Las bacterias, bulos y malas decisiones políticas que destruyen el aceite de oliva italiano

Las bacterias, bulos y malas decisiones políticas que destruyen el aceite de oliva italiano

Dos trabajadores podan las ramas marchitas de un olivo infectado por la Xylella fastidiosa en Squinzano, 20 kilómetros al norte de la localidad italiana de Lecce.

(Stefano Fasano)

“¿Que cómo me va? Pues no sé qué decirte”, responde Giovanni Miglietta, un hombre de 51 años de Trepuzzi, una pequeña localidad situada en la región de Apulia (Puglia) al sudeste de Italia. Con una tristeza infinita observa fijamente sus olivos centenarios de troncos enmarañados y esqueléticos. Está tan absorto que no se da cuenta de que las gotas de lluvia se le van acumulando en las gafas. Estos olivos los heredó de su padre, que falleció hace 25 años. Ahora todos sus árboles también van a morir y con ellos, muy posiblemente, su empresa productora de aceite de oliva extra virgen. En esta región hay miles de personas en la misma situación; algunas de ellas llevan generaciones enteras cultivando y produciendo aceite de oliva. Nadie puede hacer nada para salvar sus árboles.

Los primeros olivos muertos empezaron a aparecer en Gallipoli, al sur de Apulia. Aunque algunos lugareños aseguran que la plaga empezó alrededor de 2009, las primera pruebas científicas de dicha catástrofe se remontan a 2013. Desde entonces, olivares enteros se han marchitado en diversas regiones de Italia, así como en Francia y Portugal.

La causa de este desastre ecológico y económico tiene nombre: la Xylella fastidiosa, una bacteria fitopatógena considerada una de las más peligrosas del mundo. Esta plaga suele invadir las ramas más altas primero; luego se extiende rápidamente por toda la planta y la deja seca, sin hojas y sin vida.

El consumo de los productos derivados de árboles infectados no es perjudicial para los seres humanos, pero la bacteria puede infectar a más de 500 variedades de plantas. En los viñedos de California y las plantaciones de café y almendras de Costa Rica ya han sufrido las consecuencias mortales de diversas subespecies de esta bacteria.

Antes de que los olivos de Apulia empezaran a presentar síntomas, en Europa no había ni rastro de Xylella. Pero ahora que ya está aquí, podría devastar la producción de aceite de oliva de todo el continente. Según el Consejo Oleícola Internacional, Italia produce aproximadamente el 13% del aceite de oliva del mundo. En 2018, este sector facturó 2.320 millones de euros (unos 2.640 millones de dólares USD) en concepto de ventas, por lo que se convirtió en el segundo mayor productor a nivel mundial, por detrás de España.

Según la FAO, Apulia es la región oleícola más importante del país; produce aproximadamente el 40% de las exportaciones nacionales de aceite de oliva. El riesgo de contagio –primero en Italia y luego en el resto de Europa– ha puesto a Bruselas en estado de alerta máxima, pues toda la producción oleícola de la UE constituye alrededor del 66% de la producción mundial.

Según la Confederación Nacional de Cultivadores Directos de Italia (COLDIRETTI), actualmente la enfermedad se está propagando hacia el norte a un ritmo de dos kilómetros al mes; ya se han localizado los primeros árboles moribundos al norte, en Fasano, ubicada a 100 kilómetros de distancia de Lecce en la costa adriática y se está haciendo el seguimiento de un árbol en Monopoli, 10 kilómetros aún más al norte, por la sospecha de que esté contagiado. Según los datos disponibles, parece que hay 60 millones de olivos en Apulia; la COLDIRETTI calculó que el número de olivos devastados asciende a aproximadamente 21 millones tan solo en la provincia de Lecce.

“Nadie nos había hablado sobre este tema antes de 2013. Fui yo quien recogió las primeras muestras de los olivos del terreno de mi suegro en Alliste y quien las llevó para que las analizaran”, recuerda Donato Boscia, fitopatólogo que trabaja en el Consejo Nacional Italiano de Investigación (CNR) en Bari. “Cuando descubrimos en qué consistía esta infección, yo ya tenía miedo de que fuera demasiado tarde para detener su propagación”, explica este académico.

La enfermedad probablemente llegó a Europa a través de una planta de café decorativa procedente de Centroamérica y se propaga de árbol en árbol mediante las cigarras espumadoras comunes. Se sabía que permanece latente en árboles aparentemente sanos, por lo que resultaba imposible calcular cuántos árboles estaban infectados. Sin embargo, había que hacer algo. Así que Boscia formó un equipo de investigación que mapeó las zonas afectadas y desarrolló instrumentos para que los agricultores identificaran rápidamente los árboles infectados.

Difaman a los investigadores y triunfan los detractores de la verdad científica

Preocupada por que la bacteria se propagara más, en 2014 la Comisión Europea decidió poner en marcha un plan para quemar todos los árboles infectados con el objetivo de evitar más contagios. Sin embargo, este plan para contener la enfermedad –que incluía la destrucción de los árboles junto a los olivos infectados– generó una increíble hostilidad por parte de numerosos agricultores y activistas locales. De hecho, a pesar de las pruebas científicas, mucha gente ni siquiera creía que fuera la bacteria la que estaba matando a los árboles y alegaba que el cultivo tradicional y las prácticas de cuidado podían resolver el problema. Según argumentaban, estos árboles habían sobrevivido siglos y milenios sin intervención científica alguna. ¿Por qué era necesaria ahora?

Las voces discrepantes hicieron tanto ruido que los fiscales de Lecce (donde empezó el contagio) se vieron obligados a investigar a los investigadores y a acusarles de haber introducido la enfermedad en la región. Dicha investigación, que concluyó el pasado mayo, exoneró a los investigadores de toda responsabilidad, pero acabó generando una serie de interminables debates y teorías conspirativas sobre el origen de la enfermedad y desacreditó la labor de los científicos.

Esas teorías encontraron un fuerte respaldo político a nivel nacional gracias al Movimiento 5 Estrellas (M5S), de marcada tendencia antisistémica. Este partido político representaba la postura de los detractores de la ciencia de los grupos de presión que se oponían a la erradicación de los árboles infectados e interpuso una demanda ante la fiscalía de Lecce que más tarde sería el motivo de la investigación de los investigadores del CNR.

Así es cómo se aplazó durante meses el sacrificio de los árboles, por lo que la contención de la enfermedad fue prácticamente imposible.

Hace tan solo un año, el comediante y fundador del M5S Beppe Grillo tildó el brote de la Xylella de “un enorme bulo”, en un intento por sacar partido de la crisis para ganar votos. Sin embargo, la postura del partido ya había cambiado claramente cuando el pasado abril un blog oficial del M5S describió la infección como una “terrible masacre en expansión”.

“Prefiero no hacer ningún comentario al respecto”, declara el doctor Boscia, con una sonrisa irónica. Pero lo que sí comenta es que este triunfo de los detractores de la ciencia y de la desinformación no es únicamente la responsabilidad de los antiguos partidos de la oposición como el M5S (en un gobierno de coalición desde junio de 2018), sino también del gobierno de izquierdas de aquella época. “Lo que ha faltado es una campaña eficaz de comunicación institucional”, asegura.

“Cuando surgieron todas estas teorías conspirativas, el gobierno tenía que haber tomado las riendas y puesto en marcha una estrategia de comunicación oficial y precisa para negar y desmentir los [rumores]. Dicha falta de comunicación es el principal motivo por el que no se aplicaron las medidas de contención. Por eso ahora nos encontramos en esta situación”, se lamenta, refiriéndose a los retrasos y a los agricultores que se negaron a cumplir las directivas que estipulaban la erradicación de los árboles infectados.

En cuanto a los investigadores y sus advertencias, la postura del público general está empezando a cambiar, pues los agricultores ya están viendo que los árboles no sanan por sí solos. Pero, ¿es ya demasiado tarde para este cambio de actitud? Todavía no se puede percibir ningún avance claro en la lucha contra la Xylella: aunque aún no se han publicado cifras oficiales para cuantificar las pérdidas, las pruebas anecdóticas sugieren que la producción italiana de aceite de oliva ha sufrido daños irreparables. Muchos agricultores esperan que los dos siguientes años sean todavía peores. “Ahora que las consecuencias del contagio son claramente visibles, la postura de la gente ha cambiado y actualmente apoyan a la ciencia”, explica Boscia.

¿Se puede evitar el desastre total?

En cuanto a las soluciones a largo plazo, este virólogo de especies vegetales sugiere que la gente tiene que aprender a “convivir con la Xylella”. No se conoce ninguna cura para la bacteria, pero los investigadores están probando diferentes variedades de olivo para determinar su resistencia a la enfermedad. Hasta la fecha, dos variedades –los olivos Leccino y Favolosa (conocido oficialmente como FS17)– han demostrado su capacidad para convivir con la bacteria sin que ésta los mate. Muchos productores de aceite de oliva están empezando a plantarlas con la esperanza de que en un futuro puedan salvar a sus empresas.

Sin embargo, Boscia advierte a los agricultores de que no se hagan demasiadas ilusiones: “para que surja una nueva cepa que ataque a estas dos especies solo tiene que darse una mutación en el DNA de la bacteria”, a lo que se añade que aún no hay estudios que hayan determinado, a largo plazo, la resiliencia de estas dos especies. Además, aunque la variedad Leccino es de origen toscano, la llamada Favolosa ha sido creada artificialmente y su patente es propiedad de un solo distribuidor, lo que podría plantear problemas de especulación.

Grazia Barba es propietaria de un pequeño olivar en Monteroni, situado a pocos kilómetros a las afueras de Lecce. Su aceite Donna Oleria ha ganado varios premios por su calidad, incluido el Premio al Aceite de Oliva de Japón en 2019. Sin embargo, actualmente sus árboles están infectados con la Xylella y su principal fuente de ingresos se ha reducido considerablemente. Asimismo, Grazia solía generar ingresos adicionales gracias a los turistas que querían conocer los famosos olivares de Italia, pero estos visitantes cada vez escasean más.

“Las ventas se han reducido en aproximadamente un tercio debido a la infección”, explica a Equal Times. Sus olivos, como la mayoría de los plantados en el sur de Apulia, son de las variedades Ogliarola y Cellina, especialmente vulnerables a la bacteria.

“Erradicaremos los olivos y plantaremos variedades más resistentes cuando llegue el momento”, asegura. Pero el plan es a muy largo plazo: un olivo nuevo necesita al menos cinco años para empezar a dar fruto y entre 10 y 15 años para alcanzar su nivel máximo de productividad. Por suerte, Grazia ya ha empezado a diversificar su producción con tomates, trigo y uvas para vino como una medida provisional.

Sin embargo, la situación es más complicada para los propietarios de negocios más grandes que no contaban con una diversificación de cultivos antes de la aparición de la Xylella. Antonio Pascali, de 33 años, heredó el olivar de su padre en Vernole, situado 15 kilómetros al sur de Lecce, y lo convirtió en un negocio próspero. Hoy en día es el propietario de más de 200 hectáreas y contrata a unos 20 empleados en la temporada alta. Cuando empezaron a aparecer los primeros olivos gravemente infectados en 2016, decidió plantar 1.000 olivos de las variedades Leccino y Favolosa. Como infringió la prohibición de plantar cualquier especie vegetal en campos infectados por la Xylella tuvo que pagar una cuantiosa multa, pero hoy en día los árboles parecen estar prosperando. Al menos por ahora.

“Tenía que dar continuidad a mi empresa, pues era responsable de mis trabajadores. No podía esperar a los largos y engorrosos procedimientos burocráticos”, explica tras hacer hincapié en un problema común para muchos productores de aceite de oliva que vieron cómo la Xylella destruía sus cultivos. Como las autoridades regionales son las responsables de autorizar la erradicación de todos los olivos infectados y la plantación de los nuevos árboles, los productores tienen que enfrentarse a un embrollo burocrático que puede prolongarse durante años. Pero, aunque haya tomado estas precauciones, Pascali asegura que no tiene muy claro lo que viene a continuación: “tenemos suficientes recursos para otro año más, a lo sumo. Nuestro futuro parece bastante desolador”, admite.

Actualmente, el principal objetivo consiste en garantizar la sostenibilidad de estos negocios oleícolas, ya que ha pasado el impacto inicial de la Xylella – al menos en Lecce. “El objetivo político a corto plazo debe centrarse en la desburocratización de todo el proceso [para erradicar los árboles infectados y plantar variedades resistentes]”, advierte Francesco Manzari, director de la COLDIRETTI en Lecce. “Las empresas oleícolas no pueden seguir esperando los meses o años que se necesitan actualmente para obtener los permisos necesarios. Simplemente no pueden sobrevivir”, asegura. Asimismo, recalca la amenaza demográfica que supone esta epidemia en una zona que ha sufrido importantes oleadas de emigración juvenil a lo largo del último siglo. “Una persona joven que invirtió en un negocio oleícola solo puede reaccionar a esta crisis de dos maneras: puede diversificar o puede venderlo todo y marcharse”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.