Malí, reconstruirse tras la explosión de una mina

Malí, reconstruirse tras la explosión de una mina
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Estamos ante una “amenaza permanente para miles de malienses”, afirmaba la web de UNMAS (Servicio de las Naciones Unidas de Acción contra las Minas) en marzo de 2022. Dos tercios de Malí están sumidos desde 2012 en un conflicto armado que ha sembrado el norte y el centro del país de minas y artefactos explosivos improvisados (IED o dispositivos caseros). Esparcidos en las carreteras por los grupos armados yihadistas, constituyen un peligro real para la seguridad de los habitantes de la zona de conflicto. Según las últimas cifras de UNMAS, en 2021 explotaron 245 artefactos explosivos improvisados en el país, que mataron a 103 personas e hirieron a otras 297. Una cuarta parte de las víctimas eran civiles.

Muchos de los supervivientes perdieron un miembro a consecuencia de la explosión. La vida de estos malienses, que se encontraban haciendo el servicio militar o viajando en transporte público, dio un vuelco de la noche a la mañana. Una vez pasado el shock del accidente, llega el momento de la necesaria reconstrucción.

En Bamako, el centro de rehabilitación Père Bernard Verspieren, de la asociación Handicap & Réinsertion Mali (HRM), ofrece apoyo material y psicológico a las personas mutiladas por las minas. Cuenta con socios como UNICEF y el CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja), entre otros. En julio de 2020, el centro ha iniciado un nuevo programa que creará, cada año, prótesis a medida para unas 25 víctimas de las minas. Muchos malienses no pueden permitirse estas prótesis, que cuestan una media de 175.000 francos CFA (unos 260 euros). El coste total de la prótesis lo sufraga la Fondation de France, uno de los socios de HRM, y se fabrican directamente en talleres especializados.

Para identificar a los mutilados y organizar su traslado a Bamako, el centro Père Bernard Verspieren ha contratado a Oumar Coulibaly. Este soldado, aún en activo, fue víctima en 2012 de una mina antitanque, en la frontera entre Malí y Níger. Oumar fue el único superviviente de su equipo de once soldados, pero le tuvieron que amputar la tibia. Ahora se beneficia de una prótesis que le permite seguir trabajando, sobre todo en la administración militar y en la mencionada asociación. “Insisto a las víctimas en que hay vida después de esta tragedia. Perdí la pierna, sí, pero tengo salud y trabajo. Todo va bien”, explica. Este soldado espera infundir nuevas esperanzas a las personas mutiladas, mostrándoles la perspectiva de recuperar una vida normal, en muchos casos tras haber pasado numerosos meses de inactividad.

 

Arouna Traoré, 34, is from the Timbuktu region. He was on a mission with the Malian army when his vehicle hit a mine in 2017. He lost most of his right leg.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

Desde su accidente, y a pesar de su grave amputación, Arouna Traoré ha vivido sin prótesis, sobre todo por falta de información: “No sabía cómo conseguir una, ni cómo obtener una subvención. Era demasiado caro para mí”, lamenta. En enero de 2022, el centro de Bamako se hizo cargo de él. “Estoy contento, por fin podré salir de este callejón sin salida”.

 

Arouna practises walking with his new prosthetic leg in the Centre Père Bernard Verspieren’s rehabilitation room. It will take him several sessions to get used to his prosthesis.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

“Empieza una nueva vida para mí”, dice el soldado al finalizar su última sesión de entrenamiento. Superadas las dificultades para desplegar su nueva rodilla, este treintañero ya puede desplazarse sin la ayuda de muletas. Con el tiempo, su discapacidad puede llegar a ser invisible para los demás.
 

Arouna is currently living in the home of his brother Kati, on the outskirts of Bamako, during follow-up care with the rehabilitation centre.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

Aunque sigue recibiendo su sueldo, Arouna se vio obligado a dejar de trabajar en el Ejército tras el accidente. Caminaba con dificultad, con la ayuda de un bastón, y apenas podía moverse, antes de la llegada de su prótesis de pierna. “Me quedaba siempre en casa. Antes de esta discapacidad, yo era muy activo. De un día para otro me encontré sin poder hacer nada. Naturalmente, estaba desanimado y deprimido”, dice. Gracias a esta prótesis, el joven espera reincorporarse al Ejército. “Aunque no pueda volver sobre el terreno, si podré ayudar de otras formas. Es mi vocación”.

 

Moulding, design, finishing – the prostheses are directly manufactured at the centre by a team of orthotist/prosthetists.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

La duración del tratamiento en el centro es inferior a dos meses. Durante ese tiempo, los pacientes pasan por las manos de varios profesionales: traumatólogos, fisioterapeutas, psicólogos, etc. Además de las lesiones físicas, el accidente puede causar lesiones psicológicas. “Algunos padecen ansiedad, estrés e incluso depresión”, explica Salif Timbiné, el psicólogo del centro. “También hay que trabajar mucho en la aceptación de la discapacidad, es decir, en conseguir que el paciente sea consciente de que su vida no ha acabado, que puede llevar una vida normal y reintegrarse en la sociedad. El reto consiste en desdramatizar la situación y devolverle la esperanza”.

 

Dramane Diakité is a 68-year-old former soldier. He was injured in November 2021 in Timbuktu while guiding other soldiers and his leg was amputated below the knee. He now lives with his daughter in Fana while waiting for a prosthesis.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

“Este accidente me destrozó vida. Todo se volvió difícil: levantarme, moverme, acostarme”. Desde la amputación, Dramane Diakité carece de autonomía y sufre trastornos del sueño. “Quienes murieron en el accidente vienen a verme en sueños. Me preguntan por qué yo sigo vivo y ellos no”. Tiene grandes esperanzas en su futura prótesis.

 

Measurements are taken for Assa Kabara, who was injured in a mine explosion while travelling by bus to the capital. A cleaner by profession, she has not been able to work since the accident in January 2021. “I stay at home all day doing nothing.”

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

Assa Kabara fue alcanzada por una mina no muy lejos de su casa, en Gao, cuando se dirigía en autobús a Bamako. Sólo diez de los treinta pasajeros sobrevivieron. “Pisar una mina es un miedo que compartimos todos en casa, cada vez que nos desplazamos. Puede ocurrirle a cualquiera, en cualquier momento”. Pero su discapacidad no ha mermado su optimismo: “La curación también está en la mente. Si tienes la moral por los suelos, no lograrás superarlo. Es la voluntad de Dios, así que todo va ir bien”. Está decidida a recuperar su vida normal.

 

Arouna and physiotherapist Arnaud Azouma (right), who chose his profession above all for its social impact: “I like being in contact with people. I’m here to improve their quality of life. Mine victims have suffered a major shock. I give them a boost and motivate them.” The boost he provides can prove vital to his patients as they prepare to face future challenges.

Photo: Paloma Laudet/Collectif Hors Format

En Malí, pocas personas con discapacidad tienen derecho a recibir la asistencia social del Estado. Aquellos trabajadores con una incapacidad que les ha impedido ejercer su profesión de un día para otro pueden solicitar una pensión de invalidez. Así ocurre, sobre todo, con el personal militar. Quienes, como Assa, desempeñaban pequeños trabajos informales, a menudo se encuentran sin recursos.

En su página web, Handicap International señala que “las personas con discapacidad representan la mayor minoría del país y tienen poco o ningún acceso a la sanidad, la educación, los servicios sociales y el empleo. En estos tiempos de crisis, su vulnerabilidad aumenta, pues son personas ya en sí muy pobres”. Además, suelen ser personas “excluidas y víctimas de discriminación”, lamenta la ONG.

This article has been translated from French by Eva López Cabello