Por qué la seguridad común vuelve a estar en el orden del día

El año que viene se cumple el cuadragésimo aniversario del innovador Informe de la Comisión Palme, en el cual se introdujo el concepto de “seguridad común” en un mundo dominado por la Guerra Fría, la doctrina de la destrucción mutua asegurada, y la amenaza existencial de un invierno nuclear.

Olof Palme fue uno de mis primeros héroes: un primer ministro sueco que personificó la dinámica generación de socialdemócratas a la que pertenecieron el excanciller alemán y Premio Nobel de la Paz Willy Brandt, el ex primer ministro australiano Bob Hawke y la ex primera ministra noruega Gro Harlem Brundtland. La Comisión Palme puso en marcha el proceso de reducción de tensiones y deshielo que llevó a un guerrero de la Guerra Fría como el expresidente estadounidense Ronald Reagan a alcanzar acuerdos clave para el control de armamento con el reformador y líder soviético Mijaíl Gorbachov.

Pero la promesa de aquel entonces no se ha cumplido. El “dividendo de la paz” se ha dilapidado en nuevas armas, como los drones, y en nuevos campos de batalla, como el espacio. La Guerra Fría fue sustituida por un “consenso de Washington” respecto al cual no se consultó a los ciudadanos. Y la distensión fue sustituida por un mundo multipolar y el terrorismo internacional.

Mientras tanto, el gasto militar en todo el mundo ha alcanzado casi los 2 billones de dólares USD anuales, y el “reloj del juicio final” se sitúa a 100 segundos de la medianoche. Es hora de dar marcha atrás a ese reloj.

Ahora tenemos que afrontar amenazas aún más existenciales: no solo la guerra nuclear, sino también el cambio climático y la amenaza de más pandemias mundiales.

La confianza en los políticos e incluso en la propia democracia se ha visto socavada por el neoliberalismo y la corrupción, que han alimentado las desigualdades, el trabajo informal y los salarios bajos. Los derechos humanos y la justicia social se han visto debilitados, y el espacio disponible para la sociedad civil se está reduciendo en muchas regiones del mundo.

Tenemos que reexaminar los planteamientos de la Comisión Palme y recordar el precepto fundacional de la Organización Internacional del Trabajo: no puede haber paz sin justicia social, ni justicia social sin paz.

Una visión renovada de la paz

El concepto de que nadie está a salvo hasta que todos lo estemos sustentó las recomendaciones del Grupo independiente de preparación y respuesta frente a las pandemias que yo misma copresidí el año pasado, concepto que constituyó una conclusión fundamental de la Comisión de Olof Palme. Ningún país se encuentra más seguro amenazando a sus vecinos. Así pues, me complace unirme a la Comisión para la Seguridad Común 2022, que tiene previsto actualizar y renovar la visión adoptada por Olof Palme hace cuatro décadas.

Fundada por el Olof Palme International Center, la Confederación Sindical Internacional (CSI) y la Oficina Internacional de la Paz (la campaña por la paz más antigua del mundo), la Comisión examinará cuestiones fundamentales como la necesidad de avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para reducir tensiones internacionales en el contexto de la recuperación económica tras la pandemia, y la importancia de una transición justa al tiempo que el planeta aborda el cambio climático.

Entre mis compañeros comisionados se encuentra Sharan Burrow, secretaria general de la CSI, y Anna Fendley, presidenta del Comité de Juventud de la CSI, que es una de los tres copresidentes de Juventud (ninguno de los cuales había nacido cuando la Comisión Palme presentó su informe).

Nos acompaña Ouided Bouchamaoui, una empresaria tunecina que fue una de las galardonadas con el Premio Nobel de la Paz por su trabajo con los sindicatos y la sociedad civil para llevar a cabo la transición a la democracia en Túnez, un proceso en gran medida pacífico; el exministro de Asuntos Exteriores sueco y ex vicesecretario general de las Naciones Unidas, Jan Eliasson; y líderes de la sociedad civil como el exdirector de Greenpeace y Amnistía Internacional, Kumi Naidoo, y Sergio Duarte, presidente de Pugwash International, así como comisionados de China y Japón.

No se trata de una reunión tradicional de buenos y poderosos, y no se ha constituido para representar a los gobiernos. La propia Comisión será discreta, dejando la mayor parte de sus reflexiones y actuaciones a la sociedad civil. La función de los sindicatos es crucial.

Mi país, Nueva Zelanda, se enorgullece de haber sido uno de los primeros signatarios del reciente Tratado de la ONU sobre la Prohibición de las Armas Nucleares (TPAN), y ha estado durante décadas a la vanguardia del movimiento por un mundo libre de armas nucleares.

Para evitar la amenaza omnipresente de una guerra nuclear, se requiere valor y liderazgo a todos los niveles, desde la ciudadanía hasta los más altos cargos de gobiernos y organizaciones internacionales. Debemos promover enfoques pacíficos para resolver las diferencias que existen entre nosotros, de modo que nuestras energías puedan dirigirse a abordar las amenazas comunes a las que se enfrentan todas las naciones y los pueblos.