Los beduinos: Los olvidados de la crisis siria

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La guerra en Siria no parece terminar nunca. Muchos sirios han huido a Europa, donde el número de refugiados se disparó el pasado mes de octubre.

En Jordania, algunos refugiados, entre los que figuran grupos particularmente vulnerables, no son alojados en los campamentos oficiales previstos por el Gobierno, sino en campamentos informales de tiendas de campaña, sin el consentimiento de las autoridades y en una situación de ilegalidad total.

En tales circunstancias, no pueden acceder a la ayuda internacional. El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que 20.000 de las 633.000 personas refugiadas en Jordania se hallan en esta situación, y piensa que se trata en su mayoría de beduinos.

Antes que sirios, jordanos o palestinos, los beduinos se consideran a sí mismos un pueblo del desierto (bedouii significa persona que vive en el desierto), y su cultura contrasta fuertemente con la de los habitantes de las ciudades.

Se rigen por la tradición nómada que consiste en seguir el ritmo de las estaciones agrícolas. Sin embargo, en Siria, donde representaban entre el 5 y el 10% de la población, muchos habían comenzado a asentarse en granjas de su propiedad, abandonando así, en cierto modo, la vida nómada. La mayoría lo han perdido todo con la guerra, y les será totalmente imposible regresar a Siria.

 

Imposibilidad de permanecer en los campos de refugiados

Un padre beduino cuenta su experiencia en el campamento de Zaatari (norte de Jordania), administrado por el ACNUR: “Nos fuimos al cabo de dos semanas. No pegué ojo en todo ese tiempo. No podía confiar en ellos. Los refugiados que no eran beduinos entraban en mi tienda sin parar, temía que violasen a mi mujer o a mis hijas”.

Desde hace siglos, los beduinos llevan una vida apartada en el corazón de desierto, y se relacionan muy poco con los demás grupos sociales. Aunque este aspecto ha cambiado ligeramente al modernizarse su modo de vida nómada, sigue estando fuertemente anclado en el ideal cultural del pueblo beduino.

La proximidad de otras comunidades y la obligación de convivir con otras personas, lo cual para ellos es una violación de su intimidad y, consiguientemente, de su honor y su libertad, hacen que les resulte prácticamente imposible permanecer en los campamentos.

Lo que es peor, las tensiones con los demás grupos dificultan extremadamente su acceso a los recursos económicos del campamento.

En 2012, una beduina llamada Turquia llegó al campamento de Zaatari con su familia, huyendo de la guerra. “Teníamos problemas con las demás comunidades”, dice. “Nos robaban, no podíamos ir al supermercado”.

Ahora, desde las profundidades del desierto, Turquia explica “Aquí al menos somos libres”.

Los beduinos han venido trabajando tradicionalmente en la agricultura. Tras perder sus granjas y animales debido a la guerra, están retomando el ciclo de sus desplazamientos estacionales y ahora trabajan para sobrevivir en granjas de Jordania. Constituyen una mano de obra cualificada, eficiente y barata.

Pero ellos no son los únicos. La afluencia masiva de refugiados sirios al Reino Hachemita ha transformado este sector del mercado de trabajo, mayoritariamente informal, abaratando los salarios.

Algunas personas llegan a aceptar por necesidad salarios que equivalen a menos de la mitad de la paga que reciben los trabajadores jordanos, paquistaníes o egipcios: 0,90 dinares jordanos, es decir, alrededor de un euro.

 

La población más vulnerable de la crisis siria

Los beduinos se ven confrontados con numerosos problemas, pero el más inmediato es la preparación de cara al invierno. Nos referimos a la protección de la lluvia, al aislamiento térmico ante temperaturas que pueden bajar a cero grados y a la defensa frente al viento, que puede llevarse las lonas mal fijadas de sus tiendas de campaña.

Asimismo, se ven también afectados por los conflictos que surgen con otros trabajadores agrícolas; de hecho, a veces la situación obliga a los beduinos a desmontar sus tiendas con urgencia y buscar otro lugar donde establecerse.

El gobierno jordano no ve con buenos ojos estos campamentos informales que se instalan por todo el país y suele tratar de circunscribir a los refugiados a los campamentos autorizados.

Ello se debe principalmente a motivos de seguridad, pero también a la estrategia gubernamental de cara a la opinión pública. Y es que Jordania tiene un índice de desempleo del 12%, que afecta particularmente a los sectores en los que trabajan los beduinos.

En tal contexto, en junio de 2014, los refugiados de cinco campamentos de la región de Amán fueron evacuados y desplazados forzosamente al campamento oficial de Azraq. Tras permanecer allí un tiempo, muchos de los beduinos desplazados regresaron al desierto.

Ya en verano de 2014, el UNICEF indicaba en un informe que los beduinos eran el pueblo más frágil de la crisis de Siria.

De hecho, el conjunto de los trabajadores humanitarios viene denunciando esta situación alarmante desde hace tiempo.

La llegada del invierno podría agravar aún más la situación de este pueblo marginado, teniendo en cuenta que, además, los fondos disponibles para proporcionarles asistencia se encuentran bloqueados.

Según un responsable de una ONG que trabaja con los beduinos, el cual desea conservar el anonimato, “los fondos han sido bloqueados por Jordania con el fin de que los beduinos vuelvan a los campamentos. Como el ACNUR debe seguir manteniendo buenas relaciones con el Gobierno jordano, las cosas no avanzan”.

“Y, entretanto, la situación empeora más cada día que pasa”.

 

This article has been translated from French.