Los logros de las trabajadoras agrícolas marroquíes por la justicia en el empleo

Los logros de las trabajadoras agrícolas marroquíes por la justicia en el empleo

Trabajadora agrícola en Zniber, la séptima empresa privada más grande de Marruecos, en Meknes, el 21 de abril de 2018.

(Kate Conradt/Solidarity Center)

A finales del mes de abril, envuelta en un grueso pañuelo color de rosa y varias capas de suéteres y camisas, Nezha Chafik, trabajadora agrícola marroquí, camina entre las hileras de melocotoneros, inclinándose de tanto en tanto para cortar las malezas con su machete.

Desde que la Confederación Democrática de Trabajadores (CDT) negoció un convenio colectivo en 2015 con el empleador de Chafik, la empresa agroindustrial Les Domaines Brahim Zniber, los trabajadores reciben mejores salarios y tienen acceso a la atención médica en una clínica con personal de enfermería, mejoraron su seguridad laboral y aseguraron el acceso a los aseos y pausas regulares para sentarse a comer. El convenio se ha ampliado, y de los 1.000 trabajadores agrícolas que cubría en un principio, ahora abarca a más de 1.200 trabajadores en seis grandes explotaciones agrícolas.

“Hace poco estuve enferma, imagínese si no hubiera tenido derecho a la cobertura de salud y al apoyo del sindicato”, relata Chafik. “Podría haber sido despedida o habría tenido que dejar mi trabajo”.

Y, un aspecto de importancia vital, gracias a que las mujeres también participaron en las negociaciones colectivas, consiguieron la licencia de maternidad, tiempo libre para atender a los niños enfermos y prestaciones para la educación infantil. Las mujeres también ayudaron a negociar un acceso equitativo al empleo, es decir, a trabajos “masculinos”, como la conducción de camiones y la poda de árboles, que antes tenían vedados.

“La brecha entre los trabajadores varones y las trabajadoras mujeres solía ser enorme”, afirma Hayat Khomssi, trabajadora agrícola en Zniber. “A las mujeres no se les permitía podar árboles, en cambio a los hombres, sí. Los hombres también podían recibir gratificaciones que no se concedían a las mujeres, lo que las hacía sentir inferiores”.

“Sin embargo, después de las protestas, marchas y sentadas que hicimos, así como del convenio colectivo, la dirección realizó una formación dirigida a las mujeres para que pudieran ocupar cargos administrativos, se les permitió hacer la poda y recortar árboles y disfrutar de las mismas gratificaciones que los hombres”. Las trabajadoras cuentan su historia en un nuevo vídeo realizado por el Solidarity Center, la organización internacional de defensa de los derechos de los trabajadores, que lleva como título “Las mujeres campesinas de Marruecos defienden sus derechos” (Morocco Women Farm Workers Stand up for Their Rights).

En un a nuevo estudio de caso sobre el proceso de negociación colectiva entre CDT-Zniber y sus resultados, el Centro Internacional para la Investigación sobre la Mujer (ICRW, por sus siglas en inglés) concluyó que, gracias al convenio colectivo, las mujeres obtuvieron ventajas muy importantes en el lugar de trabajo. Estas ventajas se concretaron en la reducción de la discriminación de género, la mejora de los salarios y las condiciones de trabajo y en facilitar una mayor participación en el diálogo social entre los trabajadores y sus sindicatos, los empleadores y el Gobierno a través del proceso de negociación colectiva. El informe también concluyó que, si la legislación laboral se cumpliera sistemáticamente a lo largo de toda la cadena de suministro, los trabajadores de la economía informal recibirían un 3% adicional de salarios y prestaciones.

Empleador y gobierno apoyan el convenio

En Meknes, una zona fértil a 90 millas al este de la capital marroquí de Rabat, los trabajadores de Zniber, la séptima empresa privada más grande de Marruecos, cultivan, procesan y empacan manzanas, melocotones, peras y uvas. Producen 30 millones de botellas de vino y 500 toneladas de aceite de oliva extra virgen al año.

Antes del convenio colectivo, el informe de la ICRW sobre los beneficios de la negociación colectiva para las mujeres en Marruecos, The Benefits of Collective Bargaining for Women: A Case Study of Morocco, cita el testimonio de una trabajadora de la empresa Domaines Zniber: “No teníamos ningún tipo de uniforme, lloviera o nevara. No teníamos calzado adecuado, a veces hacía tanto frío que las suelas de nuestros zapatos se pegaban al suelo”.

Este contrato es el primero en el sector agrícola de Marruecos, donde las mujeres representan casi la mitad de los cuatro millones de trabajadores agrícolas del país, y tanto la administración como el Gobierno desearían que existieran más convenios de este tipo.

“Un acuerdo colectivo no es suficiente”, afirma Abdelkarim Nakkash, director regional de Empleo e Integración Ocupacional, en Meknes. “Necesitamos difundir este convenio a diferentes establecimientos y cubrir el tejido económico en su conjunto y no solo el sector agrícola”.

Aziz El Yaakoubi, uno de los gerentes de Zniber comenta: “Me gustaría decirles a quienes estén dispuestos a participar en este convenio que no tengan miedo de hacerlo, ya que se basa en una lógica en la que todos salimos ganando. Los empleadores se beneficiarán en términos operativos y los trabajadores obtendrán mejores salarios y primas adicionales”.

Preparar mujeres líderes, lograr la igualdad de género en el trabajo

El pacto se basa en un esfuerzo de varios años de educación y formación por parte de la CDT, con el apoyo del Solidarity Center, para ayudar a los trabajadores de huertas, olivares y viñedos a mejorar sus condiciones de trabajo.

El éxito del convenio colectivo se debe en gran parte a los cursos de formación sobre la igualdad de género impartidos por la CDT y el Solidarity Center. La formación, iniciada en 2007, permitió a las mujeres comprender sus derechos y tomar medidas para mejorar sus difíciles condiciones de trabajo, comenta Touriya Lahrech, coordinadora del Departamento de Mujeres de la CDT y miembro de su consejo ejecutivo.

Las mujeres ayudan a determinar los temas que son importantes para ellas y también diseñan su formación, la cual se lleva a cabo a través de juegos de roles porque muchas de ellas son analfabetas.

“El hecho de que participen en el diseño del juego de roles, basado en sus propias experiencias”, es especialmente significativo y efectivo, señala Lahrech. A su juicio, dar pie a la conversación y a la escucha inculca en las participantes el valor que merecen.

Lahrech describe cómo las mujeres que inicialmente se sentaban al fondo de la sala, demasiado temerosas para hacer uso de la palabra, han avanzado con los cursos de formación hasta llegar a tomar el micrófono en los mítines masivos del Día de la Mujer y en las reuniones de la CDT, dando voz a sus derechos.

La presencia de las mujeres en las negociaciones durante la conclusión de este convenio colectivo era necesaria, ya que pudieron plantear los problemas específicos que las atañen, como el embarazo”, comenta Saida Bentahar, miembro del comité ejecutivo de la CDT.

En palabras de Chafik: “Realmente aconsejo a las trabajadoras que se unan al sindicato porque ganarán mucho haciéndolo. Ahora somos tratadas igual que los hombres. Tenemos exactamente los mismos derechos”.

Plantar cara a las cadenas de suministro requiere de la acción colectiva

En Marruecos, como en todo el mundo, los trabajadores que presentan una mayor marginación se emplean frecuentemente en la agricultura, sector en el que se practican salarios de miseria con apenas algunos derechos y donde el alcance de la legislación nacional es endeble. Más de 450 millones de personas trabajan en empleos relacionados con la cadena de suministro, como la agricultura.

Los trabajadores de la cadena mundial de suministro son elementos clave para la economía mundial. Sin embargo, las multinacionales compiten entre sí para reducir los costos de producción reduciendo los costos laborales. El resultado suelen ser empleos precarios e informales, que implican lugares de trabajo peligrosos, horas extras no remuneradas e incluso trabajo forzoso.

La feminización de la agricultura y de la transformación de los productos agrícolas va de la mano con su industrialización, en particular, el crecimiento de la producción agrícola de alto valor y su transformación para la exportación, que genera empleos temporales, precarios y mal pagados en las cadenas de suministro.

Los trabajadores que reciben tan poca paga suelen experimentar dificultades para alimentar a su familia y, muy frecuentemente, están expuestos a pesticidas y otras condiciones de trabajo peligrosas. Las mujeres, por su parte, también son especialmente vulnerables al acoso sexual, el abuso físico y otras formas de violencia de género en el trabajo.

Además de la explotación laboral, las mujeres suelen llevar la mayor parte de la carga del hogar. “Las mujeres trabajan en la casa, [atienden] el ganado, preparan la comida y el pan, acarrean el agua a lomo de burro”, comenta una trabajadora agrícola de la granja Zniber.

En lo individual, las trabajadoras agrícolas afrontan insuperables dificultades para cambiar las prácticas que rigen las cadenas mundiales de suministro. Sin embargo, a través de su sindicato, las trabajadoras agrícolas de Meknes han adquirido valiosas competencias que les han permitido acceder a oportunidades económicas en el trabajo y, lo que es más importante para muchas, un sentimiento de dignidad que no habían experimentado nunca antes.

“Ahora hemos alcanzado una situación similar a la de los hombres”, afirma Khomssi. “Antes, no había ninguna vía para que yo pudiera ser gerente, por lo que solía sentirme inferior. Pero después del convenio colectivo, me he convertido en gerente y ahora soy responsable de administrar a 30 mujeres y asignarles sus tareas laborales.

“Ahora me siento igual a los hombres en todos los aspectos. No hay diferencia entre nosotras y ellos, y no pueden decir que son mejores que las mujeres”.

Este artículo ha sido traducido del inglés.