La rebelión de las mamás desobedientes: hacia una visión feminista de la maternidad

La rebelión de las mamás desobedientes: hacia una visión feminista de la maternidad

According to some authors, the real experience of motherhood often means having to juggle your personal life, your relationship and work. Having to keep this fact quiet can make women feel like they are failing as mothers.

(@morosenlascostas)
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“97% entregada. 3% egoísmo. 0% quejas. 100% madre”. Este eslogan, escogido por unos grandes almacenes para su última campaña publicitaria con motivo del Día de la Madre en España, despertó la indignación de muchas personas que llegaron a proponer en las redes sociales un boicot contra la tradicional firma española. La campaña, como muchas feministas denunciaron en Twitter, reproduce los “habituales estereotipos patriarcales acerca de la maternidad”, esos que certeramente describe la escritora y periodista –y madre– catalana Esther Vivas en su ensayo Mamá desobediente. Una mirada feminista a la maternidad (Capitán Swing, 2019).

Vivas combate ese ideal patriarcal de maternidad basado en el sacrificio. “Existe un ideal materno que se plantea de color de rosa, que se viste de cierto romanticismo. Para la tradicional visión patriarcal, sólo hay dos tipos de madres: la abnegada y sacrificada, de un lado, y la mala madre, de otro”, explica la autora en diálogo con Equal Times. “Pero la experiencia real de la maternidad implica poner en contradicción la vida personal, de pareja, laboral. Se esconde ese lado y eso hace que las mujeres vivamos nuestra experiencia como un fracaso. Hay que entender que las madres no hacemos lo que queremos, sino lo que podemos. La maternidad de verdad implica agotamiento, contradicciones, ambivalencia”, concluye.

Hace un tiempo que ese ideal de abnegación viene resquebrajándose. Madres arrepentidas, de Orna Donath (Reservoir Books, 2016), se convirtió en un hito al visibilizar que hay madres que se arrepienten de haberlo sido, sin desmedro del amor que sienten por sus hijos. En España, Laura Baena abrió en 2014 el Club de Malas Madres, que suma en Twitter algo más de 55.000 seguidores.

Agrietar ese imaginario imposible ayuda a las mujeres reales que, cada día, hacen juegos malabares para compaginar su trabajo, su maternidad y el resto de los ámbitos de su vida, en medio de negociaciones y acuerdos que nunca alcanzan una resolución perfecta.

Lo cierto es que la maternidad ha sido uno de los principales instrumentos a través del cual se ha sostenido la dominación y ’domesticación’ de las mujeres, “de ahí el rechazo que despierta la maternidad en ciertos sectores del feminismo: ser madre tiene un carácter biosocial, y ese componente biológico incomoda al feminismo”, explica la autora de Mamá desobediente. “En la segunda ola del feminismo, de los años 70, se revela un discurso antimaternal y antirreproductivo; pero ahora existe una generación, la mía, que no ha vivido la maternidad como único destino posible, y que se enfrenta a ella con menos prejuicios”, añade. Otras autoras, como la abogada y escritora Marta Busquets, hablan sin reparos de la “maternofobia” dentro del movimiento feminista, lo que sería consecuencia directa de la escasa atención del feminismo hacia la cuestión de la “violencia obstétrica”, por ejemplo.

Colectivizar los cuidados

Así resume el dilema la argentina Verónica Gago, académica y militante de Ni Una Menos, y madre: “Ninguna mujer puede sola; en soledad, cualquiera se vuelve loca. Porque la exigencia de la madre sacrificada convive con un escenario en el que, por un lado, se ha despojado la infraestructura pública del cuidado, y por el otro, se han modificado radicalmente las estructuras familiares”.

El desafío para el movimiento feminista pasa, cree Gago, por “pensar la maternidad desde lo comunitario y la interdependencia; los cuidados no pueden resolverse en términos privados y monetarios”. Es decir, debemos buscar soluciones colectivas, en lugar de que cada mujer deba resolver el problema al interior del hogar, pagando a otra mujer para que realice esas tareas de las que ella no puede hacerse cargo.

“Des-individualizar la maternidad”, en las palabras de Vivas, implica dejar de colocar toda la responsabilidad en la madre, colectivizar el trabajo de crianza y, al mismo tiempo, involucrar a los varones.

Porque, si bien es cierto que las cosas han cambiado mucho en los últimos años, las mujeres en países como España siguen cargando sobre sus hombros con el 68% del tiempo total dedicado al trabajo de cuidados no remunerado, según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de 2018. Para el caso de Argentina, las mujeres dedican el doble de horas al trabajo doméstico que los varones, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos de la República Argentina (INDEC).

Las cifras varían en función del país, pero, en todos los casos, las mujeres emplean muchas más horas en el trabajo de cuidados, incluyendo, claro está, el cuidado de hijas e hijos.

La polémica en torno a los permisos de paternidad

¿Cómo lograr una mayor implicación de los varones en las tareas de crianza y cuidados? En Europa, en los últimos años se ha extendido el permiso de paternidad; el caso más notable es el de Suecia, donde los progenitores disfrutan de 480 días (a repartir). En España, la propuesta es que aumenten progresivamente –ya han pasado de dos a cinco semanas– hasta igualar las 16 semanas que obtienen las madres; y que ambos permisos sean, además de iguales, intransferibles.

Sin embargo, el permiso de maternidad se mantiene invariable desde los años 80, y no alcanza para posibilitar la lactancia en exclusiva durante el mínimo de seis meses que propone la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por eso buena parte del movimiento feminista sostiene que, antes de aumentar el permiso de los padres, habría que incrementar el de las madres, pues un bebé de cuatro meses no necesita ambas figuras por igual.

“Los permisos de maternidad y paternidad iguales e intransferibles se proponen como solución para resolver la desigualdad de género en el mercado laboral. Pero el enfoque de partida es erróneo y sigue viendo la maternidad como un problema, cuando el problema es el mercado laboral, que es incompatible con los cuidados y con la vida”, afirma Esther Vivas. La medida plantea otros problemas: se ancla en el estereotipo de la familia heterosexual, además de desconocer a las familias monoparentales que, en un 85%, están encabezadas por mujeres, sostiene Vivas. La autora argumenta, además, que esa medida no resolverá la desigualdad en el mercado laboral, pues ésta va mucho más allá de los permisos de maternidad.

Pero es que, además, la corresponsabilidad en los cuidados no se logra sólo con leyes, tampoco en los países nórdicos. “En los países escandinavos he hablado con muchas mujeres que están enojadas porque ellos disfrutan del permiso pero no cumplen con el trabajo de cuidado y crianza”, explicó durante una rueda de prensa en Buenos Aires a finales de 2018 la autora y feminista italiana Silvia Federici.

“El riesgo es que, desde un enfoque de una igualdad abstracta, vayamos una vez más a penalizar a las mujeres y a invisibilizar su trabajo”, añadió. Es decir: hombres y mujeres no somos iguales si de lo que hablamos es de maternidad: unos cuerpos gestan y amamantan, otros no. Para la activista italiana, el feminismo no debe negar esa condición, sino valorizar ese trabajo que hacen las mujeres y que el patriarcado capitalista invisibiliza. Por eso, concluye la pensadora, el feminismo debe ser anticapitalista: “Porque esta sociedad no es sustentable; únicamente se sustenta a través de la violencia y del despojo”.

“Es la sociedad la que debe adaptarse a la lactancia, y no al revés”, afirma Vivas en su libro. Del mismo modo, es la sociedad la que debe adaptarse al hecho de que los seres humanos necesitamos cuidados –cuando somos niños, cuando somos viejos, cuando nos enfermamos–, en lugar de que los cuidados se adapten a las rigideces e imperativos del mercado laboral. Por eso, concluye por su parte la escritora y periodista: “Otra maternidad requiere otro tipo de sociedad”.

This article has been translated from Spanish.