No existe una solución rápida a la actual crisis de la industria de la aviación

En la primavera de 2020, el mundo se vio afectado tanto por la pandemia de covid-19 como por una ola de perturbaciones económicas sin precedentes. Todos los sectores de la economía se vieron afectados, pero ninguno más que la industria de la aviación. Antes de la covid, la aviación aún contaba con un legado de glamour entre los viajeros, que conservaban la imagen de tripulantes de cabina y pilotos que viajaban por el mundo envueltos en cuidados uniformes, como en la década de los años 1960. Muchos todavía creían que la industria de la aviación era un buen lugar para trabajar y, en algunos casos, lo era. La mayoría de las veces, sin embargo, la glamurización del “efecto Pan Am” solo servía para encubrir las profundas cicatrices provocadas por la liberalización que el sector padece desde hace décadas.

Esta situación adquirió mayor evidencia en el sector de la asistencia en tierra y los aeropuertos, donde la legislación de la Unión Europea, como la Directiva sobre asistencia en tierra de 1996, introdujo una fragmentación significativa del sector con el fin de reducir los costos para las compañías aéreas y, a su vez (y en teoría) para los consumidores. Los trabajadores de asistencia en tierra son los héroes desconocidos de la industria de la aviación. Son las personas que cargan sus maletas, alimentan su avión, lo embarcan en su vuelo, limpian el avión y facturan su equipaje. Generalmente pasan desapercibidas, pero sin ellas, como ahora todos lo sabemos, la industria de la aviación quedaría paralizada.

A pesar del importante papel que desempeñan, los trabajadores de asistencia en tierra han estado en primera línea de la ola de liberalización que ha engullido a la industria de la aviación desde 1996. Por su propia naturaleza, estos trabajos no son fáciles: los trabajadores de asistencia en tierra comienzan su jornada muy temprano y la terminan muy tarde, se ven expuestos a fuertes lluvias, a la nieve y al sol abrasador, así como a cargas pesadas y pasajeros descontentos. Además de la naturaleza difícil de su función, los trabajadores han tenido que lidiar con el empeoramiento constante de las condiciones laborales y la introducción del trabajo estacional, de contratos de cero horas y el salario mínimo, a la vez que garantizan que algunas de las compañías más famosas del mundo sigan obteniendo beneficios.

En cabina, se ha observado una carrera hacia el fondo impulsada por operadores baratos que intentan reducir el costo del trabajo ya sea a través del tipo de contrato que ofrecen a los trabajadores, o de la categorización de su empleo. Justo antes de que comenzara la pandemia, vimos la primera tripulación de cabina que trabaja por cuenta propia en Buzz, una filial polaca de Ryanair, y un aumento de contratistas precarios por parte de compañías como la aerolínea escandinava SAS. También en este sector se acabaron los buenos tiempos y la tripulación de cabina suele verse expuesta a largas jornadas, a un trabajo por turnos y a la cólera de los pasajeros. En resumidas cuentas, las condiciones han estado empeorando y el empleo resulta mucho menos atractivo.

En la primavera de 2020, el mundo de la aviación se vio sumido en el caos y una industria centrada únicamente en el crecimiento constante se enfrentó a la realidad del colapso. De la noche a la mañana, la industria pasó de un número récord de pasajeros a números que no se veían desde la década de los años 1980.

El sector no estaba preparado para esta situación, y como de costumbre, las prioridades de mayor importancia seguían siendo los beneficios y las ganancias de los accionistas. En cuanto a los trabajadores, pasaron a un segundo plano.

En el pico de la pandemia de covid-19, la Federación Europea de Trabajadores del Transporte (ETF) estimó que alrededor del 60% de los trabajadores aeroportuarios estaba sin trabajo, ya sea con permiso de ausencia o despedidos. Las empresas que se habían visto privatizadas volvieron repentinamente a sus anteriores propietarios suplicando ayudas estatales, que todas recibieron sin condiciones.

Entre tanto, al otro lado del Atlántico, el Gobierno de los Estados Unidos adoptó una política de ayuda estatal conocida como la ley CARES. Este proyecto de ley de estímulo económico otorgó ayuda estatal a todos los empleadores de la aviación, pero exigió a las compañías que mantuvieran un alto nivel de empleo y que continuaran volando todo lo posible. Esta medida salvó miles de puestos de trabajo, pero no ocurrió lo mismo en la gran mayoría de los países europeos. Al confiar ciegamente en los empresarios de la industria de la aviación, lo que hicieron los gobiernos, a sabiendas o sin saberlo, fue llenar indirectamente los bolsillos de los accionistas y apoyar prácticas empresariales insostenibles mostrando poca consideración por el futuro o por los trabajadores del sector que también son contribuyentes. Esta situación condujo a la actual tormenta perfecta, con una recuperación del número de pasajeros impulsada por el aumento del ahorro personal realizado durante la covid-19 por la clase media, y una industria vaciada de trabajadores debido a la ingenuidad de los gobiernos y a la codicia de los empleadores. Muchos de estos trabajadores no volverán nunca a la industria.

Un verano de descontento

Muchos empleadores y comentaristas afirman que no había manera de saber lo que iba a ocurrir, pero no estamos de acuerdo con este análisis. Antes de la temporada de verano de 2021, en la ETF advertimos a la industria de que esto iba a suceder. En todos los sectores de la aviación anticipamos una crisis de capacidad ocasionada por la reducción de personal, de equipos e instalaciones en un intento miope de los empleadores por reducir costos y proteger los beneficios y los dividendos de los accionistas. Sin embargo, nuestras advertencias fueron ignoradas, y la codicia prevaleció sin tener en cuenta lo que pudiera suceder en el futuro.

Lamentablemente, las previsiones que hicimos en 2021 se han hecho realidad este verano. Los trabajadores no volvieron a la aviación, y muchos se han quedado en los sectores de la economía donde se refugiaron temporalmente durante la pandemia, encontrando un mejor equilibrio entre la vida laboral y personal y mejores condiciones de trabajo.

Aunque es evidente que la “gran renuncia” ha afectado a todas las facetas de la economía, la industria de la aviación es un sector en el que nadie quiere trabajar.

Durante la mayor parte de su historia, la gente hacía cola para trabajar en la industria, pero las malas condiciones y los bajos estándares de trabajo anteriores a la pandemia, combinados con la precariedad de estos empleos que expuso la pandemia y un enfoque minimalista del capital humano que se practica desde hace mucho tiempo, han resultado en una crisis.

Los trabajadores que quedan en la industria han sido llevados al límite. Están trabajando más de lo que trabajaban antes, se ven obligados a hacer horas extraordinarias y tienen que lidiar con pasajeros frustrados que también padecen el resultado de la codicia corporativa. Además, muchos trabajadores no han recuperado su salario a los niveles anteriores a la covid, y los que lo han hecho se enfrentan a una congelación salarial, una inflación desorbitada y un aumento del costo de la vida. Esta situación es inaceptable tanto para los trabajadores como para los sindicatos, lo que ha llevado a estos últimos a tomar la difícil decisión de ir a la huelga. Hasta ahora, se han registrado huelgas en los Países Bajos, Bélgica, Francia, el Reino Unido, España, Portugal e Italia, y es de esperar que esta tendencia continúe a lo largo del verano, ya que los trabajadores luchan por los salarios que deberían recibir y por mejores condiciones de trabajo.

Sin embargo, se vislumbra una luz al final del túnel. Gracias al diálogo y a la negociación colectiva, se han alcanzado acuerdos en el aeropuerto neerlandés de Schiphol, en la compañía aérea alemana Lufthansa y en British Airways. Entre tanto, en Francia, se han iniciado conversaciones tripartitas que han aplazado las huelgas de los trabajadores aeroportuarios y de los controladores del tráfico aéreo. Aun cuando no existe una solución rápida a esta crisis, en todos los aeropuertos y aerolíneas se requiere diálogo social y negociación colectiva para garantizar que trabajar en la aviación sea positivo y que el trabajo que realizan los trabajadores les es rentable. Entre tanto, en el plano europeo, nos corresponde entender cómo hemos llegado a esta situación, solucionar las causas de fondo y asegurarnos de que tanto los consumidores como los trabajadores no vuelvan a encontrarse en una situación como esta.