Mejorar la infraestructura de cuidados para la niñez y adolescencia podría reactivar la economía y promover la equidad

Mejorar la infraestructura de cuidados para la niñez y adolescencia podría reactivar la economía y promover la equidad

Social actors are mobilising to set up a comprehensive care system including centres for child and adolescent care, a measure that would allow parents to work, study and seek employment. In this image, schoolchildren in Buenos Aires attend an extracurricular activity by school bus.

(Nicolás Pousthomis)
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El pasado mes de mayo, se presentó un proyecto de ley para la creación del Sistema Integral de Políticas de Cuidados de Argentina (SINCA). El proyecto, concebido por el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad (MMGyD) junto con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, tiene entre sus medidas más destacables la ampliación de licencias para “trabajadorxs gestantes, no gestantes y adoptantes”: si se aprueba la ley, que actualmente está en debate parlamentario, la licencia por maternidad se ampliará de 90 a 126 días, y la de paternidad (o personas no gestantes) pasará de 2 a 15 días, para llegar paulatinamente a los 90 días.

“Apoyamos la reforma de los regímenes de licencias y el impulso de constituir un sistema integral de cuidados, aunque en este momento llevarla a debate al Parlamento no parece una prioridad para las distintas fuerzas políticas”, sostiene Yamile Socolovsky, de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA). Alejandra Angriman, de la Central de Trabajadores de la Argentina Autónoma (CTA-A), añade que el foco debe ponerse en el financiamiento y vaticina que “el fuerte endeudamiento y el pago de la deuda externa pueden ser una restricción a la ampliación de políticas de cuidado integral. Lamentablemente, esta preocupante situación no se ve contemplada en el Presupuesto aprobado por el Congreso Nacional en 2021 y 2022”.

Lo cierto es que la situación económica del país, en sus horas bajas, está llevando a un aumento de la brecha de género. “Estamos en un momento de regresión muy fuerte para las mujeres: muchas de ellas ya no buscan empleo, o se refugian en el teletrabajo como única posibilidad laboral”, afirma Noemí Ruiz, secretaria de Igualdad y Género de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina (CGTRA).

Según un informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) de comienzos de este año, la tasa de actividad de los varones es del 68,6%, frente al 50,2% de las mujeres. La situación para estas últimas no ha hecho más que empeorar después de la pandemia, en un contexto marcado por la inflación y la crisis económica: un 37,3% de la población argentina vive por debajo de la línea de la pobreza, según datos del INDEC para el segundo semestre de 2021, y “las mujeres están sobrerrepresentadas en los sectores empobrecidos que no han recuperado su empleo después de la pandemia”, afirma Natalia Quiroga Díaz, docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento (UNGS) de Buenos Aires, especializada en economía feminista. La feminización de la pobreza tiene mucho que ver con que en Argentina, como en el resto de la región latinoamericana, las mujeres siguen haciéndose cargo de la crianza de los hijos, así como del cuidado de las personas dependientes. Un informe de 2020 asegura que el 75,7% de las tareas domésticas y de cuidados recae sobre las mujeres.

Sin contar con infraestructuras de cuidado adecuadas, compaginar un empleo con la crianza se convierte en todo un desafío.

Aunque existe una red pública de jardines maternales (para edades que oscilan entre los 45 días y los 2 años) y jardines de infantes (de 3 a 5 años), “hay un déficit enorme”, sobre todo antes de los 4 años, y el acceso a las plazas del sistema privado “implica una derogación de dinero muy importante al que solo un 20 % tiene acceso”, afirma Angriman. Además, muchos centros cubren apenas 4 horas diarias, y están distribuidos de forma muy desigual por el territorio nacional.

“Es una lotería si te toca la plaza”, sintetiza Lorena (nombre ficticio), colombiana residente en la Ciudad de Buenos Aires y madre de una bebé de nueve meses, que en estos momentos busca empleo para reincorporarse al mercado laboral después de su maternidad. “A mi compañero y a mí no nos alcanza el dinero, pero buscar trabajo es en sí mismo un trabajo, y con una bebé es muy difícil sentarse a la computadora para organizar el currículum y buscar las ofertas de empleo”, explica Lorena. Sin embargo, ella, como muchas madres de bebés de esa edad, no contempla la posibilidad de dejar a su niña durante ocho o diez horas diarias, de lunes a viernes, en una guardería. “Por ahora, solo me planteo trabajar a media jornada, o bien teletrabajo, o al menos semipresencial. Pero en verdad yo necesitaría un espacio donde la niña estuviera cuidada y yo pudiera sentarme allí a trabajar, o pasar a menudo, y que mi compañero también pudiese hacerlo”, añade.

Similares reflexiones hace Verónica (que también prefiere ocultar su identidad tras un nombre ficticio), madre de dos niños, de nueve y dos años, que trata de compatibilizar su maternidad con el estudio de la carrera de Sociología en la Universidad de Buenos Aires (UBA). “No se trata solo de tirar a les hijes en un lugar ocho horas, sino de poder estar cerca, asistirlos, y que puedan ir tanto la madre como el padre. Yo siempre viví con la ilusión de que se pusiera una guardería efectiva dentro de la Facultad de Ciencias Sociales; pero aunque ha habido muchos proyectos, ninguno se llevó a cabo. Eso me hubiera permitido seguir con las clases y con la lactancia”, afirma Verónica.

Teletrabajo y la invisibilización de los cuidados

La pandemia instaló la idea de que las madres pueden conciliar cuidados y vida laboral si se quedan trabajando en sus casas: “Se creyó que las mujeres podían simplemente teletrabajar mientras cuidaban. Creo que esto está basado en la idea de que cuidar no es trabajo, que no requiere atención. Hay una invisibilización del trabajo doméstico y del cuidado que tiene todo que ver con la brecha de género, con la expropiación del trabajo femenino”, sostiene Verónica.

Sin embargo, y contrariamente a la visión imperante, los cuidados implican un intenso trabajo y requieren una atención. Así plantea Lorena su dilema: “Si consigo un empleo que pueda realizar desde casa, necesitaría contratar a una niñera para poder trabajar. Eso lo puedo hacer solo porque tengo ingresos extra de un alquiler; solo con los ingresos de nuestro trabajo no nos alcanzaría. Pero esto, al mismo tiempo, perpetúa la precariedad de las empleadas de cuidados, porque para que me llegue con mi salario, tengo que pagar una miseria a quien está cuidando al amor de mi vida”.

“Ante la ausencia de sistemas universales de cuidado, lo que tenemos es una cadena de precariedad donde unas mujeres pagan a otras mujeres lo que pueden para que cuiden a sus hijos”, sintetiza Natalia Quiroga. “El problema de considerar el teletrabajo como opción para las mujeres que cuidan a sus hijos conlleva la privatización de un problema que es público: es urgente dejar de pensar los cuidados como un problema femenino”, concluye la economista.

Derecho a cuidar y a recibir cuidados

La CGTRA está trabajando en la redacción de un anteproyecto de ley alternativo que pone el foco en la creación de “centros de asistencia y protección integral inclusivos para la primera infancia, niñez y adolescencia, destinados a las hijas e hijos de las y los trabajadores, sean éstos formales, subocupados o desempleados”, que contempla la cobertura para quienes estén buscando trabajo o estudiando, como en los casos de Lorena y Verónica. El anteproyecto se basa, explica Noemí Ruiz, en la concepción del “cuidado como derecho: tanto el derecho a cuidar como a recibir cuidados”. Los centros se proponen como centros integrales que combinan las preocupaciones por la educación, la salud y la alimentación de niños y adolescentes:

“Apostamos por la profesionalización de los cuidados; por eso uno de los objetivos centrales es la capacitación en todas las tareas involucradas: profesores, médicos, celadores, etcétera”, explica la sindicalista, que sostiene que, de salir adelante esta ley, generaría miles de puestos de trabajo de calidad.

Desde esta visión, la apuesta por los cuidados es no solo una cuestión de derechos, sino también una oportunidad para la reactivación económica. “Podemos ver estas infraestructuras de cuidados como espacios de reconstrucción económica. Un elemento central es recuperar el espacio de lo público, de las economías sociales y populares, organizadas en red para garantizar en su complejidad los trabajos de cuidado en especial de les niñes. Esto implica que el Estado se haga cargo de su responsabilidad en los cuidados y haga una apuesta radical por un futuro mejor para las nuevas generaciones”, analiza Quiroga Díaz. También la CTA demanda la profesionalización de estas tareas: “Reclamamos el reconocimiento de las tareas de cuidado como un trabajo que debe ser jerarquizado, remunerado y formalizado”, en palabras de Socolovsky.

“Las políticas públicas deberían tender a modificar la responsabilidad de los cuidados que recaen excesivamente en los hogares, en particular sobre las mujeres y los cuerpos feminizados, avanzando en la responsabilidad de los Estados, empresas y organizaciones sociales”, razona, por su parte, Angriman. Desde su experiencia, Verónica lo sintetiza así: “No basta con hablar de corresponsabilidad de los padres, ni de familia extendida, es necesario que la sociedad se haga cargo de la necesidad de colectivizar los cuidados. Pero para ello, es necesaria la implicación de la sociedad: que se vea como algo necesario y pertinente”.

This article has been translated from Spanish.

La realización de esta crónica ha sido posible gracias a los fondos de la Friedrich-Ebert-Stiftung.