“Made in Tunisia”: las desheredadas de la globalización de la industria textil

“Made in Tunisia”: las desheredadas de la globalización de la industria textil

Besma Marzouk, 38, in front of the disused premises of the B.Co.Tex garment factory on 28 June 2018 in Ksar Hellal, Tunisia. She is holding up a scarecrow dressed in a work tunic with a Tunisian flag draped round its neck. The scarecrow was a symbol of their protest and was placed permanently outside the workshop she and her colleagues occupied.

(Sandrine Edmée)

El encargado “ha tirado las llaves y se ha marchado, pasaporte en mano”, cuenta una de las antiguas empleadas del pequeño taller de confección textil de Ksar Hellal, en el Sahel tunecino. El 18 de enero de 2018, Besma Marzouk, al igual que otras sesenta trabajadoras de la fábrica B.Co.Tex., perdió su empleo.

A modo de protesta decidió ocupar la fábrica junto con una decena de compañeras. Pero tras siete meses de noches incómodas, durmiendo en camastros improvisados y sin acceso a agua corriente ni electricidad, el cansancio y la frustración han obligado a las antiguas trabajadoras a abandonar la lucha.

Besma lo tiene muy claro: “las trabajadoras del sector textil son mártires vivientes”. Con voz firme y mirada franca, esta trabajadora de 38 años trata de disimular su desesperación. Sin embargo, desde hace más de un año, solo puede comprar periódicamente las medicinas que necesita para tratarse la diabetes, una situación que delata su semblante fruncido, tenso y cansado.

Esta expresión se le acentúa un poco más cada día, a fuerza de esperar y de recibir las malas noticias que se han venido multiplicado durante los dos últimos años, cuando fue testigo de una reducción de la mitad de la mano de obra de “su” fábrica, y, posteriormente, del cierre de la misma.

Una industria subvencionada, pero enfrentada a la competencia

El foco del problema se remonta a 2005, recuerda Antonio Manganella, director de Abogados Sin Fronteras (ASF) en Túnez, año en que se abolieron los Acuerdos Multifibras que garantizaban “a los países productores del textil [incluido Túnez, NDLR*] poder salvaguardar una cuota de producción sin estar expuestos a la libre competencia”. Según Abdeljelil Bédoui, economista y asesor del sindicato Union générale tunisienne du travail (UGTT), las trabajadoras de la confección desempleadas son “un ejemplo que deja patente el fracaso del modelo de desarrollo neoliberal que Túnez adoptó hace más de 40 años”.

La Ley de Inversión, cuyas últimas enmiendas se remontan a 2016, encarna bien el espíritu del proceso legislativo en curso y el debilitamiento de los trabajadores tunecinos que dicho proceso está provocando. La ley otorga a las nuevas empresas locales y extranjeras una serie de ventajas fiscales durante cinco años, convirtiendo el cierre de fábricas sin notificación previa en una práctica corriente. El Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES) calcula que, una vez prescritas las ventajas, sólo el 50% de las empresas textiles se mantienen operativas.

Eso es lo que sucedió en el taller de confección de ropa infantil B.Co.Tex. No obstante, el cierre de fábricas sin notificación previa no es la única causa de los despidos abusivos que se producen en el sector textil, donde, según datos del FTDES, las mujeres representaban en 2013 el 85% de la mano de obra.

Solo el 15% de las trabajadoras del textil tienen un contrato indefinido, y a muchas de las que tienen un contrato temporal se les da las gracias por sus servicios o simplemente no se les vuelve a contratar debido a su edad o a enfermedades relacionadas con el trabajo, consideradas perjudiciales para su productividad.

Para conseguir una mayor rentabilidad, las multinacionales se benefician de un complejo sistema de subcontratación. El vínculo entre la marca y sus productores es difícil de determinar, mientras que la “violación de los derechos [de los trabajadores] está directamente vinculada a una decisión de la empresa matriz” sujeta a los intereses occidentales o asiáticos, insiste Manganella.

Así pues, estos trabajadores que se encuentran de repente en la calle, rara vez obtienen una indemnización, como es el caso de las trabajadoras de B.Co.Tex. y de muchas costureras del sector de la confección textil de Túnez, situadas en el extremo inferior de la escala de producción. “El problema es que nuestro sistema económico mundial se basa en esta forma de impunidad”, denuncia el abogado de ASF.

Los sacrificios impuestos a los trabajadores han servido a los intereses de las multinacionales

Sin medios ni posibilidad de presentar recurso, las antiguas trabajadoras de B.Co.Tex se van hundiendo. Una de ellas, Rebeh Khleïfi, declara que ya no puede reembolsar el crédito que tiene con el banco, del cual espera, impotente, recibir en cualquier momento un ultimátum. Para reducir gastos ha decidido compartir una pequeña vivienda con una compañera. Rebeh procede de una de las regiones más desfavorecidas del interior del país, y su proyecto de instalarse en la gobernación costera y relativamente próspera de Monastir se ha convertido en pesadilla. Lejos de su familia y de su madre enferma, Rebeh navega en solitario por las turbias aguas del desempleo. Para ella, como para las 157.575 tunecinas y tunecinos que trabajan en la industria textil, la precariedad pesa como una espada de Damocles.

A su lado, Besma acusa tanto a su antiguo empleador como al propio Estado. “¿Y el Gobierno tunecino no se ha parado a pensar en nuestros derechos?”, se pregunta. A día de hoy, viendo que su salud se sigue deteriorando, la perspectiva de volver a encontrar trabajo es difícil de imaginar. Entre lágrimas y atrevimiento, se dirige desafiante a su antiguo jefe francés del grupo Kidiliz, encargado del taller donde se confeccionaban prendas para Levi’s Kids, Catimini y Absorba, y le dice: “Yo quiero hacerle una pregunta a Jean-Philippe [Servanton]. ¿Tiene realmente derecho a hacer esto en Francia?”.

“La liberalización no se ha correspondido con la creación de derechos que permitan adecuar el respeto de los trabajadores a la globalización económica”, señala Antonio Manganella, que considera que “Túnez ha optado por reducir los derechos de los trabajadores para responder a las expectativas de los inversores”.

Según el abogado, esos sacrificios impuestos a los trabajadores tunecinos han servido ante todo a los intereses de las multinacionales de la moda: “Desde entonces, este eldorado de la producción textil se ha trasladado a países donde la negligencia social y medioambiental es aún mayor” que en Túnez, explica, citando como ejemplos Bangladés y Etiopía.

Pero el éxodo de los capitales no es una especificidad tunecina. En octubre de 2018 la empresa china Semir adquirió el grupo francés Kidiliz, que hizo fortuna bajo el antiguo nombre de Zannier. Kidiliz, especializado en la confección de ropa infantil, era dueño, entre otros, del taller B.Co.Tex., que posteriormente vendió a una sociedad pantalla tunecina. Reagrupados desde entonces bajo una única entidad financiera denominada Zheijiang Semir Garment, ambos grupos se han convertido en la segunda mayor empresa mundial de moda infantil.

Todo esto es una muestra de las ambiciones del presidente chino Xi Jinping y de su Nueva Ruta de la Seda, un proyecto de inversiones a escala mundial puesto en marcha en 2013. Motivo suficiente de preocupación para las empresas occidentales presentes en Túnez, pero sobre todo para los trabajadores cuyo acceso al mercado de trabajo depende directamente de las dinámicas de la economía nacional y mundial. “Francia va a perder pronto su lugar en África”, afirma Salah, padre de dos trabajadoras del textil despedidas, que contempla los restos de un taller de costura abandonado a los perros callejeros y a los niños del barrio.

This article has been translated from French.

NDLR*: Nota de la redacción.