¿Puede una agricultura ‘climáticamente inteligente’ aumentar la resiliencia frente a las crisis alimentarias, sanitarias y climáticas en Malaui?

¿Puede una agricultura ‘climáticamente inteligente' aumentar la resiliencia frente a las crisis alimentarias, sanitarias y climáticas en Malaui?

Women and children walk to safety in Blantyre on March 14 2023, following the landfall of Cyclone Freddy, which killed more than 1,000 people in Malawi, the epicentre of the disaster.

(AFP/Amos Gumulira)

Durante los dos últimos años, Jakina Lameki, que vive en la localidad de Bangula en el distrito de Nsanje, el más meridional de Malaui, ha sufrido de primera mano las catastróficas consecuencias derivadas del cambio climático en su país. El año pasado, el ciclón Ana arrasó sus cosechas de maíz, mijo, judías y boniatos; más tarde, otro ciclón tropical, el Gombe, destruyó completamente sus tierras.

Durante todo el año, Lameki dependió de la ayuda humanitaria para su alimentación, pero en noviembre, después de un buen comienzo de la temporada agrícola, esperaba poder alimentar por sí misma a su familia. Sin embargo, se ha tenido que enfrentar a otro año de inseguridad alimentaria, pues es una de entre los 2,3 millones de personas cuyas cosechas y ganado destruyó el ciclón tropical Freddy, el cual se cobró más de 1.000 vidas y desplazó a más de 650.000 personas en Malaui el pasado marzo. “Esta temporada agrícola empezó muy bien. Nuestras cosechas prometían, pero ahora todo está arrasado. Tenemos que volver a empezar desde cero”, nos cuenta abatida.

En las últimas cinco décadas, Malaui ha tenido que enfrentarse a más de 19 inundaciones y siete sequías. Además, en 2015 el país quedó asolado por las peores inundaciones de los últimos 50 años. Este año, más de 5,4 millones de personas en Malaui tienen que hacer frente a una inseguridad alimentaria crónica clasificada de moderada a grave que se ha agudizado considerablemente por el asombroso incremento del costo de los alimentos importados debido a las presiones inflacionarias generales y al aumento de los precios del combustible y los fertilizantes por el conflicto bélico en Ucrania. Asimismo, Malaui también ha tenido que afrontar un brote de cólera letal después de los ciclones Ana y Gombe. Desde marzo de 2022 hasta la fecha se han registrado más de 58.500 casos acumulados de cólera en el país, con 1.756 muertes y una tasa de letalidad del 2,99%.

Es probable que en los próximos años Malaui se vea aún más afectada por el cambio climático debido al aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, así como a la pobreza generalizada, el rápido crecimiento de la población y la importante deforestación y degradación del medio ambiente (provocadas en parte por la alta demanda de carbón y leña).

Los expertos están instando al Gobierno a que refuerce la prevención de desastres y sus estrategias de adaptación al cambio climático, especialmente en el ámbito agrícola, que constituye la base de las actividades económicas del país.

“Tenemos que aumentar la resiliencia de nuestra sociedad y del medio ambiente”, explica Steve Makungwa, profesor y vicerrector de la facultad de recursos naturales de la Universidad de Recursos Agrícolas y Rurales de Lilongwe. Como ejemplo de los intentos del Gobierno de afrontar seriamente el reto del cambio climático, menciona a los agricultores de las zonas vulnerables al clima a los que se capacitó sobre la agricultura de regadío de subsistencia y la recolección de agua de lluvia, aunque según dice todavía queda mucho por hacer.

Invertir en la agricultura climáticamente inteligente

La agricultura supone más de una cuarta parte del PIB de Malaui y más del 80% de los 19 millones de habitantes del país se dedican a la agricultura a pequeña escala. Aunque el sector agrícola es el responsable del 52% de las emisiones de gases de efecto invernadero del país, Malaui es uno de los emisores más bajos del sur de África. Sin embargo, como este país es tan vulnerable ante las perturbaciones externas, el Gobierno y sus aliados extranjeros han estado implementando diversas políticas de adaptación al cambio climático en el sector agrícola.

Un ejemplo es la emblemática Estrategia Nacional de Resiliencia (ENR). Iniciada en 2018, se trata de un intento de romper el círculo de la inseguridad alimentaria crónica en Malaui mediante el uso de un enfoque sectorial integrado por múltiples partes en el que todas las instituciones que tienen que ver con la agricultura trabajan juntas en grupos de trabajo de carácter técnico para buscar soluciones sostenibles. Entre las diversas medidas que se barajan, la promoción de la agricultura climáticamente inteligente –un enfoque agrícola que pretende abordar la inseguridad alimentaria y el cambio climático ayudando a restaurar los ecosistemas agrícolas y a aumentar la productividad reduciendo al mismo tiempo las emisiones– constituye un elemento importante de los planes del Gobierno.

“Los agricultores tienen que adquirir los conocimientos adecuados sobre la degradación ambiental y las intervenciones que pueden revertir sus efectos negativos”, nos cuenta Gertrude Kambauwa, la directora del Departamento de Conservación de Recursos Territoriales del Ministerio de Agricultura.

Según explicó a Equal Times, el Gobierno ha implementado diversas iniciativas por todo el país, “incluidos los programas para plantar árboles, producir compost y abono animal, así como recolectar agua de lluvia –todos los cuales se incluyen en los cursos de capacitación que se imparten a los agricultores en el terreno–”.

Aun así, según el Banco Mundial, Malaui tiene que hacer frente a varios obstáculos para poder aplicar la agricultura climáticamente inteligente a gran escala, incluidos la falta de conocimientos adecuados, un deficiente acceso a los recursos financieros y la inseguridad en materia de la tenencia de la tierra –todos los cuales afectan de manera desproporcionada a los pequeños propietarios–.

Makungwa afirma que todavía queda mucho por hacer para ampliar el uso de la agricultura climáticamente inteligente con el objetivo de ayudar a las comunidades vulnerables. “Múltiples factores, como la financiación, las competencias individuales e institucionales y los marcos normativos inadecuados, están impidiendo que se logre un mayor uso de las tecnologías climáticamente inteligentes, como la agricultura de conservación, la diversificación y el uso de variedades mejoradas de semillas, la gestión de los suelos y el agua, la promoción de la agricultura de regadío, la prácticas agroforestales y la gestión posterior a las cosechas”, advierte Makungwa.

Se necesita más dinero

Aunque los expertos aseguran que la adaptación al cambio climático –en la que se aplican medidas para prepararse y ajustarse a las repercusiones actuales y previstas del cambio climático– constituye una solución clave para el reto climático al que se enfrenta Malaui, Makungwa afirma que hasta la fecha el Estado no está haciendo lo suficiente para detener y revertir los daños que se han provocado al medio ambiente.

“Mira nuestros sistemas agrícolas que siguen utilizando prácticas degradantes. Mira la deforestación y la degradación que hemos provocado en nuestros bosques y terrenos agrícolas por todo el país. Y luego mira nuestra manera de asentarnos y poblar, especialmente en las ciudades”, se lamenta Makungwa.

Kambauwa niega que el Gobierno no esté haciendo lo suficiente para abordar los problemas que está provocando el cambio climático y cita como ejemplo la aprobación del Proyecto de Enmienda de la Ley Forestal de 2019 (que estipula mayores medidas para proteger los bosques de Malaui, como la aplicación de una mejor normativa del carbón) y del Proyecto de Ley sobre la Gestión de los Riesgos de Desastre de abril de 2023 como prueba del compromiso gubernamental con el desarrollo de las comunidades climáticamente resilientes.

Tamani Nkhono Mvula, un famoso analista del ámbito agrícola, sostiene que, aunque parte de la responsabilidad de desarrollar comunidades climáticamente resilientes reside en los individuos, el cambio profundo tan solo podrá darse en la sociedad si el Gobierno fomenta unas políticas y leyes favorables al mismo y especialmente si facilita su financiación.

En la COP27 que se celebró el año pasado en Egipto, Malaui fue uno de los países que lideraron el llamamiento para crear un fondo de pérdidas y daños, es decir, un mecanismo para indemnizar a las naciones vulnerables por los ‘daños y las pérdidas’ derivados de los desastres provocados por el cambio climático.

Aunque se logró un acuerdo histórico, todavía no hay ningún acuerdo sobre quién financiará dicho fondo ni sobre qué países cumplen con los requisitos para financiarlo. Y para Malaui, la financiación de la adaptación por parte de la comunidad internacional será crucial para el desarrollo de las infraestructuras climáticamente resilientes y las prácticas agrícolas climáticamente inteligentes.

Al mismo tiempo, las ONG locales están haciendo todo lo posible para concienciar a la gente sobre cómo protegerse de los peores efectos de los desastres climáticos y también sobre cómo cultivar de una forma más sostenible.

“Reconocemos la situación a la que se enfrentan los habitantes de Malaui y estamos trabajando con el Gobierno para empoderar a las comunidades con la información adecuada para que puedan tomar las decisiones medioambientales correctas”, nos asegura Moses Chibwana, director de la ONG local Development Aid from People to People (DAPP) durante una entrevista a este medio por Zoom.

Podemos reubicar a la gente de las zonas expuestas a los desastres, pero los fenómenos relacionados con el cambio climático como las sequías, las inundaciones y las enfermedades derivadas del mismo seguirán dándose”. Y aunque la agricultura climáticamente inteligente constituye una herramienta clave, para hacer frente a la emergencia climática todos tendrán que ponerse manos a la obra: “No existe una única solución para abordar la situación climática a la que se enfrenta Malaui”, concluye Chibwana.