Los sirios encuentran refugio en una remota isla griega

Los sirios encuentran refugio en una remota isla griega
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El pasado lunes, un nuevo informe de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) reveló que tan solo este año han muerto más de 3.000 migrantes intentando cruzar el mar Mediterráneo, con lo que Europa se ha convertido en el destino más peligroso del mundo para los migrantes “irregulares”.

En el mar Egeo, numerosas embarcaciones cargadas de refugiados/as (la mayor parte de ellos huyendo de una Siria asolada por la guerra) también intentan el arriesgado viaje en busca de un lugar seguro. Aquí también mueren muchas personas. Sin embargo, desde mediados de junio más de 1.100 migrantes han encontrado un refugio temporal en la diminuta isla griega de Tilos.

Situada en el archipiélago del Dodecaneso, al sudeste de Grecia y a tan solo 14 millas (22 kilómetros) de la costa turca, esta pintoresca isla es el hogar de 830 personas y solo cuenta con tres policías, por lo que constituye un destino casi libre de riesgos para los contrabandistas que hacen un lucrativo negocio con el tráfico de refugiados sirios.

“No nos dijeron a qué isla llegaríamos”, explica un refugiado de Damasco que desea permanecer en el anonimato.

El precio del trayecto en barco oscila entre 2.000 y 3.000 € (2.500 - 3.800 USD) por persona. En Mármaris (Turquía) meten a los migrantes en embarcaciones de recreo y les llevan hasta Simi, Rodas y otras islas de la región. La Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) describe esta situación como “insólita”, debido a que en el pasado casi no había migrantes en estas islas.

Según las cifras oficiales, durante los primeros ocho meses de 2014 más de 23.200 personas entraron ilegalmente a Grecia desde Turquía, lo que significa un incremento del 213% si se compara con el mismo periodo en 2013.

Sin embargo, para los que acaban en Tilos, la amarga experiencia que supone la travesía por mar (bautizada por los supervivientes como “el viaje de la muerte”) es rápidamente reemplazada por los atentos cuidados de un pequeño pero comprometido grupo de voluntarios y voluntarias.

“Esto no es Atenas”, declara Elena Pissa, la propietaria de una tienda, ante un grupo de 103 sirios y dos afganos que desembarcaron en Tilos la tarde del 26 de septiembre. “Estáis en Tilos. Y aquí en Grecia no tenéis nada que temer porque estáis protegidos”.

Al escuchar estas declaraciones, la multitud estalla en aplausos. Esta voluntaria llena de energía ha estado coordinando todos los esfuerzos con el objetivo de compensar la incapacidad del Estado para suplir las necesidades básicas de los migrantes recién llegados.

Elena hace recados en su propio coche y entrega la ropa recolectada a través de donaciones de todo el país. Armados también con sacos de dormir de ACNUR, los refugiados/as que llegaron vistiendo harapos y a veces descalzos están mejor equipados para resistir las poderosas rachas de viento que azotan el monasterio de Panagias Politissas, donde están alojados.

“Yo no sabía lo que eran los refugiados”, explica Elena a Equal Times. “Pero no puedo cerrar los ojos ante su situación. Huyen de la guerra y por eso estamos obligados a ayudarles. Y ahora estamos muy organizados”.

Otro voluntario, el jubilado de 67 años Nikita Morfopos, es el principal cocinero de la comunidad siria. Con un presupuesto diario de 5,87 € (7,45 USD) por persona, subvencionado por el Estado griego, Nikita prepara el desayuno y dos comidas calientes al día. “Tan solo me gusta ayudar”, dice modestamente. “Y me encanta la gente”.

Irónicamente, las autoridades encargadas de hacer cumplir la ley en Tilos no disponen de ninguna embarcación. Para recoger a los migrantes en los numerosos puntos de desembarque, el agente de policía Hzistofozos Giannakopoulos asegura que debe pedirle prestado un barco a un amigo. Ese mismo amigo también le presta la cámara con la que toma las fotografías obligatorias de cada refugiado.

“No tengo tiempo de hacer nada más”, se lamenta Giannakopoulos, cuya rutina diaria desde junio ha consistido únicamente en tramitar las huellas dactilares y los documentos de los refugiados/as.

Tanto el municipio como ACNUR han alabado el trabajo de los voluntarios y voluntarias, reconociendo que sin dicho esfuerzo la situación en Tilos habría sido un verdadero desastre.

“En Tilos la situación es mejor que en las otras islas debido a la implicación de la comunidad”, asegura Arianna Vassilaki, responsable del área de protección de la oficina de ACNUR en Atenas.

La alcaldesa Maria Kamma ha desempeñado un papel fundamental para ayudar a que los refugiados/as tengan una transición sin problemas en la isla. Según explicó a Equal Times: “Estoy orgullosa de mis ciudadanos y ciudadanas. Pero ésta no debería ser su responsabilidad. Se supone que las autoridades públicas deberían hacerse cargo de esta situación”.

Además, admite que la presencia de los solicitantes de asilo durante la temporada turística de verano provocó tensiones en la isla. Especialmente cuando, al principio, se alojó a los refugiados/as en una escuela local. Pero ahora que están en un monasterio en las afueras de la aldea portuaria de Livadia las tensiones han disminuido.

 

“Algún lugar seguro”

Muchos de los refugiados/as sirios que llegan a Tilos son miembros muy cualificados y educados de la clase media del país árabe. Varios de ellos, incluidas bastantes mujeres, son ingenieros o economistas. Uno es dentista, a un joven de Qamishli le quedaban cuatro años para especializarse como neurocirujano y otro habla chino con fluidez.

A pesar de la terrible experiencia que tuvieron que superar para llegar a Tilos, todos afirman que mereció la pena correr el riesgo. “No hay ningún futuro en Siria”, se queja un comerciante de Daraa. Y cuando les preguntan por qué abandonaron su país, la mayoría suspiran y miran al suelo, como si la respuesta fuera demasiado obvia como para pronunciarla.

Mustafa, un agente de viajes de 31 años procedente de Alepo, dejó a su mujer y su hija en Siria. Su plan consiste en llegar a los Países Bajos, solicitar asilo y traerse a su familia a Europa. “Es lo único que me importa. No quería abandonar Siria, pero no tuve más remedio que hacerlo. Antes o después me hubieran asesinado”.

Un catedrático de árabe de 63 años, que prefiere permanecer en el anonimato, vino a Grecia con su esposa, su cuñado y su hijo de 12 años. Sus otros tres hijos mayores también se fueron de Siria y están viviendo en Argel. “Mi hijo sabe el nombre de cada tipo de rifle, bomba y avión de combate. Eso no es normal”, nos explica el profesor. “Por la noche no puede dormir si no le agarro la mano”.

Mientras él y otros hombres hablan sobre la situación política en Siria en una abarrotada habitación del monasterio llena de humo, el chaval le explica a su madre anegada en lágrimas su sueño de reunir a la familia. Como todas las personas a las que entrevistamos, esta familia espera regresar a Siria algún día.

Pero por ahora, solo quieren ir a “algún lugar seguro”.

Una vez que se han registrado en Tilos todas sus huellas dactilares, fotografías e identidades, los sirios reciben una notificación para abandonar el país en seis meses. Entonces, se suben al primer barco a Atenas, donde pocos se quedarán más de un par de semanas.

Ya sea con documentos falsos, en coche o mediante sobornos, muchos/as consiguen llegar a su destino final (entre los más populares se encuentran Suecia, los Países Bajos y Alemania) antes de solicitar la protección del Estado. Todos saben que, como sirios, sus solicitudes de asilo tienen muchas probabilidades de ser aceptadas.

 

Única en Europat

A pesar de su remota ubicación, Tilos no está lo suficientemente lejos como para escapar de las medidas de austeridad.

Cuando el municipio pidió ayuda a gritos por primera vez, se la negaron aduciendo falta de presupuesto. “Merkel”, declara la alcaldesa con una mueca, reflejando el resentimiento generalizado contra la Canciller alemana a la que se considera la principal responsable de las estrictas medidas fiscales de Grecia.

Asimismo, ACNUR en Grecia ha exigido una respuesta más estructurada al asunto de los refugiados en las islas del Dodecaneso.

Pero incluso si se pudieran construir centros de acogida con fondos europeos, el principal problema seguiría siendo la contratación de personal. Bajo la presión de sus acreedores internacionales, el sector público griego ha suspendido la contratación de funcionarios, por lo que sería imposible que los centros funcionaran con eficacia.

Según Vassilaki, “mientras tanto deberían aplicarse soluciones improvisadas para resolver la situación, ya que el apoyo de la comunidad local no puede ser la única respuesta”.

Sin embargo, todo esto podría cambiar rápidamente gracias a un proyecto de colaboración entre el municipio, dos ministerios griegos y la OIM. El proyecto, que consiste en la construcción de alojamiento e instalaciones médicas y sanitarias, podrá albergar a 100 personas al mismo tiempo y ofrecerá a los solicitantes de asilo un refugio más cómodo que el monasterio.

“Será estrictamente humanitario, para cualquier persona que rescatemos en el mar”, explica a Equal Times Daniel Esdras, director de la OIM en Grecia.

Todavía no se ha fijado ninguna fecha, pues aún se espera que la Unión Europea financie el proyecto. Esdras afirma que, de crearse, esta instalación sería “única en Europa”.

De vuelta en el puerto de Livadia, los refugiados/as sirios se están preparando para el trayecto en barco a Atenas, de 15 horas de duración. Parecen revigorizados después de los tres días que han pasado en Tilos y aseguran que no están preocupados por su futuro ahora que han “conseguido llegar” a Europa.

Cuando el barco entra en el puerto, los sirios/as se colocan en una fila, se despiden por última vez de Elena, la incansable voluntaria griega, y simplemente le dicen “gracias”.

 

Este artículo ha sido traducido del inglés.