La prometida “Caravana del Cambio” pasa por el corazón de Haití, y la pobreza ni se inmuta

La prometida “Caravana del Cambio” pasa por el corazón de Haití, y la pobreza ni se inmuta

In the absence of a proper sanitary system, Frédéric Raphaël, a resident of the Bocozelle district, has come to fetch water directly from the canal, using a bockit, a very common object in the daily lives of Haitians.

(Snayder Pierre Louis)
News

El 1 de mayo de 2017, con motivo del Día de la Agricultura y el Trabajo, el presidente haitiano Jovenel Moïse, recién llegado al poder, lanzó oficialmente la “Caravana del Cambio” en el cantón de Bocozelle, donde se encuentra la ciudad de Saint-Marc, en el centro de Haití. Con este programa, el jefe de Estado prometía mejorar las infraestructuras agrícola y viaria, para aumentar la producción nacional y facilitar su transporte a los mercados urbanos.

“La Caravana no abandonará el Valle de Artibonite hasta que se completen los canales de irrigación, las carreteras y el drenaje, que pondrán en valor las 32.000 hectáreas de tierra que hay en el valle. Cuando tenga la garantía del desarrollo de estas tierras, volveré para celebrarlo con ustedes”, declaró entonces.

Según las previsiones oficiales, se iban a irrigar 100.000 hectáreas de tierras, a limpiar 197 kilómetros de canales y a rehabilitar cien kilómetros de caminos agrícolas. Para poner en marcha estas operaciones, el Gobierno movilizó 197 millones de gourdes (1,67 millones de dólares; 1,4 millones de euros al cambio de hoy). Coordinada por Jacques Thomas, exministro de Agricultura, a quien algunos consideran su iniciador, la Caravana estaba compuesta por un impresionante parque de maquinaria de construcción y pasó 54 días en esta región, que abarca una superficie de 180 km2.

El gabinete de comunicación de Presidencia no dejó de elogiar la iniciativa. El propio presidente realizó varias visitas para supervisar el progreso de los trabajos. Lanzó promesas, como la de construir escuelas públicas, viviendas e instalaciones sanitarias (con letrinas públicas). El Gobierno también ofreció molinos de arroz a los agricultores.

Saint-Marc se encuentra a cien kilómetros de Puerto Príncipe, la capital. La Carretera Nacional 1, una de las principales carreteras del país, la atraviesa de norte a sur y, en su recorrido, se cruza con la principal arteria comercial de la ciudad: la calle Louverture. Allí, el domingo 16 de agosto de 2020, el sol despliega sus insistentes rayos desde las diez de la mañana. La miseria asoma en las arrugas de los rostros de la gente y el sentimiento de abandono se hace fuerte en su mirada. Los niños corretean desnudos entre las casas de tierra. No hay señales de prevención contra el nuevo coronavirus. Transcurridos tres años desde el inicio del proyecto, las promesas incumplidas se perciben a simple vista.

Bocozelle, tierras en barbecho y cosecha de hambre

Kelly Cyrius es el coordinador del consejo de administración del cantón. Según él, los resultados del programa de la Caravana del Cambio son del todo insatisfactorios. Con mucha rabia contenida, enumera las pocas cosas que se han hecho: la limpieza de algunos canales de irrigación y drenaje, la rehabilitación de unos kilómetros de caminos agrícolas y un eje de carreteras, el levantamiento de las orillas del río Artibonite y la distribución de algunas semillas. “La mayoría de los canales siguen aún sin limpiar, lo cual impide que el agua llegue a las zonas más altas”, lamenta el coordinador. Antes de que se lanzara la Caravana, había 9.000 hectáreas de tierras de cultivo durante la temporadas de lluvias y 7.000 hectáreas en tiempos de sequía, según Cyrius. Hoy sólo quedan 2.000 hectáreas de tierra cultivable en la estación seca.

“Hasta ahora, no han hecho nada por nosotros. El presidente nos ha olvidado”, dice Frederic Raphaël, un lugareño que se dirige con su bockit (un cubo, en criollo haitiano) en la mano, a sacar agua directamente del canal. Este hombre de unos 50 años, padre de seis hijos, dejó la agricultura para convertirse en conductor de mototaxi. “Hay mucha miseria, demasiada hambre en esta localidad. Lo más duro es que nadie, a nivel estatal, es capaz de presentar proyectos cumplidos o cumplibles”, añade.

Antes, explica Kelly Cyrius, la gente de esta zona cultivaba de todo: cebollas, arroz y patatas. “Ahora viven completamente en la pobreza, la mayoría no puede plantar. La agricultura ya no es rentable. La tierra se ha secado”.

En Artibonite, cuya producción de arroz se ha desplomado, el precio de un saco de fertilizante se ha disparado a más de 3.000 gourdes (unos 25 USD; 21 euros). Los habitantes, a quienes el dinero no les llega para alimentarse, no pueden procurarse esta sustancia para fertilizar la tierra.

“No compro fertilizante porque no tengo dinero. Desde la llegada de la Caravana, no he podido plantar nada. Vivo gracias a la gente que tengo alrededor. Te lo confieso, no he comido desde hace dos días”, dice una señora con una mezcla de vergüenza y rabia.

Esta falta de desarrollo agrícola está repercutiendo en el precio local del arroz, que está empezando a subir en el mercado. Según algunos productores, esta tendencia va a continuar. El arroz preparado, despojado de residuos, cuesta muy caro. En el centro de ventas y envasado de la Asociación de Productores de Moro-Peye (APMP), la marmita de arroz Shella, equivalente a unos cuatro kilos, se vende por más de 700 gourdes (unos 6 USD, 5 euros), lo que supone un aumento del 50% en 3 años.

Evens Jean Robert lleva más de diez años produciendo arroz en Moro-Peye y es consciente de la situación. “Sé que es muy elevado para una población cuyos ingresos no han aumentado precisamente. El precio es elevado sobre todo con respecto al poder adquisitivo de los hogares pero, si tenemos en cuenta los gastos que acumulamos desde la preparación del suelo hasta la cosecha, puedo decir que el precio del producto no es exorbitante”, dice el productor.

Lo peor es que el futuro no augura nada mejor. No se dan las condiciones que podrían conducir a una caída de los precios. Al menos esa es la opinión de los agricultores con los que hablamos al respecto, que se encuentran ante la imposibilidad de cultivar sus parcelas. Algo que sin duda conducirá a un nuevo descalabro de la producción en los próximos meses.

La falta de saneamiento público deja huella en la salud de la población

La gestión de los residuos domésticos y el tratamiento de las aguas residuales provocan graves problemas medioambientales y sanitarios en este barrio periurbano, y en toda la ciudad de Saint-Marc. En los canales de drenaje y en las alcantarillas se vierten residuos de todo tipo.

El coordinador del consejo de administración de Bocozelle confirma que la población de la zona está abandonada a su suerte. Gran parte de los habitantes carece de baños en sus casas. “Hacen sus necesidades directamente en los canales o en recipientes que luego arrojan a los canales. Otros usan ese mismo agua para bañarse, lavar la ropa, lavar los platos, etc.”. Durante las lluvias, comenta, esta situación contribuye en gran medida a la contaminación marina y de la capa freática.

Como las casas de Bocozelle no están conectadas a la red municipal de distribución de agua, los habitantes utilizan el agua de pozos artesianos, para no pagar por consumirla. De diez personas que vienen a recoger agua, ocho afirman beberla sin tratar. “No puedo permitirme esos productos. Todo nuestro dinero va para comprar pan”, dice Nicole, una mujer que viene a buscar agua.

Una situación dramática, si tenemos en cuenta que Haití padeció a una grave epidemia de cólera en 2010, que afectó especialmente a la región del río Artibonite. En enero de 2019, tras años de lucha, el país registró por fin su último caso de esta grave infección bacteriana.

El cantón sólo tiene un centro de salud, el de Rhema. Funciona cinco días a la semana (a veces tres) y sólo seis horas al día. Según su director, el Dr. Rony Sanon, los habitantes de la zona padecen problemas gástricos, diabetes, infecciones cutáneas, genitourinarias, pulmonares y paludismo, muy a menudo relacionados con las malas condiciones de vida.

“El centro de salud no tiene suficientes recursos para ayudar a todo el mundo. El Estado debería abrir otro centro con mucho más material. Piense en la gente que muere en su casa por falta de cuidados”, lamenta el doctor.

Afortunadamente, añade Kelly Cyrius, el cantón no ha detectado oficialmente ningún caso de pacientes de covid-19 hasta la fecha, a pesar de que el país ha registrado 227 muertes. “Dios conoce nuestras limitaciones. Sabe que no podemos manejar esta enfermedad. Sí, hay personas enfermas con síntomas, pero recurren a plantas medicinales y a preparados ancestrales”.

Ante la llegada del SRAS-COV-2 el pasado mes de marzo, el Gobierno impuso restricciones de viaje y de reunión y el cierre de lugares públicos (escuelas, universidades, puertos y aeropuertos, lugares de culto y fábricas). Dada la escasa capacidad de los hospitales haitianos, se ha optado por la atención domiciliaria para tratar a los pacientes de covid-19, con cierto éxito según la OMS.

La corrupción, una lacra añadida a las demás desgracias

Haití sigue siendo uno de los países más pobres del mundo, con un Producto Interior Bruto (PIB) per cápita de 756 dólares en 2019, cien veces inferior al de Noruega. Según el Índice de Capital Humano, un niño nacido hoy en Haití alcanzará, cuando llegue a adulto, un potencial de un 45% de lo que podría haber alcanzado recibiendo una educación completa y una protección sanitaria plena. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), más de seis de los 11 millones de habitantes de Haití viven por debajo del umbral de la pobreza, con menos de 2,41 dólares al día, y más de 2,5 millones han caído por debajo del umbral de la pobreza extrema, con menos de 1,23 dólares al día.

La reciente inestabilidad política ha obstaculizado el desarrollo económico y social de Haití. El país también se enfrenta a una rápida depreciación monetaria (de casi un 25% al final del ejercicio económico) y a elevadas tasas de inflación (de casi un 20% al final del ejercicio económico de 2019). La recesión económica se une a la escasa capacidad de la Administración para recaudar ingresos.

A pesar de todo ello, la política del Gobierno y el país entero parecen girar en torno a esta Caravana. El jefe de Estado sigue prometiendo el relanzamiento de la agricultura y, aunque presenta la Caravana como una estrategia, no es ni un proyecto ni un programa. De hecho, carece de presupuesto y de especificaciones, lo que dificulta el seguimiento de sus resultados.

Emmanuela Douyon, es especialista en política y proyectos de desarrollo y una activista que lucha contra la desigualdad y la corrupción, además de una de las figuras destacadas del movimiento anticorrupción Desafío PetroCaribe, que sigue reclamando el procesamiento de los funcionarios y exministros implicados en este caso de malversación de fondos para el desarrollo. Para ella, la voluntad de actuar de los responsables públicos es clara, pero ineficaz. Sólo hay que mirar la frecuencia de sus desplazamientos sobre el terreno con el afán de inaugurar el más mínimo logro, para comprender que, más que hacer, quieren parecer que están haciendo algo.

“Nadie ha evaluado cuánto costaron todos los trabajos llevados a cabo por la Caravana”, dice. “Basándonos en la descripción del ministro, resulta imposible que el Gobierno pueda calcular la relación costo-beneficio de esta iniciativa, porque no tiene un presupuesto bien definido”. Según el exsenador Jacques Sauveur Jean, dadas las grandes sumas de dinero desembolsadas sin ningún tipo de seguimiento, “la Caravana del Cambio es uno de los focos de corrupción más importantes de Haití. El día en que se decida investigar la Caravana, ya veremos lo que sale a la luz”. Rosnel Jean-Baptiste, coordinador de la organización campesina Tèt kole ti peyizan, también critica el proyecto del presidente. Según él, los 197 millones de gourdes utilizados ya deberían haber reactivado la agricultura, y añade que aunque los fondos invertidos en la Caravana no han hecho milagros, “sin duda habrán hecho felices a más de uno, en algún rincón del mundo...”.

This article has been translated from French.