Nazareth Castellanos: “No hay que invertir tanto en inteligencia artificial, sino en inteligencia natural”

Nazareth Castellanos: “No hay que invertir tanto en inteligencia artificial, sino en inteligencia natural”

“El uso de las redes tiene aspectos fascinantes: nunca hemos tenido acceso a tanta información y cultura. Creo que lo importante no es sólo controlar cuántas horas dedicamos a usar los aparatos tecnológicos, sino sobre todo, al discernimiento de qué tipo de contenidos miramos”, dice Castellanos, en la imagen.

Entrevistas

Nazareth Castellanos es licenciada en Física Teórica y doctora en Neurociencia por la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, y ha pasado más de veinte años investigando la actividad del cerebro en centros universitarios tan prestigiosos como el King’s College de Londres y el Instituto Max Planck de Alemania. En los últimos años, se ha centrado en conocer qué ocurre en el cerebro cuando meditamos, y qué relación existe entre el cerebro y el resto del cuerpo. Los resultados que obtiene en el laboratorio no sólo los publica en revistas científicas, sino que hace una amplia labor de investigación a través de sus redes sociales, conferencias, cursos y también libros como El espejo del cerebro (La Huerta Grande, 2021). De todo eso, y mucho más, hablamos con ella por videoconferencia.

Su trabajo de divulgación pone a dialogar el saber científico con la filosofía oriental y el ámbito de la espiritualidad, frente a concepciones binaristas y a un dogma cientificista –ya superado por la física– que separa drásticamente mente y cuerpo. Esto tiene muchas implicaciones, como abordar el vínculo que existe entre el cerebro y otras partes del cuerpo, en especial el corazón y el intestino...

Es importante que entendamos que esa visión binaria, que separa cuerpo y mente de forma tajante, en realidad es una visión muy reciente. En unos meses se publica un libro mío en el que hago un repaso por la historia de la medicina científica, que nace en la Grecia clásica. Y si nos vamos a Hipócrates o a Galeno, los padres de esa medicina, vemos que ya tienen la idea de que mente y cuerpo están relacionados, que la mente no es sólo el cerebro. Hipócrates considera al cerebro un órgano privilegiado, pero no excluye el resto del cuerpo de la psicología.

La visión fragmentada surge en el siglo XVII con René Descartes, y ha tenido grandes ventajas, como la consolidación del método científico. Pero lo que no podemos hacer es negar al otro. Y lo que yo veía es que acceder a nuestros estados mentales suele ser muy difícil: es más fácil entrar por el cuerpo, comenzar a meditar atendiendo a la respiración y las sensaciones del cuerpo. Es más fácil modificar hábitos de la vida cotidiana que cambiar la actitud mental. No tiene sentido sentarnos a meditar muchas horas y después tener una dieta pésima, una dieta sedentaria o hábitos que castigan el cuerpo. Debemos llegar a una conciliación entre mente y cuerpo; no se trata de una unificación, sino de un diálogo.

Cita Vd. un experimento en que se le dan bebidas a un grupo de personas diabéticas: unas tienen la etiqueta “sin azúcar” y otras, “con azúcar”. En realidad, ninguna de las bebidas tiene azúcar; pero los niveles de azúcar en sangre varían en función de lo que ponía en la etiqueta. Es decir: lo que pensamos influye en nuestra materia orgánica, y a la inversa, nuestra alimentación influye en cómo pensamos, incluso en cómo nos comportamos.

Completamente. Decía San Agustín que estamos hechos de una tierra difícil de cultivar. Si le echo un mal abono, no puedo esperar grandes frutos. Hildegarda von Bingen, una médica de la Edad Media que ejercía la medicina de una forma integral, con música y con plantas, señalaba el error de sacrificar el cuerpo, mediante el flagelo, para llegar a la ascensión. Cómo podemos esperar una actitud serena si cultivamos esa tierra con abonos que sólo pueden sacar malas hierbas. Siempre cuento que, cuando vivía en Madrid, por la mañana en el metro veía a la gente desayunando y pensaba, ‘madre mía, esta gente lo va a tener difícil para remontar el día’. Hay sobradas evidencias científicas de la unión del eje intestino-cerebro y de cómo influye en nuestra conducta, en la relación con los demás y en los mecanismos del aprendizaje: por eso es tan importante la alimentación durante el embarazo y la infancia. Eso sí, sin convertirnos en fundamentalistas: como en todo, lo mejor es un equilibrio.

Si hablamos de malos hábitos, hay quien nos alerta del mal uso que estamos haciendo de las nuevas tecnologías y, en particular de las redes sociales y otras aplicaciones que dispersan nuestra atención. Más aún: algunos científicos ya hablan de que Internet pronto estará conectada a nuestro cerebro, generando algo así como ciborgs en los que lo orgánico se hibrida con lo tecnológico. ¿Qué piensa Vd. de esto?

En cuanto a la primera parte de tu pregunta, creo que la prensa a menudo aporta una mirada demasiado negativa. El uso de las redes tiene aspectos fascinantes: nunca hemos tenido acceso a tanta información y cultura. Creo que lo importante no es sólo controlar cuántas horas dedicamos a usar los aparatos tecnológicos, sino sobre todo, al discernimiento de qué tipo de contenidos miramos. Ahora bien: no estoy de acuerdo en esa invasión de lo tecnológico en el ser humano de la que hablas; es el poshumanismo. Yo creo que no hay que invertir tanto en inteligencia artificial, sino en inteligencia natural. La ventaja es que creo que, en reacción a ese poshumanismo, va a surgir un humanismo como respuesta, que va a ser muy enriquecedor.

Otra idea fundamental es que el cerebro no olvida, sino que sustituye. No podemos obligarnos a dejar de pensar algo; lo que provocamos es el efecto contrario. Como periodista, eso me hace pensar en los errores que podemos cometer al comunicar conceptos como el cambio climático y la crisis ecológica: los enfoques muy negativos pueden reforzar aquello que se pretende combatir...

Yo creo que los periodistas tenéis un papel social enorme que a veces malgastáis. Lo entiendo muy bien cuando alguien me dice que prefiere ver programas de cotilleos que un telediario que me dice todo el tiempo que la humanidad es horrible. Porque sucede que las noticias son excepcionales; si no, no serían noticias. Entonces, algo terrible sucede y, como es lo único que se explicita, nuestra representación interna de la realidad se hace sólo con esos datos. Sería diferente si das esa noticia pero también haces explícito que una inmensa parte de la humanidad es bondadosa. Un ejemplo: los estudios señalan que las campañas para dejar de fumar más exitosas son las que lanzan mensajes positivos; en lugar de “fumar mata”, “estarás más ágil si dejas de fumar”. Es importante la imagen que tenemos de nosotros mismos; si es muy derrotista, el cambio será difícil.

Del mismo modo, sería interesante que en el sistema educativo nos enseñaran cómo funcionan el cerebro y las emociones...

Desde luego. Fíjate que en Grecia, pero también en otras culturas, la máxima es “conócete a ti mismo”. Yo he estudiado durante treinta años y nunca nadie me ha dicho: observa cómo eres, cómo reacciona tu cuerpo, cómo regulas tus emociones. El sistema educativo debería ser más permeable a la intimidad del ser; y grandes filósofos contemporáneos están ya haciendo hincapié en ello.

La meditación es un tema fundamental de su trabajo de investigación. ¿Qué nos muestra acerca de la conciencia, de cómo funciona esa división entre consciente y el inconsciente?

Nos muestra que casi todo es un baile constante entre lo voluntario y lo involuntario, entre el consciente y el inconsciente. Al meditar, me miro a mí misma; no se trata de analizar, sino de observar. La neurociencia nos muestra qué ocurre en el cerebro y cómo favoreciendo la observación interior, la actividad cerebral se modifica, ciertas zonas envejecen más lento y se produce una correlación con ciertos índices de salud mental y bienestar psicológico. En conclusión: paremos un poco y, en vez de manejar tantas máquinas, dediquemos un tiempo a esa mirada interior. Lo que sabían los antiguos, ahora lo evidencia la ciencia: una mente que divaga es una mente infeliz.

Por último, me gustaría hablar de las diferencias en el cerebro entre hombres y mujeres. ¿Cuánto hay en esas diferencias de prejuicio sexista y cuánto de evidencia científica?

En este momento estoy investigando al respecto, y lo que muestra la ciencia es que existen diferencias entre hombres y mujeres. La actividad cerebral es prácticamente igual hasta que llegan los procesos hormonales en la adolescencia, y a partir de ahí, hay muchas diferencias. A nivel cognitivo, tenemos las mismas capacidades de memoria, atención y aprendizaje; pero que podamos hacer lo mismo no significa que tengamos el mismo cerebro: llegamos al mismo resultado con redes neuronales que son diferentes.

En esa diferencia surgen matices que nos hacen enriquecer al ser humano en general: hay cosas que parece que se desarrollan más óptimamente en el hombre y otras, en la mujer. Si a nivel cognitivo somos muy similares, los hombres tienen mayores capacidades de coordinación y movimiento, mientras que las mujeres somos más capaces en términos de cognición social y empatía. Hay estudios que muestran la actividad cerebral en reacción a ver imágenes de gente con diferentes emociones: a los hombres se les activan dos áreas cerebrales; a las mujeres, nueve. Además, lo que está mostrando la ciencia es que estas diferencias no son tanto culturales como filogenéticas y ontogenéticas. Obviamente, estoy hablando de promedios, pero en cualquier caso se trata de diferencias que enriquecen a la especie humana y que no deben ocultarse en nombre de la igualdad.

La igualdad no debe matar la diversidad: igualdad sí, pero de derechos. Si las mujeres tenemos mayor capacidad para predecir y entender el estado de otra persona, esto es fundamental a nivel de liderazgo. Louann Brizendine, pionera en la investigación de diferencias cerebrales según el género, lo expresa así: las mujeres hemos venido aquí a garantizar la armonía social. A mí esa misión me parece un honor, y creo que, ahora que la mujer se incorpora cada vez más al ámbito laboral, podemos aportar también desde ese lugar.