Por qué tu barbacoa contribuye a deforestar bosques de pueblos en aislamiento voluntario y cómo evitarlo

Por qué tu barbacoa contribuye a deforestar bosques de pueblos en aislamiento voluntario y cómo evitarlo

Miembros del pueblo ayoreo totobiegosode que abandonaron su vida en el bosque en la última década. Ahora viven en una aldea llamada Chaidí, adaptándose a la sociedad envolvente y luchando por preservar las tierras de sus familiares que siguen en aislamiento voluntario.

(Santi Carneri)

Pocas veces la prensa, y muchas menos la sociedad urbana e industrializada, prestamos atención a los problemas que acechan a los pueblos originarios de todo el mundo. Apenas sabemos de su existencia y desconocemos el enlace entre nosotros, como individuos o sociedad, con las amenazas a la forma de vida de aquellos. Deforestación, extracción de minerales o el narcotráfico, son sólo algunas de dichas amenazas.

Gran parte de las materias primas necesarias para la producción industrial europea, canadiense o estadounidense (por señalar zonas con altos estándares en derechos humanos) provienen de países sudamericanos donde, a veces la ley y otras veces la corrupción, permiten desaguisados que jamás aceptarían en su territorio por ser perjudiciales para el medio ambiente y para su ciudadanía.

Ignoramos (inconscientemente, por falta de tiempo o bien porque nos queda lejos o sencillamente no nos importa) las actividades irregulares de muchas empresas europeas y norteamericanas alrededor del globo.

Y en algunos casos, sorprendentemente, miembros de nuestra sociedad occidental se indignan por las actuales protestas de organizaciones indigenistas y de Gobiernos sudamericanos contra el colonialismo (el español, pongamos, ante discursos que opacan el 12 de octubre a España –fiesta nacional–, fecha en la que se recuerda su fundación como único reino y la llegada de Cristóbal Colón a América envuelta en el mito colonial de que él “la descubrió”).

Jóvenes con taparrabos

Sin embargo, algo insólito ocurrió no hace mucho, un vídeo divulgado por el gobierno brasileño que muestra el supuesto primer contacto entre un grupo de indígenas tsapanawas de la Amazonía y unos antropólogos se viralizó en Internet. El vídeo en el canal de la BBC es del 1 de agosto de 2014 y ya tiene casi 2 millones de reproducciones. ¿Cuándo tanta gente se ha interesado por el devenir de uno de los pueblos más desconocidos del planeta?

Jóvenes desnudos, excepto por un taparrabos, con sus rostros pintados con rayas negras. Con arcos y flechas en las manos salieron de la selva en la orilla de un río. Gesticulaban y agarraban todo objeto que podían mientras recorrían el campamento de los trabajadores de la Fundación Nacional del Indio de Brasil (Funai), quienes no entendían su idioma. Los antropólogos intentaban retener armas, ropa y otros elementos que resultaban muy atractivos para los visitantes.

Es el mito del “descubrimiento de América” traducido a lenguaje milenial. Sin tener que viajar, ni leer nada, en menos de dos minutos casi puedes sentir haber sido “testigo directo” del “encuentro entre dos mundos”.

Gracias a esta escena, por unos instantes, la atención de millones de personas se enfocó en este recóndito rincón de la frontera entre Brasil y Perú, en plena Amazonía. Y en los tsapanawas. ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen? ¿Qué idioma hablan? Probablemente los espectadores que vieron el vídeo en sus computadoras se hacían las mismas preguntas que los nativos amazónicos cuando veían a los funcionarios brasileños.

Pero el evento, lejos de ser un romántico “encuentro entre dos mundos”, revelaba una realidad terrible. Unos 35 hombres, mujeres y niños tsapanawas abandonaban su forma de vida porque estaban escapando de una matanza. Les habían disparado. Habían asesinado a varios de sus familiares, según denunció la ONG Survival.

En septiembre de 2017, la Funai alertó al mundo de una nueva masacre de indígenas de un pueblo en aislamiento voluntario junto al río amazónico Jandiatuba, al oeste de Brasil.

Por eso la expresión “no contactados” es un error. Existen pueblos en aislamiento voluntario, es decir, que no quieren contacto con las sociedades industriales envolventes en su región, lo cual no significa que no hayan tenido contactos. Según los expertos, casi todas las comunidades lo han tenido y, desgraciadamente, casi siempre de forma violenta.

La Cuenca Amazónica es el refugio de la mayoría de los grupos indígenas que no quieren tener contacto con la sociedad envolvente. Pero no es el único lugar de América ni del mundo.

La historia del carbón y de la carne de tu barbacoa

Lo que nos trae de nuevo a la historia de por qué hacer barbacoas en Europa o Estados Unidos puede contribuir a la desaparición de bosques vitales para la vida de otras personas.

Entre Bolivia y Paraguay, más al sur del popular Amazonas existe, por ejemplo, el único pueblo indígena en aislamiento voluntario que queda en América fuera de la Cuenca Amazónica.

Es uno de los pueblos más amenazados del planeta, pero no hay películas de Hollywood sobre él, ni documentales de gran presupuesto sobre la rapidísima depredación de sus bosques milenarios por parte de empresas madereras, ganaderas y petroleras brasileñas, españolas, paraguayas, estadounidenses o canadienses.

Son los ayoreo totobiegosode y viven en el Gran Chaco, el segundo bosque más extenso de Sudamérica, un ecosistema compartido entre Paraguay, Argentina, Bolivia y Brasil.

Los ayoreo de Paraguay son los guardianes de los últimos bosques vírgenes de la zona en un país cuyo principal ingreso de divisas proviene precisamente de permitir la deforestación de bosques para exportar madera y carbón, y para criar 14 millones de vacas por año y plantar soja hasta en los lugares más insospechados.

En el Gran Chaco Americano se talan siete árboles por segundo. Un total de 585.500 árboles son eliminados cada día en el corazón mismo de Sudamérica, según los informes de la ONG ambientalista Guyra Paraguay. La grandísima mayoría de la producción ganadera de Paraguay viene del Chaco, de donde también proviene la mayor parte de la producción de carbón. Actividades que requieren de mucho espacio.

Es imposible solucionar esto como individuo. Pero, al menos…

¿Cómo evitar ser parte del problema?

La primera parte es ser consciente de la importancia del origen de los productos que consumimos cada día. La segunda, exigir a los supermercados que no acepten productos que dañen el medio ambiente, sea donde sea.

En el caso de Paraguay, la principal empresa exportadora de carbón se llama Bricapar, y pertenece a la familia del actual ministro de Obras Públicas, Ramón Jiménez Gaona (investigado por lesión de confianza y asociación criminal por la presunta adjudicación a dedo a una empresa española de una gran obra civil).

El principal destino del carbón paraguayo es la Unión Europea; bosques del tamaño de 30 campos de fútbol del Chaco paraguayo se deforestan cada día para la producción de carbón enviado a Europa, según reveló una reciente investigación de la ONG británica Earthsight.

Según Earthsligth, Bricapar vende carbón hecho a base de quebracho blanco, principalmente a los supermercados Aldi, Lidl y Carrefour de España, Alemania y Francia. Tras la denuncia de la ONG en agosto de 2017, Carrefour anunció que dejaría de vender el carbón de Bricapar. He aquí solo uno de los muchos ejemplos de empresas que conectan tu barbacoa con los bosques sudamericanos.

Los pueblos en aislamiento voluntario “no son pueblos perdidos, son pueblos que voluntariamente se alejan de nosotros. Tampoco están totalmente aislados. Saben de nuestra existencia, casi siempre en forma de violencia, por eso se alejan y están en su derecho”, me aseguraba recientemente Miguel Lovera, coordinador de la ONG paraguaya Iniciativa Amotocodie (cuyo objetivo es acompañar en la adaptación de los ayoreo y ayudar a conservar el hábitat de los que permanecen aislados).

“No queremos contacto, nos sirve esto, nuestro hábitat sigue existiendo, no queremos ser parte de lo otro, del desmonte, de la ganadería," sentenciaba Tagüide Picanerai, uno de los líderes del pueblo ayoreo totobiegosode de Paraguay que vive en Asunción, en la entrevista que me concedió. "No queremos hacer de peones en las estancias y vivir en campos de concentración. Queremos una vida autónoma y autosuficiente. Sin misioneros, sin oenegés, sin más gobierno que el nuestro.”