La mano de obra barata de Etiopía atrae a las empresas extranjeras

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Hay dos cosas que a Girma Getachew, de 25 años, no le gustan de su trabajo en una curtiduría china ubicada a las afueras de la localidad etíope de Sululta. La primera es su bajo salario; la segunda es el olor. “No resulta agradable trabajar aquí”, se queja. “Huele mal y uno siente que trabaja en un lugar muy poco saludable”.

Girma lleva tres años trabajando en el área de seguridad medioambiental de la fábrica de la empresa China-Africa Overseas Leather Products.

Trabaja seis días a la semana y gana 25 birrs etíopes (1,25 USD) al día.

“Los precios del cuero siempre están fluctuando; por eso no podemos ganar más dinero”, explica, aunque añade que la empresa ofrece oportunidades de ascenso, compensa a sus empleados por los días de baja por enfermedad y paga su asistencia médica cuando es necesario.

Las empresas de propiedad extranjera son importantes para Etiopía; las autoridades esperan convertir este país del Cuerno de África en un gran centro manufacturero.

En un país con más de 90 millones de habitantes, en el que más del 80% de la población trabaja en el sector agrícola, el gobierno reconoce que el crecimiento sostenible solo puede darse si los etíopes tienden hacia trabajos de mayor productividad que atraigan a los inversores extranjeros y añadan valor al actual mercado de exportación basado en las materias primas.

Sin embargo, la protección de los derechos de los trabajadores resulta difícil cuando las empresas extranjeras pretenden aprovecharse al máximo de la mano de obra barata, asegura Berhanu Deriba Birru, el Secretario General de la Confederación de Sindicatos Etíopes, una federación sindical que representa a medio millón de personas en 819 sindicatos.

“Con las empresas extranjeras nos enfrentamos a graves problemas”, advierte.

“Quieren explotar a los trabajadores, así que se resisten a los sindicatos, porque si los trabajadores están organizados, iniciarán la negociación colectiva”.

Varias empresas chinas, turcas e indias se han establecido en Etiopía, a pesar de la ineficacia burocrática y la engorrosa logística comercial.

Últimamente, las empresas occidentales también han empezado a tantear el terreno. La multinacional sueca de ropa H&M está produciendo artículos en tres fábricas etíopes y en los próximos meses se espera que Unilever, el gigante anglo-holandés de bienes de consumo, abra su propia fábrica cerca de la capital Addis Ababa.

Pittards, una empresa británica que fabrica artículos de cuero, les lleva la delantera, pues trabaja en Etiopía desde hace alrededor de un siglo. En 2009 adquirió la empresa Ethiopian Tannery Share Company en la localidad de Modjo y en 2011 abrió una fábrica en Addis Abeba.

Hoy en día, aproximadamente 700 empleados producen 100.000 pares de guantes de trabajo cada mes, además de guantes, bolsos y chaquetas para el sector de la moda.

La fábrica de Pittards perdió dinero en Etiopía durante su primer año de operación, asegura su presidente Reg Hankey. Sin embargo, con el tiempo la situación se equilibró y la empresa ahora está obteniendo algún beneficio. Pittards paga a sus empleados salarios ligeramente superiores a la media, pero por ahora no puede permitirse mucho más.

Tingurt Sheferaw, una mujer de 32 años y madre de dos niños, lleva dos años trabajando en la fábrica de Pittards y se pasa el día cosiendo los pulgares de los guantes de trabajo.

Su salario base asciende a 550 birrs (27,50 USD) al mes, pero asegura que los extras como las primas por rendimiento y los gastos de desplazamiento pueden aumentar su salario bruto hasta 1.150 birrs (57,60 USD). “Me viene bien trabajar aquí porque mi familia tiene que comer”, declara.

Al otro lado de la sala está Habtan Mandefro, de 26 años, que lleva ocho meses trabajando en la fábrica. Corta forro polar para el interior de los guantes de mujer y su salario base también asciende a 550 birrs. “No es suficiente; si quisiera alquilar una habitación, no podría pagarla”, asegura. “¡Pero trabajar aquí es mejor que estar sentado en casa!”.

Los salarios son inferiores en Etiopía que en Reino Unido, explica Hankey. Pero en materia de derechos de los trabajadores, las normas son las mismas.

“Lo bueno de Etiopía es que su legislación laboral está muy desarrollada”, asegura. “No como en algunos países del Lejano Oriente en los que se depende demasiado de la empresa”.

Además, según nos cuenta, la curtiduría de Modjo alberga actualmente un comedor y una clínica y la empresa ha alquilado terrenos para construir instalaciones parecidas cerca de la fábrica de Addis Abeba.

Pittards también se esfuerza por contratar a trabajadores con discapacidades, fomentar las oportunidades de ascenso y garantizar que todos los empleados dispongan de vías para presentar reclamaciones.

En la mayor parte de los casos, las leyes etíopes obligan a los empleadores a limitar el horario laboral normal a 48 horas a la semana, a proveer para las bajas por enfermedad, a rechazar el trabajo infantil, a cumplir las normas de seguridad y a evitar la discriminación de género.

Sin embargo, no es ningún secreto que la mano de obra baratísima constituye uno de los principales atractivos del país para las empresas extranjeras; sin dicho incentivo, Etiopía pasaría apuros para desarrollar su sector manufacturero todavía incipiente.

Y aunque numerosos trabajadores y trabajadoras se quejan de los bajos salarios, también reconocen (a veces a regañadientes) que cualquier creación de empleo es positiva.

“No me pagan lo suficiente”, concluye Getachew, que trabaja en la curtiduría china. “Pero, ¿cómo podría sobrevivir sin ese salario? No tenemos muchas otras opciones, así que seguiré trabajando allí".