¿Logrará la UGTT de Túnez el Premio Nobel de la Paz de 2014?

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El Comité Nobel Noruego ha aceptado oficialmente la candidatura de la confederación sindical tunecina UGTT, presentada por cuatro universidades tunecinas, al Premio Nobel de la Paz de 2014.

Resulta difícil prever las posibilidades de alzarse con un premio de esta naturaleza, pero no cabe duda de que el largo recorrido de la UGTT desde su creación en 1946, su papel en la revolución de 2011 y el que acaba de desempeñar en el proceso de transición de Túnez, le atribuyen una ventaja que podría conducir al jurado del Nobel a honrar, a través de esta organización, al movimiento sindical internacional por su labor en favor de la paz y del progreso en el mundo.

Ya lo hizo en 1983, al laurear al líder del sindicato Solidarnosc, Lech Walesa.

En diciembre de 2013, las principales capitales saludaron unánimemente el consenso nacional que acababa de alcanzarse en Túnez y que pocas semanas después iba a conducir a la adopción de una nueva constitución, aprobada por todos los partidos políticos del país.

El mundo entero rindió homenaje a la UGTT por su mérito de haber iniciado y arbitrado un proceso de diálogo entre dos corrientes ideológicas fundamentalmente antagónicas y haberlo conducido, con paciencia y perseverancia, a buen puerto.

Hasta entonces ¿quién habría podido imaginar la posibilidad de conciliar, sólo a través del diálogo, a los partidarios del Islam político y a los del Estado laico? ¿y que los dos bandos pudieran llegar a consensuar un mismo texto constitucional? Es algo nunca visto en la era árabe e islámica.

Para captar plenamente el alcance del desafío que asumió esta organización sindical tunecina, repasemos el contexto interno tunecino de los tres últimos años.

 

Un difícil recorrido

A principios de 2011, el pueblo tunecino sale a la calle y expulsa al dictador Ben Ali que reinaba desde hacía 23 años. A finales de año, elige una Asamblea Constituyente encargada de promulgar una nueva constitución.

En estas elecciones resulta vencedora la coalición dominada por el partido islamista, Ennahda. Las primeras sesiones de la Asamblea Constituyente no dejan lugar a dudas sobre las intenciones teocráticas de este partido. Las fuerzas liberales y de izquierdas, que se presentaron dispersas a estas primeras elecciones, parecen tomar nota de su fracaso y crean un frente democrático unido, que da paso a un nuevo equilibrio de fuerzas.

La gestión cotidiana del gobierno islamista presenta deficiencias. Las condiciones de vida de la población se deterioran a gran velocidad, así como la inflación, el paro y la deuda pública. Se multiplican los ataques a las libertades y el terrorismo se propaga de manera alarmante.

La opinión pública acaba harta de la incompetencia del partido dominante, cuya popularidad cae en picado. Invocando su legitimidad electoral, Ennahda se aferra al poder.

Día tras día, se ahonda la brecha entre el país real y el país legal. Peor aún, los trabajos de la Asamblea Constituyente se prolongan y la opinión pública rechaza las primeras versiones del texto constitucional. El país se divide en dos bandos diametralmente opuestos, la población teme lo peor.

La UGTT propone por primera vez en 2012 entablar un diálogo nacional, pero el poder islamista se resiste. El aparato productivo del país queda paralizado por las movilizaciones obreras y las manifestaciones callejeras. Dos dirigentes de partidos laicos son asesinados en plena calle y más de un centenar de personalidades políticas son puestas bajo protección policial.

En las montañas fronterizas con Argelia se instalan los maquis versión Al Qaeda, que el ejército se afana por expulsar. La UGTT replantea su propuesta de diálogo nacional, pero recibe un segundo rechazo. Túnez se encuentra al borde del colapso.

En octubre de 2013, la tercera tentativa de la UGTT permite el desbloqueo. Alrededor de 70 días de arduas negociaciones, libradas día y noche y sembradas de amenazas de ruptura, culminan con una hoja de ruta y un calendario sobre todas las cuestiones contenciosas, incluido el contenido de la Constitución y la convocatoria de nuevas elecciones legislativas y presidenciales.

A la cabeza del cuarteto formado con la organización representante de la patronal, el Consejo de la Abogacía y la Liga de los Derechos Humanos, la UGTT logró evitar al país el peligro de caer en la división interna, propició la designación de un gobierno consensuado y devolvió al pueblo la esperanza de una transición pacífica hacia la democracia.

Mejor aún, el texto de la nueva Constitución es el más liberal de los países de la región y, de aquí en adelante, las elecciones en Túnez se celebrarán bajo el control de una autoridad independiente. La importancia de la experiencia tunecina es haber demostrado — en una región donde la mayor parte de los conflictos de carácter religioso, étnico o territorial se dirimen por la vía de las armas — que el diálogo, incluso entre fuerzas doctrinalmente opuestas, puede conducir a compromisos aceptables para todas las partes.

Se trata de una lección de tolerancia que los tunecinos y las tunecinas han vivido gracias a la abnegación de una organización sindical curtida en el diálogo — la única arma que, fiel a su vocación sindical, optó por esgrimir.

La segunda lección de la experiencia tunecina, comparada con la de otros países que vivieron la “Primavera Árabe”, es que la existencia de un movimiento sindical representativo e independiente y de una sociedad civil organizada, capaz de actuar como contrapoder, es una auténtica garantía contra el retorno de cualquier nueva forma de dictadura en esta región del mundo.

Desde este punto de vista, la UGTT ha sido ejemplar, pero ¿será suficiente para que el jurado le otorgue el Premio Nobel de la Paz de 2014? ¡Lo sabremos el próximo 10 de octubre!

This article has been translated from French.