al crudo ruso en la Unión Europea.

“Venezuela necesita factores internos que puedan reacomodar su economía para hacer que los modelos de negocio de las energías renovables funcionen. No existe una relación directa entre la ejecución de políticas internas de desarrollo sostenible y el avance de la guerra en Ucrania, pero sí es cierto es que el Producto Interno Bruto venezolano se va a ver impactado por una apertura económica con la venta de combustible a Estados europeos. Entonces, si el petróleo se invierte de forma consciente se puede pensar que, efectivamente (...), Venezuela podría tener mayor disponibilidad financiera para invertir en energías verdes”, concluyó el ingeniero venezolano Luis Ramírez.

This article has been translated from Spanish.