Por qué el metaverso es una cuestión laboral

Por qué el metaverso es una cuestión laboral

The metaverse has been talked about only in terms of gee-whiz technologies – but it raises very serious labour concerns.

(Hakan Nural/Anadolu Agency via AFP)

A mediados de enero, la noticia de que Microsoft estaba invirtiendo casi 70.000 millones de dólares en el metaverso llegó a los titulares. Sin embargo, esta fue solo la última de una serie de inversiones masivas de este tipo. Empresas de tecnología como Google y Epic Games, marcas como Gucci y Nike, e incluso minoristas como Walmart están introduciéndose o incluso dando forma al metaverso y, evidentemente, hace solo unos meses Facebook cambió su nombre a Meta para señalar su compromiso.

El metaverso se concibe como una nueva forma de interactuar con varios componentes del ciberespacio: realidad aumentada, la combinación de aspectos digitales y físicos de la vida, tecnología tridimensional, el Internet de los objetos, avatares personales y mercados digitales y proveedores de contenido para generar una experiencia más activa, inmediata e inmersiva. Y podría responder a la crisis de las redes sociales establecidas desde hace mucho tiempo y afectadas por el desinterés de los usuarios jóvenes y el intenso escrutinio de los reguladores.

Sin embargo, como indica el acuerdo de Microsoft, se trata más de dinero que de significado. En junio pasado, la compra de un bolso virtual de Gucci por el equivalente a 4.000 dólares USD en moneda virtual, para ser utilizado por un avatar, fue emblemática de las transacciones económicas que pueden tener lugar en el metaverso.

Son numerosos los problemas que surgen desde el punto de vista legal. Por ejemplo, ¿quién es el dueño de ese bolso: el comprador, la plataforma o el productor que la alquila a un cliente? ¿Qué sucede si la plataforma no funciona correctamente y el bolso no tiene un aspecto impecable? ¿Podría “robarlo” otro sujeto y, luego qué pasaría? ¿Podría “llevarse” el bolso de una plataforma a otra, como llevar un bolso comprado en una tienda a otra? De no ser así, ¿se plantean problemas antimonopolio?

Estos son solo ejemplos de la complejidad jurídica que rodea a los intercambios digitales. La cuestión de qué ley sería aplicable en el metaverso amplifica la incertidumbre más generalizada sobre la ley aplicable en Internet.

¿Es la ley del país donde la empresa propietaria de la plataforma tiene su sede? ¿Qué ocurre, entonces, si la plataforma es compartida? ¿Es la ley del lugar donde se encuentran los servidores? ¿Y qué pasa si las plataformas se basan en cadenas de bloques y se encuentran dispersas por todo el mundo? ¿O es la ley del lugar donde el productor virtual del producto tiene su sede, o el país sede de la marca del consumidor? ¿Por qué no aquel en el que se encuentra el cliente? Incluso las transacciones más simples pueden dar pie a problemas jurídicos sorprendentes, también en la legislación laboral.

El metaverso como lugar de trabajo

El metaverso tendrá sus usuarios, pero también será un “lugar de trabajo” para muchas personas. Este año, según los informes, Microsoft combinará “las capacidades de realidad mixta de Microsoft Mesh”, que “permite a las personas en diferentes ubicaciones físicas unirse a experiencias holográficas colaborativas y compartidas”, con las más conocidas “herramientas de productividad de Microsoft Teams, donde las personas pueden participar en reuniones virtuales, enviar chats, colaborar en documentos compartidos y más”. El objetivo es crear una experiencia de trabajo más interactiva y colaborativa para los trabajadores a distancia.

Aunque estas posibilidades pueden parecer positivas, la primera preocupación es que esta combinación se sumará al estrés de estar sujeto a formas cada vez más invasivas e implacables de vigilancia algorítmica, ya experimentadas por los trabajadores a distancia, así como a la dinámica a veces tóxica y opresiva de la oficina. No puede subestimarse su potencial para aumentar los riesgos psicosociales, incluso porque las tecnologías que constituyen el metaverso podrían facilitar nuevas formas de ciberacoso en el trabajo.

Además, si estas “oficinas de metaverso” se extendieran realmente, el riesgo de “distanciamiento contractual” para los trabajadores implicados se dispararía. Si las empresas pueden tener oficinas virtuales que imitan de forma convincente las físicas y, al mismo tiempo, tener acceso a una fuerza laboral mundial de posibles trabajadores a distancia, su capacidad para externalizar el trabajo de oficina hacia países con salarios mucho más bajos y una protección laboral más débil aumentará enormemente. A su vez, participarán en la ya generalizada clasificación errónea de la situación laboral.

La economía de plataformas servirá como modelo. Un modelo en el que las empresas ya han combinado lucrativamente una mayor vigilancia, un falso trabajo por cuenta propia y un crowdsourcing del trabajo hacia el hemisferio sur, aprovechando las pésimas tasas salariales y la protección nula del empleo. Los husos horarios tampoco han representado un obstáculo, ya que los trabajadores colectivos o crowdworkers llevan trabajando mucho tiempo en horarios intempestivos para clientes en todo el mundo.
Sin embargo, el metaverso podría hacer que estas tendencias se disparen en un futuro no muy lejano. No solo afectará al trabajo que ya se realiza a distancia.

Gran parte de la actividad del comercio minorista y de la atención al cliente “en persona” podría trasladarse a Internet si las experiencias virtuales son lo suficientemente convincentes y fluidas.

¿Por qué salir de casa para ir a una tienda y buscar consejo sobre un artículo, si puede hablarse satisfactoriamente con un vendedor a través de un avatar y comprar el artículo en línea?

La pregunta sería entonces, además de todos los riesgos identificados: ¿qué regulaciones laborales y de empleo se aplicarán a estas actividades laborales? ¿Las del país donde se encuentra la sede de las plataformas? y, de nuevo, ¿dónde está? ¿Las del país en el que se encuentra la sede del empleador (ídem)? ¿O de aquellos países donde se encuentran los trabajadores? ¿Y cómo desarrollar la solidaridad y fomentar la acción colectiva entre una fuerza laboral globalmente dispersa que solo puede “reunirse” a través de plataformas propietarias que son propiedad de empresas?

Además de la amenaza de que estos trabajadores sean clasificados erróneamente como trabajadores por cuenta propia mediante una variedad de estratagemas legales y la ingeniosa narrativa de las grandes empresas tecnológicas, es probable que se utilice el pago en criptomoneda (otra característica prevista del metaverso) para crear confusión sobre la situación laboral y la protección del empleo. La aplicación casi nula hasta ahora de la protección laboral a los trabajadores crowdworkers hace que estas preocupaciones sean urgentes.

Creadores de contenido

Muchos profesionales ya están trabajando para dar forma al metaverso. Se ha señalado que incluyen investigadores, especialistas en ciberseguridad, desarrolladores de sistemas y constructores de equipo informático; los expertos en marketing y en desarrollo comercial también están presentes. Serán de crucial importancia los creadores de contenido que diseñen y pongan en marcha las experiencias, los eventos, los contenidos de lo publicado en línea y los bienes y servicios comercializados del metaverso.

Esta ya es una cuestión laboral compleja, ya que muchos creadores de contenido dependen en gran medida de las plataformas donde comparten sus contenidos: cómo se distribuyen estos contenidos; cómo los algoritmos los clasifican y les dan visibilidad; cómo se monetizan y, de hecho, qué contenido podría llevar a la desactivación de su cuenta. Los creadores de contenido rara vez tienen voz o capacidad de decisión y acción en estas cuestiones.

Hasta ahora, los intentos de construir una voz colectiva para estos trabajadores, incluso cuando cuentan con el apoyo de los principales sindicatos, como ocurre con los creadores de YouTube, realmente no han dado resultados. Incluso cuando los creadores tienen un contrato de trabajo, como a veces sucede en la industria de los videojuegos, las condiciones laborales a menudo siguen siendo nefastas, aun cuando los trabajadores y los sindicatos están combatiendo algunas de estas prácticas.

Ciertamente, el metaverso abre nuevas perspectivas para los creadores, pero también aumenta las oportunidades para su explotación. El creciente número de personas que realizarán estas actividades al servicio del metaverso justifica una atención mucho más decidida por parte de los reguladores, los sindicatos y las autoridades públicas.

Además, contrariamente al espejismo promocionado de un dominio virtual descentralizado, el metaverso podría resultar en una concentración más intensa del poder privado. La desconfianza hacia las antiguas instituciones vuelve a ser malversada para desplazar los intereses de los usuarios e inversores hacia las tecnologías descendentes, donde la retórica de la “policentralidad” es una mera cortina de humo. Evgeny Morozov ha advertido que “las redes, una vez operadas por agentes privados y sin una supervisión pública democrática, podrían ser tan tiránicas y restrictivas como las jerarquías, aunque de diferentes maneras”.

Cuando se trata de estas y otras cuestiones laborales suscitadas por el metaverso, es vital aprender del pasado y no esperar hasta que estos problemas se incrusten. La reacción a los desafíos planteados por el trabajo en plataformas ha sido mucho más lenta de lo necesario: las plataformas laborales digitales ganaron un tiempo crucial, mientras que todos los demás estaban ocupados preguntándose “¿Se trata realmente de trabajo?” y "¿Garantiza y merece protección?”. Esta vez, al menos podríamos saltar esta etapa y afirmar: “Por supuesto que esto es trabajo, y todo trabajo merece protección, sin importar dónde y cómo se descargue o cómo se pague”.

El metaverso no debe convertirse en otro “salvaje oeste” para la protección laboral. Es crucial combinar los nuevos modelos con la regulación existente y armonizar la legislación para dar cabida a las nuevas iniciativas. Sin embargo, para ello es necesario estar atentos y realizar una planificación estratégica con toda urgencia.