La rehabilitación política de Silvio Berlusconi: ¿lo que le faltaba o lo que ahora necesita Italia?

Mientras los votantes italianos se preparan para acudir a las urnas el 4 de marzo, Silvio Berlusconi, el controvertido exprimer ministro italiano, nos sorprende con su reaparición en la escena política del país.

Berlusconi se alejó de los focos de la política italiana tras la caída de su gabinete en 2011 y una condena por fraude fiscal en 2013 (que le inhabilitó durante seis años para ocupar cargos públicos).

Sin embargo, su acuerdo de reforma electoral y constitucional de 2014 con Matteo Renzi, exprimer ministro italiano y actual líder del partido demócrata de centroizquierda, le dejó la puerta entreabierta para continuar influyendo en la política. En los últimos meses, Berlusconi ha abierto de par en par esa puerta de un manotazo.

El magnate de los medios de comunicación ha reformado su imagen política y se presenta como el nonno de Italia (’el abuelo’), como señalaba un reciente artículo del New York Times.

Muchos ven hoy a Berlusconi como un veterano estadista y un líder moderado capaz de mantener a raya a los populistas, en casa e incluso en Europa.

La calurosa acogida que Jean Claude-Juncker y el Partido Popular Europeo dieron al líder de Forza Italia durante su reciente visita a Bruselas demuestra el éxito de esta operación de cambio de imagen.

Además, su recurso en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos contra su inhabilitación política podría abrir nuevos escenarios en caso de que el tribunal fallara a favor de Berlusconi.

El escenario de 1994 se repite en 2018

El clima político italiano de hoy recuerda, en cierta medida, a la situación que vivió el país en 1994, cuando Berlusconi se convirtió por primera vez en primer ministro. En aquel momento, el electorado italiano moderado, conservador y católico veía con profunda preocupación la perspectiva de un gabinete encabezado por el partido poscomunista, los Demócratas de Izquierda (Democratici di Sinistra).

En 1994, el partido de centroderecha de Berlusconi consiguió, gracias en parte a su imperio mediático Mediaset, apoderarse del vacío político dejado por la desintegración del partido cristianodemócrata, el que más veces ocupó el poder en la historia italiana, a raíz de un escándalo de corrupción masiva.

Esa misma parte del electorado, sustanciosa e influyente aún hoy en día, mira con preocupación la popularidad del movimiento antisistema Cinco Estrellas (M5S), sobre todo por su retórica abiertamente radical y su inexperiencia a escala nacional, así como por las dudas que suscita su desempeño a nivel local en Turín y Roma.

También es importante señalar la brecha generacional que caracteriza al partido M5S, muy popular entre los jóvenes italianos de 18 a 34 años, muchos de ellos hastiados de los partidos tradicionales. Sin embargo, el M5S no atrae el mismo consenso entre los votantes mayores, más propensos a apoyar al Partido Demócrata, Forza Italia y otros partidos de centroderecha.

A pesar de que el líder del M5S, Luigi di Maio, ha suavizado públicamente las opiniones del partido sobre Europa (antes propugnaba el abandono de la eurozona) y se ha esforzado por presentar a las elecciones candidatos "súper competentes", sus rivales políticos no pierden ocasión de señalar su historial antieuropeo y su relativa inexperiencia.

La futura relación de Italia con Europa también es una de las piedras de toque para el partido de extrema derecha Lega Nord (Liga Norte) de Matteo Salvini, que se presenta blandiendo el euroescepticismo y un virulento rechazo a la inmigración.

En este contexto, Berlusconi es visto como el único hombre que puede mantener a raya a sus aliados, la Lega Nord y los Hermanos de Italia de Giorgia Meloni, en un eventual Gobierno de coalición de centroderecha.

"El ave fénix que resurge de las cenizas de la política italiana"

Como la Historia tiende a repetirse, en Italia más aún que en otros países, Berlusconi está a punto de convertirse de nuevo en el ‘hacedor de reyes’ del próximo gobierno italiano.

Berlusconi parece haberse convertido en el ave fénix que resurge repetidamente de las cenizas de la política italiana. Pero no debemos olvidar que su posición la ha propiciado la oposición de centroizquierda, que no logró introducir una ley seria sobre incompatibilidades cuando ésta gobernaba, lo que le ha permitido mantener intacto su imperio mediático. Esta falta de resistencia a su inmenso poder también ha facilitado que Berlusconi, a través de los exprimeros ministros Massimo D’Alema y Matteo Renzi, sea uno de los artífices políticos de los intentos de reformas electorales y constitucionales.

La exitosa transformación política de Berlusconi dice mucho sobre la moral pública italiana y la facilidad con la que la gente olvida el pasado, aunque sea reciente.

La pasión de parte del electorado italiano por los hombres fuertes está viva y coleando. Es el indeseable legado de veinte años de fascismo en Italia, una página de la Historia que los italianos, a diferencia de los alemanes, nunca han mirado cara a cara.

La creciente popularidad de la extrema derecha en Italia y la posición de los actuales aliados de Berlusconi son una prueba más de ello.

Tampoco lleva al optimismo el hecho de que Berlusconi haya prometido expulsar 600.000 migrantes indocumentados a los que describe como una “bomba social a punto de explotar”. Estos propósitos los hizo tras los disparos realizados por un sujeto de la extrema derecha a cinco hombres procedentes de África, así como a una mujer, el pasado 3 de febrero en Macerata, en el interior del país. Los comentarios de Berlusconi confirman que no es un líder moderado sino uno listo para bailar al son de la extrema derecha mientras esto le dé una ventaja.

Independientemente del resultado de las elecciones, la influencia de Berlusconi en la política italiana –y en especial en el futuro primer ministro–, será, previsiblemente, inmensa. Falta por ver qué significa todo esto para Italia y para el resto de Europa.