¿Podrá la presidencia fiyiana de la COP23 contribuir a mantener los pequeños estados insulares en el mapa?

News

“La realidad para las pequeñas islas es que un aumento de la temperatura media mundial de 2 grados centígrados es simplemente demasiado alto. Ya se pueden percibir los efectos del aumento de más de 1°C de la temperatura mundial, y los resultados son nefastos”, indica Kerricia Hobson, encargada de un proyecto piloto para investigar cómo las pequeñas islas pueden desarrollar su capacidad para la adaptación basada en los ecosistemas costeros en la caribeña isla de Granada.

“Así pues, nuestro mensaje es que la propia supervivencia de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo [PEID, un grupo específico de países en desarrollo que se enfrentan a un conjunto singular de retos sociales, económicos y medioambientales] depende de conseguir limitar el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 1,5°C. El tiempo para debatir hace mucho que se acabó. Ahora necesitamos acción”, declara a Equal Times.

La situación a la que se enfrentan los PEID a nivel global está alcanzando un punto crítico, como lo han demostrado el gran número y la propia magnitud de las catástrofes de tipo climatológico que se han venido produciendo recientemente. Solo en 2017 se han producido en la cuenca atlántica 16 huracanes y tormentas tropicales. Los huracanes Harvey, Irma y Maria han provocado niveles históricos de precipitaciones en los Estados Unidos, así como daños catastróficos en las islas del Caribe como Barbuda, San Martín, Anguila, Dominica, las Islas Vírgenes Británicas y las Islas Vírgenes de EE.UU. y Puerto Rico; y otras muchas islas también han sufrido graves daños.

En el Pacífico, Fiji está todavía recuperándose del ciclón Winston de 2016, una de las tormentas más fuertes que tocó tierra. También el año pasado, las Islas Salomón perdieron cinco islas como consecuencia de la erosión y el aumento del nivel del mar.

En este contexto, los activistas del cambio climático de los PEID esperan que la 23ª reunión de la Conferencia de las Partes en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP23), que tendrá lugar en Bonn (Alemania) del 6 al 17 de noviembre, constituya el punto de partida de un cambio radical.

Al menos 250 millones de personas podrían verse desplazadas

La presidencia de la COP la ocupará este año Fiji, un estado del Pacífico compuesto por más de 300 islas, que conoce de primera mano el impacto potencialmente devastador del cambio climático. Según la London School of Economics, 1,7 millones de personas de la región del Pacífico –cuya población total asciende a 10 millones de habitantes– podrían verse desplazadas de aquí a 2050 debido al cambio climático. El Banco Mundial calcula que los 870.000 ciudadanos de Fiji son más propensos a contraer enfermedades y más vulnerables frente a un mayor número de fenómenos meteorológicos extremos, lo que podría reducir el PIB del país en cerca de un 4%. Por otra parte, las Naciones Unidas predicen que, en los próximos 30 años, al menos 250 millones de personas se verán desplazadas a nivel mundial debido al cambio climático.

No obstante, como primer estado insular vulnerable que coordina la COP, los observadores confían en que la actuación de Fiji no sea meramente simbólica.

“Estoy muy contenta de que un Pequeño Estado Insular en Desarrollo sea el anfitrión de la COP”, explica a Equal Times Jamilla Sealy, presidenta regional de la Caribbean Youth Environmental Network (CYEN). “Esperemos que los PEID se unan para dar a nuestra difícil situación la importancia que se merece y generar cambios significativos”, añade.

Para limitar el aumento de las temperaturas a 1,5°C se necesita una acción colectiva mundial. La secretaría de la COP estableció en julio una clara hoja de ruta para velar por ello. Solicitó a todos los países que ratificaran los compromisos asumidos con anterioridad en materia de clima, entre ellos el al Acuerdo de París de 2015 aprobado en la COP21, que ha sido ratificado por más del 55% de los países y que entrará en vigor el 4 de noviembre de 2017.

También estableció otras prioridades, como por ejemplo aumentar la financiación para los planes de adaptación y mitigación en materia de cambio climático a nivel mundial, y la creación de planes de seguros para los países más afectados por las catástrofes provocadas por el cambio climático.

Además, en 2015, en el marco de los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Pacífico (PEIDP), Fiji publicó la Declaración de Suva. En ella se insta a las naciones a que asuman unos compromisos climáticos firmes, en particular en lo referente a la concesión de subvenciones para los países más afectados por el cambio climático. Los PEIDP quieren que el Consejo de Seguridad de la ONU revise periódicamente las medidas de protección de mares y océanos establecidas en el marco de las negociaciones internacionales sobre el clima, así como la seguridad frente al cambio climático.

“Nuestras comunidades costeras están siendo arrasadas”

Volviendo a Granada, el proyecto piloto de Hobson –que se centra en el rejuvenecimiento de los arrecifes de coral– es un ejemplo del tipo de programas de adaptación climática para los cuales Fiji está solicitando el apoyo de la comunidad internacional.

El proyecto, gestionado por el Gobierno granadino, ayuda a las comunidades locales a renovar los arrecifes de coral como forma natural de adaptación al cambio climático. Los arrecifes de coral son denominados a veces las “selvas tropicales submarinas” del mundo, puesto que producen importantes cantidades de oxígeno y favorecen el desarrollo de una amplia diversidad de organismos marinos. Los arrecifes también protegen las islas de baja altitud, pero los científicos predicen que, de aquí a 2050, el mundo podría perder hasta un 90% de sus arrecifes de coral debido al calentamiento de los mares y a la contaminación.

El aumento del nivel del mar es otro problema crucial tanto en el Caribe como en otras regiones.

“Nuestras comunidades costeras están siendo literalmente arrasadas”, afirma Kristin Marin, originaria de Belice y vicepresidenta del Caribbean Regional Youth Council.

Marin explica que la concienciación es fundamental en la lucha contra el cambio climático, y cita el ejemplo de los programas educativos de la CYEN en su país. Al aprender sobre la importancia del agua potable y la protección de la misma, los niños beliceños desarrollan también una conciencia sobre el clima que Marin espera garantice una adecuada rendición de cuentas por parte de sus futuros líderes políticos.

Esta concienciación también puede dar lugar a importantes victorias. “A través de Oceana Belize, una organización dedicada a la protección de los océanos del planeta, todas las comunidades de Belice se opusieron a la perforaciones petroleras en mar abierto debido a los riesgos reales que suponen para nuestros recursos naturales”, explica.

Después de una campaña en la que se llevaron a cabo manifestaciones y trabajos de limpieza de diversos arrecifes, Belice votó en un referéndum no oficial a favor del mantenimiento de una suspensión permanente de las perforaciones, la cual fue anunciada el 20 de octubre de 2017.

Actualmente, el Caribe depende en gran medida de las importaciones de petróleo, principalmente de Venezuela. Pero existe una oportunidad para aprovechar el enorme potencial de las energías renovables de la región.

Durante los últimos años Jamaica se ha desarrollado más en el ámbito de los parques eólicos. En Antigua y Barbuda muchas escuelas disponen de paneles solares, mientras que en Puerto Rico se están utilizando sistemas de energía a base de biomasa para la producción energética aislada de la red, después de que el huracán María devastara la infraestructura energética de la isla.

En el Pacífico, la isla Ta’u de la Samoa Americana también está prescindiendo del diesel para generar en cambio energía eléctrica a partir de la energía solar utilizando micro-redes locales y baterías Tesla. En todo el mundo, los países en desarrollo se están comprometiendo con la transición a las energías renovables. En la COP22 en Marrakech, los 48 países del Foro de Países Vulnerables al Clima (CVF), todos ellos gravemente amenazados, se comprometieron con los objetivos de utilizar un 100% de energías renovables para 2050.

Pero debido a la distribución desigual de las emisiones globales –puesto que los países industrializados contribuyen actualmente a la mayor parte de las emisiones de carbono, además de registrar las mayores contribuciones históricas–, los PEID más afectados por el cambio climático no pueden garantizar su propia supervivencia a menos que se tomen medidas a escala mundial.

Dar vida al acuerdo

Durante la clausura de la cumbre pre-COP23 el pasado 18 de octubre, el Primer Ministro de Fiji Frank Bainimarama dejó claro que la COP23 tiene que juzgarse por las acciones, no sólo por las promesas.

“Tenemos que establecer un vínculo auténtico entre lo concluido en esta sala y la vida de las personas que representamos”, dijo.

Ese mismo día, al final de la jornada, Fiji demostró su adhesión a este compromiso anunciando un bono soberano verde como instrumento financiero para estimular la inversión en energías renovables e industrias verdes, convirtiéndose así en el tercer país del mundo (después de Polonia y Francia) y en el primer país del Sur en adoptar esta iniciativa.

El día anterior Fiji anunció asimismo su nuevo Fondo de Electrificación Rural que proporcionará energía aislada de la red a comunidades rurales que actualmente dependen de la generación eléctrica intermitente con diesel, que además de constituir una importante fuente de emisiones de carbono, puede verse fácilmente perturbada por los ciclones.

No obstante, se necesitan medidas globales inmediatas para detener el aumento de las temperaturas, en particular mediante el establecimiento de unos límites jurídicamente vinculantes a las emisiones de carbono.

El 13 de noviembre, coincidiendo con la cumbre sobre el clima, tendrá lugar un importante caso que servirá para comprobar el respeto de la legalidad con relación a esta cuestión: Greenpeace Nordic y Norwegian Nature and Youth van a demandar al Gobierno noruego por las perforaciones efectuadas en el Ártico, alegando en la denuncia que esas prácticas contravienen los compromisos que contrajo Noruega con arreglo al Acuerdo de París y ponen en peligro los derechos constitucionales de los noruegos a un entorno seguro y saludable.

Con Fiji al frente, la COP23 ha abierto nuevas vías para abordar el cambio climático aún en el caso en que los líderes no asuman compromisos. La comunidad Under-2 Coalition, integrada por actores no estatales, podrá asistir a la COP23 y suscribirse a los compromisos climáticos. Uno de los actores es el gobernador de California Edmund Brown, que ha sido nombrado asesor especial para estados y regiones y que dirige la sexta economía mundial. Otros ocho estados de EE.UU. se han incorporado a la coalición, a pesar de que el Presidente Donald Trump ha retirado a Estados Unidos del histórico acuerdo climático. También se incorporarán muchas otras regiones de países que no han ratificado acuerdos anteriores sobre el clima.

Fiji también aspira a dejar una impresión duradera en el liderazgo sobre el cambio climático. El Gobierno ha pedido diálogo siguiendo el principio de talanoa, que significa debatir con franqueza y honestidad, sin acusaciones ni malicia. En el vestíbulo del edificio de la conferencia, los representantes nacionales pasarán junto a una drua, una canoa tradicional de las islas Fiji impulsada por el viento y que se utiliza para la navegación por mar abierto. Para los líderes fiyianos, la drua es una metáfora: los 7.500 millones habitantes del planeta “estamos todos juntos en la misma canoa, y cuanto antes se difunda esa idea por todo el mundo, antes podremos proporcionar esperanza y seguridad a nuestros hijos y a las generaciones venideras”.