Monique Ilboudo, escritora y pionera: “Creo que los frutos de las semillas que he logrado plantar los cosecharán algún día mis hijas”

Monique Ilboudo, escritora y pionera: “Creo que los frutos de las semillas que he logrado plantar los cosecharán algún día mis hijas”

“I’ve fought these battles because they’re important to me. My granddaughters will one day harvest the fruits we have planted.”

(Juan Luis Rod)

Monique Ilboudo nació en 1959 en Burkina Faso. Es la primera mujer de su país que ha escrito y publicado una novela, además de ser la primera profesora de la facultad de Derecho de la Universidad de Uagadugú, la capital. Ha jugado un papel importante en la vida política de su país como ministra de Promoción de los Derechos Humanos, entre otros. De 1992 a 1995 firmó una columna editorial titulada Féminin Pluriel (Femenino plural) en el diario burkinés L’Observateur Paalga. En paralelo a esta actividad puso en marcha el observatorio Qui-vive para conocer las condiciones de vida de las mujeres en Burkina Faso.

Autora de numerosos ensayos sobre los tabúes vinculados a las tradiciones de su país, en 2006 publicó el ensayo Droit de cité : être femme au Burkina Faso (Libertad de la ciudad: ser mujer en Burkina Faso), en el que analiza desde una perspectiva jurídica, histórica, etnográfica y sociocultural, temas como la mutilación genital femenina, la anticoncepción, la interrupción voluntaria del embarazo, la violación, el incesto, la brujería, la ley del matrimonio, la poligamia, la libre elección del cónyuge, la educación de las niñas, la división de tareas por género y la falta de representación de las mujeres en la política de su país. En 1992 publicó su primera novela Le Mal de Peau (Mal de piel). Siguieron tres más. La última, Carrefour des veuves (La encrucijada de las viudas), se publicó a finales de 2020.

¿Cómo ha influido su familia en la lucha por los derechos de las mujeres, tema que caracteriza su vida y su obra?

Mi entorno familiar jugó un papel muy importante. Nací en el seno de una familia que estimaba que su hija debía tener las mismas oportunidades que un chico. He visto cómo muchas familias sacaban a sus hijas de la escuela para obligarlas a casarse. Yo, en cambio, pude continuar con mis estudios.

Mi madre era una mujer rebelde: se enfrentó a sus padres al rechazar el matrimonio que le imponían. Ser hija de una mujer así es, en sí, una gran fortaleza. Mi padre me quería mucho y confiaba en mí. El papel del padre es muy importante y el hecho de que confiase en mí me dio confianza en mí misma. Por eso no tuve miedo a nada, porque me respaldaban esas dos personas.

Cuando publicó su primera novela, ¿sabía que era la primera mujer en Burkina Faso que lo hacía?

No, no lo sabía. Acababa de regresar de Europa y me habían aconsejado que participara en un concurso literario. Gané el premio y apareció un artículo sobre mí con el titular: Nos ha nacido una novelista. Me sorprendió mucho lo que decían de mí.

¿Qué le impulsó a escribir la columna Femenino en plural?

Estando en Alemania entregué una copia de mi tesis al director del periódico L’Observateur Paalga. Le gustó mi forma de escribir y me propuso crear una columna sobre el tema de la mujer. En aquel entonces, las mujeres escribían a menudo de forma anónima; él me sugirió que firmara la columna con mi nombre y así lo hice. La crónica no dejó indiferente a nadie. Un día, en la oficina de correos una anciana me abrazó y me dijo: “¡Gracias por hablar de nosotras!”. A menudo, cuando llegaba a un lugar, se formaban dos bandos: las mujeres me defendían y los hombres me desafiaban. La columna se publicó durante mucho tiempo porque multitud de cosas me dieron fuerza para seguir adelante.

¿Cuáles son los temas principales de sus novelas?

En mi obra literaria siempre vuelvo a la lucha de las mujeres. Me identifico con la defensa de los débiles, no me gusta la injusticia, amo la libertad. Soy más una mujer de libertad que una mujer de poder. Lo que más me duele es cuando me quieren impedir ser libre. No puedo soportar que me priven de libertad. Incluso frente a mis padres, tuve que luchar para preservarla.

Mi última novela, Carrefour de veuves, que salió el año pasado, trata también de la situación de las mujeres, pero esta vez frente al terrorismo. Mi novela anterior, Si loin de ma vie (Tan lejos de mi vida), toca el tema de la migración y el protagonista es un joven homosexual. Los derechos de los homosexuales no se reconocen aquí.

Me he lanzado a este tipo de lucha de todo corazón. Creo que los frutos de las semillas que he logrado plantar los cosecharán algún día mis hijas... Un periodista me preguntó por qué no me había quedado en Europa después de defender la tesis [en París, donde investigué la cuestión de contratos entre el Estado y las multinacionales para denunciar la desigualdad inherente a este tipo de contratos y alentar a los países africanos a resistir frente a las potentes multinacionales]. Quería volver a mi país porque me concedieron la beca para que regresara. Tenía un deber, no me imaginaba quedarme en Europa, quería ser útil para que otros pudieran tener la misma suerte de poder estudiar, aunque está claro que en Europa, con mis ideas, mi vida hubiera sido más fácil.

¿Cree que como escritora ha influido entre las mujeres de Burkina?

Creo que sí, por dos razones: soy una de las primeras mujeres que se ha atrevido a publicar sus escritos y demostrado que las mujeres también pueden y deben hablar de su entorno, sociedad, costumbres y cultura. Con que solo una niña haya podido pensar “puedo hacer lo que quiero” gracias a mis textos, he contribuido a la construcción de la identidad femenina en Burkina.

Cada voz, femenina o masculina, es diferente y por tanto enriquece la diversidad artística y cultural de este país. Ser quien soy, crear historias y personajes, creo que alimenta la imaginación y la reflexión de mis contemporáneos y de mis lectoras y lectores.

Alguien me preguntó una vez si sabía que era un modelo para otras personas. Es cierto que cuando hablo de las mujeres, no hablo de mí misma, sino de los problemas que tienen otras mujeres, del sufrimiento que veo. En la universidad, una joven estudiante me dijo: “Elegí estudiar derecho gracias a ti”. Creo que de alguna forma marqué a los jóvenes. Llevaba el pelo corto y eso les inspiraba. Me llamaban ‘la tita de pelo corto’. Aunque yo no tenía esa intención, ahora sé que las niñas y los niños se han identificado con lo que yo representaba.

En su opinión, ¿las mujeres de Burkina pueden expresarse libremente? Si no es así, ¿qué tipo de límites encuentran?

¡La verdad es que no! ¡Y no es que hable de censura, sino más bien de autocensura! Por miedo a que las estigmaticen o las cataloguen, muchas mujeres no se atreven a denunciar su situación, la discriminación o las injusticias de las que son víctimas. La cultura dominante considera que una buena mujer es la que se calla.

Como artista y como mujer africana, ¿cuál es su visión de la construcción de la identidad de la mujer africana?

¡No puede haber una sola identidad de la mujer africana! El singular aquí simplifica peligrosamente. Las mujeres africanas son diferentes de una parte del continente a otra, de un medio a otro. Luchan por una mayor libertad e igualdad, como tantas otras mujeres en el mundo. Esta lucha por la plena ciudadanía y contra la violencia es fundamental para su dignidad. Gracias a los medios de comunicación modernos, podemos compartir mejor las experiencias que impulsan estas luchas, estar más unidas.

¿Cuál es su opinión sobre la influencia de Occidente en los derechos de las mujeres en África?

Creo en la universalidad de la lucha. El hecho de que la filosofía de los derechos humanos venga de otra parte del mundo no significa que sea mala. Las mujeres europeas han ayudado a las mujeres africanas a abrir los ojos sobre determinadas cuestiones porque tenían cierta perspectiva de nuestra cultura. Las primeras en denunciar el matrimonio de conveniencia fueron las monjas, porque venían de otro lugar. Hoy, nadie va a decir que sea bueno casar a una niña de 13 años.

Pero esto no significa que no haya habido feministas en la historia africana. Las chicas de un mismo grupo de edad se juntaban y criticaban a su manera a la familia y a sus maridos. Toda sociedad tiene una forma de resistir a la opresión y de marcar la diferencia, de encontrar formas de vivir mejor. Nuestros mayores no se atrevieron a hablar de ciertos temas, como la mutilación femenina. Fueron personas de otros países, forasteras (incluso de Senegal), las que se atrevieron a hablar de ello. Nosotros no queríamos tratar el asunto porque era como violar nuestra privacidad, pero gente de otros lugares nos ayudó a abordar esos temas. La solidaridad de las mujeres nos abrió los ojos y lo agradezco.

¿Cómo imagina a la mujer africana del futuro?

Una mujer desinhibida que conserve cierta autenticidad, porque sería una lástima que se arriesgara a uniformizarse. No hay que dejarse impresionar por las ideas de los demás, es importante ser fiel a uno mismo y a sus ideas. No hay complejo que valga: si mi vecino tiene una buena idea, trato de inspirarme en ella, pero puedo aplicarla de otra manera.

En mi última novela, hablo de las coreanas y brasileñas que venden su cabello para sobrevivir y del hecho de que nadie quiere nuestro cabello crespo… empezando por nosotras mismas. Somos una humanidad hecha de diversidad. Tienes que ser tú mismo porque todos los demás ya han sido creados y depende de mí definir quién soy y no de cualquier otro. Para que nos respeten, tenemos que respetarnos a nosotros mismos. No puedes defender ciertas ideas sin respetarte a ti mismo.

¿Qué mensaje quiere transmitir a las nuevas generaciones de Burkina Faso?

El mensaje es la perseverancia, no buscar el beneficio inmediato. Cuando luchamos, no cosechamos la recompensa enseguida, sin embargo, las generaciones futuras podrán beneficiarse de ello. Cuando tienes convicciones, siempre hay que pelear por ellas. En la actualidad, en lo que se refiere a las mujeres, nuestros logros no son definitivos, de modo que debemos permanecer atentas y seguir luchando. La revolución [del líder burkinés Thomas Sankara] trajo consigo muchas medidas para promover los derechos de las mujeres, pero muchos quieren ahora dar un paso atrás, ¡no se puede dar nada por sentado!

This article has been translated from Spanish.