Las muertes por sobredosis salen del armario

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“El 14 de marzo de 2011 fue y será el peor día de mi vida. Aquel día recibí una llamada telefónica de mi hijo mayor para informarme de que su hermano, Michael, había muerto de una sobredosis”.

No hay dolor más profundo que el de un padre que ha perdido a un hijo.

Este homenaje de Cathy a su hijo en la página web del Día Internacional de la Concienciación sobre la Sobredosis es uno de los muchos que han escrito padres que han perdido a un hijo por esta razón.

El Día de la Sobredosis, el 31 de agosto, empezó en Saint Kilda (Australia) en 2001. Fue un pequeño acto en el que dos trabajadores comunitarios locales repartieron lazos a cualquiera que quisiera recordar a un amigo, pareja o familiar que hubiera fallecido por sobredosis.

Aquel primer año se repartieron más de 6.000 lazos plateados. Claramente, el acto tocó una fibra sensible y en poco tiempo se extendió por Australia y por todo el mundo.

Este año, el Día de la Sobredosis se celebró con unos 150 actos en Estados Unidos, Australia, Canadá, Reino Unido, Irlanda, Noruega, India y Nueva Zelanda. Los actos fueron muy variados, desde desayunos, proyecciones de películas y servicios religiosos hasta vigilias con velas y manifestaciones.

Además, se animó a la gente a que publicara sus sentidos homenajes en la página web www.overdoseday.org y compartiera sus historias con los demás.

Entre las publicaciones de la página web estaba el conmovedor homenaje de Cathy. En él nos cuenta una historia de promesas, adicción y pérdida que, por desgracia, ya es demasiado común.

“Mucha gente quería a Michael. Era inteligente, divertido y amable con todos los que le conocían. Llevaba muchos años luchando contra la adicción y se encontraba en esa montaña rusa en la que intentaba dejar la droga para seguir adelante con su vida y volvía a caer en el abismo. A lo largo de todos esos años consiguió acabar un máster de educación y esperaba cumplir su sueño de convertirse en un profesor de educación especial. La sobredosis se produjo cuando estaba intentando dejar la droga por su cuenta. Fue un grave error y siempre cargaré con la culpa de no haber insistido para que lo hiciera con ayuda y supervisión. Murió a los 31 años, tan solo unos meses antes de la boda de su hermano”.

Las muertes por sobredosis no solo se dan entre la gente que vive en los márgenes de la sociedad. Puede pasarle a cualquiera en cualquier lugar. Es más, se están dando más a menudo de lo que la mayoría de la gente piensa o se atreve a admitir.

Según el Informe Mundial sobre las Drogas de las Naciones Unidas de 2014, en 2012 se registraron alrededor de 183.000 muertes causadas por la droga. Por supuesto, muchas más ni siquiera se registran como tales. Igual de duros son los datos que revelan que solo uno de cada seis consumidores problemáticos de drogas tiene acceso o recibe tratamiento o servicios para drogodependientes.

A pesar de la impactante escala del problema, las muertes por sobredosis siempre pasan desapercibidas. En todos los debates en los medios de comunicación sobre la “guerra mundial contra las drogas”, el sufrimiento personal de los que han perdido a un ser querido rara vez se menciona y mucho menos se reconoce.

Como explica Cathy en su homenaje a Michael, los padres de las personas que fallecieron por sobredosis soportan una carga tremenda debido a la pérdida, la culpa y la vergüenza.

“Aunque por fin he superado la etapa crítica de mi duelo y he aceptado que Michael ya no está aquí, todavía tengo días duros en los que lloro fácilmente y desearía poder volver atrás en el tiempo. Echo de menos a Michael todos los días. Y todos los días pienso en qué podría haber hecho diferente. Mi corazón se rompe una y otra vez cuando oigo hablar de otro joven que ha desaparecido por esta tragedia y de otra madre que vivirá llena de dolor. Me siento paralizada porque no se me ocurre hacer otra cosa que empezar a hablar en voz alta sobre este asunto”.

El estigma vinculado al consumo de drogas sigue siendo fuerte. Dicho estigma afecta a la salud mental y al bienestar de los consumidores de drogas. Las barreras sociales que provocan nuestras actitudes frente a los consumidores de drogas frenan su capacidad para acceder a un tratamiento que les puede salvar la vida.

Las repercusiones derivadas de nuestro tabú cultural acerca del consumo de drogas no acaban cuando muere una persona. Pueden seguir afectando a las familias, hurgando en las heridas provocadas por la pérdida.

Otro homenaje, de Karen a su pareja Shane, refleja la idea de que las muertes por sobredosis de alguna manera se perciben como menos dignas y, por tanto, el dolor asociado a dichas muertes también lo es:

“No sé por qué alguna gente piensa que si una persona ha muerto de sobredosis no es tan trágico como si hubiera muerto en un accidente de coche o de una enfermedad terminal... Sigue siendo una pérdida, independientemente de cómo murió”.

Leyendo los homenajes a las personas que fallecieron por sobredosis uno se siente en una montaña rusa emocional. Todos hablan del vacío que dejaron, la mayoría expresan sentimientos de tristeza y promesas no cumplidas y algunos dan rienda suelta a la ira y la frustración.

Por ejemplo, la siguiente publicación de Jamie nos reta a todos a detenernos, pensar y actuar:

“Son nuestros hermanos y hermanas los que están muriendo debido a las drogas. ¿Cuándo dejaremos de ignorar este asunto? ¿Cuándo dejaremos de juzgar a los demás? ¿Cuándo dejaremos de etiquetarles? ¿Cuándo dejaremos de culparles? ¿Cuándo empezaremos a reconocer que en este país existe una enorme epidemia? ¿Cuándo empezaremos a apoyar a los afectados y a sus familias? ¿Cuándo?”.

El Día de la Sobredosis constituye un pequeño pero importante paso para responder al grito de Jamie.

En realidad se trata de reconocer el valor infinito de cada ser humano.

Si hay un sentimiento de comunidad, habrá fuerza. Y si hay pasión, habrá esperanza. El Día de la Sobredosis ofrece una oportunidad para recordar a las personas que hemos perdido y para imaginar un futuro mejor el resto del año.

 

This article has been translated from French.