Las últimas mineras de Bosnia

Las últimas mineras de Bosnia

Hata Muratović Hasanspahić is one of the last women working at the Breza coal mine. Her retirement in 2018, after over 30 years of service, along with that of her female colleagues, will bring an end to a gender equality experiment launched during the Yugoslav era. Breza, 27 November 2017.

(Jelena Prtoric)

“Al principio sientes una presión muy fuerte en los oídos. Después se hace la oscuridad, una oscuridad total que te toma por sorpresa. Hacen falta unos segundos para que los ojos se acostumbren a la débil luz de las lámparas. Y por último te invade ese olor, tan difícil de describir…”.

Hoy, Hata Muratović Hasanspahić ya no presta atención a la oscuridad, ni al olor. Lleva treinta años bajando a la negrura de la tierra, trabajando rodeada de ruidos de máquinas y explosivos, respirando el olor a azufre de la mina de Breza, en Bosnia Herzegovina.

Breza, una localidad de unas 17.000 almas situada a unos 20 kilómetros de Sarajevo, creció en torno a la mina de carbón, inaugurada en 1907 por Austria-Hungría, cuando Bosnia-Herzegovina formaba parte aún del imperio austrohúngaro. Los documentos de la época dan fe de la extrema dureza de las condiciones en las que allí se trabajaba, también las carreteras y los inmuebles.

La mina llegó a su apogeo durante la Yugoslavia socialista, creada al finalizar la Segunda Guerra Mundial. El minero se convierte entonces en uno de los símbolos de la nueva clase obrera, que demuestra su amor a la patria a través del trabajo.

Era la época en la que las minas competían entre sí por producir la mayor cantidad de carbón posible, la de Breza podía enorgullecerse de contar con el minero más productivo.

En 1949, el equipo del minero Alija Sirotanović extrajo en Breza 152 toneladas de carbón en ocho horas, batiendo el récord de 50 toneladas que había marcado en 1935 el ruso Alexey Stakhanov. Este récord mundial de extracción de carbón fue de especial trascendencia porque coincidió con el momento en que el líder yugoslavo Josip Broz Tito rompió los lazos culturales y políticos de Yugoslavia con la Unión Soviética de Stalin.

El minero, cuando Tito le recibe y le ofrece la recompensa que prefiera para su trabajo, responde que solo quiere “una pala más grande”.

El pueblo de Breza se transforma en esa época en una auténtica ciudad industrial. Allí van a instalarse numerosos ingenieros y obreros, venidos de todos los rincones del país. Se abren restaurantes, escuelas, un cine. La compañía construyó apartamentos para sus asalariados y, todos los veranos, les pagaba vacaciones en la costa croata.

La mina, un mundo de hombres

En 1980 abre sus puertas en Breza la primera escuela técnica y la compañía minera ofrece becas a los estudiantes y les garantiza un contrato al finalizar los estudios.

Seducida por esta promesa, Hata –de padre y abuelo mineros– no lo duda: en 1984 es de las primeras mujeres que contrata la mina de Breza. De los 42 estudiantes su promoción, 23 eran chicas y 19, chicos.

“Se oía a gente decir que aquel no era oficio para una mujer. ‘¿Qué vamos hacer con todas esas mujeres en la mina?’, se preguntaban”, recuerda Hata, sentada en su oficina, vestida con bata de faena azul marino. Tiene el cabello rubio, corto y suelto, el rostro liso y sonriente; aún no ha cumplido los 51 años.

Hata empezó a trabajar el 18 de octubre de 1984, preparando explosivos. Engranaba largas jornadas laborales durante las que recorría decenas de kilómetros bajo tierra, a veces con el primer equipo del día, que se ponía en marcha a las 7:00 de la mañana; otras comenzaba su jornada a última hora de la tarde. Su lugar de trabajo era una sucesión de túneles subterráneos y galerías abarrotadas de explosivos. Casi todos sus colegas son hombres.

“Al principio los hombres se volvían cuando me oían hablar, ¡una voz femenina!, no estaban acostumbrados. Pero acabaron aceptándonos como a iguales. Compartíamos los almuerzos, sentados todos en el suelo, sucios, empapados de sudor, con ratas corriendo a nuestro alrededor. Bajo tierra, todos somos iguales”, explica Hata.

¿Totalmente iguales? Las mujeres tienen problemas específicos, admite Hata. Como el de lavarse al salir de la mina. Hata terminó por cortarse la melena, que le llegaba a la cintura, porque “no podía cuidarla, con este ritmo de trabajo”.

Otro problema es el de tener que pasar ocho horas trabajando sin poder ir al aseo. Porque en los pasillos de una mina no hay aseos para las mujeres. Los hombres se las arreglan, pero las mujeres tienen que acostumbrarse a beber menos agua.

Los años de la guerra, tras la desintegración de Yugoslavia, fueron los que más marcaron a Hata. Las bombas apuntaban cada día hacia la mina, que debía mantenerse en funcionamiento para aprovisionar de carbón a la central vecina, que alimentaba de electricidad a la ciudad Sarajevo.

A pesar de tener a su marido en el frente y estar embarazada, Hata continuó yendo a trabajar todos los días.

“Tenía miedo, evidentemente. Pero no había más remedio que seguir trabajando y confiar en sobrevivir”, suspira Hata.

“Un buen trabajo”

Al terminar la guerra la mina no volvió a recuperar la gloria de antaño, pero continuó siendo el principal empleador de la localidad.

“En torno al 90% de la electricidad consumida en Bosnia-Herzegovina procede del carbón. Por suerte, el terreno en Bosnia es rico en carbón negro de gran calidad”, explica Ćamil Zaimović, director de la mina.

“La empresa produce unas 700.000 toneladas de carbón explotable, que equivalen a un volumen de negocios de 40 a 45 millones de marcos convertibles (entre 20 y 22 millones de euros)”, añade Zaimović. La producción se destina sobre todo al mercado interior, ya que la normativa medioambiental imposibilita su exportación al mercado europeo.

Desde 2009 Breza —y otras seis minas de carbón del país— han formado el consorcio energético público Elektroprivreda Bosne i Hercegovine.

La gestión por parte del Estado se considera fuente de seguridad. Se valora más trabajar en la mina, incluso hoy en día, que en la mayoría de los comercios de la ciudad.

Tras la desaparición de Yugoslavia y la llegada de la economía de mercado a Bosnia-Herzegovina, muchas empresas estatales radicadas en Breza tuvieron que echar el cerrojo.

“Por lo menos en Breza sabes que tu salario irá cada mes a tu cuenta. Además, cobramos más que en el sector privado. Disfrutamos de vacaciones, cotizamos. En una empresa privada nunca sabes si percibirás tu salario al mes siguiente. Y te pueden despedir de un día para otro”, lamenta Hata.

Las últimas “caras negras”

Aún así, este trabajo estará a partir de ahora reservado a los hombres. La escuela de minas continúa funcionando en Breza y hay niñas estudiando allí, pero éstas no encontrarán trabajo en las minas.

“En Yugoslavia se hacía trabajar a las mujeres en los pozos con un fin ideológico. Pasar todo el día bajo tierra no es trabajo para mujeres”, cree Ćamil Zaimović.

Los mineros que se van jubilando son sustituidos exclusivamente por hombres, que entran como peones, efectuando los trabajos físicos más difíciles y, años más tarde, ascienden a la categoría de técnicos.

Entre los 1.250 empleados de la mina de Breza, apenas queda una decena de mujeres.

Trabajan como tecnicas de ventilación, encargadas de seguridad o inspectoras de calidad del carbón. Las mujeres mineras ya no están obligadas a descender a las galerías todos los días.

Algunas aprovecharon la oportunidad para cambiar de puesto y pasar a tareas de superficie “más fáciles”. Otras, como Indira Buluburišić, secretaria del director, encontró un puesto administrativo tras sufrir un accidente laboral que le quemó la mano.

Hata se jubilará a principios de 2018 y no lo lamenta, en absoluto: “Quiero descansar, por fin”, dice riendo.

“Me he ganado la vida en la mina, construí mi casa gracias a ella y mañana disfrutaré de una jubilación… El trabajo era extenuante, pero no me arrepiento de nada”.

This article has been translated from French.