Movimientos locales de Polonia intentan poner coto a la adicción del país al carbón

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“En 2016 se produjo una inundación inusitada en la ciudad de Gdansk. La municipalidad local no se lo esperaba puesto que, según sus cálculos, las precipitaciones nunca habían llegado a ser tan intensas. Pero los nuevos modelos climáticos revelan que en Europa Central y Oriental se van a producir precipitaciones más extremas”, explica a Equal Times Marcin Gerwin, coordinador de la nueva iniciativa de asambleas ciudadanas de Gdansk.

El 14 de julio de 2016 cayeron 150,8 milímetros en 24 horas –algo increíble–, provocando dos muertes y millones de euros en pérdidas. Después de las inundaciones, Gerwin se fue a ver al alcalde de Gdansk, Paweł Adamowicz, y le propuso la creación de una asamblea ciudadana que estaría compuesta por 63 ciudadanos seleccionados para representar los diversos sectores demográficos de la ciudad. El plan era que la asamblea escuchara los testimonios de expertos y partes afectadas –en este caso, sobre estrategias de prevención de inundaciones, pero posteriormente también con relación a otros temas, como los derechos de las personas LGBTI, el compromiso cívico y la contaminación atmosférica– y diseñara una solución para evitar que en el futuro se vuelvan a producir daños tan graves. El alcalde accedió. Por consiguiente, en lo sucesivo, cualquier propuesta que cuente con la adhesión de más del 80% de los miembros de la asamblea será considerada como una decisión vinculante que la ciudad deberá aplicar.

En 2017 volvieron a caer lluvias torrenciales en Gdansk, pero se produjeron menos inundaciones, en gran medida gracias a la aplicación de varias recomendaciones de la asamblea, como la creación de lagos artificiales para recoger el exceso de aguas pluviales.

Ahora estamos en 2018, y en menos de dos semanas la sureña ciudad polaca de Katowice será la anfitriona de la vigésimo cuarta Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP), donde se mantienen negociaciones internacionales anuales sobre la intensificación de la crisis mundial del clima.

Sin embargo Polonia también es líder mundial en minería y combustión de carbón: es el segundo mayor extractor de carbón de Europa, después de Alemania, y aproximadamente el 80% de su producción energética procede de centrales térmicas de carbón. Además, la industria del carbón es una importante fuente de empleo en el país.

Acabar con la dependencia de Polonia de esta industria potencialmente desastrosa para el clima no va a ser tarea fácil. El Gobierno del partido nacionalista Ley y Justicia (PiS, por sus siglas en polaco), que ocupa el poder desde 2015, considera la extracción del carbón casi como un deber patriótico que promueve la soberanía frente a las fuentes de energía rusas; y se ha opuesto a la legislación europea sobre el clima, manifiestamente contraria al uso del carbón. La UE ha impuesto igualmente a Polonia medidas disciplinarias a raíz de una serie de reformas judiciales antidemocráticas. Así pues, la asamblea ciudadana de Gdansk destaca todavía más por su forma de abordar el cambio climático a través de la innovación democrática.

Calentamiento global y contaminación atmosférica

Las inundaciones extremas son solo un indicio de la intensificación de nuestra crisis climática. En septiembre de 2018, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) publicó un informe especial sobre los efectos de un calentamiento global superior a 1,5 grados. Tal como informó el año pasado Equal Times, para que los pueblos más vulnerables del mundo puedan seguir habitando el planeta, es imperativo que el aumento de las temperaturas se mantenga por debajo de los 1,5 grados. En una presentación del informe, Debra Roberts, copresidenta del grupo de trabajo del mismo, señaló a los periodistas: “Los próximos años van a ser probablemente los más importantes de nuestra historia”.

Pero desde la primera COP, que tuvo lugar en Berlín en 1995, los Gobiernos no solo no han logrado detener el cambio climático, sino que el calentamiento global está en efecto acelerándose. Con arreglo a los acuerdos climáticos negociados hasta la fecha, se prevé que las temperaturas aumenten 3 grados o más. Es decir, que Polonia no constituye ni mucho menos una excepción por apoyar los combustibles fósiles a pesar de que existen alternativas viables.

La contaminación atmosférica también supone un problema acuciante, especialmente en Polonia. Según datos de 2018 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 36 de las 50 ciudades europeas más afectadas por la contaminación se encuentran en Polonia. La OMS también estima que cerca de 50.000 personas mueren cada año en Polonia debido a enfermedades provocadas por la contaminación atmosférica.

Borys Lewandowski es arquitecto de profesión y residente en la capital polaca de Varsovia, una ciudad con un importante problema de contaminación. “Las principales fuentes de contaminación de Varsovia son el transporte y la calefacción. Muchos edificios están mal aislados, y los calientan con carbón a menudo mezclado con basura”, explica a Equal Times. Lewandowski colabora en Miasto jest Nasze, un movimiento municipalista cuyo nombre significa “La ciudad es nuestra”. Este colectivo, que combina tácticas activistas junto con una plataforma para presentarse a las elecciones locales, tiene por objetivo abordar cuestiones como la crisis de contaminación de Varsovia. En marzo de 2017 los miembros montaron una falsa caseta portátil donde simulaban entregar cigarrillos a niños para llamar la atención del público sobre esta problemática.

“Fue una acción intencionadamente controvertida para significar que respirar aire sucio equivale, para cada habitante de Varsovia, a fumar un paquete de cigarrillos al mes. En su interior había información sobre la contaminación atmosférica”, señala Lewandowski.

Este truco atrajo la atención mediática. El activismo, junto con el empeoramiento de la contaminación, ha servido para presionar al Ayuntamiento de la ciudad de Varsovia: “La primera etapa para abordar el problema de la contaminación era exigir que la Administración midiera la calidad del aire”, señala Lewandowski. “Hoy en día tenemos numerosas estaciones de control de tráfico en el centro urbano. La gente se está volviendo más consciente, y el hecho de medir la contaminación atmosférica significa que podemos exigir mejoras al Ayuntamiento”.

Gerwin, que es también cofundador de la organización democrática Sopot Development Initiative, trabaja en el Ayuntamiento para coordinar las asambleas ciudadanas sobre la contaminación atmosférica en Gdansk y en la ciudad central de Lublin. Tienen previsto organizar más en otras ciudades de Polonia.

“Ambas [asambleas ciudadanas] elaboraron una serie de recomendaciones concretas para que todas las calefacciones domésticas de carbón hayan desaparecido en un plazo de cinco años. A nivel nacional solo se permitiría el uso de combustibles líquidos y de madera. El Ayuntamiento de Gdansk ha estado retirando entre 100 y 200 calderas de carbón por año, pero ahora va a tener que retirar 10.000 calderas en cinco años”, concluye Gerwin.

Para tratar de resolver el problema de la contaminación en la capital, el Ayuntamiento de Varsovia también concede subvenciones para cubrir el 40% del coste de instalación de paneles solares y bombas de calor, y subvenciones del 100% para convertir los sistemas de calefacción de fueloil a gas, o para conectarse a los sistemas municipales de calefacción central.

“Pero este sistema no es popular. El gas es más caro que el carbón”, explica Lewandowski, que se presentó como candidato de Miasto jest Nasze en las elecciones municipales de este año. “Y desde una perspectiva del clima, el gas sigue generando gases de efecto invernadero. La ciudad debería cambiar las subvenciones y conceder el 100% a las energías renovables y las bombas de calor. Yo creo que su estrategia actual se está viendo influenciada por las empresas energéticas. [El uso de] gas y calefacción central significa que la gente continúa dependiendo de un monopolio”.

El poder de las empresas de combustibles fósiles suele percibirse como un factor determinante cuando las medidas de lucha contra el cambio climático son lentas. Gerwin explica cómo las asambleas ciudadanas evitan la influencia de las corporaciones: “Se elige a los ciudadanos de forma aleatoria para resolver un problema determinado, y se invita de forma abierta y transparente a todas las partes interesadas. Al no haber un líder político ni patrocinadores de esta política, nadie podrá esperar favores a cambio”.

El hecho de que las municipalidades de Polonia tengan cometidos importantes y que los nacionalistas obtengan pocos votos en las ciudades, son solo dos de las razones por las que las ciudades podrían dirigir acciones climáticas en el país, incluso careciendo de liderazgo nacional. Esto ya está sucediendo a nivel internacional: el 10% de la población mundial (y la cifra está aumentando) se ha comprometido a alcanzar objetivos climáticos a través de ciudades y regiones en lugares como Nueva York y California, incluso cuando el presidente del país niega el cambio climático. En Polonia, al igual que en Estados Unidos, la labor a nivel municipal en lo que respecta al clima es mucho más progresiva, tal como lo demuestran las iniciativas de las asambleas ciudadanas.

Los incipientes movimientos democráticos de Polonia sobre cambio climático y energías

Desde su perspectiva como arquitecto, Lewandowski recomienda que Varsovia se centre en la eficiencia energética: “Aislar las casas, cambiar las ventanas, cambiar los sistemas de ventilación... estas son las primeras medidas que hay que tomar. Tenemos que establecer una relación entre los problemas de pobreza energética, contaminación atmosférica y cambio climático”.

Por otra parte, Lewandowski percibe Miasto jest Nasze como un organismo protector que presiona a la Administración de la ciudad para que actúe, y como un espacio de reflexión en el que se promueven ideas. El pasado mes de julio el movimiento organizó una cumbre internacional de movimientos municipalistas denominada Fearless Cities. Uno de los seminarios del fin de semana estuvo dedicado a la democracia energética, con la presentación de otra iniciativa polaca dirigida por una ciudad.

En el seminario, Dariusz Szwed, asesor del antiguo alcalde de la norteña ciudad de Słupsk, explicó que la municipalidad había regalado miles de bombillas de bajo consumo en apoyo a las energías renovables y para ayudar a los residentes a ahorrar dinero en su factura de electricidad.

Se han llevado a cabo planes similares en otros puntos de Polonia, como por ejemplo en la ciudad de Ostrołęka, en el marco de una campaña contra la construcción de una nueva central de carbón allí.

Durante el seminario, Szwed explicó: “Polonia tiene una oportunidad; sus centrales térmicas de carbón construidas entre los años 1950 y los 1970 pronto serán desmanteladas. Las cuatro grandes empresas de electricidad quieren centrales nuevas relativamente más eficientes, pero estas siguen estando centralizados y siguen siendo poco ecológicas. Tenemos modelos mejores: la eficiencia energética constituye un tipo de producción denominado “negavatios” [que hace referencia a la energía ahorrada (no usada) como consecuencia de una demanda inferior].”

La eficiencia energética no es el único medio de resistencia polaca contra las nuevas centrales eléctricas: también existen varias causas judiciales contra una propuesta para construir una nueva central eléctrica en Ostrołęka. Una de las causas es la de Pracownia na rzecz Wszystkich Istot (Taller para todos los seres), una ONG polaca del medio ambiente que lucha contra la construcción de la central. Otra es la de ClientEarth, un bufete internacional de abogados de medio ambiente que compró acciones de Energa y Enea, las dos centrales eléctricas que están detrás de la central de carbón, y que ha denunciado a ambas empresas por el riesgo financiero que conlleva la construcción de esta central.

A diferencia de Alemania, donde se encuentra otra capital del carbón de Europa, Polonia no tiene realmente una larga tradición de movimientos ecologistas. Monika Sadkowska, una de las coorganizadoras del primer “campamento climático” de Polonia, una conferencia de activistas que trabajan en diversas cuestiones relacionadas con el clima, celebrada en verano de 2018, explica a este medio:

“La crisis climática resulta muy alarmante y el movimiento polaco ha surgido con retraso; por lo tanto debemos progresar con rapidez. Para ello hemos cooperado con los movimientos alemanes y checos, pero también hemos abierto nuestro propio camino. Organizamos el campamento climático en cooperación con comunidades locales, e instalamos allí 70 altavoces, lo cual enriqueció mucho el programa. A todas las personas relacionadas de alguna manera con el clima, la ecología, los alimentos o el agua, se les dijo: ‘Solo necesitan estar aquí’. Esperábamos 150 personas y al final asistieron 400”.

Según Sadkowska, el argumento de que “el carbón es patriótico” es fácil de refutar: “Este año hemos importado casi el doble de carbón ruso [que el año anterior], de manera que ese argumento es falso. El precio de la energía está aumentando en Polonia, y el dinero es importante para la gente corriente”.

Sadkowska dice que otros factores –y no tanto la próxima COP–han hecho que el tema del clima ocupe un lugar preponderante en la agenda de los ciudadanos polacos corrientes: “Hay mucha confusión con respecto a lo que la COP realmente significa. Pero el informe sobre el calentamiento global de 1,5 grados atrajo mucha atención, al igual que otro informe reciente [Política estatal de medio ambiente de 2030 del Gobierno polaco] sobre las drásticas repercusiones que el cambio climático va a tener en Polonia. Algo muy impactante, porque antes los polacos pensaban que el cambio climático era un problema de otros. Pero ahora se están dando cuenta de la realidad”.