Putin afianza su poder, pero la tormenta opaca su victoria

El reciente referéndum celebrado en Rusia para enmendar la Constitución de 1993 ha dado un espaldarazo al presidente del país, Vladímir Putin, y le ha allanado el camino para permanecer en su puesto hasta 2036. Sin embargo, Putin hace frente a una de las crisis más graves desde que asumiera hace dos décadas el poder en Rusia, con los devastadores efectos de la pandemia de la covid-19 en la economía y las crecientes protestas en el Extremo Oriente ruso que cuestionan el centralismo y la mano dura con la que el mandatario ha dirigido hasta ahora el país.

A estas dificultades internas se añaden nuevos problemas en la política exterior rusa y complicaciones con sus vecinos de Europa Occidental, después de que saliera a la luz otro escándalo que implica a los servicios de inteligencia de Rusia y sus operaciones europeas, en este caso en Gran Bretaña. El informe de un comité del Parlamento británico apunta a que el Gobierno de Londres no hizo nada para evitar que los servicios secretos de Moscú se inmiscuyeran durante años en los asuntos políticos internos de Gran Bretaña. Un episodio más en la guerra fría que nunca acabó con la caída del muro de Berlín en 1989, pero que añade sospechas en el peor de los momentos sobre el presunto interés del Kremlin en la inestabilidad de los países de la OTAN.

Entre el 25 de junio y el 1 de julio pasados, Rusia celebró un referéndum sobre la aprobación o rechazo de una tanda de 206 enmiendas a la Constitución de 1993, promulgada durante el mandato del entonces presidente del país, Boris Yeltsin. Las enmiendas votadas en esta ocasión, y aprobadas con un respaldo de casi el 78% de los votos y una participación cercana al 68%, permiten a Putin presentarse en las próximas elecciones hasta alcanzar el año 2036 como límite de su Presidencia, si venciera en futuros comicios.

Brecha intergeneracional

Vladimir Putin llegó al poder en Rusia el 31 de diciembre de 1999, al dimitir Yeltsin. Fue elegido presidente en los comicios de marzo de 2000 y, cuando la Constitución le impidió en 2008 presentarse a una tercera reelección, apoyó para la Presidencia a su entonces viceprimer ministro, Dmitri Medvedev, y él mismo ocupó el cargo de primer ministro. Nadie dudó de que, durante los siguientes seis años, Putin siguió llevando el timón de Rusia, reforzado por su victoria en la segunda guerra de Chechenia y el impulso económico que vio el país en la primera década del siglo XXI. En 2012 fue elegido de nuevo presidente y renovó su victoria en los comicios de 2018 con un 76,79% de los votos, porcentaje muy similar al 77,92% con el que acaba de ganar el referéndum de enmiendas a la Constitución.

De esta forma, y ante la ausencia de un delfín en las filas del aparato político que rodea al antiguo agente del KGB hoy presidente de Rusia, Putin podrá presentarse en dos próximas elecciones más, hasta llegar a 2036, cuando se habría convertido en el líder ruso con más tiempo en la cúpula en el poder desde Stalin. No está claro que Putin, con 67 años en la actualidad, tenga intención de volver a presentarse en esos comicios, pero ahora, con estas enmiendas, puede hacerlo.

La oposición apenas pudo hacer nada ante este plebiscito, debido en parte a las restricciones impuestas en la campaña por la pandemia del coronavirus. Los comunistas, la única fuerza con representación parlamentaria que rechazó la reforma constitucional, se vieron con pocas posibilidades de maniobra. En cualquier caso, Putin dejó bien claro que la victoria del referéndum era su propia victoria personal.

Entre los cambios que incluyen las enmiendas figura, por ejemplo, la indexación anual de las pensiones, un elemento que explica también el abrumador apoyo al “sí” por parte de las personas de más edad en Rusia.

El referéndum ha remarcado la gran brecha política que existe entre estos votantes mayores, que ven en Putin la imprescindible estabilidad para el país, y los más jóvenes, decantados hacia el “no” y que acusan al actual presidente de recordar modelos despóticos de antaño.

El conservadurismo con el que se ha manejado Putin tiene también su reflejo en aquella enmienda que subraya la existencia de Dios o aquella otra que defiende el matrimonio heterosexual por encima de otros tipos de relación conyugal.

Más nacionalismo y disuasión nuclear

Otras enmiendas apostaron directamente por el nacionalismo marcado que ha definido los Gobiernos de Putin, por ejemplo, la que prioriza la legislación nacional al derecho internacional. Esta reforma es un mensaje directo a los interlocutores aliados y contrincantes de Rusia en la arena mundial. Moscú actuará siempre primero de acuerdo con sus intereses y después con los de la comunidad internacional. Especialmente en lo que se refiere a su seguridad y defensa.

Poco antes de que se aprobaran estas enmiendas a la Constitución de 1993, Putin aprobó a principios de junio los llamados Fundamentos de la Política Estatal en el Ámbito de la Disuasión Nuclear. Estas directrices renuevan las adoptadas hace diez años, definen la estrategia rusa en este terreno como “de naturaleza defensiva” y apuestan por el cumplimiento de las obligaciones internacionales sobre control de armamento nuclear.

El documento refiere cuáles son los principales riesgos que afronta Rusia y entre ellos destaca, además de la proliferación incontrolada de ese tipo de armamento en tierra o en el espacio, “el despliegue de armas ofensivas en los países que ven a Rusia como un adversario potencial”, así como la acumulación de fuerzas militares “cerca de las fronteras rusas”. El texto advierte que Moscú aplicará la disuasión nuclear contra aquellos países o coaliciones de países que consideren a Rusia un “adversario potencial”, más aún si disponen de armas atómicas. Se indica que Rusia podrá lanzar un ataque nuclear en respuesta a uno similar y, aquí está el punto clave, también en el supuesto de una agresión contra este país con armas convencionales y de que “se vea amenazada la propia existencia del Estado” ruso.

En este sentido, una de las enmiendas más importantes aprobadas en el referéndum prohíbe de forma expresa la secesión de territorios que actualmente integran la Federación Rusa. Territorios que pueden pertenecer a Rusia desde hace décadas, como las islas Kuriles, ocupadas a Japón al finalizar la Segunda Guerra Mundial, o, por ejemplo, la península de Crimea, incorporada a la Federación en 2014. Hasta entonces ese territorio, clave para la seguridad del este de Europa y de las regiones del Mar Negro y el Caspio, pertenecía a Ucrania y es uno de los principales contenciosos existentes en el este de Europa y uno de los puntos de fricción más graves de Rusia con la Unión Europea, la OTAN y Estados Unidos.

Los cambios constitucionales dejan muy claro que Rusia no cederá y que, tal y como establecen sus nuevos Fundamentos de la Política Estatal en el Ámbito de la Disuasión Nuclear, estaría dispuesta al uso de las armas nucleares como disuasión para evitar amenazas en esa región o en cualquier otro territorio, república, ciudad, etc., de la Federación Rusa.

Es en este contexto en el que se pueden plantear más incidentes entre Moscú y sus vecinos, y el citado informe de la comisión del Parlamento británico apunta a uno nuevo. Este informe se añade a los habidos sobre ciberataques (como otro reciente supuestamente utilizado para robar datos de la investigación de la vacuna de la covid-19), agresiones a antiguos miembros de los servicios secretos rusos que han desertado a países occidentales o las injerencias con hackers y desinformación en procesos electorales europeos. El abanico es amplio y la desconfianza europea muy grande.

Desempleo y malestar en la periferia de la Federación

Pero el campo de batalla más importante para Putin a corto y medio plazo está en la economía. La tasa de desempleo en Rusia subió el pasado mes de junio hasta el 6,2%. Esta fue la tasa más alta de ese ratio desde marzo de 2013 y en buena parte fue debido a las medidas de cierre temporal de miles de empresas para afrontar la expansión del coronavirus. En el mes de junio de 2019, la tasa de desempleo en Rusia era inferior al 4,4%.

La economía rusa va mal, como ocurre en buena parte de sus vecinos europeos. Pero éstos no tienen los problemas de orden público que están surgiendo en la periferia de la Federación, en concreto en la región de Jabarovsk, en el extremo oriente del país.

La detención y destitución del gobernador Sergei Furgal por supuestos crímenes (varios incluso de asesinato) cometidos en el pasado han sido consideradas como sendos golpes para acallar a un político muy díscolo con Putin desde que fuera elegido en septiembre de 2018.

El problema mayor es que la protesta política y el sentimiento antimoscovita, con decenas de miles de manifestantes en las calles, se ha sumado al descontento económico muy profundo en esa región oriental, muy importante en las relaciones con China. En Jabarovsk, a 6.000 kilómetros al este de Moscú, los salarios son mucho menores que los de Rusia occidental, la pobreza es rampante y el desempleo una lacra de décadas. Tales circunstancias hacen prever un creciente movimiento nacionalista en el este de Siberia que puede extenderse como la pólvora, uno de los mayores miedos que siempre han tenido los gobiernos centrales en Moscú, ya desde la época de los zares. Putin no permitirá ninguna veleidad separatista en esa o en cualquier otra parte de Rusia, pero no es éste, desde luego, el mejor momento para afrontar tales riesgos.

This article has been translated from Spanish.