“No hay alternativa real al diálogo social, los convenios colectivos y la voz de los trabajadores”: lo confirma hasta la OCDE

Siempre ha sido difícil predecir lo que tendrán que hacer los trabajadores en el futuro y cómo lo harán. Pero lo que sí sabemos es que la mayoría de los trabajadores de hoy en día sienten aprensión frente al ‘futuro del trabajo’. Por ello, resulta fundamental contar con salvaguardias y mecanismos para garantizar empleos de calidad. La negociación colectiva y el diálogo social forman parte de la solución, algo que ha sido recientemente confirmado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

Se trata del apoyo menos esperado, teniendo en cuenta las opiniones de la organización en el pasado, pero su nuevo informe, Negotiating Our Way Up, llega a la conclusión de que la negociación colectiva contribuye a garantizar que “todos los trabajadores y las compañías, incluyendo la pequeña y mediana empresa, obtengan beneficios derivados de la innovación tecnológica, los cambios organizativos y la globalización”.

El diálogo entre empleadores, trabajadores y sus representantes resulta esencial en tiempos de crisis (véase automatización o cambio climático), frente a crecientes desigualdades sociales (tal como han dejado patentes las protestas mundiales vinculadas a los escasos ingresos familiares, entre otros motivos) y nuevos modelos empresariales que ocasionan descontento en relación con la vigilancia y las condiciones de trabajo. Por todas partes están surgiendo nuevos sindicatos, o intentos para constituirlos.

El informe de la OCDE viene a recordar oportunamente que un diálogo social sano no está reñido con la productividad ni con el progreso, dado que “la calidad del entorno de trabajo es superior en promedio en aquellos países que cuentan con interlocutores sociales bien organizados y una amplia cobertura de convenios colectivos”. El poder de negociación compensa además la dinámica de concentración del mercado, lo que constituye toda una proeza en la edad de oro de las multinacionales y las Big Tech (grandes tecnológicas). Concluye por tanto que no existe una alternativa real al diálogo social, los convenios colectivos y la voz de los trabajadores.

¿Pero por qué debería interesarnos este informe?

A) Las conclusiones de la OCDE suelen transformarse en políticas concretas;
B) Se apoya en un acerbo de datos y un proceso de investigación de tres años de duración, lo que implica que tiene garra;
C) Por una vez, no intenta socavar los principios mismos de la negociación colectiva, sino que asume un enfoque más neutral y positivo, destacando tres funciones esenciales de la negociación colectiva:
• asegurar un reparto equitativo de los beneficios de la formación, la tecnología y el crecimiento productivo (función inclusiva);
• mantener la paz social (función de gestión de conflictos);
• garantizar condiciones adecuadas de empleo (función de protección).

No representa una panacea

Pero no existe un único sistema: “En dos tercios de los países de la OCDE, la negociación colectiva tiene lugar principalmente a nivel de empresa. Los convenios sectoriales tienen un papel significativo en los países de Europa continental. No obstante, esto no retrata fielmente la realidad en cuanto al grado de centralización o descentralización, puesto que de un país a otro difiere considerablemente la flexibilidad acordada a los convenios de empresa para modificar los términos de los convenios de ámbito superior”. En otras palabras, tampoco es una panacea.

No obstante, los sistemas coordinados muestran mayores tasas de empleo –incluso entre grupos vulnerables– y menor desigualdad de ingresos. Esto implica resiliencia del mercado de trabajo, lo que a su vez aporta mayor inclusión, además de mejorar la competitividad de una economía. El informe señala que para que estas conclusiones se traduzcan en resultados concretos, ambos interlocutores sociales deben ser fuertes. Además, la negociación a nivel de empresa no es suficiente por sí sola.

En las economías industrializadas, cada vez son más los trabajadores que ya no tienen puestos de trabajo regulares y a tiempo completo. Frente a esta nueva realidad, la OCDE sugiere extender la afiliación sindical a las nuevas formas de trabajo y la ‘zona gris’ donde reside el problema de los denominados ‘falsos’ autónomos. Los datos confirman los actuales obstáculos a la sindicalización y que, en la mayoría de los países, aquellos trabajadores que no tienen un empleo regular quedan fuera del ámbito de cobertura de los convenios colectivos.

La extensión administrativa (de convenios colectivos a trabajadores no afiliados), según sugiere la OCDE, no constituye un sustituto ideal a la negociación colectiva, pero puede representar una alternativa para fomentar una mayor cobertura. No obstante, la OCDE recomienda criterios de representatividad y pasar la prueba del ‘interés público’. No está claro quién establecerá dichos criterios y de qué manera. Las experiencias con cláusulas de inclusión y exclusión para ciertas firmas distan mucho de ser positivas (basta con ver lo que ocurrió en Grecia y Portugal después de 2009). Existen otras soluciones, empezando por una correcta clasificación de la relación contractual de empleo.

El informe recomienda adaptar la legislación laboral para conceder a aquellos trabajadores que se encuentren en la ‘zona gris’ el derecho a la negociación colectiva, al tiempo que se exenta a formas específicas de trabajo por cuenta propia de la prohibición de negociar colectivamente, en particular con relación a las leyes sobre competencia o anti-cártel, destinadas a combatir el poder monopsónico.

En términos simples, implica que todos los trabajadores de Uber o Deliveroo tendrían derecho a sindicalizarse y defender sus derechos. De hecho, algunos sindicatos están esforzándose por cubrir a los trabajadores atípicos –aparte de campañas y asistencia legal– a pesar de las leyes de competencia y los nuevos modelos empresariales. Necesitan un entorno habilitante para poder continuar haciéndolo.

No sólo es cuestión de dinero

La percepción que tiene la opinión pública de los sindicatos está relacionada con la defensa de salarios y pensiones de sus afiliados. Pero tal como muestra el informe, la negociación colectiva implica mucho más, como por ejemplo considerar los distintos arreglos relativos a horarios de trabajo, normas tecnológicas, formación, salud y seguridad en el trabajo, y la prevención de intimidación y discriminación en el lugar de trabajo. Se trata de cuestiones clave que afectan a todos los trabajadores y que están cobrando impulso. La negociación colectiva –señala el informe de la OCDE– puede contribuir a “formular soluciones frente a problemas emergentes”.

Contar con representantes especializados en salud y seguridad en el lugar de trabajo se asocia con mejores condiciones de trabajo físicas y una reducción de la tasa de accidentes laborales. Los acuerdos sobre jornada laboral, teletrabajo y horarios flexibles, incluyendo el ‘derecho a desconectar’ están floreciendo actualmente. En cuanto a la discriminación, el nuevo Convenio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre violencia y acoso en el mundo del trabajo, sumado al hecho de que cada vez somos más los que vivimos en sociedades diversas, indican que este tipo de cuestiones irán cobrando cada vez mayor relevancia para los distintos actores en el entorno laboral. Por no mencionar el cambio tecnológico –un tema de interés histórico para los sindicatos– donde nuevas normativas en cuanto a los datos de los trabajadores y la interacción hombre-máquina tendrán que establecerse desde la perspectiva organizativa.

En su análisis, la OCDE comete no obstante un fallo al presentar una disyuntiva entre la voz representativa (comités de empresa) y la ‘voz directa’ (cuando la dirección establece sus propios canales de comunicación, por ejemplo).

Las principales constataciones indican, naturalmente, que las ‘formas mixtas’ de consulta logran mejores resultados a la hora de garantizar la calidad del empleo, mientras que las formas únicamente representativas no lo consiguen debido a una ‘causalidad inversa’ (que los trabajadores se afilien a sindicatos cuando se enfrentan a malas condiciones de trabajo o altas tasas de estrés laboral). Las tasas de estrés laboral se sitúan en un 30% en la media de la OCDE, siendo la más baja la de Noruega (17%) y la más elevada la de Turquía llegando a cerca del 50%. En cuanto a la diferencia entre distintos sistemas de negociación colectiva, en los sistemas coordinados encontramos más recursos de empleo (y mejor calidad de los puestos de trabajo).

Más estudios y mejores prácticas ayudarían al desarrollo de futuras actividades. Para empezar, hay que incidir más en los derechos de información y consulta, y de co-determinación. En segundo lugar, un repaso a los umbrales establecidos en la legislación nacional (que eximen a las pequeñas empresas de la obligación de crear estructuras representativas) resultaría de gran utilidad. Por último, todos los aspectos no monetarios se discuten en instancias de negociación tripartita, sectorial y multipatronal, y no exclusivamente a nivel de empresa. Ambas opciones ofrecen ventajas que conviene explorar.

¿Con una finalidad prevista?

Respecto a la discusión ‘con una finalidad prevista’ que persiste en centrarse en la baja densidad sindical, la capacidad de los sindicatos para cubrir a todos o simplemente más trabajadores, o abrirse a nuevas formas de cambio organizativo, ya va siendo hora de considerar cómo revertir las políticas y las tendencias de modelos empresariales que no hacen sino debilitar el poder de negociación de los sindicatos.

La OCDE confirma que, pese a las dificultades, los sindicatos están desarrollando nuevas iniciativas para adaptarse al cambiante mundo del trabajo, abriéndose a la afiliación de nuevos miembros en el sector creativo o para trabajadores de agencias de trabajo temporal, negociando convenios colectivos con empresas de plataformas e involucrándose en la aportación de formación.

Desde hace apenas un par de años, observamos que a pesar de la falta de diálogo social en relación con cuestiones sobre digitalización, los sindicatos han avanzado al respecto. Los principios de la OCDE (G20) sobre Inteligencia Artificial conceden un papel clave a los interlocutores sociales en la gestión de las transiciones del mercado laboral y la organización del trabajo. El valor del diálogo social merece ser apreciado, ya que puede crear condiciones de igualdad y economías productivas con menos divisiones sociales. El trabajo de la OCDE recomendando cómo lograrlo resulta por tanto particularmente relevante.