Las kellys: la lucha de las camareras de hotel en España por unas condiciones dignas

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La temporada de 2015 fue muy buena para las empresas turísticas españolas. Ese año, el 85% de ellas “elevaron sus ventas y mejoraron sus resultados”, aportando uno de cada siete empleos y consolidándose como el sector más importante para la economía del país, según el Informe de perspectivas para 2016 de Exceltur.

Para lograrlo, el texto destaca “las políticas de eficiencia operativa” puestas en marcha. La externalización de servicios o outsourcing es una de ellas, y las camareras de piso de los hoteles, las más afectadas por sus efectos.

“España vive del turismo, pero el personal que gestiona las habitaciones es la Cenicienta de los hoteles, el que menos interés despierta, para el que hay menos presupuesto. Somos las kellys, las-que-limpiamos. Trabajamos en condiciones abusivas y el hartazgo nos ha forzado a visibilizarlo”. Quien habla así es María, nombre ficticio de una limpiadora para proteger su identidad.

Vetada en varios establecimientos por su constante denuncia de la realidad del sector, trabaja como subgobernanta en un hotel madrileño. “Cadenas como NH o Barceló, han externalizado todos sus servicios”, señala.

“Todo empezó cuando una compañera creó una página en Facebook que no dejaba de crecer. Ante la magnitud del movimiento, ella se asustó y decidió mantenerse al margen. El resto, nos constituimos como asociación estatal y funcionamos con grupos territoriales. Las más cañeras (combativas) son las canarias, que sí están poniendo en jaque a la patrona”, cuenta María. “Hacemos apoyo mutuo, vemos qué vamos a hacer, qué medidas tomar...”, detalla.

 

“Los empresarios piensan que, por ser mujeres, no van a protestar”

María describe el trabajo como “muy feminizado” y hecho por mujeres “muy vulnerables, víctimas de malos tratos, inmigrantes o madres con hijos a su cargo”.

“Necesitan el trabajo y (los patrones) se aprovechan de ello. Por otro lado, es un personal con poca formación y sus posibilidades en el mercado laboral son muy limitadas”, recalca.

Ser mujeres agrava su situación. “El nuestro es un trabajo tan invisible que cuando se diseña un hotel supermoderno, nunca se piensa en que son mujeres las que tienen que darle la vuelta a los colchones o mover el mobiliario”, se queja.

Alex Tisminetzsky, comparte su visión. Letrado especializado en Seguridad Social, enfermedades laborales y pensiones del Colectivo Ronda, cooperativa de abogados muy vinculada al mundo laboral en Barcelona y Madrid, ayuda a las kellys.

“Su condición de mujeres aumenta la precariedad y las estigmatiza socialmente. Además, conduce a la sobreexplotación; los empresarios piensan que no van a protestar. Es una situación muy difícil en un sector donde las empresas no están acostumbradas a negociar”, cuenta a Equal Times.

“Empecé a asesorarlas en el ámbito de las enfermedades laborales. Su actividad diaria es tan repetitiva que les provoca enfermedades profesionales como la epicondilitis o codo de tenista. Se jubilan muy jóvenes ya que sus problemas de salud aparecen entre los 45 y los 50 años. Al ser por enfermedad, sus pensiones son muy bajas”, explica Tisminetzsky.

“Apenas conocen sus derechos, es un colectivo muy precarizado, nada organizado ni sindical ni socialmente. Las empresas piensan que no van a encontrar oposición, por eso cometen muchos abusos. Esto es lo que las kellys quieren cambiar y para conseguirlo, se están organizando”, añade el letrado.

 

Precariedad e inestabilidad: efectos de la reforma laboral española

María recuerda el sector cuando los empresarios eran hosteleros y las cosas distintas. “Desde el boom del ladrillo el sector fue invadido por no profesionales para lavar dinero procedente de pelotazos urbanísticos”.

Pero si hay una responsable (de sus actuales condiciones), para esta kelly es la reforma laboral que el gobierno del Partido Popular aprobó en 2012, reforma que tanto Unidos Podemos como finalmente el PSOE se comprometieron a derogar en las pasadas elecciones.

“Ahora priman los convenios de empresas sobre los sectoriales. El Convenio Madrileño de Hospedaje es muy bueno pero, con la reforma laboral, despidieron a plantillas enteras para subcontratar a través de empresas de outsourcing. Pagan un 40% menos que lo estipulado en el convenio y contratan en función de la ocupación, por lo que los hoteles están teniendo problemas para encontrar personal estable. Es un trabajo muy duro –siempre lo ha sido– y se paga muy mal, así que la gente se va. Como también han eliminado las categorías profesionales del sector, no se sabe cuánta gente trabaja en él ni en qué condiciones. Es muy opaco”, resume Tisminetzsky.

“La reforma laboral ha fomentado la creación de convenios de empresa que compiten a la baja y las empresas se están acostumbrado a pagar cada vez menos. La aparición de las empresas de outsourcing en el sector solo empeora la situación. Hemos encontrado salarios por debajo del salario mínimo interprofesional –655 euros, unos 720 USD–, no se respetan los descansos y el desprecio por la Prevención de Riesgos Laborales es total. Se trata de la precarización de una situación ya precaria que concentra todos los abusos laborales que un trabajador puede sufrir”, añade el abogado del Colectivo Ronda.

 

Lucha para mejorar la situación

La experiencia de María confirma sus palabras. “Se trabaja sin los materiales adecuados, los horarios expuestos en los plannings (hojas de planificación) no son los verdaderos –es decir, nos roban días libres, así que una de nuestras demandas es que se realicen inspecciones de trabajo aleatorias–. Este es un trabajo muy duro: no tenemos vida familiar y nos estamos quedando sin salud”, se lamenta.

Sus salarios –cobran por habitación– las hacen especialmente vulnerables, como denuncia María. “Para ganar 900 euros cada kelly debe limpiar, dedicando media hora a cada una, 40 habitaciones diarias con sus baños, ropa de cama y zonas comunes. Muchas, tras jornadas de 10 y 12 horas diarias, van a casas a cuidar niños o a planchar para poder llegar a fin de mes”.

“El sector hotelero en España tiene unos beneficios increíbles, pero el estigma social y la falta de organización impiden que se utilicen para mejorar las condiciones de las limpiadoras. Ellas están luchando por darle la vuelta a las cosas y lo están haciendo muy bien”, afirma orgulloso Tisminetzsky. “Y cuanto más organizadas estén, más cosas conseguirán”, sentencia.

“Aunque hay compañeras sindicadas –está bien porque es más difícil despedirlas–, las kellys no necesitamos un carnet sindical. Los sindicatos españoles deberían buscar un nuevo modelo de lucha, más adaptado a los nuevos tiempos, a cómo se están organizando las reivindicaciones laborales en España”, critica María. Por eso para ella es importante difundir la web de la asociación, “por si otros grupos de mujeres se animan a seguir nuestro ejemplo”.

“Hemos hecho octavillas con nuestro decálogo de reivindicaciones y propuestas. Una de ellas es que se vincule el número de estrellas de un hotel a las condiciones laborales de sus empleados, porque somos el pilar del establecimiento”, concluye.