Malta, a la cabeza en uso de redes sociales, conservadora a la hora de ofrecer productos y servicios

Malta, a la cabeza en uso de redes sociales, conservadora a la hora de ofrecer productos y servicios

Cane furniture maker Alfred ‘Freddie’ Saliba pictured in his workshop in Hamrun, Malta on 1 November 2018.

(Daiva Repeckaite)

Sed receptivos e “involucrad” a vuestros seguidores. Estad presentes en múltiples plataformas. Desde los hashtags hasta los formatos de vídeo, informaos constantemente de las últimas tendencias. Haced clic en “me gusta” y escribid comentarios sobre los posts de los demás para que ellos hagan lo mismo con los vuestros. Con estas y miles más de reglas sobre cómo “conquistar” las redes sociales, el espacio digital puede resultar intimidante para un trabajador autónomo o el propietario de una pequeña empresa; trabajadores que, ya sea por elección propia o por las presiones del mercado, se han forjado un minúsculo nicho para vender sus productos y servicios. ¿Pero pueden subsistir más allá del bombo publicitario digital?

Vince Zahra, conductor de taxi, lo consigue. Este hombre de 73 años, dedicado durante varias décadas a su profesión, ha ido ganando suficiente dinero para mantener a su familia sin la ayuda de aplicaciones digitales para pedir taxis, ni de redes sociales. Zahra dice que, si quisiera más clientes, optaría simplemente por dejar tarjetas de visita en más hoteles, cada vez más numerosos en la capital maltesa La Valeta. “Mientras Dios me dé salud y me despierte por la mañana, no hay problema”, cuenta a Equal Times.

Si bien acepta llamadas tempranas para recoger y llevar pasajeros al aeropuerto, evita trabajar tarde por la noche. Uber no ha accedido a este archipiélago mediterráneo, pero los chóferes independientes compiten con éxito con su imitador local Uper y la plataforma paneuropea Taxify, ambos activos en este Estado insular dependiente del automóvil.

Según Eurostat, Malta encabeza la lista de países de la Unión Europea con mayor porcentaje de empresas que hacen uso de las redes sociales (porcentaje que asciende al 74%, frente al 68% de las empresas danesas, irlandesas y holandesas). Las personas mayores (de 65 a 74 años) también utilizan las redes sociales en Malta, y más de la mitad de este sector de población está formado por usuarios activos (lo que supone el tercer porcentaje más alto de la UE, por detrás de Bélgica y Hungría).

En Europa existen diversas plataformas digitales que se han convertido en intermediarios para la contratación, búsqueda y calificación de profesionales autónomos. Un informe publicado en 2018 por Eurofound, titulado Empleo y condiciones laborales de determinados tipos de trabajo en plataformas, indica que 10 plataformas en línea distribuyen el trabajo para el 98% de todos los trabajadores en plataformas de los países examinados. En Italia, el 22% de los residentes ha encontrado trabajo de esta manera.

Desde fontanería hasta clases particulares, pasando por construcción y diseño, el trabajo está cada vez más mediado por el Internet, y los investigadores de Eurofound concluyen que el 2% de la población activa de 14 países europeos depende mayoritariamente de ese tipo de plataformas para encontrar trabajo.

Aunque algunos de los trabajadores entrevistados por Eurofound aprecian la flexibilidad de la denominada economía de plataformas/por encargo/colaborativa, también cabe señalar que el desgaste de las relaciones laborales tradicionales ha mermado los derechos de los trabajadores, dejándoles sin lo necesario en términos de protección de la salud y seguridad, derechos de negociación colectiva y un equilibrio adecuado entre vida laboral y personal.

En 2016 la Comisión Europea emitió un comunicado titulado Una Agenda Europea para la economía colaborativa explicando cómo debería aplicarse la legislación laboral a la economía colaborativa. Pero dar sentido a la economía colaborativa es como tratar de alcanzar un objetivo en movimiento.

Vaida Gineikytė, investigadora principal del centro europeo de análisis e investigación PPMI, donde se llevaron a cabo múltiples encuestas para instituciones de la UE con objeto de averiguar en qué condiciones de trabajo se encuentran estos trabajadores dependientes del Internet, apunta que cada año resulta más difícil definir la economía colaborativa. En 2017 “se apreciaba mejor dónde empieza y dónde acaba el trabajo en plataformas. Ahora existen plataformas para cargar baterías y limpiar coches. En Francia hay personas sin seguridad social que recogen ciclomotores eléctricos [en ciudades] y los cargan en su casa, contratadas por algún estudiante por la mitad de precio que ofrece la plataforma”.

Y en Malta hay 33.000 autónomos que combinan métodos de marketing tradicionales y digitales para complacer a los consumidores. Cerca de un tercio de los mismos evalúan los productos y los minoristas en las redes sociales, mientras que otros dos tercios verifican un producto en línea antes de comprarlo, según un reciente estudio.

No obstante, el reducido tamaño de la población (aproximadamente 436.000 personas en todo el país), y una tradicional apreciación por las recomendaciones de la comunidad, hace que muchos proveedores de servicios apenas inviertan en una estrategia en línea.

Sergio Muscat, dueño de una empresa de tapicería en la ciudad de Hamrun, considera que el laberinto de los impredecibles algoritmos de las redes sociales no es precisamente donde encuentra trabajo. “Tengo Facebook, pero no lo utilizo para mi trabajo. Voy haciendo encargos, y a quien le gusta cómo lo hago y los precios que cobro, vuelve”. Muscat lleva más de 20 años en esta profesión y sus antiguos clientes satisfechos son los que le hacen publicidad.

“Recibo más [encargos] de los que puedo realizar. Tengo un trabajador a tiempo parcial, pero mi taller no puede permitirse tener más personas”, dice Muscat sonriendo al tiempo que un vecino entra en el taller y da fe de la calidad de su trabajo.

¿Son los artesanos los primeros trabajadores de la economía colaborativa?

Aunque la economía colaborativa sigue devorando algunos de los empleos que solían ofrecer contratos de trabajo seguros, los artesanos independientes trabajaban de manera “colaborativa” mucho antes de que se produjera la transición al entorno digital.

“Al aprender una profesión, uno también aprende cómo exponer y presentar el producto y cómo habla de él y se lo imagina la comunidad de profesionales a la que ha decidido incorporarse”, escribió en respuesta a las preguntas de Equal Times Michele F. Fontefrancesco, antropólogo de artesanía de la Universidad de Durham que investiga el rito, la industrialización y la globalización en la artesanía.

“El Internet ha abierto un amplio y completo campo emergente del mercado para objetos de artesanía. Las plataformas digitales, como Amazon, eBay o Etsy, han facilitado a los artesanos el acceso a un público y audiencia más amplios. Sin embargo, para afrontar este mercado los artesanos necesitaban y necesitan ampliar sus conocimientos a nuevos campos, como por ejemplo el marketing digital. Así pues, más que una transformación en técnicas de producción, lo que he constatado es un cambio en las estrategias de marketing”.

Paul Agius ha sido carpintero durante 51 años. “Hago de todo: balcones, cocinas, puertas, todo lo que quieras con madera. Sin reklami [publicidad], nada. Los vecinos se lo cuentan [unos a otros], y vienen aquí. De momento he rechazado seis o siete balcones, porque ya no quiero hacer más. Quiero jubilarme”. En Malta hay cerca de 1.500 residentes que son fabricantes autónomos como Agius, o como Alfred Saliba (Freddie), quien durante 60 años ha elaborado artículos de mimbre (bolsos, muebles y artículos de decoración).

Su antiguo negocio está desapareciendo, no por la “alteración” del marketing, dice, sino porque el material, importado exclusivamente desde China, se ha vuelto demasiado caro. “Voy a terminar lo que tengo y después tendré que cerrar. Esta antigua profesión va a desaparecer por completo en Malta”, lamenta.

Saliba y Muscat aparecen en las Páginas Amarillas de Malta, un listín disponible en papel así como en línea. Este pesado libro, que se envía a todos los domicilios de Malta, tiene listines de 45 tapiceros, entre ellos Muscat, y 9 fabricantes de muebles de mimbre, entre ellos Saliba. Muchas otras empresas agregan su página de Facebook y su código QR a los datos de contacto habituales, pero los artesanos que hablaron con este medio, así como otros de su profesión, no se han molestado en hacerlo. “[Este directorio es] solo para que los clientes encuentren mi número cuando alguien lo pierde”, explica Muscat.

En vísperas de fechas señaladas, como la Navidad, afloran por toda Malta diversos mercados de artesanía. Muchos artesanos imprimen material promocional donde incluyen su página de Facebook. Zen D’Amato Gautam, fundadora de Thrivers Malta, una empresa social que ayuda a los artesanos a comercializar su trabajo, piensa que el contacto personal y la labor en línea son complementarios. Guatam trabaja con artesanos jóvenes –algunos de apenas 13 años–, así como con personas mayores.

En su opinión, la manera más efectiva para todas las generaciones de encontrar clientes es “en los mercados que se organizan durante ocasiones o vacaciones populares como la Navidad, el Día de la Madre, la Semana Santa, el día de San Valentín, o durante festivales populares”. El personal de Valletta Design Cluster, un espacio de trabajo compartido que se desarrolla actualmente para personas de sectores creativos, está barajando la idea de un tablón de anuncios comunitario fuera de línea en múltiples espacios.

En una Malta experta en redes sociales existen numerosos grupos que optan simplemente por el boca a boca en línea, donde usuarios de todas las generaciones buscan recomendaciones para ponerse en contacto con los mejores proveedores de servicios disponibles.