Las catástrofes de Tazreen Fashions y Rana Plaza sacaron a la luz el coste humano de la moda rápida. Ahora lo hace la pandemia

Las catástrofes de Tazreen Fashions y Rana Plaza sacaron a la luz el coste humano de la moda rápida. Ahora lo hace la pandemia
Ver galería

El 11 de marzo de 2021 se cumplirá un año desde que la Organización Mundial de la Salud declaró oficialmente el coronavirus como pandemia. Y aunque la mayoría de los sectores de todos los países del planeta se han visto adversamente afectados, pocos han sufrido un colapso tan drástico en la demanda como la industria de la confección y el textil. Las marcas de moda han cancelado pedidos por valor de miles de millones de dólares, dejando a los proveedores del Sur Global sin ingresos y a algunos de los trabajadores más pobres de las cadenas de suministro mundiales sin empleo, salario ni ayuda económica.

En Bangladés, segundo exportador mundial de prendas de vestir confeccionadas, el impacto ha sido devastador. En un país donde el 84% de las exportaciones procede de este sector, se calcula que entre enero y septiembre de 2020 se perdieron 357.000 puestos de trabajo, lo que supone cerca del 14% de la totalidad del sector, después de que las marcas cancelaran pedidos por valor de más de 3.000 millones de dólares USD (2.480 millones de euros). Según el informe Covid-19 Tracker de Workers’ Rights Consortium, Topshop, Hema y TJ Maxx son algunas de las marcas que todavía no se han comprometido a pagar la totalidad de los pedidos finalizados o en producción.

La gran mayoría de los trabajadores del sector de la confección de Bangladés que perdieron su trabajo no recibieron los salarios que se les adeudaba ni una indemnización por despido, a pesar del paquete de estímulo de 590 millones USD (488 millones de euros) que se introdujo en marzo de 2020 para evitar el colapso total del sector. Quienes han podido mantener su trabajo también se han encontrado con horarios y salarios reducidos y suelen trabajar en fábricas donde el distanciamiento social es imposible y donde no se proporcionan equipos de protección individual. La consiguiente pobreza ha llevado a muchos a afirmar que los trabajadores temen más morir de hambre que morir de una enfermedad respiratoria.

La mayoría de los trabajadores de la confección en Bangladés son mujeres, muchas de las cuales proceden de pueblos alejados de la capital, Daca. Están mal pagadas, tienen una carga de trabajo excesiva y son económicamente responsables de los miembros de su familia tanto en su pueblo de origen como en la ciudad donde viven. Muchas de ellas fueron parte del éxodo de diez millones de trabajadores que tuvieron que viajar en autobuses, trasbordadores y trenes abarrotados para regresar a sus pueblos de origen el año pasado, después de haber perdido su empleo debido a la pandemia. Otras han permanecido en las ciudades, donde luchan para ganarse la vida a duras penas. Este reportaje fotográfico del fotoperiodista bangladesí Zakir Hussain Chowdhury cuenta la historia de algunas de las que decidieron quedarse en Daca durante una de las peores crisis de la historia del país. Todas las fotografías fueron tomadas a lo largo de varios días a finales de diciembre de 2020.

 

Mosammat Himu, de 30 años, trabajaba como operaria de máquina en Echo Apparels, en Daca, donde ganaba 10.200 takas bangladesíes BDT (aproximadamente 122 USD, 99 euros) mensuales. Debido a la pandemia del coronavirus no tiene un trabajo fijo desde marzo de 2020.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

“Tras el cierre de la fábrica, los propietarios no me pagaron el sueldo de un mes entero. Tengo dos hijos, así que tuve que empezar a trabajar como asistenta a domicilio para sobrevivir”. El Business & Human Resource Centre informa de que hay trabajadores de la confección a quienes se les debe un año entero de sueldo y prestaciones. Los propietarios de las fábricas les han dejado frente a la más absoluta indigencia.

 

Rehana Khatun, de 26 años y madre de dos hijos, trabajaba en Ananta Garments Ltd como asistenta de acabado y ganaba 8.300 BDT (aproximadamente 100 USD, 81 euros) mensuales. Pero en abril de 2020 perdió su empleo.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

“Desde que perdí mi trabajo no he conseguido encontrar otro. Mi marido era conductor, pero ahora vende verdura en la calle”, explica Rehana. Esta es su única fuente de ingresos y apenas les alcanza para sobrevivir. Consiguen mantenerse gracias a la generosidad de otros. “Nuestro casero nos ha bajado el alquiler y a veces nos da comida”.

 

Doli Akter, de 26 años, vive con su marido en una casa de una sola habitación situada en el distrito de Gazipur, al norte de Daca. Ambos trabajaban en Alif Casual Wear Ltd como operarios de máquina y ganaban un total de 20.000 BDT (aproximadamente 241 USD, 195 euros). Ambos están sin trabajo desde marzo de 2020.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

“Cuando la empresa nos despidió solo recibimos dos semanas de sueldo. Cuando reclamamos lo que se nos debía, [los jefes de la fábrica] reaccionaron de forma abusiva”. Doli y su marido habían estado sobreviviendo gracias a sus ahorros, pero el dinero se ha terminado. Como ninguno consigue encontrar un nuevo trabajo, se han quedado sin opciones: “No tenemos más remedio que regresar a nuestro pueblo”.

 

Tarjetas de identificación de trabajadores de la confección que perdieron su empleo debido a la pandemia de coronavirus.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Según un estudio reciente sobre 610 fábricas de confección y textiles realizado por el proyecto Mapped in Bangladesh, del Centre for Policy Dialogue y la Universidad de Brac, más de 357.000 trabajadores perdieron su empleo en la industria de la confección de Bangladés en 2020. También se ha sabido que solo el 3,6% de los empleadores pagaron a los trabajadores que despidieron su salario completo y las prestaciones correspondientes.

 

Hasina Begum, de 40 años, trabajó en Arif Casual Wear Ltd como operaria de máquina durante siete años, ganando 9.300 BDT (112 USD, 91 euros) mensuales.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Hace ocho años, Hasina y su marido abandonaron con sus dos hijos su pueblo en el distrito de Natore, al norte de Bangladés, para escapar de la pobreza. Su marido estuvo trabajando como conductor de furgoneta y ella trabajó en una fábrica textil hasta febrero. Desde entonces Hasina no tiene trabajo. “No podemos afrontar todos nuestros gastos con un solo sueldo, así que tuvimos que vender las tierras que teníamos en el pueblo. Mis hijos volverán allí para ir a la escuela y se quedarán con su abuelo para que podamos reducir nuestros gastos”.

 

Silpi Begum, de 52 años, trabajaba para IDS Group - Fashion Forum Ltd como operaria de costura. Ganaba 9.000 BDT (108 USD, 88 euros) mensuales hasta que perdió su empleo en abril de 2020.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Las fábricas de ropa de Bangladés han sido escenario de algunos de los peores desastres industriales de la historia moderna. El 24 de noviembre de 2012, al menos 117 trabajadores perdieron la vida en un incendio que se produjo en la fábrica textil Tazreen Fashions, a las afueras de Daca. El elevado número de víctimas mortales se debió a que las salidas estaban bloqueadas y las ventanas enrejadas.

Más tarde, el 24 de abril de 2013, el edificio de la fábrica Rana Plaza, en Daca, se derrumbó, cobrándose la vida de 1.134 personas y dejando miles de heridos. Al ser uno de los accidentes industriales más graves jamás registrados, puso en alerta al mundo sobre las pésimas condiciones de trabajo en las que se encontraban los trabajadores de la confección de Bangladés y, a raíz de ello, se aplicaron mejoras significativas en materia de seguridad.

Sin embargo, como demuestra la pandemia, los trabajadores de la confección siguen llevando una vida increíblemente difícil. Silpi trabajaba en Tazreen Fashions cuando se produjo el incendio. Al saltar desde el piso superior, se fracturó la espalda y se lesionó la cabeza. Ahora que ha perdido su trabajo en la confección debido al coronavirus, vende pasteles caseros en la calle. Silpi sigue tomando medicamentos a diario por las lesiones que sufrió en 2012. “A veces tengo dolores de cabeza. Es como si alguien estuviera intentando romperme la cabeza con un martillo, es un dolor insoportable. Después de tomar las medicinas, lo único que quiero es dormir. Pero estas son muy caras. Cuando no puedo comprarlas, y cuando nadie me compra pasteles, mendigo en la calle”. Afirma que la crisis del coronavirus le ha dejado “completamente desamparada”.

 

El matrimonio Yesmin Begum y Mohammed Hanif son trabajadores de la confección que perdieron su empleo en abril de 2020 debido a la pandemia del coronavirus.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

En un estudio de julio de 2020 se investiga el impacto sanitario y económico que la covid-19 ha tenido en los trabajadores de la confección de Bangladés. Revela que muchos trabajadores están luchando para lidiar con la ansiedad que les genera no saber si van a contraer el virus, cómo van a pagar el alquiler, la comida y las matrículas escolares, y si alguna vez volverán a sus antiguos puestos de trabajo en la fábrica. Yesmin es madre de tres hijos y está profundamente preocupada por el futuro de su familia. “Yo todavía no he encontrado otro trabajo, pero mi marido lo consiguió dos meses después de haberlo perdido. Tenemos que sobrevivir con un solo sueldo”. Dice que no es suficiente.

 

La nómina de Yesmin de su trabajo en New Age Apparels Limited.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Yesmin ganaba un salario básico de 7.000 BDT mensuales (82,35 USD, 68 euros), pero con las horas extras conseguía aumentar su sueldo a 9.781 BDT (aproximadamente 117 USD, 95 euros). El salario mínimo legal para los trabajadores de la confección en Bangladés es oficialmente de 8.000 BDT (aproximadamente 96 USD, 78 euros), que es casi la mitad de lo que debería constituir un salario digno (16.000 BDT), pero muchos propietarios de fábricas vulneran la ley y pagan menos a sus trabajadores.

 

Trabajadoras de la confección que perdieron su empleo durante la pandemia de coronavirus esperan a recibir ayuda en la sede de la National Garments Workers Federation en Daca.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Muchos trabajadores de la confección han estado sobreviviendo gracias a la ayuda proporcionada por diferentes benefactores, entre ellos sindicatos, ONG y organismos donantes. Reciben principalmente alimentos básicos como arroz, patatas, aceite de cocina, cebollas y legumbres. Pronto recibirán ayuda económica. En diciembre, la Unión Europea y Alemania se comprometieron a aportar más de 113 millones de euros (137 millones de USD) a un fondo de bienestar para los trabajadores de la confección desempleados y empobrecidos. Todavía no se sabe cuándo empezará a aplicarse el plan, pero quienes cumplan los requisitos recibirán durante tres meses una ayuda de 3.000 BDT (35,30 USD, 29 euros) mensuales.

 

Trabajadores de la confección que perdieron su empleo durante la pandemia de coronavirus reciben ayuda de la United Federation of Danish Workers, 3F, distribuida por la National Garments Workers Federation en Daca, el 25 de diciembre de 2020.

Foto: Zakir Hossain Chowdhury

Kamrul Hasan, secretario general de la Akota Garments Workers Federation, uno de los sindicatos que ha prestado ayuda a los trabajadores de la confección que se quedaron sin ingresos, afirma: “Los trabajadores de la confección han sufrido mucho. El Gobierno ayudó a los propietarios de las fábricas textiles, pero estos no han ayudado a los trabajadores. Muchas fábricas han recurrido al sistema de despido forzoso, mientras que otras se han negado a pagar los sueldos. Hemos hecho todo lo que está en nuestra mano para proporcionar ayuda a todas las personas que han perdido su trabajo durante la pandemia. Les entregamos comida, mascarillas y gel desinfectante para las manos, pero no es suficiente”.

Este artículo ha sido traducido del inglés por Guiomar Pérez-Rendón