La nueva presidencia del Banco Mundial… en medio de una crisis del multilateralismo

En enero, el anuncio de que Jim Kim dimitiría como presidente del Banco Mundial fue una sorpresa. Menos sorprendente resultó la noticia que siguió a este anuncio: Kim abandonaba la principal institución de desarrollo multilateral para incorporarse a una empresa de inversión privada. Tiene su lógica. A menudo, Kim parecía más interesado en promover inversiones privadas que en la misión fundamental del Banco Mundial: apoyar el desarrollo a través de préstamos a bajo interés destinado a los Gobiernos.

El nuevo presidente, David Malpass, puede asestar otros reveses a la misión del Banco Mundial en tanto que candidato de Donald Trump y crítico, desde siempre, de las instituciones financieras internacionales. En su campaña por el cargo y durante sus primeros días en el Banco, Malpass ha señalado que no arremeterá contra el consenso de la política mundial sobre el desarrollo sostenible y el cambio climático. Sin embargo, el statu quo ya venía resquebrajándose antes de que Malpass asumiera el cargo. Se precisa una transformación del Banco para que respalde el desarrollo sostenible y una transición justa hacia un futuro con cero carbono y cero pobreza.

El multilateralismo se encuentra inmerso en una crisis que ha venido enquistándose a lo largo de décadas de creciente desigualdad y de prevalencia de los intereses económicos por encima de las personas. De no darse un giro a esta perspectiva, la crisis del multilateralismo se agravará aún más y dará paso a la desaparición de las bases que fundamentan el Banco Mundial.

Uno de los sellos de la presidencia de Kim fue la creación en 2013 de un doble objetivo destinado a cristalizar el propósito de la institución: acabar con la pobreza extrema e impulsar la prosperidad compartida. La nobleza de los objetivos es innegable, pero el nudo de la cuestión está en los detalles.

Acabar con la pobreza extrema significa que para 2030 solo menos del 3% de la población mundial viva en la pobreza extrema. En 2015, la línea internacional de pobreza extrema se revisó al alza, es decir, 1,90 dólares USD por día (1,70 euros). Ante la crítica de que esta línea no lograba captar la realidad de la pobreza, el Banco también creó líneas de pobreza basadas en las categorías de los países según sus ingresos.

El Banco pregona que la reducción de la pobreza extrema progresa, pero cabe señalar algunos bemoles. La mayor parte de los progresos se observaron en China, país del que de ninguna manera puede decirse que sea bastión de las políticas promovidas por el Banco. La línea de pobreza extrema también oculta la ausencia de progresos en relación con el costo de la vida y la lucha contra el hambre. No obstante, este objetivo se ha integrado completamente en la retórica y reflexión del Banco.

¿Sector privado u objetivos de desarrollo?

La comunidad internacional llegó a un consenso en 2015 sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular, el objetivo 10: “Para 2030, lograr progresivamente y mantener el crecimiento de los ingresos del 40% más pobre de la población a una tasa superior a la media nacional”. Meta que contrasta con la limitación de la definición del Banco, que solo busca incrementar los ingresos para el 40% de la población más pobre.

El logro de la meta del Banco podría, pues, avenirse con la incapacidad de reducir los niveles de alta desigualdad de ingresos o incluso con una mayor desigualdad. Un informe publicado en 2017 por el grupo de evaluación independiente del Banco reveló que solo el 18% de los proyectos tenían un plan "mínimamente bien articulado" para fomentar la prosperidad compartida.

Ante la creciente pobreza de los trabajadores, el trabajo precario y los insostenibles niveles de desigualdad de ingresos y de riqueza, el Banco tiene que reorientarse hacia la prosperidad compartida. Esta reorientación incluye centrarse directamente en el aumento de los ingresos. Actualmente se concede preferencia a las medidas de "predistribución" tales como la educación y la salud. Estos ámbitos son, per se, derechos humanos y factores importantes para el crecimiento.

Para reducir las desigualdades y estimular la prosperidad compartida será preciso abordar los salarios de pobreza, particularmente mediante el fortalecimiento de los sindicatos y los sistemas de negociación colectiva centralizados, aumentando los salarios de forma coordinada y dando marcha atrás a la desregulación del mercado laboral. Lamentablemente, las recientes discusiones sobre políticas del Banco Mundial, en particular el Informe sobre el desarrollo mundial 2019, se encaminan en la dirección opuesta.

Estas divergencias no pueden pasarse por alto. Los objetivos y las actividades del Banco Mundial deben tener en cuenta el consenso de la política mundial y la realidad que viven millones de personas. El Banco puede empezar por hacer un seguimiento sistemático de los resultados desde el punto de vista laboral de los préstamos concedidos a los países de bajos ingresos, a fin de garantizar que se contribuya de manera probada a acabar con la pobreza y a fomentar la prosperidad compartida.

Una de las primeras cortapisas que se planteará a la presidencia de Malpass será la firme posición adoptada por la representante del Congreso estadounidense, Maxine Waters, presidenta de la Comisión de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes. La Comisión supervisa el Tesoro de los EEUU y el Congreso dispone de amplios poderes sobre la asignación de los fondos. En una audiencia del 9 de abril, el primer día de Malpass como presidente del Banco, Waters criticó un programa denominado “ventanilla del sector privado” y amenazó con impedir la asignación de dinero al Banco si no se pone fin a este programa, o se reforma radicalmente.

Los gobiernos donantes reponen periódicamente los fondos disponibles para los préstamos de la Asociación Internacional de Desarrollo, que es el brazo del Banco que concede préstamos a países de bajos ingresos. La última ronda de reposición recaudó 75.000 millones de USD (67.000 millones de euros). De este monto, se asignaron 2.500 millones de USD (unos 2.230 millones de euros) para ser transferidos, al margen de la Asociación Internacional de Desarrollo, a los segmentos del Banco que financian al sector privado. Estos fondos se utilizan para proporcionar financiación a condiciones altamente ventajosas a los agentes privados con actividades en países de bajos ingresos. Waters describió este enfoque como una forma de “subvencionar a empresas privadas seleccionadas sin ser convocadas a concurso” y como “susceptible de priorizar los rendimientos financieros por encima de los impactos positivos para el desarrollo”.

La “ventanilla del sector privado” es solo una faceta del Banco Mundial para la participación del sector privado en el desarrollo. El enfoque de “maximizar la financiación para el desarrollo”, también conocido como enfoque en “cascada”, tiene como fin reorientar al Banco dejando a un lado las inversiones públicas que constituyen el fundamento del crecimiento económico. Según este enfoque, el Banco ayuda a los países a reformarse para atraer la inversión privada, y el dinero del Banco se utiliza para incentivar y subsidiar la inversión.

A la par de otras organizaciones internacionales, el Banco apoya la transformación de la “infraestructura en una clase de activos” con el fin de facilitar la inversión de los inversores institucionales, tales como los fondos de pensión, al agrupar proyectos en instrumentos de inversión titulizados.

La promoción de la inversión privada da lugar a un mayor número de actividades privadas sobre el terreno. Para que la infraestructura sea un activo y un destino atractivo para los inversores privados, debe generar ingresos, lo que a menudo cobra forma a través de asociaciones público-privadas, que transfieren la explotación de los activos públicos a empresas privadas. Las asociaciones público-privadas tienen una larga historia de fracasos y pueden reducir el acceso, por ejemplo, a través de carreteras de peaje.

En su primera semana, todos los ojos estaban puestos en David Malpass y en el tema del cambio climático. En los primeros días de la Administración Trump, Estados Unidos se retiró del acuerdo climático de París y dio marcha atrás a la política de la era Obama de votar en contra de la mayoría de proyectos de carbón en el Banco Mundial y otros bancos de desarrollo. Dirigiéndose a su personal el primer día de su presidencia, se cuenta que Malpass mencionó en dos ocasiones el clima como una tarea que incumbe al Banco. El tiempo dirá si esta tregua va a durar y cómo abordará Malpass las relaciones entre China y el Banco Mundial.

Los dirigentes de las organizaciones internacionales comprenden cada vez mejor que se está produciendo una crisis del multilateralismo, pero no proponen políticas eficaces para reducir las desigualdades, luchar contra el cambio climático y crear nuevas reglas para una economía mundial justa.

Queda por ver si Malpass comparte esta preocupación por el retroceso del multilateralismo y si es capaz de dirigir el Banco en una misión de rescate encaminada a apoyar el desarrollo sostenible antes de que sea demasiado tarde.

Este artículo ha sido traducido del inglés.