Laura Baena: “En esta sociedad patriarcal los hombres siguen siendo los héroes y las mujeres las malas madres”

Laura Baena: “En esta sociedad patriarcal los hombres siguen siendo los héroes y las mujeres las malas madres”

“Nuestra lucha es para que mañana no sea una utopía que nuestras hijas puedan conciliar la maternidad con su carrera laboral”, dice la española Laura Baena, una publicista de formación que acabó dejando su carrera profesional para cuidar de sus tres hijas y fundó el club de las ‘Malasmadres’, al que ya se han unido más de un millón de mujeres.

(Orlando Gutiérrez)

El club de Malasmadres nació en 2015 en Twitter como el “desahogo nocturno” de una madre primeriza. Hoy se ha convertido en un referente de la lucha por la igualdad en los países de habla hispana con una comunidad de más de un millón de ‘malas madres’ (en redes como Instagram son muy populares). Sin perder de vista su objetivo inicial de “desmitificar la maternidad y romper con el mito de la madre perfecta”, con mucho sentido del humor y a través de campañas de sensibilización, la española Laura Baena (Málaga, 1981) y su equipo siguen rompiendo tabúes y barreras machistas, sirviendo como portavoz entre las demandas de la calle y los gobernantes.

“Nuestra lucha es para que mañana no sea una utopía que nuestras hijas puedan conciliar la maternidad con su carrera laboral”, dice esta publicista de formación que acabó dejando su carrera profesional para cuidar de sus tres hijas. Ahora es la responsable no sólo del club sino también de la asociación sin ánimo de lucro Yo No Renuncio que busca poner de acuerdo a partidos, empresas, sindicatos y familias para alcanzar un plan nacional de conciliación.

“En esta sociedad patriarcal los hombres siguen siendo los héroes y las mujeres las malas madres. Si no alzamos la voz nosotras, nadie lo va a hacer”, denuncia.

Sus consignas se apoyan en la fuerza irrebatible de los datos: el 68% de las mujeres españolas hubieran tenido más hijos con medidas de conciliación; una de cada tres madres ha sufrido discriminación por el hecho de serlo; el 22% de las mujeres pierde su puesto de trabajo al ser madre; siete de cada 10 se sienten solas en el cuidado y la educación de sus hijos; cuando un menor no puede ir al colegio, es la madre quien interrumpe su jornada laboral y después la abuela (sólo un 8% de los padres deja de trabajar para cuidar de sus hijos si caen enfermos).

Advierte que estos datos, aunque son de España, reflejan una realidad global.

Y con la pandemia, la situación ha ido a peor: una de cada cuatro mujeres ha renunciado a todo o a parte de su trabajo para cuidar a sus hijos durante estos últimos meses. “La maternidad, la infancia y la educación han sido los grandes olvidados de esta crisis”, lamenta.

Laura Baena denuncia en esta conversación con Equal Times que la crisis del coronavirus ha agravado los problemas de los que desde Malasmadres llevan tiempo alertando. “En 2021 sigue sin haber medidas para la conciliación, no está reconocida la importancia de compartir la crianza entre los progenitores y la maternidad sigue siendo percibida como algo negativo en el ámbito laboral”, enumera. Pese a todo, esta activista cree que hay motivos para la esperanza.

¿Por qué el club se llama Malasmadres?

Mi hija mayor tiene ahora nueve años, todas las madres primerizas en aquella época habíamos heredado un modelo social muy arraigado, donde existe esa imagen de la madre perfecta, una superwoman abnegada que prioriza a sus hijos por delante de su trabajo y su vida privada. Somos la primera generación de mujeres que queremos luchar por nuestra carrera profesional, tenemos metas y sueños más allá de nuestros hijos. Nos hemos dado cuenta de que nos han engañado, que la igualdad no es real, la conciliación no existe y ser madre y tener un trabajo a la vez es muy complicado. Todo eso me ha hecho sentirme, como a tantas otras, una mala madre por no llegar a todo, por no ser la madre que creía que tenía que ser, por intentar perpetuar el modelo que nos han impuesto. El club de las Malasmadres sirve para desahogarnos, es un lugar para compartir y no sentirte sola, para hablar sobre una maternidad real, donde luchar por tu carrera profesional no sea objeto de crítica. Nuestra misión es la de no renunciar a nuestros trabajos pero tampoco a nuestros hijos.

Han logrado abordar desde el sentido del humor temas que hasta ahora apenas se habían tratado.

Existen muchos tabúes en la sociedad sobre la maternidad. Y por eso no se habla de ello, ni siquiera las propias mujeres: por el miedo a que nos juzguen, a sentir por la presión social que realmente somos malas madres. El humor es la mejor herramienta para desahogarse, desdramatizar los problemas cotidianos y llevar mejor esta situación que de verdad es trágica si te paras a pensarlo. Esa crisis existencial la hemos tenido muchas. Nos seguiremos riendo siempre, hasta en tiempos de pandemia, por esa necesidad de mala madrear y de compartir los malabares que seguimos haciendo las madres para sobrevivir.

¿Cómo ha afectado la pandemia a la conciliación?

El virus ha destapado una realidad que veníamos reclamando desde 2015, porque lo comprobamos a diario en los mensajes que nos llegan. Desde hace dos años tenemos abierto el Teléfono Amarillo de la Conciliación, un servicio legal gratuito donde hemos atendido más de 6.500 consultas. La conclusión que sacamos es que no ha habido nunca un presupuesto destinado a la maternidad y la conciliación y sigue sin haberlo. La responsabilidad de cuidar a los hijos queda en el tejado de las familias, que sobrevivimos conciliando como podemos, especialmente con la renuncia de muchas mujeres. Todo lo que ha pasado durante el último año, las cuarentenas y las escuelas cerradas, ha dejado una situación realmente grave para la que no se han tomado medidas que deberían ser urgentes. Ahora es más necesario que nunca defender nuestro lema Yo No Renuncio.

Ante una situación de crisis tan extraordinaria, ¿se ha aprendido algo en materia de cultura laboral?

En España empezamos 2021 con la aprobación de los permisos igualitarios e intransferibles, ampliándose los de paternidad hasta las 16 semanas para igualar a los de maternidad. Es un avance, pero no es la solución hacia una igualdad real. La corresponsabilidad no es un asunto sólo de los primeros meses de crianza. En 2020 lanzamos la campaña Las Invisibles: se sumaron más de 100.000 mujeres para destapar que los hombres no se responsabilizan del cuidado de los hijos. La maternidad convierte a las mujeres en invisibles en el trabajo, en la sociedad y en el hogar. Todavía queda mucho camino por recorrer.

Desde la asociación Yo No Renuncio proponen además incentivos fiscales para aquellas pequeñas y medianas empresas que implanten jornadas continuas con flexibilidad horaria y medidas que ya se han probado en otras partes del mundo por causa de la pandemia como los bancos de horas, la flexibilidad de entrada y salida y el teletrabajo. ¿Así será el trabajo del futuro?

Tan sólo el 13% de las empresas españolas apostaban por el teletrabajo antes de la pandemia, ahora ya son muchas más. El teletrabajo puede ser una solución, pero también una trampa. Para evitar que termine siendo un arma encubierta para aumentar la desigualdad, porque al trabajar en casa las mujeres son las que terminan haciéndose cargo de los hijos cuando [éstos] no pueden ir a la escuela, es necesario legislar el trabajo con perspectiva de género. De lo contrario las leyes acaban siendo difíciles de aplicar por las familias y al final son las mujeres las que en la mayoría de los casos terminan sacrificando su carrera o quedándose fuera de los ascensos en sus empresas. Las mujeres asumen el 85% de las reducciones de jornada para cuidar de sus hijos frente al 15% de los hombres, según el INE, y además nueve de cada 10 excedencias las solicitan las mujeres.

Detrás de la desigualdad, ¿hay una cuestión económica o es más bien la herencia cultural de una sociedad machista?

Con nuestros estudios intentamos romper creencias establecidas. Se ha dado por hecho que las mujeres tenemos menos hijos que antes por egoísmo y porque priorizamos nuestra carrera profesional. La tasa de fecundidad cae y cae en países como España (con 1,26 hijos por mujer tiene uno de los índices más bajos de la Unión Europea) y a nadie le importa, pero debería: cada vez tenemos una sociedad más envejecida, está el problema de las pensiones para los jubilados. Lo que hemos descubierto entrevistando a miles de mujeres es que muchas de ellas sí querrían tener más hijos, pero van retrasándolo porque saben que la maternidad será un freno en su carrera laboral. Entonces, si se mira este problema con una perspectiva económica no es tan difícil comprender que es positivo que las mujeres puedan tener hijos y trabajar, porque nosotras también formamos parte del sistema productivo. La apuesta por la maternidad es la apuesta por el futuro.

La situación de España, ¿es similar en otros países?

Es una crisis global, un problema estructural reflejo de una sociedad patriarcal. Hay países que están peor que España, claro. Tenemos muchas seguidoras en América Latina y la situación de las mujeres en algunos de esos países está a años luz de lo que vivimos aquí. En Estados Unidos ni siquiera tienen permisos de maternidad pagados. También hay otros lugares que están mucho más avanzados, como los países escandinavos. No somos Suecia, pero hay que mirar lo que hacen bien los otros para seguir avanzando en esta lucha. La Organización Mundial de la Salud recomienda seis meses de lactancia materna, hay que ser más ambiciosos, no deberíamos quedarnos en un permiso de 16 semanas. Nos llegan historias preocupantes desde todos los lugares, la mayoría de sus inquietudes son compartidas. La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto una crisis de los cuidados en todo el mundo, no sólo de los más pequeños, también de los mayores. Es uno de los grandes retos que debemos abordar desde una óptica internacional sin dejar pasar un solo día más.

Malasmadres se dirige directamente a las mujeres, ¿se han planteado si esa estrategia podría transmitir el mensaje equivocado, el de que la conciliación no es competencia de los hombres?

La reflexión está clara: este es un problema que afecta en mayor medida a las mujeres. Nuestro discurso es inclusivo, por supuesto que también nos estamos dirigiendo a los hombres, el club de las Malasmadres incluye a todos los tipos de familia. Pero los hombres tienen que ser conscientes de que siguen gozando de privilegios por la sociedad patriarcal en la que vivimos y que todavía no ha cambiado lo suficiente. Por eso es necesaria una discriminación positiva y un sistema de cuotas. Defendemos medidas como incentivar la igualdad en los puestos de responsabilidad de las empresas con el objetivo de lograr el 50-50. Sigue siendo necesario porque las mujeres partimos desde una posición de desigualdad, no estamos representadas. Es una cuestión de justicia social porque las mujeres somos la mitad de la población. Pero quien nos conoce sabe que no damos la espalda a los hombres, la desigualdad no la cambiamos solas, sino con todas las voces juntas, sin olvidar nunca que las perjudicadas somos nosotras.

¿Cree que sus hijas, cuando tengan su edad, tendrán que seguir en el club de Malasmadres?

Según está el panorama, me temo que sí. Pero por eso luchamos: por nosotras, pero también por ellas, por las que vienen, para que puedan elegir libremente en el día de mañana si quieren ser madres o no, sin que eso les obligue a dejar sus trabajos. Que tener una carrera profesional y un trabajo digno mientras se cría a los hijos no sea una utopía a costa del propio bienestar. Esto está pasando factura en la salud mental de muchísimas madres, que no tienen tiempo de calidad para ellas y lo están pasando fatal. Ojalá mis hijas no tengan que pasar por esto y vivan en una sociedad donde tengan las mismas oportunidades que los hombres. El otro día nos reunimos con un grupo de mujeres mayores y algunas nos decían que nosotras ahora lo queremos todo, ¿y por qué no íbamos a quererlo? Hay que atreverse a dejar atrás esas mentalidades tan atrasadas y cambiar los roles tradicionales. Es una leyenda que la mujer quiera renuncia a su trabajo, lo que pasa es que se ve empujada a ello. Y ese cambio debe comenzar por la educación en valores como el feminismo y la igualdad. Hay que ver la luz y ser optimistas, porque hay muchas cosas que ya están cambiando. Si todas seguimos luchando juntas, nuestras hijas verán que todo ese esfuerzo va a servir para algo.