¿Puede Saint-Louis salvarse del mar?

¿Puede Saint-Louis salvarse del mar?

Ibrahima, Magatte y Oumar son pescadores que nacieron y crecieron en Guet Ndar, el distrito costero de Saint-Louis que se encuentra amenazado por la erosión del litoral.

(Stefano Fasano)
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“¿Ve? ¡Justo ahí, dos metros más abajo!”. El agua está turbia y agitada, pero todavía pueden verse los tejados de algunas casitas, las ruinas del pueblo de Keur Bernard, que ha quedado completamente cubierto por el río Senegal. Aquí, a pocos kilómetros al sur de Saint-Louis –una ciudad situada al norte del país y antigua capital del África Occidental Francesa– el mar y el río se han tragado varios pueblos costeños y están literalmente demoliendo lo que queda.

A pesar de formar parte de la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO por su “paisaje único”, la histórica ciudad de Saint-Louis se enfrenta a una gran desgracia. Su distrito de pesca costera, Guet Ndar, se está hundiendo poco a poco, abatido por las potentes olas del mar, como consecuencia de lo cual toda una comunidad de antiguos pescadores se ha quedado sin techo y sin trabajo. Los hechos observados indican que más de 2.000 personas se han visto ya obligadas a trasladarse, y la cifra va a seguir aumentando.

La pesca es la principal actividad económica de esta región, y la gente del lugar no tiene ninguna esperanza para su futuro. “Mi hermano se fue hace unos meses”, explica Pape, de 18 años, que ha estado viviendo de la pesca desde los 13 años, tras la muerte de su padre. “Decía que quería irse a Europa”, cuenta Pape sobre su hermano. “Quizás ya lo haya conseguido”.

Las consecuencias para las generaciones más jóvenes son evidentes: sin perspectiva alguna de futuro no hay razón para proseguir con una actividad tan insostenible desde el punto de vista económico, en una ciudad que está sucumbiendo lentamente a la invasión del mar.

Cada vez son más los jóvenes senegaleses que se aventuran a emprender la peligrosa travesía hasta Europa. De los más de 34.000 migrantes y refugiados indocumentados que han muerto intentando llegar a Europa, una proporción significativa procede de Senegal. Según un informe publicado en febrero de 2018 por el Parlamento Europeo, el 5% de los senegaleses vive en el extranjero, y las remesas que envían representan el 10% del PIB del país, bastante más de lo que representa la pesca (1,8%).

Las causas de esta inminente catástrofe medioambiental y demográfica son dobles: por una parte, el aumento de las temperaturas provocado por el calentamiento global está ocasionando una subida del nivel del mar en todo el mundo; y, por otra, en Saint-Louis se está produciendo un tipo muy específico de erosión costera debido a una combinación de factores naturales y humanos, como es la construcción ilegal, la extracción de arena y una infraestructura mal planificada.

No obstante, la historia comienza realmente en 1986, cuando se construyó la presa de Diama para impedir el aumento de agua salada a lo largo del lecho del río. Si bien el proyecto garantizaba cerca de 120.000 hectáreas de tierras cultivables en las riberas del río, también causó toda una serie de problemas, desde daños estructurales a la presa debido a la acumulación de la presión del agua, hasta enfermedades transmitidas por el agua debido al agua estancada.

La “solución” al primer problema se esperaba supuestamente para el año 2003, “con la creación de una brecha de cinco metros de ancho en [forma de] Langue de Barbarie [una estrecha península que

divide el río Senegal del océano Atlántico]”, explica Jean-Marie Dupart, un conservacionista que trabaja en el Parque Nacional de las Aves de Djoudj de Saint Louis. Pero al final la brecha ha desencadenado una pesadilla.

Una catástrofe provocada por el hombre

No es fácil hablar mientras se cruza esta brecha. Las olas gigantes se estrellan contra el lateral de nuestra pequeña embarcación. Y la grieta mide, sin lugar a duda, mucho más de cinco metros. “Van a ser seis kilómetros durante la marea baja”, calcula Jean-Marie. “Esto es un caso típico en que el remedio ha sido peor que la enfermedad: para solucionar un problema grave, el Estado ha provocado un problema catastrófico”, concluye.

La brecha ha ocasionado la pérdida de varios kilómetros de tierra, así como la destrucción total de una serie de pueblos, por no hablar de la degradación del ecosistema local. “Esto ha acelerado considerablemente un fenómeno ya existente que se da en casi todo el litoral de África occidental”, afirma Dupart.

“La corriente se está llevando la arena de lugares como Guet Ndar, para reemplazar la que falta en la brecha. Pero esa misma corriente se está llevando a su vez más arena de la parte sur de la propia brecha. Es un ciclo interminable”, explica. Un ciclo que ha creado una grieta cada vez mayor que se está desplazando lentamente hacia el sur, llegando a la costa de Saint-Louis.

Basta con caminar a lo largo de la exigua playa de Guet Ndar para darse cuenta de la gravedad de la catástrofe. Sin una costa arenosa para amortiguar el poder del mar, cuando la marea está alta el agua golpea constantemente la tierra firme, provocando con su fuerza el derrumbamiento de edificios y otras construcciones.

Estas estructuras no se diseñaron para estar a pocos metros de las olas, pero hoy en día se encuentran justamente ahí. El resultado es un rastro de destrucción que evoca los efectos de un terremoto, o, más exactamente, de un tsunami.

No ha sobrevivido ni una sola estructura de la antigua costa. La mezquita local se derrumbó completamente, y afuera, junto a las ruinas, se ha construido un improvisado espacio comunal con pequeñas esterillas para rezar. La escuela de enseñanza primaria también ha tenido que abandonarse: las olas hicieron un enorme agujero en el lateral del edificio situado de cara al mar, y resultaba demasiado peligroso que los niños siguieran yendo allí. En muchas casas han quedado destruidas algunas de las habitaciones, mientras que otras han sido completamente devoradas por el agua. Cerca de 300 familias han sido desplazadas ya al campamento de Khar Yalla, donde no hay electricidad, agua corriente ni aseos, a aproximadamente siete kilómetros al interior de Guet Ndar.

Planes de evacuación

Pero no todo el mundo ha decidido marcharse. Algunas de las familias de pescadores han sido acogidas por vecinos y amigos del mismo distrito, aunque es solo cuestión de tiempo antes de que el agua llegue aquí también. Por eso el Gobierno senegalés y el Banco Mundial, con su Programa de Gestión de las Zonas Costeras de África Occidental (WACA, por sus siglas en inglés), aprobado en abril de 2018, están trabajando para evacuar a 10.000 personas de los distritos costeros más precarios de la antigua capital colonial francesa, lo que supone un coste de 30 millones USD. Según Thomson Reuters, el plan cubrirá a los “residentes que viven a 20 metros de la playa a lo largo de un tramo de 3,5 kilómetros de costa”.

De momento la única alternativa viable es el campamento de Khar Yalla, pero el principal factor disuasorio para trasladarse allí, aparte de las pésimas condiciones sanitarias, es la distancia a la que queda de la playa, ya que para muchas familias llegar hasta allí supone un coste inasequible. “Sobre

todo por la noche, cuando no hay autobuses y la única manera de llegar a la costa es en taxi”, explica Samba, un pescador de 31 años. Los conductores de taxi se están aprovechando de la situación aumentando las tarifas, lo cual merma los ya limitados beneficios de los pescadores locales.

Las familias que han construido su vida en torno al negocio pesquero en Saint-Louis se enfrentan actualmente a una precariedad sin precedentes. “Yo no quiero que mis hijos se marchen, no quiero que emigren. Pero ¿qué futuro pueden tener aquí?”, confiesa Samba.

Sin embargo algo nuevo está emergiendo de este fenómeno: en medio de la brecha se está formando una isla completamente nueva con la arena que ha sido arrastrada del norte. Esta isla parece ser muy fértil, algo que ha quedado de manifiesto por la cantidad de repollos listos para ser cosechados, y por las numerosas mujeres que participan en su cultivo.

Solo hay un problema: la arena procede del distrito costero de Saint-Louis, con todos los residuos y escombros acumulados, procedentes de los edificios destruidos. También contiene una enorme cantidad de basura, principalmente plástico desechado y viejas redes de pescar, así como materiales de construcción y planchas de amianto, que pueden encontrarse entre los repollos. Huelga decir que los repollos, junto con sus contenidos tóxicos, se están vendiendo en el mercado de alimentos de Saint-Louis.

No todas las mujeres que los cultivan son conscientes de los riesgos que ello supone para su salud. Pero aunque lo estén, tampoco importa realmente. Al final la respuesta es siempre la misma: “No podemos seguir viviendo únicamente de la pesca. ¿Qué otra cosa podemos hacer?”

Este artículo ha sido traducido del inglés.