Ni masajes, ni mesas de billar en la oficina. Cómo ser feliz (de verdad) en el trabajo

Ni masajes, ni mesas de billar en la oficina. Cómo ser feliz (de verdad) en el trabajo

La compañía española Visual MS fue nombrada en 2017 una de las mejores empresas de Europa para trabajar.

(Visual MS)

En abril de 2017 varios currículos de Silicon Valley llegaron a la localidad gallega de O Porriño. Los enviaban desarrolladores e ingenieros de Apple y otros titanes tecnológicos de Palo Alto. Querían pedir trabajo a una pequeña empresa del polígono industrial de A Granxa dedicada al diseño de software para compañías de transporte. Estaban decididos a abandonar uno de los rincones del planeta con más fortunas por metro cuadrado, el paraíso laboral de cualquier tecnófilo, para mudarse a este núcleo rural de 20.000 habitantes.

¿Por qué algunas de las mentes mejor pagadas del mundo querrían cambiar una multinacional con 200.000 millones de dólares USD (unos 163.000 millones de euros) de facturación por un modesto negocio que gana entre 1,5 y 3 millones de euros al año?

La razón es simple: porque aquí les tratan mejor.

En abril de 2017, la compañía Visual MS, con 63 empleados, fue nombrada una de las mejores empresas de Europa para trabajar, según el ranking de la consultora Great Place to Work. No era la primera vez. Ya quedaron los primeros en 2009, por encima de la filial española de Google, gracias a su particular manera de “cuidar” a los trabajadores.

Para ayudarnos a entenderlo, su responsable de personal, Santiago Cabaleiro, lo compara con una relación amorosa. “Somos un gran sitio para trabajar por la calidad de la gente. No solo buscamos buenos profesionales, sino gente afín a nuestra cultura. Es como un enamoramiento. Nos tiene que gustar esa persona porque nos estamos comprometiendo con ella en una relación a largo plazo”.

La media de antigüedad en esta empresa es de once años, apenas hay despidos ni bajas voluntarias. Mientras uno de cada cuatro contratos en España dura menos de una semana, aquí el 100% son indefinidos desde el primer día. “Cuando firmas un contrato es como si te casaras, es para siempre”, insiste Cabaleiro.

Pero el amor hay que alimentarlo, por eso se propusieron conseguir la utopía: que sus trabajadores sean felices.

No se trata solo de tener una mesa de billar o un ping pong en la oficina (aunque también lo tienen). Tiene más que ver con una buena comunicación, con tomar las decisiones en equipo, reconocer el talento, con ver al personal como algo más que una silla caliente y una nómina a fin de mes. “Si quieres a los mejores profesionales hay a que intentar tenerlos contentos. No hace falta invertir mucho dinero, es cuestión de voluntad”.

Ahora que hasta Naciones Unidas considera la búsqueda de la felicidad “un objetivo humano fundamental”, trabajar para vivir ya no es suficiente. Se impone una nueva filosofía: el trabajo feliz. Un oxímoron de manual. Curiosamente, trabajo viene del latín tripalium que significa “tres palos” y, en realidad, da nombre a un instrumento de tortura.

Pero, ¿qué significa ser feliz en el trabajo?

Los trabajadores de Netflix pueden solicitar tantos días de vacaciones como quieran, en Facebook recargan sus vehículos eléctricos y van al dentista gratis, los del Google almuerzan menús gourmet, tienen descuentos para masajes y pueden llevar a sus perros a la oficina.

Son algunos beneficios que aplican las empresas mejor valoradas del mundo, aunque ninguno de ellos encierra por si solo el secreto de la felicidad laboral. Para Paul E. Spector, profesor de la Universidad del Sur de Florida y experto en satisfacción laboral, la clave sería una mezcla entre condiciones de trabajo, relación entre compañeros, crecimiento personal y seguridad.

En la consultora Great Place to Work lo que más valoran son “aquellos ambientes de trabajo en los que prima una cultura de alta confianza. Es mucho más que tener un futbolín o sillones de masaje. Tiene que ver con la confianza en los jefes directos. Los trabajadores no abandonan los empleos, abandonan a sus jefes”, asegura su directora de comunicación, Sonia de Mier.

Según el Índice mundial de felicidad en el trabajo, los empleados más felices son los de Dinamarca, Noruega y Costa rica. En España –situada en el puesto número 18– un 76,6% asegura sentirse feliz. Sobre todo aprecian tener un buen ambiente laboral, flexibilidad horaria y un buen jefe. Curiosamente el salario no aparece hasta la quinta posición.

“Si no te sientes bien pagado eso siempre resta, pero a largo plazo el sueldo no es lo que te motiva de verdad”, señala Santiago Cabaleiro.

Por eso en Visual prefieren darle más importancia a otro aspecto: la conciliación. Tienen horarios flexibles y suelen teletrabajar desde casa uno o dos días por semana. Medidas que favorecen sobre todo a las mujeres, las más afectadas por las dificultades de conciliación laboral. “Lo más importante es confiar en tu equipo, darle poder para que se autoorganice”.

La felicidad laboral se puede medir, pero luego el trabajador tiene que poner de su parte. “Todo depende de lo que entienda cada uno por felicidad”, aclara el catedrático de Psicología de las Organizaciones, José María Peiró. “Hay dos grandes visiones que derivan de la filosofía griega: Los epicúreos que defendían un planteamiento hedonista de la felicidad y la escuela de Aristóteles, que la entendía como la búsqueda de un propósito en la vida”.

Unos tratan de buscar el placer y evitar el dolor, otros son felices cuando ven que su trabajo tiene sentido. “Cada empresa debe tener claro qué entienden sus trabajadores por ser feliz y eso es muy complicado”, advierte el psicólogo.

Trabajo decente, trabajo feliz

La idea de que las personas felices trabajan mejor no la inventó ningún entrenador personal, en realidad es tan antigua como el Imperio Romano. Jerry Toner, director de estudios clásicos en la Universidad de Cambridge cuenta en su libro How to Manage Your Slaves (Cómo dirigir a tus esclavos) que los romanos ya usaban técnicas para alentar a sus esclavos: días de descanso, buena comida y promesas de libertad para subir la moral y generar espíritu de equipo.

Un esclavo contento es un esclavo productivo. Es lo que piensan los más críticos con la felicidad estilo Google, que en el fondo seguimos igual de alienados pero no nos damos cuenta. Simplemente estamos anestesiados por charlas motivadoras y días de fiesta en la oficina.

Hace poco varios googlers –trabajadores de Google– confesaron en la red social Quora la cara menos amable de la empresa idílica por excelencia. “No hay mucho que hacer aparte de trabajar o salir con las mismas personas con las que trabajas. Tienes comida gratis, cafés, gimnasios…, pero en realidad cada vez pasas más tiempo en la oficina”, reconocía uno de sus ingenieros. “¿Y si este mundo fuera el infierno de otro planeta?”, advertía Aldous Huxley en la novela Un mundo feliz.

“Es verdad que hay empresas que buscan la felicidad, pero la mayoría de las veces suele ser solo marketing”, opina Rosario Goñi, del colectivo Economistas sin Fronteras. Basta con ver las estadísticas. Hoy un 2,3% de los contratos en Europa son precarios (en países como España o Francia supera el 4,7%) y uno de cada seis empleados son pobres.

A lo que se añade, por ejemplo, que las europeas siguen ganando un 16% menos que los hombres.

¿No es hipócrita hablar de empleados felices cuando muchos ni siquiera ganan lo suficiente para vivir?

“Las condiciones laborales se han deteriorado mucho desde el inicio de la crisis”, confirma Pedro J.Linares, secretario de salud laboral de CC.OO. “Ahora mismo incluso se están dejando de ejercer derechos por temor a perder el empleo”. Según el sindicato, durante el año pasado al menos el 25% de los trabajadores fue a trabajar más de dos veces estando enfermo. Es decir, estuvieron ocho horas –como mínimo– trabajando con fiebre o con gripe, solo por miedo.

Por eso, como recuerda Rosario Goñi, para presumir de empresa feliz hay que empezar por tener sentido común y respetar los derechos de los trabajadores. “Las condiciones para ser feliz ya las marca la Organización Internacional del Trabajo. No estamos inventado nada nuevo. La Declaración sobre el Trabajo Decente especifica que toda persona tiene derecho a trabajar en condiciones que respeten su seguridad, su salud y su dignidad”, insiste la economista. Parece obvio, pero en muchos casos todavía no se cumple. Quizá ese sea el primer punto de partida antes de pensar en masajes o en debatir si llevar o no el perro a la oficina. “Cuando todo eso se cumpla, cuando esos derechos se respeten, entonces estaremos en condiciones de hablar de felicidad”.