Las adversidades que enfrentan los trabajadores más pobres de India provocan unas cifras de suicidios sin precedentes

Las adversidades que enfrentan los trabajadores más pobres de India provocan unas cifras de suicidios sin precedentes

Supriya Kagwade’s husband, Arjun, was among the 164,033 people who died by suicide in 2021, according to official data. The true figure is thought to be much higher.

(Sanket Jain)

Supriya Kagwade aprendió a preguntar de más de cien maneras diferentes: ‘¿Está todo bien?’. “Sin embargo, nunca conseguí nada”, nos cuenta, ya que su marido Arjun acabó suicidándose en abril de 2021.

“Estaba buscando trabajo desesperadamente”, explica a Equal Times. Nadie de su entorno podía percibir su frustración. Solo Supriya. “Bromeaba todo el tiempo, pero al mirarle a la cara yo sabía que algo no iba bien”. Aun así, él siempre ignoraba sus preguntas, lo que le generaba más preocupación.

En marzo de 2020, el primer ministro ultraderechista de India, Narendra Modi, decretó un confinamiento total de 21 días (que luego se ampliaría a 67 días) con tan solo cuatro horas de antelación para detener la propagación de la covid-19. El resultado fue catastrófico. Por todo el mundo se difundieron las imágenes de millones de jornaleros indios que huían de las ciudades confinadas e intentaban volver a sus aldeas natales a pie.

Alrededor de 79 millones de pequeños comerciantes y jornaleros perdieron sus empleos en tan solo un mes y unos 230 millones de indios se vieron abocados a la pobreza durante el primer año de la pandemia. Además, en diciembre de 2020, otros 15 millones de personas, incluido Arjun, seguían sin trabajo.

La mayoría de los trabajadores, que antes se encargaban del funcionamiento de las ciudades indias –cocinando y sirviendo comida, conduciendo los medios de transporte, trabajando en la construcción y recogiendo los residuos, entre otros empleos– regresaron a sus pueblos natales donde, en teoría, al menos podían cultivar suficientes alimentos para comer. La familia Kagwade, originaria del pueblo de Khochi en el distrito de Kolhapur en Maharashtra, consiguió sobrevivir gracias a Supriya, que trabaja como agricultora arrendataria cultivando caña de azúcar, cacahuetes y soja. Sin embargo, 13 meses después del inicio de la pandemia y sin trabajo, Arjun, padre de tres hijos, empezó a perder la esperanza. “Su frustración era evidente, ya que recurría al alcohol con bastante frecuencia”, recuerda Supriya.

Un día antes de intentar suicidarse, Arjun le dijo a su madre que sería la última vez que se verían. Al día siguiente por la noche, Supriya le encontró tragando pesticidas. Aunque le llevó rápidamente a la consulta de un médico local y luego al hospital del distrito, el daño ya estaba hecho. “Ocho días después le perdimos”, recuerda con tristeza. “Durante ese período estaba tan hundido que, mientras seguía vivo, no paraba de gritarme. Me preguntaba por qué había intentado salvarle”.

Arjun es uno de los 164.033 indios que se suicidaron en 2021. Desde 2010, en India se han suicidado más de 1,6 millones de personas. En 2021 las cifras aumentaron un 7,1% hasta alcanzar el máximo histórico desde que hay registros. Asimismo, en 2021 los jornaleros indios constituyeron por primera vez más del 25% de las muertes por suicidio en el país. Se trata de un impresionante incremento del 113% con respecto a 2014, cuando representaban el 12% de los casos de suicidio registrados.

Un desastre agrícola que se agrava

Según el censo de 2011, India cuenta con aproximadamente 263,1 millones de trabajadores agrícolas y alrededor del 57,8% de los hogares rurales se dedican a la agricultura a pequeña escala o minifundista. La mayoría de los jornaleros que regresaron a sus pueblos esperaban poder depender de la agricultura para mantenerse a sí mismos y a sus familias, pero se han tenido que enfrentar a bastantes obstáculos.

Por ejemplo, tras un aumento del 80% en los precios de los fertilizantes el año pasado, los agricultores están pagando un 30% más este año. “Sin embargo, seguimos cobrando mucho menos por nuestros productos agrícolas”, afirma Supriya. En la primera semana de septiembre de este año, el precio del kilo de tomates se desplomó a apenas 3 rupias (0,03 euros), (frente a las 80 rupias, aproximadamente 1 euro, que costaba en mayo de este año), arrastrando a los agricultores a un ciclo de desolación. El agricultor Bhagat Gaikwad, originario del pueblo de Jambhali en Maharashtra, ha perdido cientos de kilos de tomates porque el precio que hubiera obtenido por ellos era tan bajo que ni siquiera podía permitirse transportarlos al mercado: “Se puede observar un aumento constante del coste de los insumos; al mismo tiempo, disminuye rápidamente el precio que nos pagan por nuestros productos [debido al exceso de oferta y a la falta de disposiciones legales para garantizar un precio justo]. Claramente, no son los pobres los que se están beneficiando de esta crisis”.

Los datos confirman su observación. Según un informe de la Oficina Nacional de Estadística publicado en septiembre de 2021, en 2019 más de la mitad de los hogares agrícolas estaban endeudados por un valor de 935 euros, lo que supone una parte considerable de los ingresos anuales de los hogares y, en algunos casos, por valores superiores.

A. B. Patil, el tesorero de la sección en Kolhapur del Centro de Sindicatos de India (CITU), asegura que a partir de la década de 1990 la agricultura india se ha ido destruyendo sistemáticamente debido a “la promesa rota y defectuosa de un mercado libre”.

“La estrategia del gobierno está clara: expulsar a la mayoría de las personas de la agricultura y utilizarlas como mano de obra para construir ciudades”, asegura. “A nivel mundial, las grandes multinacionales están tomando las riendas de la agricultura. Hoy en día, menos del 2% de la población se dedica a la agricultura en EEUU y esa misma tendencia acabará llegando a India a la larga”.

Asimismo, Patil advierte que después de la crisis de la covid, la mayoría de las pequeñas empresas no han podido sobrevivir. “Entonces, ¿quién empleará a la gente que abandonó la agricultura? Las que están prosperando solo son unas pocas multinacionales”.

Según las cifras oficiales, entre 1995 y 2018 se suicidaron alrededor de 400.000 agricultores. Pero se cree que la cifra real es mucho mayor. “Son cifras erróneas”, se lamenta Patil. “Hay muchos casos de suicidios que el gobierno no registra”, afirma. Por ejemplo, en muchos lugares las mujeres no se consideran agricultoras porque la tierra no está a su nombre. Puede que estén trabajando más de 12 horas al día en el campo, pero siguen llamándolas ‘amas de casa’, lo que supone un sesgo del número total de agricultores que murieron por suicidio. Según el veterano periodista P, Sainath, las mujeres constituyen el mayor grupo excluido de los datos relacionados con el suicidio de los agricultores.

La tormenta perfecta

A Supriya le resulta cada vez más difícil sobrevivir con la agricultura. Además, la vida no ha sido fácil para ella. Tras la muerte de Arjun, se vio obligada a vender el búfalo de la familia para devolver los préstamos que su marido había obtenido sin que ella lo supiera. El supervisor sanitario Mansingh Wadar, del Centro de Atención Primaria Nandani de Kolhapur, afirma que la vida es cada vez más difícil para las comunidades rurales de India: “En los últimos tres años, varias aldeas de Kolhapur primero tuvieron que hacer frente a las inundaciones y luego la covid lo empeoró todo aún más. Además, con el aumento de la inflación, incluso los productos básicos de uso diario se están volviendo impagables. La gente cada vez tiene más presiones”.

Y luego está el tema de la crisis climática. Según el Departamento de Meteorología de India, en 2021 se produjeron en este país dos de las diez catástrofes climáticas más devastadoras para la economía, con unas pérdidas de más de mil millones de dólares estadounidenses y más de 1.750 muertes.

“Durante la pandemia de la covid, el nivel de estrés de la gente aumentó considerablemente y luego las inundaciones lo empeoraron todo. Casi todos los pacientes hablaban sobre el aumento de las deudas o sobre el estrés de no poder conseguir un empleo”, explica Wadar.

Antes de perder su empleo, Arjun trabajó como guardia de seguridad en una fábrica textil del distrito de Kolhapur en Maharashtra. Anteriormente había realizado trabajos esporádicos en varias empresas, incluida una central lechera.

Desde que murió su esposo, Supriya se ha tenido que enfrentar al desprecio de su entorno. “Aunque intenté salvarle, todo el mundo me culpaba a mí”, se lamenta. Suraiyya Terdale, una promotora de salud comunitaria originaria de la aldea de Ganeshwadi en Maharashtra, explica a Equal Times que “después de cualquier suicidio, a la que se culpa es a la mujer, aunque ella no tenga nada que ver”. Suraiyya, que ha observado varios casos de este tipo, concluye: “Esto pone en peligro la vida de las mujeres y muchas que conozco personalmente incluso han tenido que abandonar sus pueblos”.

La salud mental sigue siendo inaccesible

A nivel mundial, se calcula que cada año se suicidan 800.000 personas. En 2021, India registró una tasa de 12 suicidios mortales por cada 100.000 personas, lo que supone un incremento del 58% desde 1966. Sin embargo, los recursos para la salud mental son demasiado escasos como para abordar el problema.

La Encuesta Nacional sobre Salud Mental en India 2015-2016 reveló que 150 millones de indios necesitaban una intervención de salud mental, de los cuales tan solo 30 millones la estaban buscando. La encuesta también aseguró que un asombroso 80% de los indios que sufrían trastornos mentales no había recibido ningún tratamiento a pesar de que su enfermedad se había prolongado durante más de 12 meses.

Esto se debe a múltiples razones, entre ellas el hecho de que el debate sobre la salud mental sigue siendo un tabú en India, pero un factor importante es la grave escasez de centros de salud mental adecuados.

Por ejemplo, tan solo hay 9.000 psiquiatras y 1.000 psicólogos para 1.300 millones de personas. “Para acceder a cualquier profesional público de la salud mental, hay que ir a un hospital de distrito, lo cual no le resulta fácil a todo el mundo”, explica la doctora Madhuri Panhalkar, una funcionaria del ámbito de la salud comunitaria en Maharashtra. Además, India dispone de tan solo 810 hospitales de distrito para una población rural de 833 millones de personas.

El pueblo donde trabaja actualmente, Chikhali, ha sufrido inundaciones periódicas y en toda India las repercusiones de la emergencia climática socavan aún más la salud mental de la población, como se destaca en el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas.

La doctora Panhalkar advierte que hay que entender las cosas en función de la situación y que las intervenciones deben llevarse a cabo según las necesidades de la comunidad. “Aunque una persona parezca normal, el estrés le puede estar afectando al nivel del subconsciente. Un asesoramiento adecuado ayuda mucho”.