La ocupación israelí asfixia a los trabajadores/as de Cisjordania

Aunque Gaza sufre debido a los últimos bombardeos aéreos israelíes, la realidad es que las bombas no son la única amenaza para el pueblo palestino.

Los efectos de las represivas políticas israelíes en Palestina repercuten en cada aspecto de la vida cotidiana, en especial en el valle del Jordán.

Situada en la parte oriental de Cisjordania, la población palestina del valle del Jordán vive en una de las áreas más aisladas y restringidas de los Territorios Ocupados.

El Gobierno israelí ha ampliado los asentamientos en esta zona y demolido infraestructuras palestinas violando la legislación internacional.

Esto, combinado con unas leyes y políticas discriminatorias, ha dejado a los palestinos y palestinas del valle del Jordán atrapados en un círculo vicioso de pobreza.

Asimismo, esta población se enfrenta a un acceso limitado a los recursos de agua y tierra, así como a unas restricciones muy duras a la circulación que impiden el desarrollo económico.

 Además, como tienen un acceso limitado a las oportunidades laborales, a muchos palestinos no les queda más remedio que buscar trabajo en los asentamientos israelíes, los cuales, en muchos casos, se han construido en tierras que les han expropiado a ellos directamente.

Por otra parte, la economía de los asentamientos israelíes se beneficia de la explotación de la mano de obra palestina.

Según la Oficina Central Palestina de Estadística, unos 9.500 palestinos (niños incluidos) están empleados en asentamientos agrícolas. 1.800 de ellos trabajan en el valle del Jordán.

Un informe de la OIT del 2012 revela que en casi todo el valle del Jordán está prácticamente prohibido que los palestinos usen la tierra.

En cambio, gran parte de la tierra agrícola fértil de la región la explotan los colonos israelíes.

“De hecho, los asentamientos israelíes en el valle albergan explotaciones agrícolas a gran escala muy rentables que se dedican a los cultivos intensivos. Producen artículos alimenticios por un valor de 500 millones de shekels al año (más de 127 millones de US$) para el consumo interno y la exportación”, asegura la OIT.

 

Discriminación

Los palestinos que trabajan en la región suelen sufrir la discriminación y la violación de sus derechos de muchas maneras.

Aunque hoy en día el salario mínimo en Israel asciende a 22,5 shekels (5,70 US$) por día, los palestinos ganan de media un salario diario de 10 shekels (2,50 $).

Sus entornos laborales no cumplen con las normas mínimas de salud y seguridad. Asimismo, los trabajadores/as palestinos no reciben las prestaciones a las que tienen derecho los trabajadores/as israelíes en virtud del Código Laboral israelí, como el pago de los festivos, las horas extra, los gastos de transporte, el seguro médico y las bajas por enfermedad.

Desde el 2010, la Autoridad Palestina (AP) ha disuadido activamente a los palestinos de trabajar en los asentamientos, pues, según afirma, estos ayudan a reforzar la economía israelí en lugar de la palestina.

Sin embargo, ha ofrecido pocas alternativas viables, ya que las restricciones impuestas por Israel en el valle del Jordán han limitado las oportunidades de inversión y desarrollo.

Los trabajadores y trabajadoras palestinos dependen de la buena voluntad de sus empleadores israelíes para obtener un permiso de trabajo, que los empleadores deben solicitar a la administración civil israelí. Sin embargo, los criterios para la concesión de los permisos de trabajo y circulación no son transparentes.

 Los trabajadores y trabajadoras palestinos que se atreven a reclamar sus derechos laborales y de seguridad básicos se arriesgan a perder el aval del empleador y, por tanto, sus permisos de trabajo. A veces incluso les han definido como "una amenaza para la seguridad de Israel" y denegado los permisos de circulación cruciales para su vida cotidiana. A algunos trabajadores/as palestinos incluso les han coaccionado para que cooperen con los servicios secretos de Israel si quieren asegurarse un permiso de trabajo y circulación.

El eslabón fundamental entre los trabajadores y los empleadores es la figura del subcontratista, que exige un porcentaje del salario de los trabajadores a cambio de ofrecerles información sobre los puestos de trabajo.

Sin embargo, este es un asunto delicado, pues la mayoría de los subcontratistas son palestinos y, en la mayor parte de los casos, incluso están emparentados con los trabajadores/as.

El trabajo infantil también constituye un grave problema en el valle del Jordán.

La Oficina Central Palestina de Estadística descubrió que en el 2008 trabajaban en la región más de 7.000 niños con edades comprendidas entre los cinco y los 17 años.

Sin embargo, estas cifras no presentan el cuadro completo, ya que no existen datos de muchos de los niños que trabajan en secreto en los asentamientos.

Aunque la mayoría de edad para trabajar en Palestina se aumentó recientemente de los 14 a los 16 años, este cambio no se ha concretado sobre el terreno.

Los colonos israelíes eluden esta ley contratando a través de subcontratistas, para no tener contratos directos con menores de edad, privándoles así de la categoría oficial de empleados y de sus derechos.

Sin embargo, los colonos tienen pleno conocimiento de que en sus campos trabajan niños.