Las redes informales de protección y apoyo de las trabajadoras del hogar filipinas en Jordania

Las redes informales de protección y apoyo de las trabajadoras del hogar filipinas en Jordania

18 de febrero de 2018. Numerosas trabajadoras del hogar filipinas regresan a Manila tras haber trabajado en Oriente Medio. En Jordania, las trabajadoras del hogar filipinas están usando las redes sociales e informales para ofrecer consejos y apoyo moral.

(Noel Celis/AFP/Getty Images)

Cuando salió de Filipinas para trabajar en Jordania, Rosa (nombre ficticio) llevaba dos teléfonos móviles. Ya sabía que la empresa de contratación que lleva a las mujeres como ella a Oriente Medio para trabajar como empleadas domésticas, niñeras y cuidadoras le confiscaría uno. El otro se lo escondió en el sujetador.

El teléfono constituía la única manera de comunicarse con sus hermanos. Mantenerles fue la principal razón por la que aceptó un puesto de trabajo en Jordania, a miles de kilómetros de su hogar.

Rosa empezó a trabajar como empleada doméstica interna para una familia jordana. Trabajaba muchas horas, tenía que estar disponible todo el tiempo y no tenía permitido salir de la casa. “No me pagaron mi salario durante tres meses. Cuando mi jefe me intentó violar, me escapé”, denuncia.

Las trabajadoras migrantes del hogar llegan a Jordania a través de un sistema de patrocinio o tutela conocido como la kafala, que vincula el permiso de residencia legal del trabajador a su empleador. El sistema de la kafala es común en muchos países de Oriente Medio y otorga a los empleadores un control casi total sobre la vida de sus empleados. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo ha descrito como “una forma contemporánea de esclavitud”.

Después de haber escapado de su primer empleador, su empresa de contratación le envió a otro hogar, pero la segunda familia para la que trabajaba tampoco le trataba mucho mejor. “El hijo tenía 16 años y solía golpearme y gritarme”, asegura Rosa mientras lucha por evitar las lágrimas. “Me deprimí mucho. Me quería morir”.

“Luché contra mi jefe por mi dignidad”

En Jordania hay 50.000 trabajadores migrantes del hogar registrados, pero es probable que la cifra sea muy superior, pues miles de ellos trabajan en negro. Son originarios de Filipinas, Bangladés, Sri Lanka y Uganda y la inmensa mayoría son mujeres.

Les ofrecen contratos de dos años y las trabajadoras esperan que les paguen lo suficiente para enviar dinero a sus familias en sus países de origen. Aunque muchas reciben el salario que les habían prometido, otras acaban atrapadas en situaciones de abuso y explotación.

Numerosas organizaciones de derechos humanos han documentado casos de empleadores que golpean a las trabajadoras del hogar, las encierran dentro de casa y les niegan alimentos y asistencia sanitaria en Jordania. El impago de los salarios prometidos, la confiscación de los pasaportes y las largas jornadas laborales sin descanso se consideran generalizados.

“Me subí a la ventana y pensé en saltar, pero como tenía que cuidar de mi hermano y mi hermana di un paso atrás. Ellos contaban conmigo. Dependían de mí para acabar la universidad”, explica Rosa.

La posibilidad de mantenerse en contacto con sus hermanos y saber que estaban yendo a la universidad y que se encontraban bien en Filipinas ayudaron a Rosa a aferrarse a la vida. Se apartó de la ventana y decidió empezar a exigir sus derechos. “Luché contra mi jefe por mi dignidad”, nos cuenta.

Aisladas en las casas de sus empleadores y con pocas oportunidades para formar lazos de amistad y crear redes sociales, las trabajadoras del hogar internas tienen más probabilidades de recurrir al suicidio cuando se enfrentan a situaciones desesperadas.

“Lo único que tenía era mi teléfono cerca del pecho”, asegura Rosa. Hoy en día trabaja en el servicio de limpieza de una organización no gubernamental en Ammán y describe sus actuales condiciones laborales como “un sueño”, pues tiene un seguro, seguridad social y “un buen salario”.

Durante los últimos años, Rosa también ha estado utilizando su teléfono para comunicarse con otras trabajadoras del hogar filipinas y para apoyarlas cuando se encuentran en problemas. “Me encanta ayudar a otras trabajadoras del hogar porque su experiencia es mi experiencia”, afirma Rosa. “Si tienen cualquier problema les digo que luchen y que sean fuertes”.

Apoyo y solidaridad en línea

Rosa y su grupo de amigas, todas mujeres procedentes de Filipinas, gestionan varios grupos de apoyo y solidaridad en línea. A través de grupos de Facebook y WhatsApp fomentan la sensibilización acerca de los derechos de las trabajadoras del hogar, traducen documentos e información importante y se mantienen en contacto con otros trabajadores de Filipinas en Jordania.

“Usamos estos grupos para ayudarnos las unas a las otras”, explica Rosa. Las trabajadoras se ponen en contacto con ellas para pedirles consejo o solicitar ayuda cada vez que se meten en problemas con sus empleadores.

“Si la situación es muy grave nos ponemos en contacto con la embajada. Si lo podemos resolver dentro de nuestro grupo intentamos solucionarlo nosotras mismas. Hay mucha solidaridad entre nosotras”, agrega.

Sin embargo, no todas las trabajadoras son capaces de pedir ayuda y beneficiarse del mismo tipo de solidaridad. Aunque la comunidad filipina está bien organizada y bastante bien informada sobre los derechos de los trabajadores, las trabajadoras del hogar pueden sentirse aisladas, especialmente si tienen limitada la comunicación o les impiden salir de la casa de su empleador.

“La empresa [de contratación] suele quitarnos los teléfonos”, denuncia Mary, una amiga de Rosa que también es una trabajadora del hogar filipina. “A mí me lo quitaron y me dijeron que tenía prohibido usarlo”.

Según la legislación jordana, las trabajadoras del hogar pueden conservar sus pasaportes, tienen derecho a comunicarse con sus familias y deberían tener una jornada laboral regulada y un día libre a la semana. Pero no todas las empresas de contratación ni los empleadores están cumpliendo la ley. En 2003, Jordania se convirtió en el primer país árabe en utilizar contratos estándar para las trabajadoras del hogar y en 2008 fue el primero de la región en incluir a las empleadas del hogar en las medidas de protección laboral. Sin embargo, las organizaciones de derechos humanos advierten que dichas medidas han resultado ser ineficaces en la mayoría de los casos. Debido a las dificultades que entraña llevar a cabo inspecciones en residencias particulares, las leyes que protegen a las trabajadoras del hogar no se suelen cumplir.

La importancia de las redes informales

Tamkeen, una ONG jordana que ofrece apoyo a los trabajadores migrantes, descubrió que a pesar de las reformas jurídicas que se han llevado a cabo en Jordania durante la última década, los derechos de las trabajadoras del hogar siguen violándose sistemáticamente. Un informe publicado en 2015 reveló que a muchas de ellas les impiden comunicarse con sus familias y una gran parte sigue estando expuesta a maltratos físicos, verbales y sexuales.

Rosa y sus amigas también forman parte de una red que organiza sesiones de sensibilización acerca de los derechos de las trabajadoras del hogar y la legislación laboral. Dicha red se coordina con la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar (FITH), fundada en 2009 con el objetivo de movilizar a estas trabajadoras para que luchen por unas condiciones laborales dignas. Uno de los principales objetivos de la FITH consistía en luchar para lograr un convenio de la OIT que protegiera los derechos de las trabajadoras del hogar.

“Gracias a nuestra voluntad férrea firmamos un tratado con otras trabajadoras del hogar de todo el mundo”, explica Faith (nombre ficticio), que es filipina y lleva más de dos décadas trabajando como empleada doméstica y cuidadora.

En 2011, la OIT adoptó un convenio que establecía una normativa laboral para las trabajadoras del hogar y las protegía de la violencia. En 2012, Filipinas se convirtió en el segundo país del mundo en ratificar dicho convenio. Jordania lo sometió a votación, pero todavía no lo ha ratificado.

En este país no existe ningún sindicato de trabajadoras del hogar y la legislación jordana no permite que los trabajadores migrantes voten ni sean elegidos para cargos sindicales. Por tanto, la red informal que se ha creado en Jordania ofrece a las trabajadoras del hogar una oportunidad para apoyarse mutuamente.

Faith es una destacada defensora de los derechos de las trabajadoras del hogar y se emociona al hablar sobre su activismo y los recientes avances que han logrado en Jordania. Pero de repente mira el reloj. “Tengo que irme”, se excusa. “Mi señora es diplomática. Tengo que prepararles la cena esta noche”.

Sus amigas se quedan en una cafetería del centro de Ammán, debatiendo sobre lo infravalorado que está en Jordania el trabajo que realizan limpiando, cocinando y cuidando a los niños y ancianos.

“Nos tratan como a sirvientas. ¿Qué digo sirvientas? ¡Esclavas! La pregunta clave es: ¿por qué nos tratan así?”, pregunta Mary. “Los empleadores solo piensan en su dinero y nos obligan a trabajar sin parar”, responde Rosa. “Pero nuestro trabajo es sumamente importante. ¿Por qué no lo aprecian?”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.