Lecciones del último siglo: Friedrich Ebert y la OIT

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Además de celebrarse el 100º aniversario de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), este año marca también otro centenario: apenas unas semanas después de la fundación de la OIT, Friedrich Ebert se convirtió en el primer presidente de la República Alemana elegido libremente.

Ebert sería además el primer socialdemócrata en ocupar el más alto cargo del país; pero ante todo, durante los primeros años de su carrera política, Ebert fue un sindicalista.

Tras aprender el oficio de guarnicionero, su trabajo le llevó a recorrer Alemania a finales del Siglo XIX y principios del XX. Durante sus desplazamientos, estableció varias secciones locales de la asociación de guarnicioneros, convirtiéndose en lo que hoy en día sería un organizador dentro del movimiento sindical.

Más adelante pasó a ser uno de los primeros secretarios a tiempo completo de la organización predecesora de la actual confederación sindical alemana Deutscher Gewerkschaftsbund (DGB), que hoy en día es una de las mayores centrales sindicales del mundo, representando a más de 5,9 millones de trabajadores y trabajadoras.

La confianza y el apoyo recibidos, tanto por parte del partido socialdemócrata como de los sindicatos, serían lo que llevó a Ebert a ser elegido como el primer presidente de Alemania, en febrero de 1919.

El Tratado de Versalles, cuya firma marcó el final de la Primera Guerra Mundial, constituyó uno de sus primeros desafíos al asumir el cargo. Pero teniendo en cuenta sus antecedentes políticos, sin duda para Ebert revistió especial importancia un elemento particular de dicho Tratado: el 11 de abril de 1919, la Conferencia de Paz en Versalles decidió fundar la OIT, respondiendo así a una histórica demanda por parte de la clase trabajadora en Europa.

La conferencia de paz adoptó la constitución de la nueva organización, como parte integrante del Tratado de Versalles, que la actual Comisión Mundial sobre el Futuro del Trabajo de la OIT ha calificado con toda razón como “el contrato social universal más ambicioso de la historia”.

Apoyándose en este histórico documento, donde se reconoce que la paz universal y permanente sólo puede basarse en la justicia social, la OIT se convertiría desde entonces un importante baluarte para los derechos de los trabajadores. Ha defendido nuestra libertad de asociación, nuestro derecho a negociar colectivamente y –dejémoslo claro– nuestro derecho a hacer huelga.

Resistiendo el paso del tiempo

Un aspecto significativo es que la OIT ha proporcionado además su apoyo permanente y ha fomentado la solidaridad en todo momento y ahí donde los sindicalistas tuviesen que hacer frente a la opresión o la persecución. En 1933, el movimiento sindical alemán también se benefició de esta solidaridad internacional, cuando el sindicalista Wilhelm Leuschner consiguió conservar su puesto en el Consejo de Administración de la OIT gracias a la masiva presión por parte del Grupo de los Trabajadores. De esa manera, la OIT se erigió como la primera organización internacional que se opuso a las exigencias del régimen nazi.

La OIT ha sido testigo de varios momentos determinantes para los trabajadores y los sindicatos, incluyendo la concesión de un bien merecido Premio Nobel de la Paz en 1969.

Durante un siglo, la OIT ha resistido al paso del tiempo y, con nuestra ayuda, continuará haciéndolo durante otros 100 años más. Tenemos que redoblar esfuerzos para asegurarnos de que la OIT siga siendo el epicentro global de competencias respecto a los derechos de la clase trabajadora.

¿Quién, si no nosotros, podríamos tener un interés fundamental en una OIT sólida para salvaguardar los intereses de los trabajadores frente a la multitud de retos a los que nos enfrentamos? Hay que poner fin a las violaciones de la libertad sindical y otros derechos fundamentales del trabajo, así como a la mercantilización del trabajo. La OIT constituye asimismo un elemento central para la promoción de una garantía laboral universal que asegure el derecho a una vida decente, a la dignidad humana y a la realización personal.

Tarea inconclusa

Vivimos en una época convulsa que requiere la renovación de estos principios. En el proceso de negociación de la Declaración del Centenario de la OIT para el Futuro del Trabajo se hizo referencia a que se trata de una “tarea inconclusa”, dado que la represión antisindical continúa presente en todo el mundo al día de hoy.

Atravesamos tiempos de intensa agitación: el auge del nacionalismo, la xenofobia y la fragmentación social; crecientes desigualdades sociales; condiciones de trabajo precarias; cobertura insuficiente de la negociación colectiva, y una seguridad social inadecuada. Estas tendencias y sus repercusiones se hacen sentir en todos los rincones del mundo.

Y todo esto está teniendo lugar justamente cuando los cambios tecnológicos vienen a crear una incertidumbre aún mayor. Muchos de nuestros compañeros y compañeras temen estos cambios y un declive en sus medios de subsistencia y los de sus hijos.

Como llevamos haciendo durante más de 100 años, hemos de encontrar respuestas colectivas a los desafíos de nuestra era. Ninguna institución está mejor situada para ello que la OIT. La histórica adopción de un Convenio de la OIT sobre la eliminación de la violencia y el acoso en el mundo del trabajo por la Conferencia Internacional del Trabajo en junio de este año sin duda contribuirá a que estemos más cerca de lograr la igualdad entre hombres y mujeres, y la Declaración del Centenario representa un paso significativo para definir el rumbo del trabajo de la OIT en el futuro.

El mandato de la OIT está firmemente enraizado en el espíritu de la democracia y el compromiso multilateral. Son 100 años que celebrar, pero seguimos teniendo muchos años más de trabajo por delante.

Este artículo ha sido traducido del inglés.