Lensa, la trabajadora del hogar etíope maltratada en el Líbano, es “el vivo retrato de la kafala”

Poco importa el número de veces que se haya oído hablar acerca del abuso y la explotación de que son víctimas los trabajadores del hogar migrantes en Oriente Medio, no por eso las historias resultan menos sobrecogedoras, como lo demuestra el terrible caso de Lensa Lelisa.

En marzo, esta joven etiope de 21 años, trabajadora del hogar en Beirut, Líbano, llegó a los titulares después de saltar desde un balcón del segundo piso de la casa de su empleadora, la diseñadora de moda libanesa Eleanore Ajami. Intentaba escapar de los violentos malos tratos que ella y otra compañera etíope padecían, según cuenta, a manos de Ajami y de sus tres hijos adultos: Alexis, Crystel y Joe Khalil.

Lensa se rompió las dos piernas al caer y se lastimó la cara. En un vídeo grabado desde su cama de hospital por This is Lebanon, una agrupación que da a conocer las historias de los malos tratos de que son víctimas los trabajadores del hogar en el país, Lensa describe cómo le “maltrataron desde el principio”: “Me torturaban y yo no podía hacer nada para salvarme. Me golpeaban todos los días con un cable eléctrico, se enredaban las manos con mi pelo y me arrastraban por la habitación. Me golpeaban la cabeza contra las paredes”.

A pesar de su desgarrador testimonio y la atención dedicada por los medios de comunicación a este caso en particular, una investigación policial determinó que la familia Ajami-Khalil era inocente. El 2 de abril, la presentaron en la televisión nacional-aún convaleciente en su cama de hospital-, junto con Crystel, la hija de Ajami. Durante la entrevista, Lensa se retractó de su historia y en su lugar afirmó que había resbalado del balcón mientras colgaba su ropa.

Por increíble que parezca, Lensa fue devuelta a la casa de Ajami-Khalil, y aun cuando la familia prometió liberarla el 13 de mayo, no lo hicieron. Desde que fue dada de alta del hospital no ha habido noticias de ella, como tampoco hay noticias sobre el destino de su compañera de tareas domésticas.

“Lensa es el vivo retrato del sistema kafala [el sistema de patrocinio que vincula legalmente a los trabajadores extranjeros con sus empleadores locales]”, señala Dipendra Uprety, fundadora de This is Lebanon.

“Todas las instituciones le han fallado, incluyendo Caritas [la ONG católica internacional que, en el Líbano, se centra específicamente en los trabajadores migrantes, los solicitantes de asilo y refugiados], el hospital, el médico forense, las Fuerzas de Seguridad Interna, la Seguridad General [la agencia de inteligencia del Líbano] e incluso su propia embajada”, comenta a Equal Times.

“La pasaron por televisión en directo desde su cama de hospital. ¿Tiene alguna ética? ¿Por qué no se mudó a una casa segura donde se sintiera libre de represalias? ¿Por qué solo fue entrevistada bajo la atenta mirada de su maltratadora?”, pregunta.

Bassam Khawaja, investigador libanés de Human Rights Watch (HRW), coincide con este punto de vista. “Los organismos de seguridad deben tener en cuenta la vulnerabilidad de los trabajadores del hogar migrantes en estas situaciones y asegurarse de que los trabajadores que denuncian los abusos puedan hablar libremente sin temor a represalias”, confirma a Equal Times. “En este caso no se cumplió ninguno de los requisitos”.

This is Lebanon documenta presuntos casos de abuso y explotación de trabajadores del hogar migrantes en el Líbano. Entre el 16 y el 22 de abril, poco más de un mes después de que saliera a la luz la historia de Lensa, la ONG recibió más de 40 solicitudes de ayuda o de información, principalmente en relación con el impago de salarios.

Al dar a conocer las historias que recibe en las redes sociales, la agrupación ha logrado conseguir la libertad de varias mujeres, entre ellas Halima Ubpah, de Filipinas, quien estuvo trabajando para una familia durante 10 años sin apenas ser remunerada, y una trabajadora del hogar nepalí, que vivió una situación similar durante más de dos décadas. “Las redes sociales funcionan, pero el Gobierno libanés debería amparar a estas mujeres bajo la protección de la legislación laboral”, asegura Uprety.

Sin derechos, sin sindicatos legales

Los aproximadamente 250.000 trabajadores del hogar migrantes del Líbano están actualmente excluidos de la legislación laboral del país. Además, el Gobierno aún no ha ratificado el Convenio núm. 189, el tratado de referencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre los trabajadores domésticos. Como resultado, los trabajadores del hogar migrantes a menudo no reciben un salario mínimo, ni tampoco tienen derecho a la baja por enfermedad ni días festivos; además, se denuncian con frecuencia bajos salarios, el impago de los salarios, largos horarios de trabajo, el confinamiento forzoso, la intimidación y el acoso.

En 2015, nació el primer sindicato del país de trabajadores del hogar migrantes, el Sindicato de Trabajadores del hogar del Líbano, afiliado a la Federación de Sindicatos de Trabajadores y Empleados del Líbano (FENASOL). Sin embargo, este avance fue efímero, ya que el Ministerio de Trabajo lo declaró ilegal. Desde entonces, el sindicato ha seguido organizándose y luchando por los derechos de los trabajadores migrantes en Líbano, pero con solo 700 miembros, sus resultados han sido limitados.

“Líbano excluye a los trabajadores del hogar de la legislación laboral y, junto a Omán, es uno de los dos principales países de destino en Oriente Medio que no han establecido protecciones legales para los trabajadores del hogar”, indica Khawaja.

Las investigaciones realizadas por la ONG internacional de derechos humanos en 2008 revelaron que cada semana un trabajador del hogar migrante muere de causas no naturales en su intento por escapar de sus empleadores.

Grace, de 32 años, es una trabajadora del hogar de Kenia que intenta sobrevivir sin trabajo, sin dinero y sin el derecho legal de permanecer en Líbano después de escapar recientemente a años de malos tratos y trabajo forzoso. “Mi primer empleador era realmente malo”, cuenta sobre la familia con la que trabajó cuando llegó por primera vez en abril de 2015. “No me dejaban comer, especialmente la esposa. No pude soportarlo más, así que pedí que me enviaran de vuelta a la oficina [la agencia de contratación que trató su expediente]. Me amenazaron con matarme, pero finalmente me llevaron a la oficina”.

Afirma que inicialmente se negó a trabajar con su segundo empleador cuando éste le dijo que solamente le pagaría 150 USD en lugar de 200 USD mensuales, pero afirma que no tuvo otra opción.

Grace trabajó durante casi dos años con este empleador; su experiencia fue incluso peor que la primera. Solo la alimentaban con una comida al día y trabajaba sin recibir el pago correspondiente. Cada mes, el día en que debía recibir su salario, su empleador la golpeaba. “A veces, la familia me dejaba todo el día encerrada en casa sin comida. Me puse en contacto con mi embajada pero no me ayudaron”.

Por consejo de una amiga, Grace huyó a Caritas con la esperanza de que pudieran ayudarla a regresar a su país, pero afirma que le dijeron que no podían hacer nada. En cambio, llamaron a su empleador para que la recogiera. “Dije que no podía seguir trabajando allí, así que me aconsejaron que le pidiera a mi familia un pasaje para regresar a casa. Lo recibí en tres días, pero ha pasado un año desde entonces y [los ex empleadores de Grace] no me han devuelto mi pasaporte”.

El pasado mes de mayo, Grace cuenta que fue abandonada por la familia en una casa donde vivían anteriormente, sin comida ni dinero, aunque de vez en cuando otra trabajadora del hogar la ayudaba dándole comida. Luego fue enviada a la casa de uno de los familiares de su empleador, donde dice que fue víctima de acoso sexual y golpes por parte de uno de los hijos, antes de ser echada hace unos meses.

Desde entonces, Grace ha estado viviendo como migrante indocumentada y sobrevive haciendo trabajos ocasionales. Cuando le pidió al Ministerio de Asuntos Exteriores que la ayudara a regresar a su país, le dijeron que contactara a sus antiguos empleadores, pero ella les tiene miedo. Como tantas otras mujeres, Grace vino al Líbano con el sueño de ayudar a su familia en su país. Ahora está atrapada en una pesadilla debido a la cruel indiferencia de las agencias y organizaciones cuya misión es ayudarla, y a la negativa del Gobierno libanés de aceptar los derechos fundamentales de los trabajadores del hogar.