La política de “marketing” de Macron no convence a la clase trabajadora francesa

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Un viernes de mayo de 2016, cuando todavía era ministro de Economía, Emmanuel Macron visitó Lunel, en el sur de Francia. En aquel momento el país vivía una gran agitación social en torno al debate sobre la nueva ley del trabajo del Gobierno. Requerido por dos oponentes al proyecto de ley, Macron espetó no sin cierto desdén al que iba vestido con una camiseta: “Usted no me asusta con su camiseta. La mejor manera de pagarse un traje es trabajar”.

“Pero yo sueño con trabajar, señor Macron”, le respondió el joven.

Hoy, este episodio parece haber quedado lejos. Desde el último verano, Emmanuel Macron abandonó el Gobierno y fundó un nuevo partido político, En marche !, a fin de presentar su candidatura para las elecciones presidenciales. Ahora figura como favorito en las encuestas y estaría según éstas a punto de clasificarse para la segunda vuelta, a la par de Marine Le Pen, candidata de la extrema derecha. El porcentaje que se le adjudica ronda el 24%.

Sin embargo, al analizar más de cerca la base de sus electores, los numerosos votos que le adjudican no provienen de todas las categorías sociales. De acuerdo con una encuesta del 11 de abril publicada por el Instituto Elabe, Macron atrae principalmente a los ejecutivos y a las profesiones intelectuales superiores (33% de intenciones de voto). Entre los trabajadores, este porcentaje desciende al 17%.

Jean-Luc Mélenchon (izquierda) y sobre todo Marine Le Pen le superan respectivamente con un 21% y un 46% de intenciones de voto.

Efectivamente, desde hace varios años, la extrema derecha atrae a las clases trabajadoras. Este fenómeno se explica, en parte, por una desconfianza hacia los políticos. Fabien (Ndlr: los nombres mencionados en este artículo son ficticios), de 31 años, va a votar el 23 de abril por la candidata del Frente Nacional. Este maestro de obras de Auvernia se siente “traicionado por los políticos. Están desconectados de nuestra realidad”.

Emmanuel Macron ha entendido muy bien este problema, por lo que pretende situarse al margen de los partidos tradicionales y afirma no ser “de derecha ni de izquierda”. Macron también tiene la ventaja de la juventud. Con sus 39 años, contrasta con el resto de los políticos en un país donde la edad promedio de los parlamentarios es de 55 años en la Asamblea Nacional y de 66 en el Senado. Al lado de su compañera aparece con frecuencia en las portadas de las revistas del corazón y de actualidad, que siempre lo presentan en términos elogiosos como “modernidad”, “renovación” e “iconoclasta”, forjando así esta imagen de candidato “al margen del sistema”.

Según el politólogo Thomas Guénolé, Macron “se beneficia de un bombardeo publicitario masivo”.

Benoît, originario de la ciudad de Nancy y solicitante de empleo, ha sido conquistado por el argumento “al margen del sistema” y el enfoque abierto de Macron: “Se rodea de dirigentes de empresa y de ciudadanos. Es preciso dejar de lado a los profesionales de la política”.

Sin embargo, Emmanuel Macron es un producto neto de este sistema y de aquellas élites que tanto parece rechazar un número creciente de franceses. De hecho, a los 25 años entró a la ENA, la escuela de administración pública de mayor prestigio en el país. Tres de los seis últimos presidentes de la República provienen de allí, al igual que siete antiguos primeros ministros. Una vez terminados sus estudios, Macron gravita desde entonces en los niveles más altos del Estado, e integra en primer lugar la Inspección General de Hacienda. Con Sarkozy presidente, fue nombrado Relator Adjunto de la Comisión Attali, un informe para la liberalización y el impulso del crecimiento económico. De ahí, pasó del sector público al privado (practicando las conocidas “puertas giratorias”) para incorporarse al banco de negocios Rothschild en 2008, donde hizo fortuna, particularmente al organizar la adquisición por parte de Nestlé de la filial dedicada a la alimentación del gigante farmacéutico Pfizer, una operación evaluada en 9.000 millones de euros (9.550 millones de USD).

Tras la elección de François Hollande, en 2012, se pone al servicio del nuevo presidente como secretario general del Elíseo. Se le debe, particularmente, el CICE, un crédito fiscal ofrecido a las empresas sin contrapartida alguna, cuyo costo anual representa para Francia 20.000 millones de euros (21,2 mil millones de USD). En 2014, siendo aún un desconocido para la opinión pública en general, es nombrado Ministro de Economía con solamente 36 años.

Su nombre ha quedado asociado a una ley promulgada en 2015 que, entre otros aspectos, permite trabajar el domingo, la liberalización del transporte en autocar, o disminuir la responsabilidad de la empresa en caso de despido colectivo.

Liberalismo 2.0

Detrás de este nuevo hombre fuerte de la política francesa, algunos ven el sello del sistema ya establecido. “Sus partidarios, Jacques Attali en primer lugar, son personalidades que dirigen el país desde hace años. Macron es una operación de rescate, su caballo de Troya de la liberalización”, afirma Eric Beynel, portavoz de la organización sindical interprofesional Union syndicale solidaires, en una entrevista concedida a Equal Times.

Los principales sindicatos en Francia se han negado a hacer comentarios. La CGT, en particular, “no desea hacer comentarios sobre las propuestas de los candidatos. Lo que le importa durante este período es hacer escuchar sus ideas”.

No cabe duda de que su programa es liberal, tanto en el ámbito económico como social. Como ejemplo, cabe mencionar la supresión del impuesto sobre el patrimonio para los accionistas. Otras medidas favorecen una mayor flexibilidad laboral.

“Cuando era ministro, la condición de trabajador autónomo era objeto de sus loas, en particular, en sistemas como Uber”. Continúa el sindicalista. “Pero actualmente esta liberalización se extiende a todos los sectores. Puede encontrarse un masajista o un instructor de conducción a través de una aplicación. Esta no es una muestra de espíritu empresarial, es un contrato de trabajo falso, sin ningún tipo de protección social. Estas empresas no pagan ni la más mínima cotización social, aun cuando viven del trabajo de los demás”.

A semejanza del episodio de la camiseta, son varias las veces que Emmanuel Macron ha mostrado poco respeto hacia los trabajadores. Así, tiene la intención de cambiar el nombre de la medida que toma en cuenta la dureza del trabajo (la cual permite jubilarse con anticipación a los asalariados que trabajan en condiciones difíciles), ya que la denominación actual “induce que el trabajo es dolor”.

De ser elegido, los jóvenes tendrán que trabajar más de 35 horas por semana. “Cuando uno es joven, 35 horas no es mucho”, afirmó en una entrevista el pasado mes de noviembre.

Sin embargo, el programa de Emmanuel Macron sigue siendo, ante todo, vago. En el curso de la campaña ha dado numerosos giros, defendiendo determinadas posiciones para luego afirmar lo contrario.

“En el fondo hay muy pocos elementos concretos. No obstante, es una manera muy particular de renovar el discurso. Es una transformación de la política en producto de marketing”, continúa Beynel.

Suzanne, de 47 años, es ejecutiva de una gran empresa que figura en el índice bursátil francés CAC 40. Y, aun cuando forma parte del electorado al que se dirige Macron, no confía en el líder de En marche !.

“Tengo la impresión de que habla por hablar, de que carece de proyecto. No consigo creer en él”, comenta a Equal Times. Electora decepcionada de Holland en 2012, su voto irá a parar esta vez a Jean-Luc Mélenchon.

Otros, por último, votarán Macron por despecho y por miedo al Frente Nacional, como en el caso de Sylvain, empleado en un supermercado. “El Frente Nacional me asusta. Por ahora, Macron es el candidato mejor situado para derrotar a Le Pen. Pienso votar por él, pero no estoy de acuerdo con sus ideas”.

Este artículo ha sido traducido del francés.