Las mujeres iraníes ponen en jaque al régimen de los ayatolás

Las mujeres iraníes ponen en jaque al régimen de los ayatolás

Solidarity demonstrations are being held in major cities around the world, from Sydney to Los Angeles. “Die, die dictator!”, “Woman, life and freedom!” chant hundreds of women and men at a rally in the Turkish port of Kadiköy on the Asian shore of the Bosphorus in early October.

(Marga Zambrana)

Cortarse el pelo es un ritual de duelo por la muerte de un ser querido, una tradición que ya se recogía en el poema Shāhnāmé o El Libro de los Reyes, escrito por el poeta persa Ferdousí hace mil años. Esta tradición está muy presente en las zonas del Kurdistán iraní. Y durante estas semanas se ha convertido en una forma de protesta que las iraníes usan para expresar su angustia y su rabia por los abusos que sufren.

“¡Mujer, vida y libertad!”, gritó la eurodiputada sueco-iraquí Abir al Sahlani tras cortarse el pelo ante las cámaras el pasado 4 de octubre. El gesto ha sido emulado en redes por decenas de celebridades como Penélope Cruz o Juliette Binoche, y Angelina Jolie ha expresado su respeto y admiración por las mujeres iraníes que lideran las protestas exigiendo el fin del hiyab obligatorio y del régimen islámico.

La muerte a mediados de septiembre de la joven kurda Mahsa Amini, de 22 años, ocasionada por los golpes propinados por la ‘Bajid’, o Policía de la Moral, por haber dejado al descubierto parte de su cabello bajo el velo ha desencadenado las actuales protestas. La violenta represión de estas ha dejado hasta la fecha al menos 201 muertos, entre ellos varios niños.

En las principales ciudades del mundo, desde Sídney hasta Los Ángeles, se producen manifestaciones de apoyo. Sobre todo en aquellas donde se concentra buena parte de una diáspora de más de 4 millones de personas (de una población de 86 millones) que en las últimas cuatro décadas ha huido de la represión del régimen de Teherán.

En la vecina Turquía se refugian unas 140.000, según datos de migración iraníes. Las protestas en Estambul, Ankara o Izmir se producen de forma regular frente a las legaciones persas o en zonas céntricas.

“¡Muere, muere dictador!”, “¡Mujer, vida y libertad!”, son los eslóganes que corean centenares de mujeres y hombres en una concentración en el puerto de Kadiköy, en la orilla asiática del Bósforo a principios de octubre. Las mujeres queman sus hiyabs negros y los lanzan al cielo de la tarde. Portan flores blancas, fotos de Mahsa Amini y pancartas pidiendo el fin del régimen de los ayatolás. Algunas se cortan el pelo y empuñan el mechón. La multitud grita, aplaude y canta el himno de las protestas, “Baraye”.

Una buena parte de las asistentes son iraníes, pero también hay feministas turcas, kurdas y activistas de izquierdas. Los efectivos antidisturbios turcos son más numerosos que los manifestantes, aunque el Gobierno turco no se ha manifestado sobre estas protestas.

“Mis amigos en Irán se están manifestando. Sé que todo va a ir bien allí, la revolución va a ir bien. Van a cambiar el régimen en Irán y avanzarán hacia una democracia”, explica a Equal Times Khatereh, una manifestante que dejó Irán hace un año.

Es consciente de que sus amigos pueden morir en las protestas: “sí, ese es el precio de la libertad, y lo pagaremos”.

Entre los muertos ha habido ya otras adolescentes como Nika Shakarami, Nima Shafighdoust y Sarina Esmailzadeh que –junto a Amini– se están convirtiendo en símbolos de una generación que ha crecido con redes sociales como TikTok, Twitter y Telegram; que tiene acceso a la prensa internacional y que aspira a lo que denomina “una vida normal”, sin restricciones. Son apenas niñas, pero tienen la audacia de filmarse en vídeos saltando sobre las fotos del Ayatolá Ruhollah Khomeini (1902-1989) y de su actual sucesor, un enfermizo Ayatolá Ali Khameini de 83 años, ambos líderes religiosos supremos.

Más allá de la igualdad para ellas

Las movilizaciones en Irán no tienen líderes. “Eso es malo y bueno. Malo porque complica la organización, y bueno porque el régimen no puede frenar el movimiento descabezando a ningún líder”, como ocurrió en 2009, señala Kaveh Nematipour, activista de 42 años del Movimiento Verde que vive en Estambul desde hace una década. “Las movilizaciones se producen de forma aleatoria. La gente sale por las noches, y si ven un grupo pequeño, se unen a este y empiezan a cantar. La gente ya no aguanta más. Todos quieren un cambio: los kurdos, los pobres, los liberales”, dice a Equal Times.

“Soy una chica de Irán que quiere un gobierno liberal, secular y democrático para poder tener una vida normal en nuestro país”, explica en Estambul otra manifestante, de unos 20 años, que prefiere no dar su nombre por seguridad. Y agrega: “Estamos protestando contra el acoso que sufrimos las mujeres en las calles, en las escuelas, en las universidades, en la familia. Nos obligan a llevar hiyab cuando salimos, y si no sigues la ley islámica, podemos ser castigadas o encarceladas”.

La joven describe parte del encorsetamiento en el que viven las iraníes: no pueden cantar ni bailar, ni participar en multitud de deportes, ni viajar sin permiso del marido. Hay segregación de sexos en la educación.

La ley de la sharía prohíbe a las mujeres iniciar un divorcio, u obtener la custodia de los hijos; su testimonio legal, herencia y compensaciones por fallecimiento valen la mitad que los del hombre; la edad legal de matrimonio para las mujeres es 13 años, o 9 con permiso del padre. Los hombres pueden tener hasta cuatro esposas permanentes, y un número infinito de temporales. Los maridos pueden violar a sus mujeres o a sus hijas –y los jefes a sus empleadas– prácticamente con impunidad. La ley no prohíbe los delitos de honor ni la mutilación genital. El acceso a ciertas profesiones está vetado para ellas. Y hasta 2019 las mujeres no podían asistir a partidos de fútbol. Fue necesaria la autoinmolación de una joven para que la presión internacional hiciera ceder al régimen.

Este marco draconiano (que fija la ley, y otras veces acontece a pesar de ella) choca con una realidad en la que son más las mujeres universitarias que los hombres, su nivel cultural es más alto, y sin embargo el índice de empleo de la población activa femenina es de apenas el 14%, de los más bajos del mundo.

La situación económica ha empeorado con la pandemia. Y las leyes que limitan a las mujeres se han endurecido desde la llegada a la presidencia en 2021 de Ebrahim Raisi, vinculado a una masacre en las prisiones de Irán en 1988 en la que fueron asesinadas 5.000 personas.

La joven manifestante de Estambul enumera otros agravios: “Las hijas y nietas de nuestros políticos, que viven en EEUU o en Reino Unido, son libres, posan casi desnudas en las redes sociales. Y nosotras no somos libres, no tenemos derechos, no tenemos oportunidades, y cada día somos más pobres”.

Algunos observadores hablan ya de una primera revolución en Irán liderada por mujeres. Pero para Azadeh Pourzand, responsable de derechos humanos de Impact Iran, la mujer iraní ha participado en todas las revoluciones del último siglo.

“Las mujeres siempre han estado presentes en la vanguardia de la mayoría de protestas en el Irán contemporáneo, incluyendo la revolución islámica de 1979, el Movimiento Verde (2009), y en las protestas nacionales de diciembre de 2017, enero de 2018 y noviembre de 2019”, explica a Equal Times Pourzand, que es también directora ejecutiva de la Fundación Siamak Pourzand para la libertad de expresión, creada en honor a su padre, un periodista y prisionero de conciencia que se suicidó en 2011 estando bajo arresto domiciliario.

El movimiento por los derechos de la mujer “es también uno de los más antiguos y con las bases más fuertes desde hace cien años, a pesar de la violenta represión de la República Islámica en las últimas cuatro décadas”, añade. La historia de este movimiento se inicia incluso antes de la Revolución Constitucional (1905-11), cuando las mujeres empiezan a reclamar el acceso a la educación.

Tras el golpe de Estado en 1921 de Reza Shah Pahlavi (monarca entre 1925-41), este instigó reformas radicales de tipo secular, entre ellas la emancipación de la mujer y la destrucción de los privilegios clericales. Con el fin de modernizar el país, Pahlavi ordenó a sus soldados arrancar el velo a las mujeres, aunque fuera a punta de pistola, y los turbantes a los hombres. Los estudiantes religiosos que protestaron fueron acribillados en las calles. A pesar de la dureza y corrupción de la dinastía, las reformas liberales favorecieron la Ley de Protección Familiar (1966), y la mujer consiguió el voto en 1965. Pero el secularismo impuesto atizó una reacción radical religiosa y antioccidental, y con Khomeini ya en el poder se abolieron los derechos de las mujeres y se instauró el velo obligatorio hasta hoy.

Pourzand destaca lo que diferencia la actual revolución de las anteriores. “Tiene dos características clave: el papel central de los derechos de las mujeres y su conexión con demandas y agravios fundamentales del resto de la nación”.

“Aunque las protestas se iniciaron por la muerte de Mahsa Amini, y la objeción al velo obligatorio y a la policía de la moral, las demandas ahora están llegando a pedir un cambio de régimen”, continúa.

Y no debe olvidarse “el papel crítico de la generación Z, sin cuyo coraje e increíble sentido de movilización de base no estaríamos donde estamos hoy en términos de avances en la lucha. Estas protestas son un momento monumental en el Irán de hoy y creo que han marcado un antes y un después en el país”, sentencia Pourzand.

La edad media de los manifestantes apenas supera los 18 años. “Esta generación joven ha dicho ‘estamos jodidos’, y están liderando porque no ven un futuro. Un salario no alcanza para una vivienda, no pueden irse del país, como hicimos nosotros, o tener una vida normal. No tienen nada que perder, y han dicho ‘no queremos esta mierda’”, analiza Nematipour, “nosotros, en 2009, éramos unos blandos comparados con ellos. En mi tiempo nos podíamos ir a una universidad europea. Pero ahora, para hacer eso, tienes que ser rico, conseguir un visado europeo cuesta 8.000 euros”.

El deseo de libertad de los jóvenes ha conectado con una población empobrecida, sin capacidad de hacer entrar dinero, con una inflación rampante de un 80% y una corrupción cancerígena que no puede esconderse en las redes sociales.

Analistas y manifestantes coinciden en que la violencia no cesará en los próximos meses y esperan más represalias y matanzas, ya que el régimen ha dejado claro que el hiyab no es negociable. Si cae el velo, caen los ayatolás.

This article has been translated from Spanish.