Las luchas sindicales en el Sur confrontadas con la globalización

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El 1 de mayo de 2015 fue un día normal para los aproximadamente 400.000 trabajadores nepalíes que se encuentran en Qatar y que estuvieron trabajando como de costumbre, después de que a muchos de ellos les denegasen la posibilidad de abandonar el país para volver a su casa y ayudar a sus familias tras el terremoto que había sacudido Nepal varios días antes.

Bajo el régimen de la “kafala” (patrocinio), “los empleadores tienen, por así decirlo, un poder absoluto sobre la libertad de movimiento de los trabajadores y trabajadoras”.

De igual modo, el 31 de mayo de 2015 fue un día como cualquier otro en Colombia. Aquel día, Alex Fabián Espinosa Carvajalino fue el tercer sindicalistas asesinado en la ciudad de Cúcuta desde principios de año – una triste demostración de que la violencia antisindical en el país no es ni un problema del pasado ni un problema superado.

No se trata de dos casos insólitos y remotos, sino de la expresión extrema de las tendencias antisindicales que se están dando por todo el mundo, y sobre todo en el Sur.

La Confederación Sindical Internacional (CSI), con sus 176 millones de miembros procedentes de 161 países, se presenta como la mayor plataforma sindical mundial y la fuerza democrática más amplia del planeta.

Sin embargo no representa más que el 7% de todos los trabajadores y trabajadoras – y este índice de sindicalización es aún menor en muchos países. Además, esta unión internacional se superpone a menudo, a nivel nacional, a una fragmentación y división de los sindicatos (en la República Democrática del Congo hay aparentemente 500 sindicatos registrados), que carecen de medios, de capacidades y de formaciones.

La globalización neoliberal ha reconfigurado el conjunto de las relaciones sociales, dando prioridad al mercado – como potencia supuestamente neutra y autónoma –, al cual deben estar subordinados los actores (Estados, agentes económicos, organizaciones sociales) y las políticas.

Ha reconfigurado el papel del Estado, reorientando su campo de intervención con el fin de transformarlo en garante de un clima favorable a los negocios; ha reconfigurado también las relaciones entre empleadores, trabajadores y Gobiernos, desvinculándose de toda lógica de equilibrio, de compromiso y de regulación; y ha reestructurado igualmente las relaciones laborales, socavando considerablemente las condiciones de trabajo y, con ellas, las competencias de los sindicatos.

El neoliberalismo ha ido pues acompañado de la precarización y la informalización del empleo, de un aumento radical del paro y las desigualdades, y de la fragmentación y la desintegración del trabajo formal asalariado y estable.

Esta transformación en el mundo del trabajo no es ni casual ni accesoria: se sitúa en el núcleo del programa neoliberal, que busca debilitar, eludir o destruir todo tipo de organización de trabajadores, y reconfigurar las relaciones entre éstos, los empleadores y el Estado, en beneficio de las fuerzas del mercado.

 

Desafíos antiguos y nuevos

A nivel mundial, el 60% de los trabajadores (en su mayoría mujeres y jóvenes) están empleados en la economía informal. Este porcentaje es aún mayor en el África subsahariana y en el sur de Asia.

A estos hay que sumarles todos los que realizan alguna de las formas de trabajo denominadas “atípicas”: los trabajadores migrantes (más del 50% de la mano de obra en los países del Golfo), los trabajadores/as del hogar, etc. Estos trabajadores no tienen o tienen difícilmente acceso a la protección social y a sus derechos.

¿Cómo organizar y defender a los trabajadores que, en su mayoría, no (o ya no) representan el tipo ideal de trabajador (el trabajador de sexo masculino, empleado en la industria de manera regular, asalariado a tiempo completo) en base al cual se han construido las organizaciones sindicales?

¿Cómo garantizar la autonomía de los sindicatos de cara al Estado, pero también de cara al mercado, dispositivo de captura bastante más potente, en particular mediante la introducción de objetivos de crecimiento y de pleno empleo destinados a disciplinar a los actores y a fijar su horizonte de expectativas, y sin que esta autonomía rime con despolitización?

Estas preguntas no se plantean en términos de un “simple” deslizamiento de los trabajadores de la economía informal a la economía formal, del paro al pleno empleo.

Se plantean a partir de situaciones concretas, aquí y ahora, de los trabajadores.

Así pues, en Guinea, donde más de la mitad de la mano de obra trabaja en la economía informal, los sindicatos y el conjunto de los actores de la sociedad civil, con vistas a garantizar la transición democrática, han presentado un “pacto” que no apunta tanto a la formalización de la economía informal sino más bien a su acompañamiento “mediante medidas apropiadas para su desarrollo”. La cuestión es partir de los propios actores, investigando las diversas formas que puede adoptar la formalización.

En Camboya, durante las manifestaciones y huelgas del invierno de 2013 en la industria textil se produjo una convergencia de las organizaciones sindicales de los trabajadores de la economía formal e informal. A nivel internacional, la CSI y las redes internacionales de vendedores ambulantes (StreetNet) y de trabajadoras/es del hogar (WIEGO) están tratando de articularse en el seno de la OIT para discutir la transición de la economía informal a la economía formal.

El neoliberalismo subordina el respeto de los derechos de los trabajadores y de la libertad sindical en el marco macroeconómico. En ese sentido resulta imposible aislar la responsabilidad de la explotación de tipo esclavista de los trabajadores migrantes, y la criminalización de la protesta social, en dos países como Qatar y Colombia. La construcción de estadios de fútbol para la Copa del Mundo de 2022 y el acuerdo de libre comercio entre Colombia y la Unión Europea forman parte de esta dinámica antisindical y hostil a los trabajadores, que hace corresponder, como dice el intelectual ugandés Yash Tandon, el comercio y la guerra.

Si bien los sindicatos se están viendo especialmente afectados por el neoliberalismo, muchas de las luchas sociales importantes de estos últimos años en el Sur se han originado fuera o al margen del ámbito sindical.

Los vínculos y articulaciones (o su ausencia) entre estas diversas formas de movilización y reivindicación determinan ampliamente las posibilidades de un vuelco de la matriz neoliberal – vuelco sin el cual los derechos de los trabajadores y trabajadoras seguirán estando comprometidos.

En consecuencia, la cuestión principal para los sindicatos se formula no tanto en términos de acumulación – nuevos trabajadores, nuevas fuerzas – sino más bien en términos de reinvención de las alianzas y de las luchas.

 

This article has been translated from French.