Obesidad infantil y de adultos: la otra epidemia que enfrenta México

Obesidad infantil y de adultos: la otra epidemia que enfrenta México
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En 2016, más de 1.900 millones de adultos (el equivalente a un 39% de la población mundial) tenían sobrepeso, y de ellos, más de 650 millones eran obesos. Los datos de la organización mundial de la salud indican que en un lapso 45 años, la obesidad se ha multiplicado por tres en todo el mundo.

De todos los países, México ocupa el primer lugar mundial en obesidad infantil y es el segundo de la tabla en obesidad de adultos. En cifras, y según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición de 2018, el 75% de mexicanos con 20 años cumplidos o más tiene sobrepeso o es obeso. Y más alarmante aún: según el estudio, la prevalencia de sobrepeso u obesidad concierne al 35,6% de los niños y niñas de 5 a 11 años del país.

 

The trend toward overweight and obesity among Mexico’s ‘Generation Alpha’ and part of its ‘Generation Z’ is cause for serious concern. The obesity epidemic is a health problem that concerns everyone, not just people who are overweight.

Photo: Consuelo Pagaza

En paralelo, también se ha detectado un incremento enfermedades crónicas no transmisibles asociadas con la obesidad, como la diabetes y la hipertensión arterial. Y, en un contexto como el actual, con la pandemia de covid-19 sin controlar, tanto el sobrepeso como la obesidad entrañan mayores riesgos para quienes se contagian.

Según la Secretaría de Salud, más allá de la salud y de “deficiencias en el rendimiento escolar y problemas emocionales como autoestima disminuida” para las personas que la padecen, la propia economía del país está concernida: “Estimaciones de la OCDE prevén que entre 2020 y 2050, el Producto Interno Bruto (PIB) se reducirá en 5,3% en México debido a la epidemia de sobrepeso y obesidad, de la cual, también forman parte los grupos vulnerables”.

Solo en 2017, y según cálculos de esta Secretaría, el costo total de la obesidad ascendió a 240.000 millones de pesos (9.900 millones de euros, 12.000 millones de dólares), cantidad que seguirá en aumento hasta alcanzar los 272.000 millones (11.200 millones de euros, 13.600 millones de dólares) para 2023.

 

A quick glance inside any shop in Mexico will reveal the high number of processed foods on offer.

Photo: Consuelo Pagaza

Hasta hace poco los estudios enfocaban las causas de la obesidad a un conjunto de malas decisiones del individuo, pero pocas veces se volteó a ver el ambiente obesogénico, es decir, lo que la Organización Panamericana de Salud (OPS) describe como “un entorno que influye en las preferencias personales para consumir productos comestibles altos en calorías, azúcares simples, grasa y sal, y bajos en calidad nutricional”.

La Alianza por la Salud Alimentaria, un conjunto de organizaciones conformada por expertos académicos y activistas vigilantes en la protección de derechos alimentarios observa como factores principales “el acelerado deterioro de los hábitos alimentarios de la población” y concretamente “la disminución del consumo de frutas y verduras, del cereal y la leguminosa, originarios de la dieta tradicional mexicana, rica y equilibrada, basada en la diversidad cultural y biológica del territorio nacional y centrada en el cultivo de la milpa”.

 

Sourcing local, fresh and reasonably priced products has become more difficult than sourcing junk food.

Photo: Consuelo Pagaza

“En contraposición vemos el aumento de consumo de harinas refinadas, bebidas azucaradas, alimentos y bebidas ultraprocesadas, apoyados de una publicidad descomunal, que ha acaparado todos los entornos físicos y virtuales, debido a su insuficiente regulación”, menciona la Alianza.

“A esta epidemia llegamos debido a una transición epidemiológica que empezó a ocurrir a través de los años, desde los 80, después los 90 y los años 2000, y fue por cambios en el sistema alimentario, el comercio, también por falta de regulación para evitar prácticas comerciales muy agresivas cuando se empezaron a gestar estos cambios”, explicó Simón Barquera Cervera, director del Centro de investigación salud (CINS) del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) en una conferencia de prensa el 20 de agosto de 2020.

 

Amaranth seed-based snacks like the ones pictured here are a part of the traditional Mexican diet. They are being displaced by snacks produced by a variety of agri-food multinationals.

Photo: Consuelo Pagaza

El Tratado de Libre Comercio TLCAN (firmado entre México, Estados Unidos y Canadá en 1994) y la entrada de grandes cadenas de comida rápida “fue un parteaguas en el que estos productos altamente procesados eran disponibles, estaban a bajo costo y además tenían una gran publicidad, que incitaban también a la compra”, asegura a Equal Times Paulina Magaña, coordinadora de la campaña de salud alimentaria de El Poder del Consumidor.

Uno de los principales logros de implementar un impuesto federal especial de un peso por litro (aproximadamente el 10%) a las bebidas azucaradas en enero 2014, fue que para finales de ese año, el consumo de bebidas azucaradas se redujo un 12%, mientras que el consumo de bebidas no azucaradas como el agua embotellada se incrementó un 4%.

 

Elaborate marketing campaigns by the agri-food industry are fuelling new habits of consumption.

Photo: Consuelo Pagaza

Según el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), la aplicación a lo largo de 10 años de este impuesto, significaría un ahorro aproximado de 91,6 millones de dólares en el gasto para la atención de la salud y prevenir casi 240.000 casos de obesidad en el país, más de 61.000 casos de diabetes, casi 4.000 eventos vasculares cerebrales, más de 2.800 casos de enfermedad hipertensiva del corazón y más de 4.000 enfermedades isquémicas del corazón.

“México ya tiene un impuesto del 10%, sin embargo este ha quedado como atrás, hemos visto la experiencia de otros países, por ejemplo algunas ciudades en Estados Unidos en donde el impuesto es del 30% y hay una reducción hasta del 38% del consumo de bebidas azucaradas, el objetivo actual de la organización es duplicar el impuesto”, explica Magaña.

Otra estrategia ha sido el reciente etiquetado frontal de alimentos. Tras una campaña de varios años encabezada por la Alianza por la Salud Alimentaria, el 1 de octubre de 2020 entró en vigor la Norma Oficial Mexicana NOM-051 que establece que los alimentos y bebidas no alcohólicas deberán tener un etiquetado frontal donde se advierta de manera veraz, clara, rápida y simple sobre el contenido que exceda los niveles máximos de azúcares añadidos, grasas saturadas, sodio y los demás nutrientes críticos e ingredientes.

Aunque ya existía un etiquetado, este no era claro para el consumidor pues promediaba sus componentes reales en un escueto porcentaje respecto al “diario recomendado”.

 

Implemented in 2020, front-of-package labelling now provides a clear and concise warning about the amount of excess sugars, saturated fats and other ingredients.

Photo: Consuelo Pagaza

El etiquetado consta de cinco sellos colocados en los productos. Los parámetros se basan en el Perfil de Nutrientes de la OPS, cuando excedan la cantidad de azúcares, grasas saturadas, grasas trans, sodio y calorías.

“La información es poder, y como consumidores no teníamos información real y clara que nos pudiera ayudar a tomar decisiones. Ahora con el etiquetado tenemos la capacidad de decidir qué consumimos y desmitificar productos porque más de una vez hemos consumido un producto porque nos parecía más sano, ahora te das cuenta de que no [lo era]”, explica a este medio Diana Delgadillo, gerente de Incidencia en Políticas Públicas de The Hunger Project (THP) México.

 

In the state of Guerrero, located next to the state of Oaxaca, several communities grow and consume products that originate from the area.

Photo: Consuelo Pagaza

Más allá de los impuestos y el etiquetado frontal, parece haber un reto más importante. ¿Cómo acercar los alimentos sanos a las zonas rurales y urbanas?

“Acceder a una dieta saludable es cinco veces más costoso que una dieta basada en ultraprocesados y esos son datos de la FAO. En América Latina es en donde es más caro, [si bien] en todo el mundo es más caro acceder a una dieta saludable que a una de ultraprocesados”, señala Delgadillo. Y eso que el derecho humano a la alimentación adecuada, añade, “está garantizado por Naciones Unidas”.

Son las múltiples dimensiones de un sistema alimentario basado en la ganancia: “Una posible solución es transitar a una perspectiva de sistemas alimentarios donde conviven diferentes dietas, culturas, ecosistemas y el contexto territorial donde la alimentación sea vista como un derecho y los alimentos no ser considerados como una mercancía”, enfatiza la experta.

 

In the state of Guerrero, located next to the state of Oaxaca, several communities grow and consume products that originate from the area.

Photo: Consuelo Pagaza

El Plato del Buen Comer Mazateco, un proyecto de THP-México en asociación con integrantes de la comunidad de San José Tenango, Oaxaca, es un ejemplo de cómo lograr una alimentación sana y nutritiva en una región con altas tasas de malnutrición, así como de marginación y pobreza. Entre otros, la iniciativa ha rescatado semillas nativas de la región, analizado el valor nutricional de los cultivos locales, incentivado el desarrollo de huertos pequeños y la comercialización y el consumo de alimentos locales compartidos en la comunidad, sin necesidad de viajar kilómetros para obtenerlos.

Maribel Gallardo, coordinadora regional de la oficina de THP Oaxaca, explica que en la comunidad comenzaron a registrar y a comparar las enfermedades que padecían sus antepasados con las actuales y cómo podrían reforzar su salud.

“Nos organizamos en la comunidad, comenzamos a platicar junto con nuestros abuelos, qué alimentos había antes, qué alimentos ya no consumíamos y cuáles ni siquiera sabíamos que existían, así como la preparación de esos alimentos. Por ejemplo, había recetas que yo no conocía y en cada comunidad difieren las preparaciones”. Esta experiencia, dice Gallardo, ayudó a compartir entre diferentes lugares y a descubrir los diferentes sabores.

“Ahora preferimos hacer nuestra sopa que ir a la tienda a comprar una sopa ya hecha, regresar al producto tradicional”. Y económicamente también se siente un impacto en la comunidad, ya que por el precio de un producto que llega a la comunidad (por ejemplo, un envase individual de yogur que cuesta 10 pesos) puede comprarse un manojo de chayote que puede alimentar a toda la familia.

Pero para propagar los beneficios de iniciativas como el Plato Mazateco, como una de las vías para atender la epidemia de obesidad, sería necesaria la implicación de las autoridades sanitarias y la articulación de aquella en la estrategia federal.

Diana Delgadillo enfatiza que estos procesos de recuperación de alimentos locales, de circuitos cortos de comercialización, de soberanía alimentaria, ponen en el centro no la ganancia sino lo que aquellos implican: “El alimento de valor de uso es mucho más alto que el de cambio”.

This article has been translated from Spanish.